martes, 27 de julio de 2010

Revisitando al futbolista Cantona

Por Halftown
He cambiado de desodorante. La razón es sencilla: se me acabó el que tenía, y cuando fui al supermercado compré uno de la marca L’Oréal.
Esto no tendría mayor interés si no fuera porque elegí la marca francesa al recordar la campaña de publicidad que lo ha lanzado, un spot protagonizado por el ídolo de Old Trafford, genio bestial para unos, bestia genial para otros: Éric Cantona.



Retirado hace la friolera de trece años –los chavales de la generación xaviniesta probablemente jamás le hayan visto sobre un terreno de juego- Éric Cantona es sin duda uno de los futbolistas más talentosos, carismáticos y malditos que se recuerdan.
El subconsciente colectivo ha archivado la imagen de King Éric, con el pelo rapado al cero, la camisa roja del United y el cuello subido en plan desafiante. Pero poca gente recuerda al Cantona que dio tumbos en la liga francesa –final de Copa de Europa con el Marsella sentado en la grada incluida- y que, sobre todo, fracasó estrepitosamente en la selección.

Cuando Cantona abandonó la selección bleue, su ficha mostraba 20 goles marcados en 45 partidos jugados. Una cifra que, a priori, nos habla de una estrella con su país. Lejos de ello, Éric perteneció a esa generación francesa que se quedó en blanco, a caballo entre las francias gloriosas de Platini y de Zidane. Aquel equipo de los Papin, Sauzée o Ginola fracasó por todo lo alto en la Euro ’92 (comandados por ese penoso entrenador llamado Michel Platini) y se quedó a las puertas de meterse en el Mundial de Estados Unidos.
Aquella noche de noviembre de 1993 en el Parque de los Príncipes de París quedó grabada a fuego en la imagen de Cantona en su propio país. A falta de dos partidos para acabar el grupo de clasificación, Francia necesitaba un punto en dos partidos, en los que recibía a Israel y Bulgaria. El partido contra Israel lo perdieron después de ir ganando 2-1 hasta el minuto 83. En el partido definitivo, los franceses se adelantaron con gol de Canto, y acabaron perdiendo en el tiempo de descuento, tras una estúpida pérdida de balón de Ginola en área contraria.

Poco importa que aquella generación de oro búlgara llegara hasta las semis del Mundial: la cabeza del seleccionador Houllier fue inmediatamente guillotinada. David Ginola jamás recuperó su condición de indiscutible con Francia.
Cantona, en cambio, fue nombrado capitán de la selección por el nuevo seleccionador, Aimé Jacquet. Sin embargo, los ocho meses de sanción por darle una patada a un espectador inglés, sumados a la ascensión imparable de Zinédine Zidane, acabaron por enterrar su carrera internacional. Por cierto, los dos genios marselleses sólo coincidieron dos veces –sendos empates- llevando el gallo sobre el pecho.

Trabajar para el enemigo

Mucho antes de convertirse en el mejor jugador al otro lado del Canal, Éric Cantona las vio de todos los colores en su país. Pasó por siete equipos en diez años, y le dio tiempo a ser el discípulo favorito del mítico Guy Roux, odiarse íntimamente con Bernard Tapie, hacerse copain de Laurent Blanc, y enemigo eterno de Didier Deschamps, al que consideraba un aguador vestido de futbolista.

En enero de 1992, cuando Canto dio el salto a Inglaterra, su intención era irse lo más lejos de Francia como fuera posible. El destino elegido: la entonces ascendente liga japonesa. El problema es que el mercado de enero ya había cerrado allí, y sólo quedaba la opción de probar en la Premier. Se fue al Sheffield Wednesday, que le ofreció un periodo de prueba como si fuera un juvenil, y acabó firmando con el Leeds, al que ayudaría a llevarse liga y copa. Sin embargo, su míster de entonces, el inglés Howard Wilkinson, decidió librarse del temperamental jugador francés, y lo vendió por unos ridículos 1,2 millones de libras a Alex Ferguson. El Leeds acabó la siguiente temporada decimoséptimo, y Cantona volvió a llevarse la Premier, esta vez como red devil.
En 1996 Éric tendría su revancha, al endosarle un 4-0 al Leeds que le costó el puesto a su entrenador.

