lunes, 12 de septiembre de 2011

12 de septiembre

Por snedecor
Nadie de los que lo vivimos podremos olvidar (voluntariamente al menos) dónde estábamos ni qué estábamos haciendo aquel fatídico 11 de septiembre de 2001. El deporte en general, y el fútbol en particular, tampoco. Para la historia quedará que, mientras el horror se iba apoderando de todo el planeta, incapaz de apartar su mirada de aquellos dos colosos reducidos a polvo y escombros, a un cementerio de más de tres mil almas, la UEFA decidió que los partidos de Champions de aquel martes se disputaran con normalidad, sin más atención a lo sucedido que un protocolario y vergonzoso minuto de silencio.

El día 12 se impuso la cordura y ningún balón echó a rodar en el viejo continente. De esto probablemente nos acordamos casi todos. Pero lo que no es tan conocido es que, a miles de kilómetros de aquí, un equipo de fútbol estadounidense sí saltó al campo en una decisión que todavía hoy es motivo de debate.

Kansas City Wizards (hoy Sporting Kansas) tenía que jugar en Lima un encuentro de la extinta Copa Merconorte contra el Sporting Cristal peruano. El día 10 la expedición había dejado un país orgulloso y tranquilo, y al día siguiente se despertó en un hotel del extranjero viendo por la tele como su nación sufría su peor ataque desde Pearl Harbour. Es difícil imaginar las situaciones de nervios y tensión que vivieron aquellos jugadores y técnicos que, como el mítico guardameta Tony Meola, tenían familiares en la ciudad de Nueva York a los que era imposible localizar por el colapso de las telecomunicaciones. Todos ellos estaban a salvo, pero quienes estaban entonces en Perú no tenían modo de saberlo.

Aquel fue un largo día para los miembros de Kansas City Wizards, pero fue sólo el principio de su odisea. La CONMEBOL, organizadora del torneo, mostró aún menos sensibilidad que la UEFA y no se pronunció en contra de la disputa del encuentro del día 12. Después de varias conversaciones con el Departamento de Estado norteamericano, el cuerpo técnico decidió jugar el partido según lo previsto. Estaban virtualmente atrapados en Perú debido al cierre del espacio aéreo estadounidense y los técnicos pensaron que al menos el partido sería una distracción para sus futbolistas. Un poco de ejercicio físico podría servir para liberar algo de tensión y cansar los músculos lo suficiente como para poder conciliar el sueño.

No todos los jugadores entendieron la decisión. Varios de ellos, sobre todo los más veteranos como Peter Vermes o el propio Meola, no estaban por la labor de jugar, pero al final aceptaron el designio de su entrenador Bob Gansler como si fuera el del mismísimo comandante en jefe George W. Bush.

Los unicos norteamericanos sobre un terreno de juego

Pero estaba claro que no era el día para jugar al fútbol, o al soccer, o lo que fuera. De hecho los Wizards fueron el único equipo deportivo de EE.UU. que disputó un partido en aquellas trágicas horas posteriores a los atentados. El ambiente en el Estadio San Martín de Porres fue muy distinto al que los equipos estadounidenses estaban acostumbrados a sufrir en sus viajes a países latinos. Las medidas de seguridad en torno al campo fueron excepcionales, y tanto los aficionados peruanos como los futbolistas del Sporting Cristal se mostraron extremadamente respetuosos con unos jugadores que, evidentemente, no estaban en condiciones de afrontar un partido competitivo como aquel. Los locales vencieron por 2-1, pero el resultado, como es lógico, fue lo de menos.

El regreso a Estados Unidos tampoco fue sencillo. Las restricciones aéreas hicieron que el equipo pasara varios días en el país andino, intentando entrenarse con cierta normalidad pese a estar sumido en un estado de desconcierto casi total provocado por las confusas noticias que recibían sobre cuándo podrían volver a su país. Primero se habló de que los aeropuertos de EE.UU. tardarían dos semanas en abrirse al tráfico internacional; luego los propietarios de la franquicia intentaron fletar un vuelo chárter para repatriar a su equipo; y hasta se tanteó la posibilidad de volar hasta México y cruzar la frontera en autobús.

Finalmente, tras pasar tres interminables días en su hotel limeño, los jugadores fueron colocados en diversos vuelos siguiendo un estricto orden de prelación: primero los que tuvieran mujer e hijos, y luego los solteros. Cada uno por su lado, todos sufrieron las molestias de unos protocolos de seguridad que todavía no sabían muy bien qué era lo que pretendían buscar, experimentaron la psicosis colectiva de aquellos días en los que cualquier pasajero era sospechoso de ser un terrorista, y sólo cuando por fin llegaron a casa fueron plenamente conscientes de que durante su ausencia su país, y todo el mundo, había cambiado para siempre.

Ellos tampoco olvidarán jamás ni dónde estaban ni qué hicieron aquel fatídico día. Y algunos no están precisamente orgullosos: “De lo que más me arrepiento en toda mi carrera es de no haberme plantado por mis convicciones, de haber jugado aquel partido”. Palabra de Tony Meola.

3 comentarios:

  1. Sensacional reportaje.
    Es increíble como el negocio del fútbol puede imponerse ante este tipo de situaciones. No existe justificación posible para defender la postura de haber jugado aquel partido.
    Una entrada francamente recomendable, una lástima que no actualices más seguido.

    Saludos,

    Miguel

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  2. Gracias Miguel. No tuvo que ser nada fácil tomar esa decisión de jugar en esas circunstancias, pero puedo llegar a entender los motivos de los técnicos de Kansas (de hecho, aunque algunos jugadores no querían jugar, otros creían que debían hacerlo casi a modo de homenaje a las víctimas). Sin embargo, no me entra en la cabeza que les dejaran a ellos esa responsabilidad de decidir: debió ser la CONMEBOL quien suspendiera el choque.

    Sobre las actualizaciones del blog, en ello estamos...

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  3. recuerdo ese día muy bien cuando paso lo de las Torres gemelas y aunque creo que fue poco el minuto de silencio en los partidos de la Champions, creo que tenían que jugar porque eso pasó en la otra parte del mundo ya menos que fueran estadounidenses los que tenían que jugar ahí sí se pudo tomar una decisión de jugar o no

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