Por Halftown
Nacer en Manchester no siempre implica ser Red Devil, pero sí aficionado al fútbol. Pero cuando el Manchester en el que uno nace no está en Inglaterra, sino en New Hampshire, EE. UU., jugar al fútbol con un balón redondo es toda una excentricidad.
Charlie Davies es un tipo raro, en muchos sentidos excepcional. Hijo de un gambiano y una norteamericana, la vida de Davies no podía ser fácil en un lugar con un 97% de blancos como New Hampshire. Ya en el instituto, mientras sus compañeros se dedicaban a otros deportes, él enchufaba goles con los Boston College Eagles. Después de seguir goleando en la liga de desarrollo del soccer americano –esta vez con los Westchester Flames-, la lógica situaba a Davies en el roster de la Major League Soccer americana. La MLS le ofrecía un contrato de un millón de dólares por seis temporadas, pero él se tiró el farol: quería cobrar lo mismo que Freddy Adu, la entonces gran promesa del soccer americano. La MLS no entró al trapo, así que Davies se rebeló contra el sistema, agarró su maleta y se fue a Europa para cumplir su sueño de jugar en el Arsenal. A falta de oferta gunner, Davies se plantó en Amsterdam para hacer una prueba con el Ajax. Faltaban pocos días para la Navidad de 2006, pero no hubo lugar al milagro: después de dos partidos y cero goles, el propio Aaron Winter le dijo que su talento no alcanzaba para jugar en el Amsterdam Arena. Así que Davies volvió a coger su petate y firmó por un club que parecía ideal para probar su nivel: el Hammarby sueco.
En el frío de Estocolmo –no muy diferente del invierno en su New Hampsire natal- Davies explotó. Con la ayuda del uruguayo Sebastián Eguren –que marcharía a Villarreal en el siguiente mercado de invierno-, Davies superó un primer año complicado para finalmente explotar como goleador en su segundo curso en Suecia. Pese a perderse un mes de temporada por culpa de los Juegos de Pekín, el americano hizo catorce goles, suficiente para que en verano de 2009 se cerrase su traspaso al Sochaux francés. Su debut, ante el Girondins de Laurent Blanc, se saldó con una derrota de los sochaliens, pese a los dos goles de Davies.
Partido en dos
Las cosas iban por fin viento en popa para Charlie Davies. Incluso se sentía importante en su selección: había destrozado a España en la Copa Confederaciones de 2009, y tenía la clasificación para el Mundial en la mano. Acababa de disputar casi todo el partido frente a Honduras, que Estados Unidos ganó con apuros, 3-2. Era octubre de 2009, y Davies estaba en Washington, convocado para el decisivo partido ante Costa Rica. Y entonces el destino, en forma de quitamiedos de la autopista, golpeó a Charlie Davies. El coche en el que viajaba de pasajero quedó partido en dos. Una chica que iba con él murió en el acto. Davies fue evacuado en helicóptero y pasó cinco horas en el quirófano. El pronóstico: vejiga lacerada, fractura de tibia y femur de la pierna derecha, rotura del codo izquierdo, rotura de pómulo y hemorragia cerebral. Los médicos le dieron entre seis meses y un año para volver a ser persona. Charlie Davies decía adiós al Mundial, y seguramente al fútbol.
Pero Davies no es del tipo de gente que se deja llevar, y cuatro meses después de escapar con vida de aquel asiento trasero, el americano ya estaba otra vez en Francia, esta vez en el Centro Europeo de Reeducación para Deportistas de Capbreton. En su vientre, una herida de guerra de palmo y medio. En su cabeza, además de una cicatriz enorme, sólo una meta: llegar a tiempo de jugar el Mundial. No pain, no gain. A su llegada a Francia, Davies tuiteó una sola palabra: Bonjour!.
Y es que la historia de Davies no sería la misma si Twitter no hubiera existido. Como si de un programa de telerrealidad en 140 caracteres fuera, Davies comparte cada instante de su vida con las casi 80.000 personas que le siguen. Junto a estas líneas está, por ejemplo, la foto en el autobús de la selección que compartió un día antes del accidente. Pasarían dos meses hasta que Charlie Davies pudo volver a escribir en Twitter.
