
Por Lola Dirceu
Claudio Canniggia, 42 años a todo meter, el killer de melena barriobajera, el Pájaro cabrón, la diadema más terrorífica del fútbol mundial se refugia en ese billete falso de 500 euros llamado Marbella. Busca reposo para su mente y su escurrido cuerpo, castigado por el lado salvaje de las malas compañías y la tendencia a la autodestrucción que todo buen romántico ha de tener. En cierta ocasión me cité con él, ya hace un par de Ligas. Merodeaba por el Ocean, un chiringuito glamouroso en la playa de La Siesta que despliega camas, en vez de tumbonas, para los que se acuestan de día.
Allí mismo, entre los chapoteos sexuales de la piscina comunal, traté, sin suerte, de platicar con Claudio. Tras una espera nada aburrida, Mariana, su esposa, llamó para dar largas, para disculparse, para reírse en mi careto, en dos palabras. Tras torpes explicaciones, se confesaba entre líneas: Claudio se había pirado del lugar farfullando que necesitaba descansar, que desconfía de la prensa, que no le molan los periodistas, que pasa de esa caterva de golfos con ganas de hincar las fauces a cualquier cadáver en descomposición... bla bla bla bla.
Sigue siendo un rubio guapo con mala hostia, un canalla tan cegador como ese sol que remuerde la conciencia cuando sales de un after. Mantiene sus facciones de rufián del área, con cara de pocos amigos y muchas novias. Este malandro con piernas de velocista aún es venerado como un semidios en Argentina (siempre a la sombra rizada de Maradona) desde su gol a Brasil en Italia 90, chicharrito que, a la postre, hizo subcampeones a los albicelestes.
A nivel de clubes pasó por River, Verona, Atlanta, Roma, Boca Juniors, Benfica y Glasgow Rangers hasta su retirada en Qatar, donde pagan la jubilación con petrodoláres y mármol. Con el adiós, encaminó, una vez más, sus pasos hacia la mala vida, que es la que vida que mola hasta que la salud te recuerda lo contrario.
A nivel de clubes pasó por River, Verona, Atlanta, Roma, Boca Juniors, Benfica y Glasgow Rangers hasta su retirada en Qatar, donde pagan la jubilación con petrodoláres y mármol. Con el adiós, encaminó, una vez más, sus pasos hacia la mala vida, que es la que vida que mola hasta que la salud te recuerda lo contrario.

En ellas, las pibas se deslizan por la entrepierna la Visa de guiris incautos que piensan que han ligado. No pidas tinto de verano, sino una lluvia dorada de Möet Chandon. Allí no suenan los Estopa sino un diapasón de chunda chunda perfecto para follar. Jamás te sientes solo: mozas de todos los colores y sin edad para casi nada, gente intoxicada por el insomnio y pandillas union jack con la quijada a tres millones de revoluciones se harán tus coleguillas a la sombra de las bibliotecas de Puerto Banús.
Caterva de golfos

Tenía razón. Mea culpa. Quizá fui a meter los hocicos en el descanso del guerrero, a comprobar de primera mano su presunta decadencia con la excusa del probable advenimiento de Maradona como seleccionador argentino. Luego me enteré que, durante un largo periodo, peregrinó a la capital a purgar culpas, excesos. Espero y deseo sinceramente que encuentre la calma, y que la recua de aduladores que rebobinan sus proezas para tener barra libre y paella gratis, se corten un poco, que no le sangren, que no intoxiquen más su desequilibrado equilibrio, joder.
Con el brillo aúreo de su cabellera, me viene a la cabeza la maldita alineación de los que no supieron poner un digno the end al metraje de su carrera: Canito, Julio Alberto, Sergio Marrero, Gascoigne, Sandokán Juan José, un tal Maradona...
Con el brillo aúreo de su cabellera, me viene a la cabeza la maldita alineación de los que no supieron poner un digno the end al metraje de su carrera: Canito, Julio Alberto, Sergio Marrero, Gascoigne, Sandokán Juan José, un tal Maradona...
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