Por Sopenilla
En los equipos anodinos, aquellos en los que confluye una trayectoria tan insulsa como longeva, las cosas (buenas o malas) nunca se suceden espaciadas. Por el contrario, tienden a solaparse en el tiempo, dando a entender que no hay hecho más extraordinario que el lento transcurrir de temporadas carentes de éxitos reseñables. Aunque L’Équipe sería capaz de llevar a portada a un club de la CFA 2, lo cierto es que el departamento de Maine y Loira nunca había concentrado tantas miradas desde que en el siglo XII Leonor de Aquitania diera brillo al condado de Anjou en razón de su matrimonio con Enrique II Plantagenet, rey de Inglaterra.
La culpa de que la ciudad de Angers haya recobrado la vida que tenía en plena Edad Media se debe al proceso judicial que ha condenado a dos años de prisión y 200.000 euros de multa a Willy Bernard, presidente y máximo accionista del SCO. Perjuicios deportivos al margen, la sentencia ha servido para ensombrecer –aún más, si cabe– el aura mesiánica que reviste a muchos directivos, sobre todo a aquellos provenientes del mundo empresarial. En España, donde la mayoría de los clubes están a la altura de las Cajas de Ahorros, la súplica es comprensible. En Francia, en cambio, parecía que el ejemplo del polifacético Bernard Tapie había cundido. La excepción, no obstante, ha venido a confirmar una regla que apunta a universal: el pelotazo no tiene fronteras.
En este sentido, poco ha importado que el conjunto blanquinegro pasara por ser una entidad saneada, y M. Bernard, por un joven emprendedor. Cuando uno aspira a imitar a Aulas, y los ingresos por subvenciones públicas no se distinguen de la facturación de tus propias empresas, la tentación no debe resultar fácilmente rechazable. Ni siquiera en el caso de que uno esté firmemente dispuesto a no mezclar el fútbol con los negocios, tal y como reconocía el acusado a la revista So Foot en mayo de 2008.
Por aquel entonces, Bernard ya figuraba como el presidente más joven del balompié galo. Una precocidad acorde con su ambición. Con 23 años, había levantado su primera compañía, ‘AB Fenêtres’, una firma dedicada a la comercialización de ventanas. Metida de lleno en plena burbuja inmobiliaria, la empresa no tardó en expandirse, alimentando consigo los planes de su propietario. Casualmente, en el momento en que se produjo su salida a bolsa, las cifras dejaron de cuadrar. Con apenas un lustro de vida, AB se declaró en suspensión de pagos. En teoría, todo se debía a la falta de crédito para hacer frente a la crisis del sector. La práctica hablaba, también por vía oficial, de una treintena de tiendas y dos centenares de empleados.
De ventanas a paneles solares
Pese al revés financiero, Bernard pudo adquirir sin problemas el Angers SCO tan sólo unos meses después de la quiebra. Instalado en el sillón presidencial, desviar fondos hacia su bolsillo fue mucho más asequible, aunque para destapar la trama hayan sido necesarios más de dos años de investigación y de escuchas telefónicas. El resultado es un sumario de ocho mil páginas que señala a ‘Next Generation’, la segunda empresa de Bernard, como el trampolín de un negocio personal que reportaba al mandatario un sueldo, según la estimación de la policía, de 50.000 euros al mes.
La nómina venía, fundamentalmente, de meter mano a las subvenciones públicas. De entrada, las que recibía el Angers SCO de parte de las distintas administraciones (Ayuntamiento, Consejo General y Consejo Regional): en total, entre las tres instituciones, casi un millón de euros anuales. Ya se ve que austeridad no es una palabra que sólo se debe predicar en el sur de Europa. En el noroeste francés, gobierno y oposición, a nivel municipal al menos, también se enfrentan por el modo en que se justifican algunas partidas presupuestarias.
