Por snedecor
Que para ser un gran entrenador no hace falta haber despuntado al máximo nivel como jugador es algo que hace tiempo que quedó meridianamente claro. Y que haber sido un gran jugador no es garantía de éxito en los banquillos, también es de sobra conocido. Lo triste es ver que una estrella a la que creías perfectamente capacitada para triunfar desde la banda se estrella una y otra vez, valga la rebuznancia, y aún así sigue disfrutando de unas oportunidades que están vedadas para la inmensa mayoría de quienes nunca pudieron pasar de Tercera.
Pocos astros del balón tenían más pinta de entrenador cuando jugaban que Lothar Matthäus, el sucesor de Beckenbauer, ese todocampista que acabó de líbero ordenando desde la cueva el juego del Bayern y la selección alemana. Un auténtico líder, con carisma y visión de juego, el tipo que más partidos ha disputado en la Copa del Mundo, que todavía hoy tiene el récord de internacionalidades con su selección y que se dio el gustazo de ser nombrado mejor jugador de Alemania con 38 tacos (esa del 99 no era la mejor Alemania, es cierto). Cuando se retiró en Estados Unidos, en el 2000, parecía cantado que su futuro estaría en los banquillos de su Bayern y de su Selección; una década después, acaba de ser despedido por enésima vez y todavía sorprende que alguien le ofrezca un trabajito.
Quizás el famoso pisotón de Juanito le dejó unas secuelas que sólo afloraron tras su retirada. No lo sabemos. Pero el caso es que el Matthäus entrenador no sólo no ha conseguido llegarle a la suela de las botas al Matthäus futbolista, sino que encima posee el nunca bien ponderado don de acabar a la gresca allá por donde pasa, un don que justifica la existencia de blogs como FNF e inspira la creatividad (?) de sus autores.
"Ven a Belgrado si tienes lo que hay que tener"
Para empezar, unos pocos meses en el Rapid de Viena en la 2001/2002 se saldaron con su despido tras un cruce de declaraciones en las que el ídolo germano acusaba al club de impagos y arremetía contra la afición vienesa. Era sólo el aperitivo de lo que sería su carrera en los banquillos.
A mitad de la temporada 2002/2003 llegó a un Partizán líder, y con él conquistó la liga serbia y jugó la liguilla de la Champions tras eliminar al Newcastle, amén de encontrar a su tercera esposa. Su exitosa etapa en Belgrado acabó abruptamente apenas un año después de empezar, y los motivos personales con los que justificó su dimisión en primera instancia resultaron ser una oferta de la Federación húngara para dirigir a la selección magyar. Pero después de su espantada no tardaron en salir a la luz los flecos de su contrato con el club serbio. Para hacer más atractiva su oferta, los dirigentes del Partizán le habían ofrecido al bávaro un sobresueldo en forma de comisiones por los contratos de patrocinio obtenidos por el club gracias a su presencia, así como un porcentaje de las ventas de varios jugadores con cierta proyección.
Tras despedirse, Matthäus denunció al Partizán por no pagarle lo pactado por esos conceptos (unos 600.000 euros sólo por el traspaso de Igor Duljaj al Shaktar, además de otras comisiones que, según él, había perdonado anteriormente para no enturbiar sus relaciones con el club). Y desde Belgrado poco más o menos que le retaron a que fuera personalmente a cobrarlo, si tenía lo que hay que tener.
Para entonces Lothar acababa de ganarle un juicio al Bayern a cuenta del dinero de su partido homenaje, y había firmado un acuerdo judicial con el Rapid de Viena para solventar sus diferencias económicas. Como decían los periódicos serbios de la época, tal vez Matthäus haya equivocado su profesión: le hubiera ido mejor en una agencia de cobros.
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miércoles, 21 de septiembre de 2011
El enigma Matthäus (I)
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