El 7 del United, adoptado por Old Trafford como heredero de George Best, se retiró por sorpresa en 1997, aburrido de acumular títulos personales y colectivos en Inglaterra, mientras encadenaba fracasos en Europa.

Cantona, marca registrada

Cuando en 2008 Nicolas Sarkozy lanzó en Francia el debate sobre la identidad nacional, Cantona lo dejó bien claro: ser francés supone ser revolucionario. Más allá de ser la primera superestrella extranjera en el fútbol inglés –inventando una posición, la de nueve y medio, que luego elevaría a nuevas cotas el Flying Dutch, Dennis Bergkamp-, la verdadera revolución de Éric fue ser el primero en convertir su nombre en una marca.
A lo largo de los últimos quince años, Cantona™ ha anunciado cuchillas de afeitar, loterías, videocámaras, apuestas online, té helado, zapatillas deportivas, coches y el ya citado desodorante. Pero si ha habido alguien que ha sabido explotar la marca Cantona, ha sido Nike. La marca americana, cuyo posicionamiento irreverente parecía modelado a partir de la personalidad del propio jugador, ha sabido explotar la oportunidad a tope, primero con Canto como protagonista de sus campañas, luego como padrino del resto de estrellas.

Aunque quizás lo más fascinante es que Cantona, la marca, ha sobrevivido a Éric, el futbolista, hasta hacerle sombra. Acaso porque el único capaz de eclipsar a King Éric es el propio Cantona.

martes, 20 de julio de 2010

Una lanza por Raúl

Por Halftown
Vaya por delante que jamás he sido raulista. Es más, le odié abiertamente cuando su obsesión por meter un penalti por la escuadra nos costó la eliminación contra Francia en la Euro 2000. Siempre me pareció que su aire pretencioso no se correspondía con su fútbol oportunista. La definición aquella de Valdano, que decía que Raúl no era un 10 en nada pero sí un 7 en todo siempre me pareció más elogio de lo gris que exhaltación de lo extraordinario. Justo lo que me parece Raúl: el mejor de los futbolistas ordinarios.

Que Raúl ya no está para competir a primer nivel es un hecho desde hace varios años. A diferencia de otros delanteros como Ian Rush, Pippo Inzaghi o el mismo Morientes, Raúl no ha sabido ir haciendo una retirada progresiva. Será porque le escuece en su orgullo madrileño lo de convertirse en revulsivo de última hora. Será por su evidente falta de inteligencia emocional. El caso es que lleva algunas temporadas siendo un bulto sospechoso en el vestuario de Chamartín.

Independientemente de las filias y las fobias de cada cual, está claro que la hoja de servicios de Raúl González es irrebatible. Ser delantero en el Madrid durante quince años es algo sensacional, posiblemente irrepetible. No es cuestión de copipegar aquí el palmarés del 7 blanco, pero ha ganado títulos de todos los colores, muchos más de los que ganaron sus legendarios predecesores Juanito o Butragueño.

Por eso no estoy entendiendo a qué juega el Real Madrid en el tema de Raúl. Recién empezada la pretemporada, el jugador no aparece a entrenar. Los medios llevan semanas especulando con un posible destierro, a lo Cid Campeador, en la cuenca del Ruhr. Lo último que se lee en internet es que puede irse al Besiktas en un cómodo pack con Guti H.

Y mientras tanto, club y jugador callan.

El honor de los juguetes viejos

Uno de los valores que el madridismo lleva por montera es el honor que cacarea su himno. Eso se ha demostrado tradicionalmente al decir adiós a sus mitos: mientras que el Barça se desprendió de los Stoichkov, Rivaldo o Cruyff mirando hacia otro lado, en el Bernabéu todos recuerdan el beso de Míchel al césped, el último vuelo del Buitre, o el “illa-illa-illa Juanito maravilla” que entonan los ultras en el minuto siete de cada partido que se juega en casa.

