Por Sopenilla
Ha pasado un mes -desde que se consumase la catástrofe en el Camp Nou- sin que los aficionados del Real Valladolid supieran nada de su equipo. Pero ha bastado apenas una semana para que el club de Pucela haya vuelto a ser noticia por distintos motivos. Hace siete días fue el anuncio del nuevo técnico. Desde el pasado martes, las miradas de este país se concentran en el presente blanquivioleta de Justo Villar, el último obstáculo para que la Roja acceda por fin a las semifinales de un Mundial.
El golero paraguayo desembarcó a orillas del Pisuerga en el verano de 2008 animado por el sueño americano de jugar en Europa. Cuatro años antes había hecho a Newell’s Old Boys campeón del Torneo Apertura. Con 11 goles encajados en 19 partidos, el guaraní fue reconocido como el mejor jugador de aquella edición.
La nefasta experiencia con Ludovic Butelle, que se vio obligado a huir a Francia a mitad de campaña, y el escaso margen de progresión de un veterano como Alberto, forzaron a la secretaría técnica de Zorrilla a sondear el mercado a comienzos de 2008 en busca de un portero curtido que finalizase contrato. El resultado fue un trueque a cuatro bandas por el que Valladolid y Newell’s intercambiaron sendos cromos, los mismos que ahora ha vuelto a reunir Martino con ocasión del Mundial.
A simple vista, podría parecer una operación alambicada. Pero lo complejo se vuelve sencillo cuando se comparte representante y las dos partes contratantes muestran voluntad de entendimiento. De la mano de Pedro Aldabe, Justo Villar logró el pase a España, mientras que Diego Barreto satisfizo el veto futbolístico al que estaba sometido por culpa de un idilio contractual con el Almería.
La felicidad terrenal nunca es completa, y el sueño de Justo –ese ansia común de llegar y triunfar– se truncó a las primeras de cambio. Cuando se incorporó al Valladolid, los males de la portería pucelana ya se habían disipado con el ascenso de Sergio Asenjo. Así que, sin tiempo de enfundarse los guantes, Villar se vio desprovisto de sus galones por obra y gracia de un chaval de 19 años.
El décimo mejor portero del mundo no va por alto
Mendilíbar solo le dio la alternativa cuando el de San Juanillo se lesionó de gravedad en su rodilla por vez primera. A fuerza de tener dos porteros que dudaban por alto, prefería mantener a quien camuflaba a base de reflejos su querencia a quedarse bajo palos. Curioso, pero cierto. El décimo mejor portero del mundo, según afirmaron 85 expertos consultados por la Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol (IFFHS), era suplente en un equipo que acabaría esa temporada porfiando con el descenso.
Con todo, Justo mantuvo el tipo. Sobrio por fuera y sobrio por dentro, plenamente identificado con el castellanismo de pura cepa. Daba igual haber aterrizado con toda la familia, hijo pequeño incluido, ese clon de su padre en 150 cm que le aguarda ilusionado en un rincón de la zona mixta de Zorrilla después de cada partido.
Sólo la cercanía del Mundial, y la nueva suplencia ante Jacobo después de que Asenjo fichara por el Atlético de Madrid, traicionó la tranquilidad de Villar. Se planteó salir en diciembre de 2009 pero la lesión del canterano y la continuidad en el puesto en una temporada convulsa en la que el Valladolid vio desfilar tres técnicos contribuyeron a restañar el orgullo herido.
A estas horas, Carlos Suárez se frota las manos mientras cruza los dedos. En el idioma en el que habla un gestor como el leonés, capaz de conciliar dos descensos de categoría con la paulatina reducción de la deuda acumulada tiempo atrás por su equipo, eso es sinónimo de dinero. A Justo le resta un año de contrato, pero el montante de su ficha no se corresponde con la economía de guerra que impone la Liga Adelante.
No queda otra que vender y, a día de hoy, él es el único activo con el que se cuenta. El problema, como siempre en estos casos, es el momento de efectuar la operación. Villar lo solicitó antes de concentrarse con su selección. Consciente de su buen cartel en Argentina, y de varias ofertas de River y Racing, Suárez quiso llevarlo a cabo entonces, antes de que fuera demasiado tarde.
Sin embargo, sus superiores pensaron que era mejor esperar. Poco importan los 33 tacos del muchacho cuando uno está convencido de que los síntomas de ese efecto burbuja organizado cada cuatro años por la FIFA perduran aun en tiempos de carestía. Ahora todos rezan para que el de Cerrito se encarne el próximo sábado en otro Eduardo.
Al margen de la desesperación o el cabreo que eso nos causaría, sería un buen epílogo a su paso por nuestro país y por la selección paraguaya. Chilavert llegó a Corea pasado de kilos y Morientes se encargó de jubilarlo. Villar ha alcanzado la madurez en Sudáfrica después de que un gol en propia puerta de Gamarra y una inoportuna lesión muscular lo tumbaran en Alemania. Esperemos que Torres no le asegure un retiro dorado.
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viernes, 2 de julio de 2010
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