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jueves, 22 de septiembre de 2011

El enigma Matthäus (II)

Por snedecor
Después de dejar tirado al Partizán, el bueno de Lothar Matthäus no tuvo fortuna con la selección de Hungría y fracasó en su intento (nada sencillo, todo sea dicho) de llevarla al Mundial 2006. Pese a sus discretos resultados, la federación le mantuvo en su puesto hasta el final de la fase de clasificación en 2005, e incluso el gobierno llegó a ofrecerle la nacionalidad.

Aunque esta vez todo parecía haber acabado bien, dos años después de dejar el cargo, para no perder las costumbres, el alemán aprovechó el descalabro de la candidatura húngara a la Euro 2012 (no obtuvo ni un solo voto del Comité Ejecutivo de la UEFA) para acusar a los dirigentes magyares de incompetentes y de explotar el fútbol húngaro para su propio beneficio. ¿Unos dirigentes federativos aprovechándose del fútbol en vez de trabajar por él? Siguiendo la línea editorial (?) de FNF, por esta vez, y sin que sirva de precedente, le concederemos a Matthäus el beneficio de la duda.

En enero de 2006 Lothar se fue a hacer las Américas, con destino Brasil y más concretamente Curitiba. En el Atlético Paranaense le recuerdan perfectamente por sus siete partidos sin conocer la derrota en el campeonato estadual y, sobre todo, por su peculiar forma de irse. Una ausencia por motivos personales que iba a ser de 3 o 4 días se prolongó durante dos semanas y acabó en un fax de renuncia enviado desde Europa. En un alarde de transparencia pocas veces visto, el Paranaense llegó a publicar en su web una factura de teléfono impagada (de casi 6.000 dólares) que Matthäus dejó a sus espaldas tras sólo un mes en el país.

Por si acaso, Lothar ni siquiera volvió a por sus cosas. Dos meses después de su espantada brasileira era presentado como técnico del Red Bull Salzburgo, donde hizo tándem con su mentor Giovanni Trapattoni. En la firma de bebidas energéticas tienen mucho más ojo para escoger a sus pilotos que para gestionar equipos de fútbol, pero aún así lograron ganar el campeonato austriaco en esa campaña 2006/2007. Eso sí, a final de temporada dejaron bien claro a quién le debían el título: Matthäus fue despedido de manera fulminante.

A partir de ahí, todo ha ido cuesta abajo (más todavía) y sin frenos. Tras pasarse una temporada en blanco en la que sólo fue noticia por su tercer divorcio y su cuarta boda, firmó por el Maccabi Netanya israelí (propiedad por entonces de un judío alemán), con el que nuevamente volvió a tener problemas de cobro. De las dos campañas acordadas, sólo pudo cumplir una antes de que el club decidiera rescindir su contrato por su delicada situación financiera. En octubre de 2009 su nombre volvió a relacionarse con Sudamérica, pero su etapa en Racing de Avellaneda terminó antes de empezar por falta de garantías que avalaran su sueldo y porque el club se negó a encontrarle trabajo a la flamante esposa del alemán, la jovencísima modelo ucraniana Kristina Liliana Chudinova. Esta vez, fiel al avance de los tiempos, Matthäus no renunció por fax, sino por SMS.

Sin puesto y sin novia

La buena (muy buena) de Liliana también fue responsable del siguiente desplante sufrido por el alemán, al ser sorprendida por los paparazzi en brazos de un joven empresario italiano (y no caeremos en la tentación de hacer bromas con el capote de torero que Juanito le regaló a Matthäus para disculparse por su pisotón). El affaire extraconyugal escandalizó a los puritanos dirigentes de la Federación de Camerún, que rompieron su preacuerdo con Lothar y acabaron fichando a Javier Clemente, con funestos resultados. Viendo las alternativas que manejaban, lo grave es que los cameruneses todavía dirán que sí querían clasificarse para la Copa de África.

Sin puesto y sin novia, Matthäus acabó firmando en 2010 por una selección de Bulgaria que desde el 98 va tan de capa caída como él, y a la que, como era de esperar, no mejoró en nada. A principios de este mes, tras perder en casa ante Inglaterra por 0-3 y quedarse sin opciones de clasificación, el bávaro quiso reforzar su maltrecha autoridad expulsando a tres jugadores de la concentración.

Poco más de dos semanas después, el expulsado vuelve a ser él. Y pese a su historial en los banquillos, todavía se queja de que en la Bundesliga nadie le contrata por su pasado en el Bayern y su afinidad con el diario Bild, al que usa como si fuera su particular cajón en el Speaker’s Corner de Hyde Park. Pero seguro que por el mundo encuentra a más dirigentes tan deslumbrados por el brillo del astro de ayer que son incapaces de ver al patán de hoy.