También es cierto que, desde que el emperador de ACS accedió al sillón de Concha Espina, mitos del Madrid –y amigos de Raúl- como Redondo, Hierro o Del Bosque han salido por la puerta de servicio. Se ve que a Florentino sólo le interesan los juguetes nuevos que salen brillantes en las fotos.

El club no está sabiendo manejar la situación, y el jugador tampoco está sabiendo echarse a un lado. Se mantiene en silencio, intentando apurar sus opciones de colocarse en un grande. En un momento dado, Ferguson parece que pensó en él para protagonizar un “revival in red” al estilo de Michael Owen, pero el único interés real hasta la fecha lo han mostrado el Blackburn Rovers (un equipo en el que Míchel Salgado ha jugado de medio casi todo el año) y el propio Schalke 04. Si Raúl fuese un tipo más práctico, lo suyo sería irse a montar una dupla de clásicos con Titi Henry a Nueva York.
Así las cosas, la salida de capitán madridista va camino de enquistarse.

Salvo sorpresa mayúscula, uno de estos días nos desayunaremos con una escueta nota en la que el club agradece a Raúl los servicios prestados, y el jugador –convenientemente rebozado en logos de Adidas- dará una rueda de prensa en la que Marca y As hablarán de un Raúl “visiblemente emocionado”, y con suerte anunciarán el mismo día la cartilla para conseguir el deuvedé con los mejores goles del 7 blanco. Una manera bastante patética de enterrar a una leyenda.

jueves, 15 de julio de 2010

Troiteiro, el Iniesta que no fue

Por Halftown
En septiembre de 1996, Jorge Troiteiro y Andrés Iniesta aterrizaban en Barcelona para convertirse en estrellas del fútbol. A sus doce años, Troiteiro había brillado con el Mérida en el mismo torneo de Brunete en el que Iniesta fue elegido mejor jugador. Aunque extremeño de adopción, Troiteiro nació, como Iniesta, en la Mancha: en Fuentealbilla Andrés, en Almansa Jorge.

Los mayores entre los canteranos del Barça de aquella época, Rufete, Puyol, Reina, Valdés, Arteta o Jofre, acogieron a los dos pequeños manchegos como a hermanos pequeños. Eran los únicos infantiles de La Masía. A diferencia de Andrés, Jorge era un chaval extrovertido. Mientras Andrés echaba de menos a su familia y lloraba cada vez que se despedía de ellos, Jorge tenía familiares en Badalona. Iniesta tenía que conformarse con las dos veces al mes que sus padres recorrían los 500 kilómetros que separan Fuentealbilla de Barcelona.

En un reportaje que les hizo El Mundo Deportivo al poco de fichar, los dos amigos posaban en la habitación que compartían en La Masía –Andrés en la litera de abajo-, con vistas sobre el cemento armado del Camp Nou. No tardaron en despuntar en categorías inferiores del Barça, Iniesta como un medio inventivo, Troiteiro como un hábil extremo zurdo. Tanto destacaba Jorge, que apenas dos años más tarde de su llegada el club ya le había puesto una cláusula de 300 millones de pesetas.

Sin embargo, mientras Iniesta debutaba con el Barça B con 17 años, a Troiteiro le invitaron a dejar el club en 2001. Como reconocía el propio Jorge en una entrevista de 2006, después de cinco años tuvo que dejar La Masía porque no tuvo cabeza. A saber lo que haría fuera del campo.

Déjà vu en azulgrana

Junio de 2010: el Villanovense, a pesar de ganar 3-2 al Toledo, desciende a tercera división por culpa de sus vecinos del Cacereño. Ni siquiera la llegada en diciembre de Jorge Troiteiro ha podido salvarles. El ex de la Masía aterrizó en Villanueva de la Serena (provincia de Badajoz, 24.000 habitantes) después de pasar dos años en el Lucena, con la espada de Damocles de los impagos sobre la cabeza y una denuncia al club ante la AFE. Justito de pasta –qué currito no lo estaría después de tres meses sin cobrar-, Troiteiro no tuvo más remedio que aceptar la oferta de un club cuyo presupuesto para la temporada 2009-2010 era de 242.000 euros.

