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miércoles, 20 de julio de 2011

Temporada de huracanes

Por snedecor
En 1910, impactados por la hazaña de Jorge Newberry, un aventurero que acababa de atravesar media Sudamérica en globo aerostático, a los fundadores del Club Atlético Huracán no se les ocurrió mejor homenaje que usar uno de esos aparatos como emblema de su recién creado club.

Desde entonces al equipo se le conoce popularmente como el Globo, y por aprovecharnos de la metonimia podríamos decir que a este globo se le estropeó el quemador una tarde de julio de 2009, justo cuando estaba a punto de alcanzar la cota más alta a la que jamás había volado. Tras un espectacular campeonato, Huracán se jugaba en el feudo de Vélez Sarsfield el Torneo Clausura, pero un pajarraco en forma de árbitro chocó violentamente contra la barquilla y todo se fue al traste. Un gol mal anulado a Huracán y otro sí concedido a Vélez obviando una falta previa hizo que la gloria fuera para el equipo de Liniers y la rabia para los hinchas quemeros, que se quedaron con las ganas de levantar el primer título de su centenaria historia.

Ángel Cappa, por aquel entonces admirado comandante del Globo, perdió su habitual compostura para arremeter furioso contra el trencilla. Otros muchos le imitaron, y el ínclito Gabriel Brazenas tuvo que abandonar su puesto de trabajo en una oficina del Instituto de Vivienda de Buenos Aires y su casa en Lanús a raíz de las continuas amenazas que sufría por parte de los iracundos seguidores de Huracán. Dos años después, tras no superar las pruebas físicas de la AFA por culpa de una lesión mal curada, Brazenas sólo coge el pito (con perdón de la expresión para los lectores del otro lado del charco) para impartir justicia, o intentarlo, en pachangas de barrio y similares; el resto del tiempo lo dedica a poner ladrillos y realizar chapuzas varias.

Pero aquella aciaga tarde de julio de 2009, el primer Huracán, el auténtico, el de Buenos Aires, el Globo, comenzó una descontrolada caída en la que ni soltar el lastre de Cappa fue suficiente para impedir el estrepitoso aterrizaje del equipo en la B, consumado a principios de este mes en un desafortunado partido de promoción ante Gimnasia y Esgrima de La Plata. Como ha descendido de categoría, ahora la duda está en saber si deberíamos considerar a Huracán una tormenta tropical.

Chubasco en León

A miles de kilómetros del gran Buenos Aires, un pequeño club lucha por sobrevivir en la Tercera División española. El Huracán Z, un clásico del fútbol leonés, fue fundado en los años 50 en Trobajo del Camino (pueblo perteneciente al municipio de San Andrés del Rabanedo pero que físicamente hoy es un barrio más de la capital provincial) y jamás ha pasado del fútbol regional. A comienzos de este siglo el equipo vivió su etapa más gloriosa, en la que inauguró un campo de césped artificial y llegó a jugar los play-offs de ascenso a Segunda B. Era el año 2006 y no faltó quien pronosticara que, a no tardar, el Huracán Z competiría de tú a tú con la histórica Cultural y Deportiva Leonesa.

Cinco años después, la profecía casi se ha cumplido, y puede que hasta se quede corta: tras no pagar las cantidades reclamadas por sus jugadores a la AFE (casi 400.000 euros), esta próxima temporada la Cultu debería jugar contra el Huracán en Tercera. Digo debería porque con más de 1’5 millones de euros de deuda ya exigible y la Seguridad Social solicitando su liquidación definitiva, el futuro del primer equipo de León no parece muy halagüeño. En el esperpéntico culebrón que ha sido la agonía culturalista, el nombre de Santiago de la Riva, accionista de Profutle (la sociedad que ha llevado a la ruina a la Cultural) y a la sazón actual presidente del Huracán Z, ha sonado varias veces como posible salvador del club leonés, aunque su interés no ha llegado nunca a concretarse. Hubiera sido interesante saber cómo pretendía hacer frente De la Riva a la inabarcable deuda de la Cultural, pues durante este último mes las ha pasado canutas para encontrar un patrocinador que pusiera los 30.000 euros que el propio Huracán Z debía a sus futbolistas y poder mantener así la categoría. En cualquier caso, queda claro que el nombre de Huracán es demasiado pretencioso para un equipo que, futbolísticamente, no pasa de ser un chubasco de carácter débil.