Porque oye, es el gran Lothar Matthäus. Fijo que lo hace bien.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

El enigma Matthäus (I)

Por snedecor
Que para ser un gran entrenador no hace falta haber despuntado al máximo nivel como jugador es algo que hace tiempo que quedó meridianamente claro. Y que haber sido un gran jugador no es garantía de éxito en los banquillos, también es de sobra conocido. Lo triste es ver que una estrella a la que creías perfectamente capacitada para triunfar desde la banda se estrella una y otra vez, valga la rebuznancia, y aún así sigue disfrutando de unas oportunidades que están vedadas para la inmensa mayoría de quienes nunca pudieron pasar de Tercera.

Pocos astros del balón tenían más pinta de entrenador cuando jugaban que Lothar Matthäus, el sucesor de Beckenbauer, ese todocampista que acabó de líbero ordenando desde la cueva el juego del Bayern y la selección alemana. Un auténtico líder, con carisma y visión de juego, el tipo que más partidos ha disputado en la Copa del Mundo, que todavía hoy tiene el récord de internacionalidades con su selección y que se dio el gustazo de ser nombrado mejor jugador de Alemania con 38 tacos (esa del 99 no era la mejor Alemania, es cierto). Cuando se retiró en Estados Unidos, en el 2000, parecía cantado que su futuro estaría en los banquillos de su Bayern y de su Selección; una década después, acaba de ser despedido por enésima vez y todavía sorprende que alguien le ofrezca un trabajito.

Quizás el famoso pisotón de Juanito le dejó unas secuelas que sólo afloraron tras su retirada. No lo sabemos. Pero el caso es que el Matthäus entrenador no sólo no ha conseguido llegarle a la suela de las botas al Matthäus futbolista, sino que encima posee el nunca bien ponderado don de acabar a la gresca allá por donde pasa, un don que justifica la existencia de blogs como FNF e inspira la creatividad (?) de sus autores.

"Ven a Belgrado si tienes lo que hay que tener"

Para empezar, unos pocos meses en el Rapid de Viena en la 2001/2002 se saldaron con su despido tras un cruce de declaraciones en las que el ídolo germano acusaba al club de impagos y arremetía contra la afición vienesa. Era sólo el aperitivo de lo que sería su carrera en los banquillos.

A mitad de la temporada 2002/2003 llegó a un Partizán líder, y con él conquistó la liga serbia y jugó la liguilla de la Champions tras eliminar al Newcastle, amén de encontrar a su tercera esposa. Su exitosa etapa en Belgrado acabó abruptamente apenas un año después de empezar, y los motivos personales con los que justificó su dimisión en primera instancia resultaron ser una oferta de la Federación húngara para dirigir a la selección magyar. Pero después de su espantada no tardaron en salir a la luz los flecos de su contrato con el club serbio. Para hacer más atractiva su oferta, los dirigentes del Partizán le habían ofrecido al bávaro un sobresueldo en forma de comisiones por los contratos de patrocinio obtenidos por el club gracias a su presencia, así como un porcentaje de las ventas de varios jugadores con cierta proyección.

Tras despedirse, Matthäus denunció al Partizán por no pagarle lo pactado por esos conceptos (unos 600.000 euros sólo por el traspaso de Igor Duljaj al Shaktar, además de otras comisiones que, según él, había perdonado anteriormente para no enturbiar sus relaciones con el club). Y desde Belgrado poco más o menos que le retaron a que fuera personalmente a cobrarlo, si tenía lo que hay que tener.

Para entonces Lothar acababa de ganarle un juicio al Bayern a cuenta del dinero de su partido homenaje, y había firmado un acuerdo judicial con el Rapid de Viena para solventar sus diferencias económicas. Como decían los periódicos serbios de la época, tal vez Matthäus haya equivocado su profesión: le hubiera ido mejor en una agencia de cobros.

domingo, 4 de julio de 2010

Klose, el pajillero que no tocaba bola

Por Rocheteau
A mí siempre me pareció un jugador indefinible. Hace tiempo le creía alto, y resulta que sólo salta, como su madre, jugadora internacional de balonmano. Luego lo imaginé bueno de espaldas a portería y ha terminado de oportunista raulero versión telón de acero. La verdad, tres mundiales después, sigo sin tener muy claro quién es Klose. Bueno, sí, uno que la clava.

Su padre, Jozef, era un polaco que se ganaba el pan como mediocampista en un club francés al que sólo iban los polacos y los franceses resistentes al frío: el AJ Auxerre. Finales de los 70, con un equipito apañado y un entrenador de leyenda, Guy Roux, llegaron a una final de Copa estando en segunda. La perdieron.

Klose qui?

Miroslav iba de la mano del padre al estadio de l’Abbé-Deschamps, donde Roux (44 años seguidos entrenando al Auxerre) asegura que le daba un peluche de vez en cuando.