Troiteiro, hoy de 26 años de edad, sigue midiendo 1,64. En plena madurez futbolística, su hoja de servicios es la del clásico trotamundos de Segunda B, después de pasar por la cantera del Atlético de Madrid, Linares, Melilla, Lucena y Villanovense. Parece un remake de otro aborto de crack de la cantera del Barcelona, José Antonio de la Sagra.

En navidades de 2008, mientras Andrés tenía fresco el sabor de la Eurocopa conseguida en Viena el verano anterior, Jorge hacía por fin su debut en la selección. El rival, Perú. Su selección, la extremeña.

Después del descenso con el Villanovense, Troiteiro ha decidido seguir cerca de casa y en Segunda B, y ha fichado por el Extremadura UD, secuela de aquel que llegó a Primera en los 90. Quizá el volver a vestir de azulgrana devuelva a Jorge Troiteiro el fútbol que se dejó por el camino.

martes, 6 de julio de 2010

Lex Blatter y el coup d’oeil arbitral

Por Halftown
Además de la falta de pelo, Joseph Blatter (now on Twitter) tiene algo más en común con Lex Luthor: su obsesión por la conquista mundial. Para ello la FIFA -esa organización que engloba a más países que la ONU- ha decidido que no sólo mola contar con selecciones pintorescas sino que, además, hay que traer árbitros de todos lados. Y a quién le importa si en algunos de esos sitios no les suena de nada la palabra fútbol.

A finales de 2007, el mismo Blatter se dejó 40 millones de dólares en la creación del Refereeing Assistance Programme. Concebido para preparar a los árbitros de cara al Mundial de Sudáfrica, el RAP está dirigido por tres antiguos árbitros: el jamaicano Peter Prendergast, el salvadoreño Rodolfo Sibrian y el triniteño (esto es, de Trinidad y Tobago) Ramesh Ramdhan. En sus respectivos currículums, según la web World Referee, se encuentran partidos como un Trinidad y Tobago-Haiti, un Islas Caimán-Cuba o un Guyana-Surinam.

Una mirada detenida a la lista de treinta colegiados designados para el Mundial de Sudáfrica nos deja nombres como el de Subkhiddin Mohd Salleh, Joel Antonio Aguilar o Eddy Maillet, procedentes respectivamente de Malasia, El Salvador o las Seychelles, todas ellas grandes potencias futbolísticas. Incluso, en un más difícil todavía más propio de un funambulista borracho que del presidente de un sarao del calibre de la FIFA, Blatter dejó que el partido inaugural del Mundial lo arbitrara un tal Ravshan Irmatov, nacido hace (sólo) 32 años en la ex república soviética de Uzbekistán. Probablemente su designación se deba al fabuloso progreso futbolístico de la liga de aquel país, cuyo pichichi la última temporada fue el mismísimo Rivaldo a sus 38 castañas. El Bunyodkor, el equipo donde juega el brasileño y entrena Scolari, se llevó el campeonato sin perder ni uno de los doce partidos del campeonato.

A la guerra con soldados rasos

Carl Von Clausewitz, el filósofo militar clásico, desarrolló lo que él llamó la teoría del coup d’oeil, el momento de verdad en el que los grandes líderes militares como Alejandro Magno o Napoleón tomaban una decisión estratégica acertada. Esta intuición no sólo requiere una cierta dosis de genio, sino también experiencia de batalla, en la primera línea del frente.

Sobre el papel, todo es muy bonito, colorido y festivo. El problema llega cuando en unos cuartos de final uno se enfrenta a Paraguay y la FIFA va y te casca a un árbitro de Guatemala. Como dice Sámano en su crónica del partido, el ego del mejor colegiado guatemalteco no pudo resistir la tentación de hacer repetir el penalti a Xabi Alonso por invasión del área, mientras dos minutos antes no había aplicado la misma norma en el penalti de Cardozo.

