Por Halftown
He cambiado de desodorante. La razón es sencilla: se me acabó el que tenía, y cuando fui al supermercado compré uno de la marca L’Oréal.
Esto no tendría mayor interés si no fuera porque elegí la marca francesa al recordar la campaña de publicidad que lo ha lanzado, un spot protagonizado por el ídolo de Old Trafford, genio bestial para unos, bestia genial para otros: Éric Cantona.
Retirado hace la friolera de trece años –los chavales de la generación xaviniesta probablemente jamás le hayan visto sobre un terreno de juego- Éric Cantona es sin duda uno de los futbolistas más talentosos, carismáticos y malditos que se recuerdan.
El subconsciente colectivo ha archivado la imagen de King Éric, con el pelo rapado al cero, la camisa roja del United y el cuello subido en plan desafiante. Pero poca gente recuerda al Cantona que dio tumbos en la liga francesa –final de Copa de Europa con el Marsella sentado en la grada incluida- y que, sobre todo, fracasó estrepitosamente en la selección.
Cuando Cantona abandonó la selección bleue, su ficha mostraba 20 goles marcados en 45 partidos jugados. Una cifra que, a priori, nos habla de una estrella con su país. Lejos de ello, Éric perteneció a esa generación francesa que se quedó en blanco, a caballo entre las francias gloriosas de Platini y de Zidane. Aquel equipo de los Papin, Sauzée o Ginola fracasó por todo lo alto en la Euro ’92 (comandados por ese penoso entrenador llamado Michel Platini) y se quedó a las puertas de meterse en el Mundial de Estados Unidos.
Aquella noche de noviembre de 1993 en el Parque de los Príncipes de París quedó grabada a fuego en la imagen de Cantona en su propio país. A falta de dos partidos para acabar el grupo de clasificación, Francia necesitaba un punto en dos partidos, en los que recibía a Israel y Bulgaria. El partido contra Israel lo perdieron después de ir ganando 2-1 hasta el minuto 83. En el partido definitivo, los franceses se adelantaron con gol de Canto, y acabaron perdiendo en el tiempo de descuento, tras una estúpida pérdida de balón de Ginola en área contraria.
Poco importa que aquella generación de oro búlgara llegara hasta las semis del Mundial: la cabeza del seleccionador Houllier fue inmediatamente guillotinada. David Ginola jamás recuperó su condición de indiscutible con Francia.
Cantona, en cambio, fue nombrado capitán de la selección por el nuevo seleccionador, Aimé Jacquet. Sin embargo, los ocho meses de sanción por darle una patada a un espectador inglés, sumados a la ascensión imparable de Zinédine Zidane, acabaron por enterrar su carrera internacional. Por cierto, los dos genios marselleses sólo coincidieron dos veces –sendos empates- llevando el gallo sobre el pecho.
Trabajar para el enemigo
Mucho antes de convertirse en el mejor jugador al otro lado del Canal, Éric Cantona las vio de todos los colores en su país. Pasó por siete equipos en diez años, y le dio tiempo a ser el discípulo favorito del mítico Guy Roux, odiarse íntimamente con Bernard Tapie, hacerse copain de Laurent Blanc, y enemigo eterno de Didier Deschamps, al que consideraba un aguador vestido de futbolista.
En enero de 1992, cuando Canto dio el salto a Inglaterra, su intención era irse lo más lejos de Francia como fuera posible. El destino elegido: la entonces ascendente liga japonesa. El problema es que el mercado de enero ya había cerrado allí, y sólo quedaba la opción de probar en la Premier. Se fue al Sheffield Wednesday, que le ofreció un periodo de prueba como si fuera un juvenil, y acabó firmando con el Leeds, al que ayudaría a llevarse liga y copa. Sin embargo, su míster de entonces, el inglés Howard Wilkinson, decidió librarse del temperamental jugador francés, y lo vendió por unos ridículos 1,2 millones de libras a Alex Ferguson. El Leeds acabó la siguiente temporada decimoséptimo, y Cantona volvió a llevarse la Premier, esta vez como red devil.
En 1996 Éric tendría su revancha, al endosarle un 4-0 al Leeds que le costó el puesto a su entrenador.
El 7 del United, adoptado por Old Trafford como heredero de George Best, se retiró por sorpresa en 1997, aburrido de acumular títulos personales y colectivos en Inglaterra, mientras encadenaba fracasos en Europa.
Cantona, marca registrada
Cuando en 2008 Nicolas Sarkozy lanzó en Francia el debate sobre la identidad nacional, Cantona lo dejó bien claro: ser francés supone ser revolucionario. Más allá de ser la primera superestrella extranjera en el fútbol inglés –inventando una posición, la de nueve y medio, que luego elevaría a nuevas cotas el Flying Dutch, Dennis Bergkamp-, la verdadera revolución de Éric fue ser el primero en convertir su nombre en una marca.
A lo largo de los últimos quince años, Cantona™ ha anunciado cuchillas de afeitar, loterías, videocámaras, apuestas online, té helado, zapatillas deportivas, coches y el ya citado desodorante. Pero si ha habido alguien que ha sabido explotar la marca Cantona, ha sido Nike. La marca americana, cuyo posicionamiento irreverente parecía modelado a partir de la personalidad del propio jugador, ha sabido explotar la oportunidad a tope, primero con Canto como protagonista de sus campañas, luego como padrino del resto de estrellas.
Aunque quizás lo más fascinante es que Cantona, la marca, ha sobrevivido a Éric, el futbolista, hasta hacerle sombra. Acaso porque el único capaz de eclipsar a King Éric es el propio Cantona.
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martes, 27 de julio de 2010
Revisitando al futbolista Cantona
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"Éric perteneció a esa generación francesa que se quedó en blanco, a caballo entre las francias gloriosas de Platini y de Zidane". Me parece estupenda la frase dentro de un texto que ya es, de por sí, muy lúcido. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarOs dejo la dirección de mi blog, por si queréis devolver la visita. http://www.eldorsalcatorce.blogspot.com/
Gracias por el comment.
ResponderEliminarHe entrado en tu blog, y me alegro de comprobar que lo del dorsal catorce va por Cruyff y no por Gutiérrez.