Es probablemente en la red social donde más de cerca se ve el cambio que ha dado la vida de Charlie Davies. El Davies post-accidente es igual de transparente –básicamente habla de fútbol, juegos de Play Station y poco más- pero ahora incorpora el componente divino a su retórica tuitera: God is great, deja caer de tanto en tanto, suponemos que en agradecimiento por sacarle con vida de aquel coche partido en dos. Todo muy celestial, como gusta al otro lado del charco. Nada que ver con Miguel García, aquel jugador del Salamanca que sufrió una parada cardiorrespiratoria en octubre, y decía bien claro en una entrevista en EL PAÍS que su vida la salvó la ciencia, y por lo tanto no tenía por qué creer en nada más allá.
Davies no pudo lograr su meta de llegar a tiempo para estar en Sudáfrica. A sus veinticuatro años, todavía está a tiempo de cumplir su sueño de fichar por el Arsenal. Primero tendrá que volver a golear en Francia. De momento el pasado fin de semana, por fin, Charlie Davies volvió a una convocatoria del Sochaux. Se quedó sin jugar. Como él mismo tuiteó tras el partido: one step at a time,
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martes, 21 de diciembre de 2010
Charlie Davies, goleador contra pronóstico
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jueves, 16 de diciembre de 2010
Mike Ashley: una urraca multimillonaria e incompetente
Por Halftown
15 de Agosto de 2009. Se respiraba incertidumbre en St James’s Park. Después de muchas tardes de gloria, los aficionados de Newcastle –las urracas- volvían al estadio para ver fútbol de segunda división. El mismo césped que había sido pisado por Alan Shearer, David Ginola o Pete Beardsley estaba a punto de recibir a los jugadores del Reading. El añito en el infierno de las Urracas había empezado mal, con un empate a nada en casa del WBA una semana antes. Ya no estaban Viduka, Owen ni Martins, que escaparon de la quema tras el descenso, ni Alan Shearer, que abandonó la nave poco después. Ni siquiera estaba ya Bobby Robson, víctima de un cáncer un par de semanas antes de empezar la liga.
El que sí estaba era Mike Ashley, un hooligan con 700 millones de libras en el banco que había comprado el club en 2007. Primero se dejó un pastizal en comprar el club. Después nombró a Dennis Wise (sí, ese Dennis Wise) director deportivo, que pagó locuras por medianías –Wise fue una muesca más en el revólver de Lendoiro, que le colocó a Xisco por más de 5 kilos- e incluso admitió haber pedido la cesión del valencianista Ignacio González después de verle en YouTube. Por último Ashley contrató al legendario Kevin Keegan sólo para darle la patada poco después. Con semejante estilo dirigente, a caballo entre Jesús Gil y Ochaíta, Ashley se encontraba con Coloccini como estrella y sin ingresos de televisión de la Premier League. Desmoralizado tras el descenso, Ashley publicó un anuncio en el que pedía sólo 100 millones de libras para quitarse el club de encima. Como era de esperar, la mayoría de las respuestas que recibió venían de sus vecinos de Sunderland, que se descojonaban de la risa.
Ante la falta de ofertas, Ashley tiró de los restos de la temporada anterior y encargó a un miembro del cuerpo técnico, Chris Hughton, que devolviera al club a la Premier. Hughton, irlandés, hizo casi toda su carrera de jugador en el Tottenham de los 80, y desde su retirada fue asistente de todos los managers que pasaron por White Hart Lane hasta que fue despedido tras perder en casa con el Getafe. Desde 2008 estaba en Newcastle, donde había ayudado a Kevin Keegan y Alan Shearer, además de hacer de apagafuegos ocasional. Conocido por su perfil dialogante y sus simpatías socialistas -una especie de Del Bosque de las Islas-, Hughton también resultaba la opción más barata para el banquillo de St James’ Park.
Aquel partido ante el Reading acabó con un 3-0 para el Newcastle. Después, el equipo siguió ganando y acabó volviendo a la Premier como campeón de liga.
¿Apostar a caballo ganador?