Por eso es que los exóticos árbitros de la FIFA pueden haber pasado años entrenando, leyendo libros, asistiendo a seminarios y pitando partidos de la liga salvadoreña, uzbeca o –si acaso existe- de las islas Seychelles, que nada de eso es comparable a llegar a una semifinal de la Copa del Mundo a cara de perro, con 80.000 espectadores en la grada y millones más pendientes de cada jugada. Se trata de tomar decisiones con consecuencias inmediatas e irreversibles (más sus correspondientes y complejos efectos secundarios) en décimas de segundo. Y para eso no hay más entrenamiento posible que el haberlo hecho ya, bien en la Copa Libertadores latinoamericana, bien en la Liga de Campeones europea.

Desde estas líneas recomendamos fervientemente a Joseph Blatter una lectura detenida de “De la guerra” de Von Clausewitz. Aunque sólo le sirva para aprender que, en las batallas decisivas, se necesita algo más que simples soldados rasos.

domingo, 4 de julio de 2010

Klose, el pajillero que no tocaba bola

Por Rocheteau
A mí siempre me pareció un jugador indefinible. Hace tiempo le creía alto, y resulta que sólo salta, como su madre, jugadora internacional de balonmano. Luego lo imaginé bueno de espaldas a portería y ha terminado de oportunista raulero versión telón de acero. La verdad, tres mundiales después, sigo sin tener muy claro quién es Klose. Bueno, sí, uno que la clava.

Su padre, Jozef, era un polaco que se ganaba el pan como mediocampista en un club francés al que sólo iban los polacos y los franceses resistentes al frío: el AJ Auxerre. Finales de los 70, con un equipito apañado y un entrenador de leyenda, Guy Roux, llegaron a una final de Copa estando en segunda. La perdieron.

Klose qui?

Miroslav iba de la mano del padre al estadio de l’Abbé-Deschamps, donde Roux (44 años seguidos entrenando al Auxerre) asegura que le daba un peluche de vez en cuando.

Tras volver a Polonia e instalarse después en Alemania, Jozef Klose volvió años después a ver al patriarca Roux, en plan padre coñazo: "Sabes, Guy, mi hijo no lo hace mal... Igual podrías ficharlo".

Impagable la descripción de Roux, publicada en L'Equipe: "Tenía ante mí a un chaval espigado, flacucho, casi un palillo. Me dijo que jugaba en juveniles del Hamburgo. Mandamos a alguien a verlo. No tocó bola. No puedo arrepentirme de haberlo dejado pasar".
En algo llevaba razón, la cara de pajillero la sigue teniendo.

Luego llegaron el Kaiserlautern, el Werder, el Bayern... Y los 14 goles en mundiales, como Gert Muller, del niñato palillo con cara de profesor de Química. Sigo sin saber muy bien cómo juega, pero menos mal que no terminó en el Auxerre.

viernes, 2 de julio de 2010

Un hombre justo

Por Sopenilla
Ha pasado un mes -desde que se consumase la catástrofe en el Camp Nou- sin que los aficionados del Real Valladolid supieran nada de su equipo. Pero ha bastado apenas una semana para que el club de Pucela haya vuelto a ser noticia por distintos motivos. Hace siete días fue el anuncio del nuevo técnico. Desde el pasado martes, las miradas de este país se concentran en el presente blanquivioleta de Justo Villar, el último obstáculo para que la Roja acceda por fin a las semifinales de un Mundial.

El golero paraguayo desembarcó a orillas del Pisuerga en el verano de 2008 animado por el sueño americano de jugar en Europa. Cuatro años antes había hecho a Newell’s Old Boys campeón del Torneo Apertura. Con 11 goles encajados en 19 partidos, el guaraní fue reconocido como el mejor jugador de aquella edición.