El resto del salario corría a cargo del sistema de incentivos ideado desde Bruselas para impulsar las energías renovables. Tras su experiencia en el mercado de la vivienda, y quizá para justificar los folletos en los que aparecía como empresario modelo, Bernard entendió que convenía cambiar las ventanas por los paneles solares. Casualidad o no de nuevo, lo curioso es que ambas iniciativas hayan desembocado en el mismo punto. En palabras de sus responsables, tanto ‘AB Fenêtres’ como ‘Next Generation’ estaban en negociaciones para ser vendidas en vísperas de que la primera abandonase el parqué y la segunda se pusiera al descubierto como tapadera.
Lo mejor o lo peor de todo, según se mire, es que la apertura del proceso el pasado mes de abril ha coincidido con la época más dichosa del Angers SCO. Lo común, por otro lado, en algunos dirigentes. Hasta la entrada en escena de Bernard, y con la salvedad de una participación europea (UEFA) tras acabar cuarto en liga en 1972, el club acostumbraba a vagar por la Ligue 2.
Suya fue la decisión de rescatar de Toulon a Jean-Louis Garcia. Con él al frente, el ascenso ha estado más cerca que nunca. Incluso una semifinal copera, después que Girondins y Valenciennes hincaran la rodilla en el Jean Bouin. Pero el PSG, primero; y los tribunales, más tarde, impusieron cada uno su lógica.
Tras sortear un descenso deportivo a National, el SCO regresó el viernes a la competición de la mano de un técnico sin papeles y con la prohibición de realizar fichajes. Enfrente estuvo Le Havre, que se acabó llevando los tres puntos del estadio Jean Bouin. En el palco, aun a costa de haberse sentado en el banquillo de los acusados y ser todavía el máximo accionista, el que no estuvo fue Willy Bernard.
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jueves, 11 de agosto de 2011
martes, 9 de agosto de 2011
El papelón inglés (II)
Por snedecor
Estábamos en 1997, en la húmeda y calurosa Malasia, hablando de la enésima decepción inglesa en un Mundial sub’20. Ironías de la vida, fue precisamente Australia, el país en el que Inglaterra había logrado sus mayores éxitos (semifinales en 1981 y 1993), quien indirectamente truncó las esperanzas de victoria de Owen y compañía. En la última jornada de la fase de grupos, cuatro goles de un tal Kostas Salapasidis (que luego tuvo un renaldinhístico paso por Compostela), tumbaron a la Argentina de los Leo Franco, Scaloni, Placente, Cambiasso, Aimar y Riquelme, enviándola al cruce de octavos contra la hasta entonces invicta y temible Inglaterra. En el preludio de lo que ocurriría un año después en Francia, la albiceleste se llevó el duelo por 2-1 y obligó a los ingleses a hacer las maletas antes de tiempo.
Fue el último gran momento de Inglaterra en un Mundial sub’20. Y para lo que han hecho luego, mejor hubiera sido que cerraran la sección.
Porque desde aquella decepción malaya del 97, Inglaterra no ha hecho nada en un Mundial sub’20. Pero absolutamente nada. Los conflictos entre Federación y clubes cada vez que hay que confeccionar una lista son tan grandes que uno sospecha que en la FA casi rezan para no clasificarse (de hecho, Inglaterra sólo ha ganado un Europeo sub’18: fue en 1993, con Robbie Fowler como estrella). Nigeria’99 se celebró en abril y, como es tradición, los clubes no liberaron a las jóvenes promesas que ya formaban parte de su primera plantilla. Por eso Alan Smith, que despuntaba en el Leeds y había sido el líder del equipo en el Europeo que sirvió de clasificatorio, no viajó a África. Ashley Cole, Andy Johnson y Peter Crouch sí pueden decir que estuvieron en el Mundial que coronó a Xavi y Casillas, pero seguro que no cuentan que su equipo fue incapaz de perforar la meta contraria en sus 3 derrotas ante Japón, Estados Unidos y Camerún.