Convertido en un ídolo local, Ashley premió a Chris Hughton con el banquillo para la temporada 2010-2011. Regalo envenenado, pues el fichaje estrella del verano fue Sol Campbell, un jugador tan de vuelta que es uno de los únicos cuatro tíos que ha participado en más de 500 partidos de Premiership. Es increíble que un tipo como Mike Ashley, dueño de marcas como Dunlop, Lonsdale y Slazenger, y capaz de perder 129 millones de libras en acciones de HSBC en 2008 sin inmutarse, sea tan reacio a rascarse el bolsillo.
Aún así, el primer partido de liga se saldó con un set al Aston Villa con tres goles de Andy Carroll, el heredero del número 9 de Alan Shearer. Carroll, una bestia parda de 1,90 que parece más un sparring de Hulk Hogan que un jugador de fútbol, sacó petróleo de la temporada en el pozo. Apenas un año después de empezar a jugar con regularidad, Carroll ya es una estrella en su país, e incluso Capello le ha llevado a la selección. Lo cual, dicho sea de paso, no es mucho decir en un país que llevó a Emile Heskey al último Mundial.
El Newcastle de Hughton y Carroll siguió coleccionando sorpresas, como el 0-1 que rascó en el Emirates, e incluso se llevó el derbi ante el Sunderland con un demoledor 5-1. Sin embargo, después de una derrota en casa del WBA -justo el estadio donde Hughton había empezado su andadura la temporada anterior-, Mike Ashley decidió prescindir del manager irlandés. No le importó que el equipo navegase tranquilamente por mitad de la tabla. Tampoco que aficionados, prensa y jugadores –esa santísima trinidad- se le echaran al cuello todos a una. Ni siquiera que Hughton llevase un 56% de victorias desde que llegó a St James’s Park, por encima de los promedios de Rafa Benítez o del mítico entrenador de la Urracas, Kevin Keegan (los dos con un 55%).
Ashley, en lo que parece la locura definitiva, ha cerrado un contrato para las próximas cinco temporadas y media con Alan Pardew, un tipo que jamás ha pasado más de tres años en el mismo banquillo y que es más conocido en Inglaterra por sus peleas con Arsène Wenger que por los éxitos de sus equipos. De momento, en Bet365 las apuestas sobre Pardew en el banquillo del Newcastle en la 2015/2016 se pagan 16/1. Y su despido antes de acabar la temporada ya se cotiza a 11/4. Sin duda una gran oportunidad de negocio para un tipo como Mike Ashley. Tweet
15 de Agosto de 2009. Se respiraba incertidumbre en St James’s Park. Después de muchas tardes de gloria, los aficionados de Newcastle –las urracas- volvían al estadio para ver fútbol de segunda división. El mismo césped que había sido pisado por Alan Shearer, David Ginola o Pete Beardsley estaba a punto de recibir a los jugadores del Reading. El añito en el infierno de las Urracas había empezado mal, con un empate a nada en casa del WBA una semana antes. Ya no estaban Viduka, Owen ni Martins, que escaparon de la quema tras el descenso, ni Alan Shearer, que abandonó la nave poco después. Ni siquiera estaba ya Bobby Robson, víctima de un cáncer un par de semanas antes de empezar la liga.
El que sí estaba era Mike Ashley, un hooligan con 700 millones de libras en el banco que había comprado el club en 2007. Primero se dejó un pastizal en comprar el club. Después nombró a Dennis Wise (sí, ese Dennis Wise) director deportivo, que pagó locuras por medianías –Wise fue una muesca más en el revólver de Lendoiro, que le colocó a Xisco por más de 5 kilos- e incluso admitió haber pedido la cesión del valencianista Ignacio González después de verle en YouTube. Por último Ashley contrató al legendario Kevin Keegan sólo para darle la patada poco después. Con semejante estilo dirigente, a caballo entre Jesús Gil y Ochaíta, Ashley se encontraba con Coloccini como estrella y sin ingresos de televisión de la Premier League. Desmoralizado tras el descenso, Ashley publicó un anuncio en el que pedía sólo 100 millones de libras para quitarse el club de encima. Como era de esperar, la mayoría de las respuestas que recibió venían de sus vecinos de Sunderland, que se descojonaban de la risa.