La nefasta experiencia con Ludovic Butelle, que se vio obligado a huir a Francia a mitad de campaña, y el escaso margen de progresión de un veterano como Alberto, forzaron a la secretaría técnica de Zorrilla a sondear el mercado a comienzos de 2008 en busca de un portero curtido que finalizase contrato. El resultado fue un trueque a cuatro bandas por el que Valladolid y Newell’s intercambiaron sendos cromos, los mismos que ahora ha vuelto a reunir Martino con ocasión del Mundial.

A simple vista, podría parecer una operación alambicada. Pero lo complejo se vuelve sencillo cuando se comparte representante y las dos partes contratantes muestran voluntad de entendimiento. De la mano de Pedro Aldabe, Justo Villar logró el pase a España, mientras que Diego Barreto satisfizo el veto futbolístico al que estaba sometido por culpa de un idilio contractual con el Almería.

La felicidad terrenal nunca es completa, y el sueño de Justo –ese ansia común de llegar y triunfar– se truncó a las primeras de cambio. Cuando se incorporó al Valladolid, los males de la portería pucelana ya se habían disipado con el ascenso de Sergio Asenjo. Así que, sin tiempo de enfundarse los guantes, Villar se vio desprovisto de sus galones por obra y gracia de un chaval de 19 años.

El décimo mejor portero del mundo no va por alto

Mendilíbar solo le dio la alternativa cuando el de San Juanillo se lesionó de gravedad en su rodilla por vez primera. A fuerza de tener dos porteros que dudaban por alto, prefería mantener a quien camuflaba a base de reflejos su querencia a quedarse bajo palos. Curioso, pero cierto. El décimo mejor portero del mundo, según afirmaron 85 expertos consultados por la Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol (IFFHS), era suplente en un equipo que acabaría esa temporada porfiando con el descenso.

Con todo, Justo mantuvo el tipo. Sobrio por fuera y sobrio por dentro, plenamente identificado con el castellanismo de pura cepa. Daba igual haber aterrizado con toda la familia, hijo pequeño incluido, ese clon de su padre en 150 cm que le aguarda ilusionado en un rincón de la zona mixta de Zorrilla después de cada partido.

Sólo la cercanía del Mundial, y la nueva suplencia ante Jacobo después de que Asenjo fichara por el Atlético de Madrid, traicionó la tranquilidad de Villar. Se planteó salir en diciembre de 2009 pero la lesión del canterano y la continuidad en el puesto en una temporada convulsa en la que el Valladolid vio desfilar tres técnicos contribuyeron a restañar el orgullo herido.

A estas horas, Carlos Suárez se frota las manos mientras cruza los dedos. En el idioma en el que habla un gestor como el leonés, capaz de conciliar dos descensos de categoría con la paulatina reducción de la deuda acumulada tiempo atrás por su equipo, eso es sinónimo de dinero. A Justo le resta un año de contrato, pero el montante de su ficha no se corresponde con la economía de guerra que impone la Liga Adelante.

No queda otra que vender y, a día de hoy, él es el único activo con el que se cuenta. El problema, como siempre en estos casos, es el momento de efectuar la operación. Villar lo solicitó antes de concentrarse con su selección. Consciente de su buen cartel en Argentina, y de varias ofertas de River y Racing, Suárez quiso llevarlo a cabo entonces, antes de que fuera demasiado tarde.

Sin embargo, sus superiores pensaron que era mejor esperar. Poco importan los 33 tacos del muchacho cuando uno está convencido de que los síntomas de ese efecto burbuja organizado cada cuatro años por la FIFA perduran aun en tiempos de carestía. Ahora todos rezan para que el de Cerrito se encarne el próximo sábado en otro Eduardo.

Al margen de la desesperación o el cabreo que eso nos causaría, sería un buen epílogo a su paso por nuestro país y por la selección paraguaya. Chilavert llegó a Corea pasado de kilos y Morientes se encargó de jubilarlo. Villar ha alcanzado la madurez en Sudáfrica después de que un gol en propia puerta de Gamarra y una inoportuna lesión muscular lo tumbaran en Alemania. Esperemos que Torres no le asegure un retiro dorado.