La maldición del ataque inglés en los Mundiales juveniles se mantiene hasta hoy: sólo ha marcado un gol en sus cuatro últimas participaciones, incluyendo la cita nigeriana. Aunque más que maldición, quizás deberíamos hablar de una consecuencia lógica: sin tus mejores jugadores, todo se hace un poco más difícil.
Tras faltar a Argentina 2001, en Emiratos Árabes 2003 (el campeonato se jugó en diciembre y de aquel equipo sólo James Milner ha llegado luego a la absoluta), Inglaterra sumó dos derrotas (sin goles, por supuesto) ante Japón y Egipto, y un empate a cero con Colombia. Después de otras dos ediciones sin participar, Egipto 2009 iba camino de convertirse en el tercer mundial consecutivo en el que Inglaterra no conseguía inaugurar su casillero de goles a favor hasta que, seguramente por despiste, un desconocido delantero del Manchester City de nombre Alex Nimely lo impidió en el minuto 88 del último partido. Con ese gol la selección inglesa sacaba un agónico empate ante Uzbekistán, aunque las derrotas precedentes contra Uruguay y Ghana le impedían, una vez más, acceder a octavos de final.
Ocho que no saben lo que es un Mundial
Y así llegamos a Colombia 2011. Pese a que la FA afinó bastante su primera lista, excluyendo a varios jugadores que por calidad deberían acudir al Mundial juvenil (desde luego en el resto de países sí van futbolistas como ellos), el filtro no fue suficiente. Nada menos que 8 de los 21 seleccionados fueron requeridos por sus clubes, con la excusa de que la fase eliminatoria del Mundial coincide con el inicio de la temporada británica. Una excusa un poco cogida por los pelos, viendo el historial de tempranas eliminaciones de la selección inglesa, pero al parecer suficientemente válida como para privar a los chavales de una experiencia que, quién sabe, tal vez algún día les pueda venir bien en una cita absoluta.
La página web en la que la FA anunciaba la lista original se convirtió pronto en un sinsentido plagado de asteriscos y signos varios para indicar los cambios con respecto a la primera decisión de sus técnicos. Un batiburrillo de símbolos y notas al pie que resulta tragicómico y que debería servir de escarnio para el conjunto del fútbol inglés.
Y eso que en el campo las cosas han mejorado algo con respecto a ediciones pasadas. Vale, esta vez tampoco han marcado, pero al menos podrán jugar un partido más de lo habitual. Con tres empates a cero ante Corea del Norte, Argentina y México, Inglaterra acabó tercera de grupo y consiguió pasar de rebote a octavos de final, donde en teoría tendrá poco que hacer frente a la poderosa Nigeria.
Los chavales no tienen la culpa: al fin y al cabo, no serán ellos los que carguen con la presión de intentar ganar algún título con la absoluta, porque muy probablemente no llegarán a ella. El problema para Inglaterra es que quienes tengan que hacerlo no sabrán lo que es un Mundial hasta que se den de bruces con el de verdad.
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Estábamos en 1997, en la húmeda y calurosa Malasia, hablando de la enésima decepción inglesa en un Mundial sub’20. Ironías de la vida, fue precisamente Australia, el país en el que Inglaterra había logrado sus mayores éxitos (semifinales en 1981 y 1993), quien indirectamente truncó las esperanzas de victoria de Owen y compañía. En la última jornada de la fase de grupos, cuatro goles de un tal Kostas Salapasidis (que luego tuvo un renaldinhístico paso por Compostela), tumbaron a la Argentina de los Leo Franco, Scaloni, Placente, Cambiasso, Aimar y Riquelme, enviándola al cruce de octavos contra la hasta entonces invicta y temible Inglaterra. En el preludio de lo que ocurriría un año después en Francia, la albiceleste se llevó el duelo por 2-1 y obligó a los ingleses a hacer las maletas antes de tiempo.