Tormenta de verano en Levante

Mientras los otros se debilitan, un tercer Huracán comienza a cobrar una fuerza inusitada en la costa levantina. Nacido este mismo año con el ambicioso objetivo de convertirse en el tercer club de la ciudad de Valencia, este proyecto presidido por el periodista Toni Hernández buscó la forma más rápida de entrar en juego lo más arriba posible. Los dirigentes del Huracán Valencia aprovecharon el escaso apoyo que recibía el Torrellano Ilice de las instituciones locales para fusionar ambos clubes, de manera que se mantenía la plaza del Torrellano en Tercera (así como las de su prolífica cantera en las diversas categorías juveniles) y el equipo resultante se trasladaría de Elche a Valencia. Las cosas iban tan deprisa que en sus escasos 5 meses de vida el Huracán Valencia ya ha cerrado un acuerdo con el Manises CF para que éste sea su filial a cambio de compartir estadio, ha celebrado pruebas de selección para sus categorías inferiores y hasta ha visto como el fútbol griego le quitaba al que iba a ser su entrenador, el ex-valencianista Óscar Fernández.

Incluso se acaba de conocer que el Torrellano ha comprado una de las plazas que la Federación sacó a subasta en el Grupo III de Segunda B tras los descensos administrativos de Castellón y Alicante, por lo que el nuevo club pasaría directamente de no existir a militar en la categoría de bronce del fútbol español. Velocidad de vértigo la de este Huracán, que podría parecer la tormenta perfecta si no le fallara un pequeño detalle: saber si al final podrá competir o no. Porque lo que parece habérseles escapado a los promotores del Huracán Valencia-Torrellano es que, para evitar que se camuflen como fusiones lo que en realidad son compras de equipos no profesionales, la RFEF no permite fusiones entre equipos que no pertenezcan a ciudades limítrofes, y Elche y Valencia (o Manises) no son precisamente León y Trobajo del Camino. Si no hay sorpresas en el dictamen definitivo de la Federación, este nuevo Huracán corre el riego de quedarse en una mera tormenta de verano.

lunes, 10 de enero de 2011

Castilla y sus andrajos (II)

Por Sopenilla
La preocupación más inmediata, también por ser la más acuciante, se vive en el seno de la Cultural Leonesa. Las tres mensualidades que se adeudan a la plantilla, y la ampliación de capital de 1,2 millones de euros aprobada el pasado mes de octubre, están ahogando al segundo equipo de ZP. Ante las dificultades para encontrar nuevos inversores que hicieran frente a esta serie de pagos, Profutle, la empresa propietaria del club, se vio obligada esta misma semana a solicitar ante los juzgados la disolución de la sociedad. Con todo, más de uno pone en duda que la citada demanda no sea sino un órdago encubierto al consistorio leonés para que éste siga manteniendo artificialmente la entidad, aun a costa de las arcas municipales.

Está claro que en la antigua sede cortesana –podría decirse que en toda la corona castellana–, nadie quiere arriesgar con su propio dinero. Atrás quedaron los tiempos en que los hermanos Fernández Rabanal no especulaban con las administraciones públicas a la hora de llevar al conjunto cazurro de vuelta a Primera. En cuanto al futuro del balompié leonés, resulta paradigmático que jugadores históricos como Manuel Ovalle solicitan ayuda al Atlético de Madrid para montar su propia escuela de fútbol en la ciudad del Esla. Puestos a establecer convenios con clubes endeudados, mejor hacerlo con el que cuenta con mejores opciones de ser carne de pelotazo.

Los vecinos gallegos del Bierzo aspiran a que la Ponferradina no tenga un paso tan efímero por Segunda como el de los peregrinos que hacen parada y fonda en Cacabelos. Aquí el dinero no escasea, pese al carbón, aunque tampoco abunda. Pero el limitado capital humano con que se cuenta, y el objetivo de la permanencia, acabaron por imponer una plantilla confeccionada a partir de retales. José Carlos Granero comió el turrón las pasadas navidades. Pero tras su cese, a la vuelta de año nuevo, se antoja una cuesta de enero complicada para los blanquiazules.