Ante la falta de ofertas, Ashley tiró de los restos de la temporada anterior y encargó a un miembro del cuerpo técnico, Chris Hughton, que devolviera al club a la Premier. Hughton, irlandés, hizo casi toda su carrera de jugador en el Tottenham de los 80, y desde su retirada fue asistente de todos los managers que pasaron por White Hart Lane hasta que fue despedido tras perder en casa con el Getafe. Desde 2008 estaba en Newcastle, donde había ayudado a Kevin Keegan y Alan Shearer, además de hacer de apagafuegos ocasional. Conocido por su perfil dialogante y sus simpatías socialistas -una especie de Del Bosque de las Islas-, Hughton también resultaba la opción más barata para el banquillo de St James’ Park.
Aquel partido ante el Reading acabó con un 3-0 para el Newcastle. Después, el equipo siguió ganando y acabó volviendo a la Premier como campeón de liga.
¿Apostar a caballo ganador?
Convertido en un ídolo local, Ashley premió a Chris Hughton con el banquillo para la temporada 2010-2011. Regalo envenenado, pues el fichaje estrella del verano fue Sol Campbell, un jugador tan de vuelta que es uno de los únicos cuatro tíos que ha participado en más de 500 partidos de Premiership. Es increíble que un tipo como Mike Ashley, dueño de marcas como Dunlop, Lonsdale y Slazenger, y capaz de perder 129 millones de libras en acciones de HSBC en 2008 sin inmutarse, sea tan reacio a rascarse el bolsillo.
Aún así, el primer partido de liga se saldó con un set al Aston Villa con tres goles de Andy Carroll, el heredero del número 9 de Alan Shearer. Carroll, una bestia parda de 1,90 que parece más un sparring de Hulk Hogan que un jugador de fútbol, sacó petróleo de la temporada en el pozo. Apenas un año después de empezar a jugar con regularidad, Carroll ya es una estrella en su país, e incluso Capello le ha llevado a la selección. Lo cual, dicho sea de paso, no es mucho decir en un país que llevó a Emile Heskey al último Mundial.
El Newcastle de Hughton y Carroll siguió coleccionando sorpresas, como el 0-1 que rascó en el Emirates, e incluso se llevó el derbi ante el Sunderland con un demoledor 5-1. Sin embargo, después de una derrota en casa del WBA -justo el estadio donde Hughton había empezado su andadura la temporada anterior-, Mike Ashley decidió prescindir del manager irlandés. No le importó que el equipo navegase tranquilamente por mitad de la tabla. Tampoco que aficionados, prensa y jugadores –esa santísima trinidad- se le echaran al cuello todos a una. Ni siquiera que Hughton llevase un 56% de victorias desde que llegó a St James’s Park, por encima de los promedios de Rafa Benítez o del mítico entrenador de la Urracas, Kevin Keegan (los dos con un 55%).
Ashley, en lo que parece la locura definitiva, ha cerrado un contrato para las próximas cinco temporadas y media con Alan Pardew, un tipo que jamás ha pasado más de tres años en el mismo banquillo y que es más conocido en Inglaterra por sus peleas con Arsène Wenger que por los éxitos de sus equipos. De momento, en Bet365 las apuestas sobre Pardew en el banquillo del Newcastle en la 2015/2016 se pagan 16/1. Y su despido antes de acabar la temporada ya se cotiza a 11/4. Sin duda una gran oportunidad de negocio para un tipo como Mike Ashley. Tweet
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jueves, 9 de diciembre de 2010
Jaque a Ancelotti
Por Halftown
El pasado 11 de noviembre, el Chelsea sacaba en su web un comunicado en el que anunciaba la salida del club de Ray Wilkins. En principio, podría parecer la salida de un simple asistente de Carlo Ancelotti. Pero Wilkins era mucho más que eso. Llegó a los blues en 1973, con sólo 17 años. Un año después, ya era el capitán del Chelsea. Wilkins fue una suerte de precuela de Lampard, un medio con llegada y una cierta tendencia a hacer grandes partidos contra equipos mediocres. A los 20 ya era internacional con la Inglaterra de Don Revie y en 1979, aburrido de jugar en un club perdedor como era aquel Chelsea, fue traspasado al United.