Fue el último gran momento de Inglaterra en un Mundial sub’20. Y para lo que han hecho luego, mejor hubiera sido que cerraran la sección.
Porque desde aquella decepción malaya del 97, Inglaterra no ha hecho nada en un Mundial sub’20. Pero absolutamente nada. Los conflictos entre Federación y clubes cada vez que hay que confeccionar una lista son tan grandes que uno sospecha que en la FA casi rezan para no clasificarse (de hecho, Inglaterra sólo ha ganado un Europeo sub’18: fue en 1993, con Robbie Fowler como estrella). Nigeria’99 se celebró en abril y, como es tradición, los clubes no liberaron a las jóvenes promesas que ya formaban parte de su primera plantilla. Por eso Alan Smith, que despuntaba en el Leeds y había sido el líder del equipo en el Europeo que sirvió de clasificatorio, no viajó a África. Ashley Cole, Andy Johnson y Peter Crouch sí pueden decir que estuvieron en el Mundial que coronó a Xavi y Casillas, pero seguro que no cuentan que su equipo fue incapaz de perforar la meta contraria en sus 3 derrotas ante Japón, Estados Unidos y Camerún.
La maldición del ataque inglés en los Mundiales juveniles se mantiene hasta hoy: sólo ha marcado un gol en sus cuatro últimas participaciones, incluyendo la cita nigeriana. Aunque más que maldición, quizás deberíamos hablar de una consecuencia lógica: sin tus mejores jugadores, todo se hace un poco más difícil.
Tras faltar a Argentina 2001, en Emiratos Árabes 2003 (el campeonato se jugó en diciembre y de aquel equipo sólo James Milner ha llegado luego a la absoluta), Inglaterra sumó dos derrotas (sin goles, por supuesto) ante Japón y Egipto, y un empate a cero con Colombia. Después de otras dos ediciones sin participar, Egipto 2009 iba camino de convertirse en el tercer mundial consecutivo en el que Inglaterra no conseguía inaugurar su casillero de goles a favor hasta que, seguramente por despiste, un desconocido delantero del Manchester City de nombre Alex Nimely lo impidió en el minuto 88 del último partido. Con ese gol la selección inglesa sacaba un agónico empate ante Uzbekistán, aunque las derrotas precedentes contra Uruguay y Ghana le impedían, una vez más, acceder a octavos de final.
Ocho que no saben lo que es un Mundial
Y así llegamos a Colombia 2011. Pese a que la FA afinó bastante su primera lista, excluyendo a varios jugadores que por calidad deberían acudir al Mundial juvenil (desde luego en el resto de países sí van futbolistas como ellos), el filtro no fue suficiente. Nada menos que 8 de los 21 seleccionados fueron requeridos por sus clubes, con la excusa de que la fase eliminatoria del Mundial coincide con el inicio de la temporada británica. Una excusa un poco cogida por los pelos, viendo el historial de tempranas eliminaciones de la selección inglesa, pero al parecer suficientemente válida como para privar a los chavales de una experiencia que, quién sabe, tal vez algún día les pueda venir bien en una cita absoluta.
La página web en la que la FA anunciaba la lista original se convirtió pronto en un sinsentido plagado de asteriscos y signos varios para indicar los cambios con respecto a la primera decisión de sus técnicos. Un batiburrillo de símbolos y notas al pie que resulta tragicómico y que debería servir de escarnio para el conjunto del fútbol inglés.
Y eso que en el campo las cosas han mejorado algo con respecto a ediciones pasadas. Vale, esta vez tampoco han marcado, pero al menos podrán jugar un partido más de lo habitual. Con tres empates a cero ante Corea del Norte, Argentina y México, Inglaterra acabó tercera de grupo y consiguió pasar de rebote a octavos de final, donde en teoría tendrá poco que hacer frente a la poderosa Nigeria.