En Salamanca saben muy bien lo que supone ser un club lo más parecido a una empresa que sólo contrata a becarios en prácticas. En este sentido, el abandono de un mecenas como Juan José Hidalgo ha sido a la larga un estímulo para recortar gastos y evitar así futuras hipotecas. Primero fueron los niños de Wenger; en los últimos meses, la camada más reciente del Racing de Santander. El caso es que Balta ha encontrado en la fórmula iniciada por Miguel Torrecilla la tranquilidad necesaria para devolver a su cauce las aguas del Tormes.

Por el casino de la capital charra ya no se dejan ver, tarde sí y tarde también, los jugadores del Zamora. Sin embargo, esta situación, de por sí un tanto escandalosa, ha dejado paso a la deriva institucional de un club descabezado, con cambio de técnico incluido. El ejemplo de ciertas elites locales, como el presidente del Villaralbo, enriquecidas al abrigo del comercio eléctrico con el gigante chino, se yergue como una sombra que no se sabe si ofrece cobijo, genera zozobra o, simplemente, produce envidia.

Lo que es seguro es que en Burgos se echan de menos los días en que Matutano manchaba la casaca roja del equipo local. Desde entonces, ninguna de las industrias alimenticias apostadas en el corredor que conecta Madrid con Vitoria ha hecho amago de aproximarse al refundado inquilino del Plantío. Tras acabar con los huesos en el pozo de la Tercera, a orillas del Arlanza sólo se espera con ansia el primer gol de los suyos en una fase de ascenso.

Numancia resiste

Pese a que retornaran juntos de la mano a Tercera, en Palencia supieron separarse a tiempo del conjunto burgalés. A día de hoy, lo que preocupa en el entorno del club morado es la incipiente conversión en sociedad anónima. El riesgo de quiebra financiera ya planea sobre la grada de la Balastera. Y también de Zorrilla. De hecho, la situación económica de la entidad blanquivioleta podría acabar en proceso concursal, un ronroneo cada vez más sonoro en la ciudad del conde Ansúrez. Quizá por ello, las hermanas Saralegui, accionistas mayoritarias, sólo muestran interés cuando se les habla de la construcción del Valladolid Arena.

La actualidad de la Gimnástica Segoviana o del Ávila tampoco llama demasiado la atención. Por el acueducto manda el fútbol-sala, y en la patria de Teresa de Jesús el escaso talento humano del que podría disponerse lo acapara la Academia rossonera del Milan. Al final, da la impresión de que sólo Soria lucha contra la fatalidad de estar abocada a no existir. Pero a la manera castellana; es decir, sin grandes aspavientos ni proyectazos. Hace ya tiempo que el Numancia dejó de ser un clásico de la 2ªB –o un matagigantes en Copa– para convertirse en un habitual de la división de plata que de vez en cuando se permite el capricho de dejarse ver entre los más grandes. Suerte de contar con Francisco Rubio, un rara avis dentro del sector de la construcción que supo diversificar su negocio en el extranjero antes de que la crisis inmobiliaria estallara en nuestras vidas.

Como se ve, Castilla vuelve a ser ejemplo de decadencia. A principios de siglo, escenificaba la difícil adaptación de nuestro país en el marco de las sociedades contemporáneas. Hoy es el reducto en el que tratan de sobrevivir algunos de esos conjuntos inadaptados al fútbol moderno que pueblan nuestra geografía. Sólo el tiempo, que para eso es juez implacable, dictaminará si la economía es capaz de imperar sobre la historia.

miércoles, 5 de enero de 2011

Castilla y sus andrajos (I)

Por Sopenilla
Reconozco que soy más de Manuel que de Antonio, pero es difícil no interpretar la obra de este último como el anuncio profético de una realidad tan desoladora como contundente. La vieja Castilla resiste a duras penas los achaques de la edad. En el conjunto peninsular, lo que otrora fuese el epicentro del Imperio de los Austrias, hoy no es más que un núcleo aislado carente de peso. No es una pura cuestión de ley de vida. El ánimo imperturbable de sus gentes ha terminado haciendo de esta tierra un páramo adusto donde, por miedo a la incertidumbre, resulta quimérico que brote un vergel.

