Aunque él suela contestar que el apodo es producto de su rapidez, a Bryan Ruiz le pusieron 'la comadreja' por su semejanza con este animal: flaco, desgarvado, con dientes de politoxicómano y grandes orejas puntiagudas, siempre supo que su belleza no le sacaría de la pobreza de San Felipe de Alajuelita, el cantón de la capital de Costa Rica donde nació.
Acostumbrado a padecer más que a vivir, siempre supo que el fútbol sólo era un juego. Un juego para el que tenía cierto talento y con el que, quizás, algún día podría escapar de la miseria. Igual por eso el pasado fin de semana, cuando los jugadores del Twente eran incapaces de dar dos pases seguidos, atenazados ante la posibilidad de ganar por primera vez en su historia la Eredivisie, decidió echarse el equipo a sus espaldas.
Con sólo un punto de ventaja sobre el Ajax (que ganó 1-4 en la jornada final), al Twente sólo le servía ganar en Breda para conquistar la Liga. El título sería además el trampolín para que Ruiz diera el salto a una de las grandes ligas.
Hijo de un costurera, su padre le abandonó cuando sólo tenía un año. Se hizo entonces cargo de él su abuelo -"yo le llamo papi porque es como mi papá", dice de él-, un apasionado del fútbol que incluso creó para él un equipo que se llamaba Los nietos del abuelo.
Pronto destacó en Costa Rica y dio el salto a Europa con 21 años. Ruud Gullit, entonces técnico del Feyenoord, le hizo una prueba y quedó cautivado por sus cualidades. Sin embargo, sólo unos días después fue despedido y el nuevo técnico no terminó de confiar en él. Tenía un problema: era demasiado liviano para pegarse con las defensas europeas.
Tocaba llamar a otra puerta. Fichó por el Gent belga, donde se sometió a un intenso trabajo físico para ensanchar y rápido se convirtió en la estrella del equipo, en el que marcó 26 goles en dos temporadas, las que tardó en fichar por el Twente por cinco millones de euros, protagonizando el fichaje más caro de un jugador de Costa Rica.
Pero la comadreja no había hecho todo este camino para quedarse aquí. Durante todo el curso ha mantenido un espectacular duelo goleador con el jugador del Ajax Luis Suárez. Llegó, incluso, a anotar tres goles en cuatro minutos. Al final, el uruguayo se ha llevado el pichichi, pero Ruiz (24 goles) se había reservado el premio gordo: la primera Eredivisie de su historia para el Twente.
Agazapado a la espalda de la defensa, el domingo aprovechó la única concesión que le hizo la defensa del NAC Breda para marcar el gol que abría las puertas del título a su equipo, haciendo inútil el 1-4 del Ajax. Ahora le toca elegir el cheque más suculento de los que los representantes de Arsenal, Everton, Sevilla o Villarreal, entre otros, pasean ante sus ojos. Y por fin habrá escapado definitivamente de la miseria.
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El señor Ruiz es alguien admirable. Solo me gustaría decir que él no es quien es por escapar de la pobreza, sino por amor al juego. La recompenza de su talento es la comodidad que pueda tener, pero aún así el vive una vida sencilla y no muestra los frutos de su éxito económico con compras impropias para alguien inteligente. El señor Ruiz tuvo una infancia pobre, pero digna, tuvo comida, escuela, ropa, diversiones y tuvo mucho amor y respeto por los demás y por la vida. Su familia vive en un barrio de gente trabajadora, no de gente delicuente, ni de gente miserable.
ResponderEliminarEl señor Ruiz es un ejemplo, además, de que el talento no es suficiente, también se necesita disciplina y humildad para lograr hacer lo que él quiere, su meta en la vida no es ser millonario, el quiere deslumbrar a todos con su fútbol. Y va por buen camino.