Los chavales no tienen la culpa: al fin y al cabo, no serán ellos los que carguen con la presión de intentar ganar algún título con la absoluta, porque muy probablemente no llegarán a ella. El problema para Inglaterra es que quienes tengan que hacerlo no sabrán lo que es un Mundial hasta que se den de bruces con el de verdad.
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lunes, 8 de agosto de 2011
El papelón inglés (I)
Por snedecor
Supongo que no es fácil ganar un Mundial, sobre todo si no sabes cómo se hace una cosa parecida. Por fortuna para nosotros, hace años que en España se vienen haciendo bastante bien las cosas con las selecciones inferiores, y por eso no debe ser casualidad que el año pasado en el podio del Soccer City de Johannesburgo se juntaran unos cuantos medallistas olímpicos, muchos campeones de Europa en distintas categorías y un subcampeón y 3 campeones del mundo sub’20. Sólo Valdés, Arbeloa, Busquets, Navas, Villa y Pedro desconocían lo que era estar en un gran campeonato juvenil.
Pero hoy no vamos a hablar de nuestra exitosa cantera que tantas alegrías nos sigue dando. Eso sería caer en un chauvinismo que no pega demasiado con nuestra idiosincrasia nacional, ni desde luego con la línea editorial (?) de FNF. Por eso vamos a hacer algo verdaderamente español: meternos con los ingleses.
Puede que en las islas los buenos futbolistas despunten más tarde, que los seleccionadores de las categorías inferiores se pasen más tiempo tomando pintas en un pub que recorriendo los campos del país, o puede que todo se deba a la falta de autoridad de la FA sobre sus clubes (cuando un torneo internacional coincide con parte de la temporada, cosa que ocurre con mucha frecuencia, los equipos suelen impedir que los jugadores que ya están en su primera plantilla se vayan con la selección), pero el caso es que el papel de Inglaterra en la historia de los Mundiales juveniles no pasa de mediocre.
No es que no tengan buenas promesas (cosa que también se podría discutir), es que esas promesas rara vez acuden a estas citas. Y así parece francamente difícil que algún día los inventores del fútbol puedan alcanzar en un torneo absoluto ese éxito que tanto ansían. Vale, triunfar en inferiores tampoco garantiza nada (Argentina ganó 5 mundiales sub’20 entre 1995 y 2007 y ya vemos de qué le ha servido), pero digo yo, viendo a nuestra Selección, que algo influirá.
Ni Cole, ni Barmby, ni Owen
Inglaterra no logró clasificarse para los dos primeros Mundiales Sub’20 (Túnez’77 y Japón’79), pero en su primera participación, en Australia’81, acabó cuarta tras perder con Rumanía la final de consolación. Un resultado notable sólo empañado por el hecho de que en semis había sido eliminada por unos qataríes aún más desconocidos que los componentes de aquella selección inglesa: sólo Danny Wallace (una internacionalidad) y Neil Webb (26 partidos, incluyendo el Mundial de Italia’90 y la Euro de Suecia’92) llegarían a jugar después con la absoluta.
Tras perderse el siguiente Mundial (México’83) Inglaterra volvió a clasificarse para el de la Unión Soviética en 1985. Allí, mientras los Unzué, Patxi Ferreira, Fernando Gómez Colomer, Jose Aurelio Gay, Nayim o Sebastián Losada se hacían con un meritorio subcampeonato (España perdió en la prórroga ante Brasil), sus colegas ingleses se iban a casa a las primeras de cambio, tras perder con China y México y arañar un empate a dos ante Paraguay. Si todavía se habla con sus compañeros de expedición, seguro que Michael Thomas (ex defensa de Arsenal y Liverpool) no deja de presumir de sus 2 partidos con la absoluta: es el único de aquel equipo inglés que llegó a debutar con los mayores.