Dominique Moïsi apelaba hace poco a la geopolítica de las emociones para redefinir el orden mundial vigente en nuestros días. Como parte de la realidad socioeconómica que nos oprime, el fútbol parece no escapar a esa dinámica, capaz de explicar las relaciones internacionales en función de la idiosincrasia de cada continente. Basta una ojeada a pequeña escala para comprobarlo. Por vez primera tras cinco años, las nueve provincias que acordaron denominarse bajo el topónimo de Castilla y León se han quedado sin representación en la máxima categoría. A priori, esta ausencia sería sinónimo de crisis deportiva. Sin embargo, un vistazo a los principales clubes de la comunidad permite entrever los mismos defectos estructurales que pesan sobre la región.

De entrada, la despoblación que, lejos de ser un problema coyuntural, va camino de convertirse en un mal endémico. Resulta curioso que una orografía sin más accidentes que una meseta prácticamente llana, concentre casi la totalidad de sus habitantes en torno a las capitales de provincia. Contrariamente a lo que afirman los eslóganes turísticos, no hay vida al margen de las ciudades. Bueno, quizá habría que decir que no hay señales de vida. Por tanto, no es que el talento humano emigre, como en Asturias; es que el componente humano, sea o no talentoso, escasea.

¿Fútbol? No, gracias

Por si fuera poco, los clubes de fútbol tienen que competir con el colegio a la hora de modelar futuras estrellas. Cuando no contra el Milan, cuyo caladero en los alrededores de la patria de Teresa de Jesús continúa siendo, a día de hoy, motivo de recelo y asombro. En Canarias o Andalucía, donde la climatología invita al ocio, la posibilidad de debutar en Primera se contempla como un horizonte profesional por el que merece la pena dejarlo todo. En Castilla, a juzgar por los resultados del último informe PISA –que sitúan a la región ampliamente por encima de la media nacional–, el estudio no se adivina como una ocupación tan enojosa. En la duda queda saber quién o qué marca en cada caso las expectativas de los estudiantes.

Pero, al lado de estas dificultades, lo que resulta verdaderamente dañino para el fútbol castellanoleonés es la falta de emprendedores de que adolece la comunidad. Una conclusión lógica a la vista de algunas encuestas. Entre los futuros licenciados suscita mayor interés la idea de engrosar la lista de funcionarios que el hecho de forrarse a cuenta de su propio negocio. Ante lo que depare el futuro, la seguridad de un contrato vitalicio. Nada de riesgos, y mucho menos si se trata de dinero que, pase lo que pase, no debe salir de las vigas. Así que toca olvidarse que, de alguna esquina, pueda surgir una versión de Fernando Roig. En medio de un panorama en el que predominan los inversores foráneos, figuras como la Francisco Rubio constituyen una excepción.

Tampoco el ente audiovisual que depende del gobierno autonómico contribuye a suplir esta falta de capital. Los rectores de la cadena –de financiación pública, pero de titularidad privada–, encuentran más rentable ajustar el presupuesto hacia la adquisición de los derechos de la Liga de Campeones, que pugnar por retransmitir alguno de los múltiples enfrentamientos interprovinciales que depara esta temporada la Liga Adelante.

En consecuencia, y por más que las subvenciones sigan repartiéndose desde la Junta, no cabe oponer ninguna resistencia a aquellos equipos que, como el Getafe, y en aras del fútbol moderno, han dejado de convertirse en meros advenedizos. Nunca serán históricos, pero su permanencia continuada en la elite empieza a hacerles poco menos que habituales. Todo lo contrario a lo que ocurre entre los principales representativos de Castilla y León. El reciente caso de la Cultural Leonesa, cuyo futuro está en manos de los tribunales, puede sentar un peligroso precedente para todos ellos.