martes, 28 de febrero de 2012

Esas pequeñas diferencias

Por snedecor
Pongamos que tienes veintimuchos, que juegas en un equipo de segunda (o tercera) fila y que tu máxima aspiración en esto del fútbol profesional ya sólo es juntar un dinerillo que, pasado el tiempo, al menos justifique el haber perdido los mejores años de tu vida corriendo detrás de un balón. Y pongamos también que un viejo compañero al que hace siglos que no ves se te acerca un día y te ofrece un pastizal por equivocarte en un par de jugadas de un encuentro sin demasiada trascendencia. La tentación está ahí, y los principios y las circunstancias de cada uno marcarán la decisión. ¿Qué hacer?

Simone Farina, defensa del Gubbio nacido en 1982, lo tuvo claro. Su historia es de sobra conocida: mandó a paseo a Alessandro Zamperini y sus 200.000 euros y denunció los hechos ante la Policía. Tirando del hilo, en pocas semanas se desmanteló toda una red de apuestas ilegales y amaño de partidos que salpicaba a la Serie B italiana (otra más) y que hundía sus raíces en el sudeste asiático, como toda buena mafia relacionada con esta industria que se precie. Un caso más, condenado a perderse en el olvido hasta que algún avispado pensó que el desconocido jugador podía convertirse en el símbolo de una pretendida limpieza que, a poco que se escarbe, parece que brilla por su ausencia.

Y dicho y hecho. Hoy Farina sigue temiendo las represalias de los delincuentes que ayudó a atrapar, pero gracias a su ejemplar comportamiento (y a la oportuna fecha en la que se destapó todo, a finales del año pasado) fue el invitado de honor de la FIFA en la gala del Balón de Oro, ha sido nombrado embajador del Fair Play y, salvo cambio de última hora, esta misma semana entrenará con la selección azzurra como premio a su honradez. Gestos que uno no sabe muy bien si son reconocimientos sinceros hacia él o simples campañas de lavado de imagen para quien los concede, pero que ahí están: el sistema ha convertido al rubio Simone Farina en ese héroe inesperado de humildes raíces y elevados valores que el fútbol necesitaba.

Serbia no es Italia

Por circunstancias de la vida, Dragisa Pejovic no ha tenido tanta suerte. Pejovic es, como Farina, otro anónimo defensa nacido en 1982; la diferencia es que él es moreno y ha desarrollado casi toda su carrera en el modesto Borac Čačak de la Primera división de su Serbia natal. Y esta última no es una cuestión menor: a juzgar por lo que cuenta Pejovic, cuando se trata de hacer trampas allí el que se te acerca no es un discreto ex-compañero; y, por descontado, en Serbia tampoco hay cordiales encuentros en cafeterías como el que Zamperini propuso a Farina. Pequeños matices que complican la decisión.

“He participado en partidos amañados. No porque quisiera, sino porque los directivos me obligaban: si no jugaba, no me pagaban. Los jugadores que se negaban a amañar resultados eran apartados del equipo”, ha confesado el serbio. “La noche anterior al partido te sacaban del hotel, te metían en un coche y te tenían horas dando vueltas. Te chantajeaban y te amenazaban con partirte los brazos y las piernas si no hacías lo que te decían”. Desengañado por todo lo que ha vivido en sus seis años y pico en el Borac Čačak, Pejovic milita ahora en un conjunto amateur y afirma que apenas tiene para subsistir. Al menos se siente libre y relativamente tranquilo, sensaciones desconocidas en su anterior equipo: “Cuando recibí ofertas del extranjero no pude irme porque gente del club me reclamó dinero para dejarme marchar”, declaró el jugador. “El último año fui agredido por un directivo, delante de mis compañeros, cuando le pregunté que cuándo íbamos a cobrar nuestros sueldos”.

Pejovic hizo estas impactantes declaraciones a principios de febrero en una rueda de prensa en la que FIFPro, el sindicato mundial de futbolistas, presentaba un informe en el que se denuncian los abusos, trampas, agresiones y demás irregularidades que parecen estar a la orden del día en el fútbol de la Europa del Este, y repasando las 180 páginas de este “Libro Negro” elaborado por el sindicato resulta difícil no creerle. Como en el caso de Farina, las autoridades no han tardado en tomar medidas ante semejantes acusaciones, pero para Pejovic no habrá ni glamourosos homenajes en Zurich ni palmaditas en la espalda del seleccionador nacional. Sus denuncias también acabarán en los tribunales, pero si nada lo remedia será él quien se siente en el banquillo de los acusados: la Federación Serbia le ha puesto una querella por manchar el buen nombre de su competición liguera. La FIFA, de momento, calla.

