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martes, 4 de mayo de 2010

Y 'la comadreja' escapó de la miseria

Por Nick Panzeri
Aunque él suela contestar que el apodo es producto de su rapidez, a Bryan Ruiz le pusieron 'la comadreja' por su semejanza con este animal: flaco, desgarvado, con dientes de politoxicómano y grandes orejas puntiagudas, siempre supo que su belleza no le sacaría de la pobreza de San Felipe de Alajuelita, el cantón de la capital de Costa Rica donde nació.

Acostumbrado a padecer más que a vivir, siempre supo que el fútbol sólo era un juego. Un juego para el que tenía cierto talento y con el que, quizás, algún día podría escapar de la miseria. Igual por eso el pasado fin de semana, cuando los jugadores del Twente eran incapaces de dar dos pases seguidos, atenazados ante la posibilidad de ganar por primera vez en su historia la Eredivisie, decidió echarse el equipo a sus espaldas.

Con sólo un punto de ventaja sobre el Ajax (que ganó 1-4 en la jornada final), al Twente sólo le servía ganar en Breda para conquistar la Liga. El título sería además el trampolín para que Ruiz diera el salto a una de las grandes ligas.

Hijo de un costurera, su padre le abandonó cuando sólo tenía un año. Se hizo entonces cargo de él su abuelo -"yo le llamo papi porque es como mi papá", dice de él-, un apasionado del fútbol que incluso creó para él un equipo que se llamaba Los nietos del abuelo.

Pronto destacó en Costa Rica y dio el salto a Europa con 21 años. Ruud Gullit, entonces técnico del Feyenoord, le hizo una prueba y quedó cautivado por sus cualidades. Sin embargo, sólo unos días después fue despedido y el nuevo técnico no terminó de confiar en él. Tenía un problema: era demasiado liviano para pegarse con las defensas europeas.

Tocaba llamar a otra puerta. Fichó por el Gent belga, donde se sometió a un intenso trabajo físico para ensanchar y rápido se convirtió en la estrella del equipo, en el que marcó 26 goles en dos temporadas, las que tardó en fichar por el Twente por cinco millones de euros, protagonizando el fichaje más caro de un jugador de Costa Rica.

Pero la comadreja no había hecho todo este camino para quedarse aquí. Durante todo el curso ha mantenido un espectacular duelo goleador con el jugador del Ajax Luis Suárez. Llegó, incluso, a anotar tres goles en cuatro minutos. Al final, el uruguayo se ha llevado el pichichi, pero Ruiz (24 goles) se había reservado el premio gordo: la primera Eredivisie de su historia para el Twente.

Agazapado a la espalda de la defensa, el domingo aprovechó la única concesión que le hizo la defensa del NAC Breda para marcar el gol que abría las puertas del título a su equipo, haciendo inútil el 1-4 del Ajax. Ahora le toca elegir el cheque más suculento de los que los representantes de Arsenal, Everton, Sevilla o Villarreal, entre otros, pasean ante sus ojos. Y por fin habrá escapado definitivamente de la miseria.

martes, 12 de mayo de 2009

25 años más tarde, Unicef Vs Petronor


Por Halftown
Barça-Athletic, final de Copa del Rey en el siglo XXI. Todavía me acuerdo cuando mi abuela, catalana exiliada ella, me decía que el Barça era el símbolo del pueblo catalán frente al autoritarismo de Franco. Que los goles de Kubala, Cruyff o Luis Suárez eran metáforas de algo que iba más allá de la pelota. Y me acuerdo de cómo mi abuelo, extremeño que se batió el cobre de 1936 a 1939 en el bando nacional, decía que su equipo era el Bilbao porque sólo jugaban españoles. ¡Cómo ha cambiado el panorama!

Pocas cosas quedan de la última final de Copa entre los dos equipos, jugada cuando Iñaki Anasagasti todavía no había revolucionado el mundo de la peluquería. Para empezar, en Bilbao no sacan la gabarra de paseo desde aquel lejano 1984. Lo de jugar con vascos exclusivamente hace tiempo que se lo pasan por el lomo del perro del Guggenheim –que le pregunten al riojano Santi Ezquerro o al cántabro Mario Bermejo-, y desde este año, la camiseta rojiblanca aparece manchada por el logo azul de Petronor.

También en Can Barça decidieron corromper su uniforme con los colores de Unicef, aunque esto, como es por la cara y de buen rollo, parece que no cuenta. Políticamente, lo que se lleva ahora en el Camp Nou es el nacionalismo de traje caro y boca pequeña, quizás porque apenas les quedan motivos de queja.

Lo que seguro se repetirán son los pitos a la marcha real antes del partido. Será escucharse los primeros acordes del chunda, chunda y ale, toda la peña a silbar. En cambio 90 minutos más tarde, aquellos a los que les corresponda recoger la copa de las manos de su majestad el Borbón, lo harán encantados de la vida. Igual que lo hizo Dani, capitán del Athletic, aquel 5 de mayo de hace veinticinco años.