El gran cambio –y el por qué Wilkins es un personaje interesante- fue en 1984, cuando aceptó una oferta del Milan. En los rossoneri vivió la llegada de Berlusconi, pero tuvo que hacer las maletas para dejar hueco a Ruud Gullit. Al final, Wilkins pasó tres temporadas en las que jugó bastante, marcó poco, y no ganó título alguno. Sin embargo, Wilkins aprendió a hablar italiano, lo cual para un inglés, siempre atrincherados en su universal lengua, es un logro. Que le pregunten a Beckham.
Así que cuando en 2009 Carlo Ancelotti fue contratado por Abramovich para entrenar al Chelski, el entrenador italiano, que no hablaba una palabra de inglés, tiró de Wilkins para hacerle de interfaz con la banda de cockneys que lidera John Terry. Wilkins ya había sido consigliere de Gianluca Vialli, Scolari y Hiddink en Stamford Bridge, pero en esta ocasión a sus conocimientos técnicos y a su experiencia en el Chelsea se añadía su dominio del italiano.
Después de hacer un doblete en su primera temporada, como manager blue, Ancelotti reconoció la labor de Wilkins en su autobiografía: “Ray tiene la sangre azul, lleva al Chelsea en las venas. Sin él, no habríamos ganado nada.”.
La temporada 2010-2011 la empezó el Chelsea perdiendo la Community Shield frente al United. Poco a poco, el equipo se fue entonando con doce goles en los dos primeros partidos de liga y un pleno de victorias en la Champions. El pasado 10 de noviembre, un miércoles frío y húmedo, el Chelsea recibía al Fulham en un partido de trámite, de esos que sólo los verdaderos fanáticos van a ver. Aquel 1-0 fue el último partido de Ray Wilkins. El día 11, una escueta nota de seis líneas en la web del Chelsea anunciaba su salida del club.
Aprender a hostias
Sin que nadie desvele la razón del despido, de momento el rumor en Inglaterra es que Wilkins se las tuvo tiesas con Abramovich el año pasado a raíz de la eliminación contra el Inter en Champions League. Wilkins se tomó regular una crítica del ruso, y le espetó un “Si hubieses jugado alguna vez al fútbol, no opinarías así”. Resulta extraño que el ruso tarde tanto en tomarse la revancha, y desestabilice al equipo haciéndolo a mitad de temporada.
Siempre existe otra posibilidad, y es que Abramovich esté segando la hierba bajo los pies de Ancelotti. El ruso lleva meses persiguiendo a Begiristain para que sustituya al actual director deportivo del Chelsea, Frank Arnesen… quien a su vez suena como entrenador del Copenhague que quiere comprar Arkady Abramovich, el hijísimo. Abramovich padre tiene en la cabeza que, de conseguir el fichaje de Txiki, la llegada de Pep Guardiola dejaría de ser un sueño absurdo. Sobra decir que, si bien un nuevo doblete complicaría el relevo, una mala temporada de Ancelotti justificaría la contratación de un nuevo entrenador.
Sea como sea, la salida de Wilkins ha tenido un precio deportivo para el Chelsea: el equipo ha perdido diez de los últimos doce puntos en liga –incluida un petardazo 0-3 en casa ante el Sunderland- y sólo ha logrado una remontada sobre la bocina frente al Zilina. Una victoria en los últimos dos meses, que se dice pronto. El bajón llega en el peor momento, justo cuando los blues se la juegan, de aquí a final de año, con Tottenham, United y Arsenal.
En Rusia dicen que la derrota es un aprendizaje para el espíritu. El espíritu de Roman Abramovich debe estar aprendiendo un huevo esta temporada. Tweet
El pasado 11 de noviembre, el Chelsea sacaba en su web un comunicado en el que anunciaba la salida del club de Ray Wilkins. En principio, podría parecer la salida de un simple asistente de Carlo Ancelotti. Pero Wilkins era mucho más que eso. Llegó a los blues en 1973, con sólo 17 años. Un año después, ya era el capitán del Chelsea. Wilkins fue una suerte de precuela de Lampard, un medio con llegada y una cierta tendencia a hacer grandes partidos contra equipos mediocres. A los 20 ya era internacional con la Inglaterra de Don Revie y en 1979, aburrido de jugar en un club perdedor como era aquel Chelsea, fue traspasado al United.