Tras volver a Polonia e instalarse después en Alemania, Jozef Klose volvió años después a ver al patriarca Roux, en plan padre coñazo: "Sabes, Guy, mi hijo no lo hace mal... Igual podrías ficharlo".

Impagable la descripción de Roux, publicada en L'Equipe: "Tenía ante mí a un chaval espigado, flacucho, casi un palillo. Me dijo que jugaba en juveniles del Hamburgo. Mandamos a alguien a verlo. No tocó bola. No puedo arrepentirme de haberlo dejado pasar".
En algo llevaba razón, la cara de pajillero la sigue teniendo.

Luego llegaron el Kaiserlautern, el Werder, el Bayern... Y los 14 goles en mundiales, como Gert Muller, del niñato palillo con cara de profesor de Química. Sigo sin saber muy bien cómo juega, pero menos mal que no terminó en el Auxerre.

domingo, 27 de junio de 2010

Alemania, Capello y el enigma inglés

Por Halftown
Dicen en Inglaterra que todos los partidos amistosos lo son, excepto cuando juegan contra Alemania. El partido de hoy no tendrá nada de amistad, ni de jogo bonito, ni posiblemente una pizca de fair play.

Después de los juicios de Nuremberg, la rivalidad entre los dos países se ha trasladado al verde futbolero. De 1945 a esta parte, las ha habido de todos los colores. Esta vez, el precedente más inmediato no es el amistoso que disputaron ambos equipos a finales de 2008 en Berlín (1-2 para los de Capello, con Bridge y Terry compartiendo defensa, sin Rooney, Gerrard ni Lampard pero, sí, con David James de titular), sino la final del europeo sub-21 disputada hace justo un año en Suecia, en la que la Alemania de Neuer, Khedira y Ozil se tomó en serio el revival de la Operación León Marino: 4-0 fácil. Afortunadamente para Inglaterra, el único jugador en común entre aquella selección y la que ha viajado a Sudáfrica es James Milner… y afortunadamente para Milner, Capello no asistió a aquel partido.

El general italiano, si quiere ganar esta batalla, tendrá que no sólo que cortocircuitar las rápidas combinaciones alemanas, sino sobre todo descifrar una configuración de su propio medio campo que funcione. Hasta ahora, Gerrard y Lampard han seguido siendo un juego de suma cero, Milner ha dejado poco más que un centro beckhamesco y Barry no ha pasado de ser un bulto sospechoso.

Las cartas marcadas

La alusión a la II Guerra Mundial no por tópica deja de ser pertinente. Por muchos desembarcos que nos vendan los historiadores, posiblemente la principal razón por la que Oxford Circus no se llama hoy Göring Platz fue Ultra, el trabajo de los rompecódigos de la inteligencia inglesa que trabajaban en Bletchey Park.

Durante la guerra, las comunicaciones secretas alemanas pasaban por la máquina Enigma, considerada entonces tan inhackeable como la PlayStation 3 lo es hoy. Lo que los nazis no sabían es que, desde 1940, Churchill desayunaba su porridge mientras leía las últimas órdenes del alto mando alemán. Lo que se llama jugar con las cartas marcadas, un poco al estilo de aquella escena de Goldfinger en las que el malo de la función (alemán, of course) despluma a un incauto, mientras por un pinganillo le cantan las jugadas de su rival.

Enigma tenía el aspecto de una máquina de escribir, teclado incluido, pero detrás escondía una compleja combinación de rotores que se encargaban de codificar los mensajes.

Curiosamente, los primeros y decisivos esfuerzos para descifrar la máquina fueron mucho antes del principio de la guerra, y no fueron ingleses, sino polacos.
En 2010, en cambio, los únicos polacos decisivos se llaman Miroslav Klose y Lukas Podolski, y juegan del lado alemán. Y es que esta Alemania 2.0 ha acabado como la Wehrmacht: con oficiales patrios en la retaguardia, y utilizando soldados de los territorios ocupados en primera línea de fuego. Joachim Löw -ese híbrido de Alan Rickman en las películas de Harry Potter y el Lobo Carrasco- sabe muy bien que sólo con soldados arios no se va muy lejos.

Se adivina un partido impredecible, con una Alemania genial pero intermitente -a la imagen de su estrella Ozil, una especie de remake de Mehmet Scholl-, y una Inglaterra que sale a jugar con el freno de mano puesto, con Rooney en un estado de forma parecido al de Fernando Torres.

A diferencia de 1940, nadie en Inglaterra –desde luego, no el hasta ahora intocable Gareth Barry- parece preparado para descodificar el juego germano como lo hacían en Bletchey Park. También a diferencia de 1940, los alemanes no juegan con las cartas marcadas. Esta vez, el principal enigma reside en el propio equipo inglés.