Por Sopenilla
En la grada serán rivales, pero la calle los ha colocado detrás de la misma valla. El pasado mes de enero hicieron frente común para derrocar a Hosni Mubarak. Hace unas semanas, la plaza Tahir volvió a ser escenario de la unión de sus fuerzas. En esta ocasión, con Egipto en pleno proceso constituyente, se trataba de dar apoyo logístico a una simple sentada. Mientras los Hermanos Musulmanes se posicionaban al acecho del poder tras la primera vuelta de las elecciones, los ultras de Zamalek y Al Ah-ly –los dos equipos representativos de El Cairo– reiteraron su oposición a los antidisturbios del Central Security Forces (CSF), el aparato policial que ostenta el control efectivo del país durante la interinidad.
Experimentados en el arte de la guerra urbana, tanto los “White Knights” como los “Ahlawy” y “Ahly Lovers Union” replicaron a la violencia policial con su habilidad en el manejo de piedras y cócteles molotov. Una táctica habitual entre manifestantes cuando la porra es la única opción para dispersarlos. Lástima que, como ya sucediera a comienzos de año, ambas propuestas quedasen en entredicho por la existencia de víctimas mortales. Daños colaterales que, lejos de cuestionar la respuesta de los ultras, no han hecho otra cosa que acrecentar su prestigio entre la gente de a pie. Sobre todo, entre esa clase media incapaz de traer la democracia por la vía de la reforma.
Tampoco es plan de identificar esta parafernalia típica del hooliganismo como el resultado de una acción revolucionaria. Ni los ultras son la vanguardia del proletariado, ni representan la avanzadilla de los indignados árabes. Legitimados por la suspensión de funciones del Estado de Derecho, se han limitado a interpretar el papel de salvadores de la patria. Como reconociese uno de sus líderes a la cadena de televisión Al-Jazeera, “somos el perro guardián de la verdad. Cualquier injusticia que descubrimos, dentro del país o en cualquier lugar, nos lleva a levantarnos para luchar por lo que es justo”.
Consenso ultra por la patria
Con todo, este modo de preservar las garantías constitucionales ha tenido sus efectos positivos. Es probable que a un demócrata de toda la vida le desconcierte, pero fuera de Occidente las cosas son así. Quien no quiera hacer un acto de fe sobre la rectitud de intención de los ultras, que eche un vistazo a sus obras. En los albores de la primavera, ellos fueron los encargados de velar por el orden público, acordonando los museos de la capital para evitar posibles saqueos y pillajes.
Aunque, sin duda, lo más meritorio de su actuación ha sido ver cómo unos y otros grupos han zanjado las diferencias seculares que hasta la fecha habían marcado la idiosincrasia de sus respectivos clubes. Al contrario que en la fachada europea, donde la dicotomía política entre derecha e izquierda está a la orden del día, Zamalek y Al Ah-ly justifican su rivalidad en virtud de su propia historia. Mientras éste último, cuyo nombre conserva reminiscencias del nacionalismo descolonizador, se configuró como el equipo del pueblo; el primero halló su masa social en las clases acomodadas más receptivas a la metrópoli.
Este distinto origen explica que las simpatías por el Al-Ahly hayan proliferado tradicionalmente a lo largo del continente africano. Quizá por eso el derbi de El Cairo tendía a disputarse en campo neutral y bajo arbitraje extranjero. Si bien, como señala Carlos Vinyas en su blog, la trayectoria deportiva más reciente del Zamalek, en franco declive las últimas temporadas, ha provocado que el foco de animosidad de sus vecinos se haya redirigido hacia el Ismaily Sporting Club, el tercer aspirante en discordia al título de liga.
Ahora que el ejemplo egipcio está a la vuelta de la esquina, sólo resta que el 15M, a instancias de sus homólogos del norte de África, encuentre una causa que seduzca por igual a los radicales de nuestro país. En FNF no nos atrevemos a decir qué serviría de elemento catalizador. En el otro extremo mediterráneo, 5 millones de parados no parecen razón suficiente para buscar un consenso. Quién sabe si la liga y sus horarios harían esa función. Seguro que, llegado el caso, Fossa Garrafoni y Ultravioletas –por citar dos facciones antagónicas que arropan a un mismo equipo– serían capaces de no perseguirse con tal de someter a Roures.
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lunes, 12 de diciembre de 2011
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Terrible es la pasion con la que se vive en Egipto: Desde el futbol hasta la politica, pasando por la religion, la cultura y todo lo relacionado a la vida social es tremendismo. Es una sociedad muy rica pero que vive al filo de sus emociones
ResponderEliminarlastimosamente algunas veces y en regiones como Egipto como dice nuestro amigo Matías, el fútbol se vive de una manera muy apasionada casi como religiosa pero el problema es que involucran el fútbol con la política y lo ultimo no tiene nada que ver con el deporte rey
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