El gran cambio –y el por qué Wilkins es un personaje interesante- fue en 1984, cuando aceptó una oferta del Milan. En los rossoneri vivió la llegada de Berlusconi, pero tuvo que hacer las maletas para dejar hueco a Ruud Gullit. Al final, Wilkins pasó tres temporadas en las que jugó bastante, marcó poco, y no ganó título alguno. Sin embargo, Wilkins aprendió a hablar italiano, lo cual para un inglés, siempre atrincherados en su universal lengua, es un logro. Que le pregunten a Beckham.
Así que cuando en 2009 Carlo Ancelotti fue contratado por Abramovich para entrenar al Chelski, el entrenador italiano, que no hablaba una palabra de inglés, tiró de Wilkins para hacerle de interfaz con la banda de cockneys que lidera John Terry. Wilkins ya había sido consigliere de Gianluca Vialli, Scolari y Hiddink en Stamford Bridge, pero en esta ocasión a sus conocimientos técnicos y a su experiencia en el Chelsea se añadía su dominio del italiano.
Después de hacer un doblete en su primera temporada, como manager blue, Ancelotti reconoció la labor de Wilkins en su autobiografía: “Ray tiene la sangre azul, lleva al Chelsea en las venas. Sin él, no habríamos ganado nada.”.
La temporada 2010-2011 la empezó el Chelsea perdiendo la Community Shield frente al United. Poco a poco, el equipo se fue entonando con doce goles en los dos primeros partidos de liga y un pleno de victorias en la Champions. El pasado 10 de noviembre, un miércoles frío y húmedo, el Chelsea recibía al Fulham en un partido de trámite, de esos que sólo los verdaderos fanáticos van a ver. Aquel 1-0 fue el último partido de Ray Wilkins. El día 11, una escueta nota de seis líneas en la web del Chelsea anunciaba su salida del club.
Aprender a hostias
Sin que nadie desvele la razón del despido, de momento el rumor en Inglaterra es que Wilkins se las tuvo tiesas con Abramovich el año pasado a raíz de la eliminación contra el Inter en Champions League. Wilkins se tomó regular una crítica del ruso, y le espetó un “Si hubieses jugado alguna vez al fútbol, no opinarías así”. Resulta extraño que el ruso tarde tanto en tomarse la revancha, y desestabilice al equipo haciéndolo a mitad de temporada.
Siempre existe otra posibilidad, y es que Abramovich esté segando la hierba bajo los pies de Ancelotti. El ruso lleva meses persiguiendo a Begiristain para que sustituya al actual director deportivo del Chelsea, Frank Arnesen… quien a su vez suena como entrenador del Copenhague que quiere comprar Arkady Abramovich, el hijísimo. Abramovich padre tiene en la cabeza que, de conseguir el fichaje de Txiki, la llegada de Pep Guardiola dejaría de ser un sueño absurdo. Sobra decir que, si bien un nuevo doblete complicaría el relevo, una mala temporada de Ancelotti justificaría la contratación de un nuevo entrenador.
Sea como sea, la salida de Wilkins ha tenido un precio deportivo para el Chelsea: el equipo ha perdido diez de los últimos doce puntos en liga –incluida un petardazo 0-3 en casa ante el Sunderland- y sólo ha logrado una remontada sobre la bocina frente al Zilina. Una victoria en los últimos dos meses, que se dice pronto. El bajón llega en el peor momento, justo cuando los blues se la juegan, de aquí a final de año, con Tottenham, United y Arsenal.