Inglaterra no volvió a un Mundial juvenil hasta Portugal’91. Esta vez sí había varios jugadores que luego llegarían a la absoluta: concretamente dos, el portero Ian Walker y el mítico delantero Andy Cole. Otros futbolistas, como Steve Harkness, Lee Clark, Scott Minto o Chris Bart Williams tuvieron una larga carrera en la Premier, pero ni por esas. Encuadrada en el mismo grupo que España, Inglaterra perdió ante los nuestros el primer partido y luego fue incapaz de ganar a Siria y Uruguay, quedando nuevamente eliminada en la primera fase.
La FIFA tuvo que volver a organizar un campeonato en Australia para que los líderes de la Commonwealth hicieran otro papel digno: nuevamente semifinalistas, como en el 81. Esta vez acabaron terceros tras perder con Ghana y derrotar a los anfitriones en el tercer y cuarto puesto. Nick Barmby y Nicky Butt estaban en aquella selección de 1993, aunque con un papel muy secundario. Salvo David Unsworth, que jugó un amistoso ante Japón en Wembley en el 95, el resto missing (internacionalmente hablando, se entiende).
Para no perder las costumbres, Inglaterra volvió a faltar a la siguiente cita, la de Qatar’95. Y el punto de inflexión llegó en Malasia’97. El torneo se jugaba en junio, con las competiciones nacionales concluidas, y por ello Inglaterra llevó una selección extremadamente competitiva, con muchos jugadores que ya comenzaban a asomar en las plantillas de la Premier y que acabarían llegando a la absoluta. Allí estaban Matthew Upson, Jamie Carragher, Kieron Dyer, Danny Murphy y, por encima de todos, Michael Owen, amén de otros que no dieron el salto internacional pero sí se han dejado ver en Premier, como Jody Morris, Ronnie Wallwork, John Curtis o Jason Euell.
Pleno de victorias en la fase de grupos ante Costa de Marfil, Emiratos Árabes y México, con hat-trick de Murphy ante los árabes y un Owen estelar con un gol en cada partido. Con ocho goles a favor por ninguno en contra y la sensación de estar viendo a un candidato serio al título, sólo fallaba un pequeño detalle: que seguía siendo Inglaterra, y que aquello seguía siendo un Mundial juvenil que no se jugaba en Australia.
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Supongo que no es fácil ganar un Mundial, sobre todo si no sabes cómo se hace una cosa parecida. Por fortuna para nosotros, hace años que en España se vienen haciendo bastante bien las cosas con las selecciones inferiores, y por eso no debe ser casualidad que el año pasado en el podio del Soccer City de Johannesburgo se juntaran unos cuantos medallistas olímpicos, muchos campeones de Europa en distintas categorías y un subcampeón y 3 campeones del mundo sub’20. Sólo Valdés, Arbeloa, Busquets, Navas, Villa y Pedro desconocían lo que era estar en un gran campeonato juvenil.
Pero hoy no vamos a hablar de nuestra exitosa cantera que tantas alegrías nos sigue dando. Eso sería caer en un chauvinismo que no pega demasiado con nuestra idiosincrasia nacional, ni desde luego con la línea editorial (?) de FNF. Por eso vamos a hacer algo verdaderamente español: meternos con los ingleses.
Puede que en las islas los buenos futbolistas despunten más tarde, que los seleccionadores de las categorías inferiores se pasen más tiempo tomando pintas en un pub que recorriendo los campos del país, o puede que todo se deba a la falta de autoridad de la FA sobre sus clubes (cuando un torneo internacional coincide con parte de la temporada, cosa que ocurre con mucha frecuencia, los equipos suelen impedir que los jugadores que ya están en su primera plantilla se vayan con la selección), pero el caso es que el papel de Inglaterra en la historia de los Mundiales juveniles no pasa de mediocre.
No es que no tengan buenas promesas (cosa que también se podría discutir), es que esas promesas rara vez acuden a estas citas. Y así parece francamente difícil que algún día los inventores del fútbol puedan alcanzar en un torneo absoluto ese éxito que tanto ansían. Vale, triunfar en inferiores tampoco garantiza nada (Argentina ganó 5 mundiales sub’20 entre 1995 y 2007 y ya vemos de qué le ha servido), pero digo yo, viendo a nuestra Selección, que algo influirá.