Habrá quien piense que Pejovic debería haber acudido antes a la policía, y quien vea en sus palabras una simple venganza por haberse quedado fuera del equipo y hasta un sucio intento de ganarse un dinero que no fue capaz de conseguir con el fútbol. Pero no debe ser lo mismo toparte con tu primera proposición indecente a los 29 años que jugar desde los 21 en un campeonato donde esas prácticas parecen casi institucionalizadas, como quizás tampoco la policía serbia pueda brindarte la misma protección y confianza que la italiana. Quién sabe si de haberse encontrado en la piel de Farina el serbio no hubiera reaccionado igual que el italiano, y viceversa. Pero por esos caprichos del destino, en esta película a Dragisa Pejovic le tocará desempeñar un muy secundario rol de mártir: el papel de héroe lo escribieron para otro. El fútbol (y la vida) es así.

jueves, 23 de febrero de 2012

Cerrado por huelga

Por snedecor
En estos tiempos convulsos, la crisis económica y las decisiones políticas llenan las calles de gente y vacían los estadios, y no sólo por el elevado precio de las entradas o los horarios intempestivos. Por ejemplo, Egipto sigue sin fútbol desde la matanza politizada de Port Said, y si en España la incapacidad para firmar el nuevo convenio colectivo del fútbol profesional aún no desemboca en un nuevo parón (o en amenaza de) es porque en la cúpula de la AFE ahora mismo tienen otros problemillas más urgentes de los que ocuparse. Pero a lo largo y ancho del orbe, varios países ven como sus ligas cierran temporalmente para protestar por los motivos más diversos.

GRECIA: La crisis del (no tener un) Euro
El balón no rueda en los campos de Segunda y Tercera desde principios de mes, y este próximo fin de semana se parará también la Primera división helena. Los jugadores de las categorías inferiores se declararon en huelga porque no cobran, y los directivos de la SuperLiga cerrarán una jornada porque el Gobierno quiere vigilar más de cerca su comportamiento financiero, en una medida que los clubes consideran una cortina de humo para tapar la pésima gestión gubernamental en esos otros campos donde hay más en juego. Mientras tanto, el cuantioso dinero de las apuestas (el de las legales, porque el de las ilegales dicen que sigue corriendo sin problemas) está paralizado por la empresa OPAP desde la temporada pasada, como castigo por el comportamiento violento de los aficionados. Como siempre que las autoridades políticas intentan inmiscuirse en los asuntos del fútbol, la FIFA ya se ha apresurado a lanzar su tradicional amenaza de suspensión internacional y cabe esperar que, también como siempre, las autoridades políticas acaben dando marcha atrás en sus pretensiones so pena de quedar como los imbéciles que dejaron al país sin ir a la Eurocopa.

PERU: Cantera contra los piquetes
La situación en el país andino es de todo menos novedosa, porque lo que pasa es que los clubes están endeudados hasta las cejas y simplemente buscan maneras de no pagar lo acordado. La última que se les ha ocurrido es pagar las deudas contraídas en 2011 con sus jugadores en 24 cómodas mensualidades; pero con la mosca tras la oreja y el bolsillo pelado los futbolistas exigen el pago en un plazo máximo de 12 meses. Obviamente no ha habido acuerdo y, tomando ejemplo de la España de los ochenta, la jornada de este fin de semana (primera del campeonato) la han disputado los juveniles, que no cobran y, de momento, tampoco se quejan.

El asunto cobra tintes esperpénticos (y perdón por el verbo utilizado) porque quienes más deben son los más grandes de la competición (Universitario, que además tiene sus ingresos embargados por el fisco peruano, Cienciano y Alianza de Lima) y porque la huelga de futbolistas afecta también a los equipos que sí pagan lo firmado. Por ejemplo, los jugadores profesionales del Deportivo San Martín (a los que el club afirma no deber nada) se solidarizaron con sus compañeros y no viajaron para enfrentarse al Melgar; su club no desplazó a los juveniles y perdió por incomparecencia. Fue el único equipo que no se presentó. Dadas las circunstancias, tanto el Deportivo San Martín como el Unión Comercio y el César Vallejo, que también juran estar al día en sus pagos, amenazan con borrarse de la competición si la huelga sigue en pie. El Inti Gas ha ido un paso más lejos: ha despedido a su entrenador y a todos sus jugadores profesionales por secundar el paro, saltándose a la torera cualquier normativa laboral. Sus juveniles, por cierto, ganaron su partido.

ECUADOR: Sin pitos no hay paraíso
En Ecuador tampoco ha habido fútbol este fin de semana, aunque en este caso el problema no es de dinero y quienes han cerrado el chiringuito no han sido ni los jugadores ni los clubes, sino los árbitros, que protestan por lo que consideran un atropello de la Federación nacional. La entrada en vigor de una resolución por la que los colegiados pasan a ser designados y estar controlados por un Comité Académico (dependiente de la federación) en lugar de por la Comisión de Arbitraje (órgano en principio independiente, tal y como estipula la FIFA en su reglamento) ha hecho que los trencillas ecuatorianos se declaren en huelga de pitos caídos. La Federación Ecuatoriana de Fútbol (¿qué tendrá las siglas FEF?) amenaza con descender de categoría a los árbitros que falten a tres encuentros y hasta el presidente del país, Rafael Correa, ha intentado mediar en la disputa, pero la liga está suspendida indefinidamente mientras se resuelve la controversia. La próxima reunión tendrá lugar el 29 de febrero, lo que garantiza al menos otra semana sin liga y un grave problema de fechas en el ya de por sí bastante comprimido calendario ecuatoriano: los clubes que participan en los torneos continentales ya tiemblan ante la posibilidad de tener que jugar tres partidos en cuatro días, como ya hiciera la LDU en 2010. Es lo que tienen las huelgas, que al final siempre le toca a alguien hacer horas extras para recuperar el trabajo. Que al menos les sirva para algo.