Ni Cole, ni Barmby, ni Owen
Inglaterra no logró clasificarse para los dos primeros Mundiales Sub’20 (Túnez’77 y Japón’79), pero en su primera participación, en Australia’81, acabó cuarta tras perder con Rumanía la final de consolación. Un resultado notable sólo empañado por el hecho de que en semis había sido eliminada por unos qataríes aún más desconocidos que los componentes de aquella selección inglesa: sólo Danny Wallace (una internacionalidad) y Neil Webb (26 partidos, incluyendo el Mundial de Italia’90 y la Euro de Suecia’92) llegarían a jugar después con la absoluta.
Tras perderse el siguiente Mundial (México’83) Inglaterra volvió a clasificarse para el de la Unión Soviética en 1985. Allí, mientras los Unzué, Patxi Ferreira, Fernando Gómez Colomer, Jose Aurelio Gay, Nayim o Sebastián Losada se hacían con un meritorio subcampeonato (España perdió en la prórroga ante Brasil), sus colegas ingleses se iban a casa a las primeras de cambio, tras perder con China y México y arañar un empate a dos ante Paraguay. Si todavía se habla con sus compañeros de expedición, seguro que Michael Thomas (ex defensa de Arsenal y Liverpool) no deja de presumir de sus 2 partidos con la absoluta: es el único de aquel equipo inglés que llegó a debutar con los mayores.
Inglaterra no volvió a un Mundial juvenil hasta Portugal’91. Esta vez sí había varios jugadores que luego llegarían a la absoluta: concretamente dos, el portero Ian Walker y el mítico delantero Andy Cole. Otros futbolistas, como Steve Harkness, Lee Clark, Scott Minto o Chris Bart Williams tuvieron una larga carrera en la Premier, pero ni por esas. Encuadrada en el mismo grupo que España, Inglaterra perdió ante los nuestros el primer partido y luego fue incapaz de ganar a Siria y Uruguay, quedando nuevamente eliminada en la primera fase.
La FIFA tuvo que volver a organizar un campeonato en Australia para que los líderes de la Commonwealth hicieran otro papel digno: nuevamente semifinalistas, como en el 81. Esta vez acabaron terceros tras perder con Ghana y derrotar a los anfitriones en el tercer y cuarto puesto. Nick Barmby y Nicky Butt estaban en aquella selección de 1993, aunque con un papel muy secundario. Salvo David Unsworth, que jugó un amistoso ante Japón en Wembley en el 95, el resto missing (internacionalmente hablando, se entiende).
Para no perder las costumbres, Inglaterra volvió a faltar a la siguiente cita, la de Qatar’95. Y el punto de inflexión llegó en Malasia’97. El torneo se jugaba en junio, con las competiciones nacionales concluidas, y por ello Inglaterra llevó una selección extremadamente competitiva, con muchos jugadores que ya comenzaban a asomar en las plantillas de la Premier y que acabarían llegando a la absoluta. Allí estaban Matthew Upson, Jamie Carragher, Kieron Dyer, Danny Murphy y, por encima de todos, Michael Owen, amén de otros que no dieron el salto internacional pero sí se han dejado ver en Premier, como Jody Morris, Ronnie Wallwork, John Curtis o Jason Euell.
Pleno de victorias en la fase de grupos ante Costa de Marfil, Emiratos Árabes y México, con hat-trick de Murphy ante los árabes y un Owen estelar con un gol en cada partido. Con ocho goles a favor por ninguno en contra y la sensación de estar viendo a un candidato serio al título, sólo fallaba un pequeño detalle: que seguía siendo Inglaterra, y que aquello seguía siendo un Mundial juvenil que no se jugaba en Australia.
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