En Rusia dicen que la derrota es un aprendizaje para el espíritu. El espíritu de Roman Abramovich debe estar aprendiendo un huevo esta temporada. Tweet
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lunes, 6 de diciembre de 2010
La Real, "como Mateo y Mateo"
Por el gordo de Minnesota
“Rápido y veloz, como Kortabarria. Y como Mateo y Mateo”. Así sonaba una cuña publicitaria en la Donosti de la segunda mitad de los setenta. Años de alumbramiento de la democracia y de una Real Sociedad de aúpa, como dirían allí. Un equipo que tenía en el centro de la defensa a un central de la vieja escuela, de los que se afeitaban sin espuma y limaban espinillas. Y tan rápido al corte que su apellido se convirtió en gancho publicitario para una empresa de transportes. Era Inaxio Kortabarria, único futbolista vasco que ha renunciado a la selección española y emblema de la Real Sociedad.
Seguro que a Inaxio le habrá emocionado el regreso del derbi vasco tras tres temporadas de ausencia. Tiempo en el que el rival de siempre, el Athletic, ha sobrevivido dignamente en la élite con sólo futbolistas vascos en la plantilla. Bueno, vascos, riojanos, navarros y vascofranceses. Mientras, los orgullosos seguidores txuriurdin lamían sus heridas en Segunda División, maldecían la cadena de errores que les había llevado hasta esa situación. Con lo bien que iban las cosas no hace tanto tiempo, pensaban.
Volvamos al San Sebastián de los setenta, lleno de plomo, pasamontañas y un campo añejo, Atocha. En 1976, Kortabarría lideraba a un equipo en el que ya despuntaba un grupo de jóvenes jugadores que haría historia. Eran los Arkonada, Zamora, López Ufarte, Satrústegui y compañía, todos híbridos de clase y garra, de talento y amor por los colores de la Real. Todos, excepto López Ufarte, que acabó sus días de futbolista en el Betis, colgaron los borceguíes sin calzarse otra zamarra. Y luego estaba la mística de Atocha.
Atocha olía a sudor y sangre, a fútbol y barro. Era un gran estadio que fue demolido por viejo y pequeño para construir uno grande y sin alma. Porque en Anoeta hace frío hasta en verano, con esa pista de atletismo que parece un muro. Nada que ver con el cálido Atocha, donde el rival sentía, literalmente, el aliento a txakolí de la grada. En este estadio, hace 34 años, volvió a ver la luz la ikurriña. También era un derbi vasco y, muerto Franco, era momento de desafíos. José Ángel Iríbar e Inaxio Kortabarria, capitanes de Athletic y Real Sociedad respetivamente, portaron el emblema, todavía ilegal, al salir al campo.
“Rápido y veloz, como Kortabarria. Y como Mateo y Mateo”. Así sonaba una cuña publicitaria en la Donosti de la segunda mitad de los setenta. Años de alumbramiento de la democracia y de una Real Sociedad de aúpa, como dirían allí. Un equipo que tenía en el centro de la defensa a un central de la vieja escuela, de los que se afeitaban sin espuma y limaban espinillas. Y tan rápido al corte que su apellido se convirtió en gancho publicitario para una empresa de transportes. Era Inaxio Kortabarria, único futbolista vasco que ha renunciado a la selección española y emblema de la Real Sociedad.
Seguro que a Inaxio le habrá emocionado el regreso del derbi vasco tras tres temporadas de ausencia. Tiempo en el que el rival de siempre, el Athletic, ha sobrevivido dignamente en la élite con sólo futbolistas vascos en la plantilla. Bueno, vascos, riojanos, navarros y vascofranceses. Mientras, los orgullosos seguidores txuriurdin lamían sus heridas en Segunda División, maldecían la cadena de errores que les había llevado hasta esa situación. Con lo bien que iban las cosas no hace tanto tiempo, pensaban.
Volvamos al San Sebastián de los setenta, lleno de plomo, pasamontañas y un campo añejo, Atocha. En 1976, Kortabarría lideraba a un equipo en el que ya despuntaba un grupo de jóvenes jugadores que haría historia. Eran los Arkonada, Zamora, López Ufarte, Satrústegui y compañía, todos híbridos de clase y garra, de talento y amor por los colores de la Real. Todos, excepto López Ufarte, que acabó sus días de futbolista en el Betis, colgaron los borceguíes sin calzarse otra zamarra. Y luego estaba la mística de Atocha.
Atocha olía a sudor y sangre, a fútbol y barro. Era un gran estadio que fue demolido por viejo y pequeño para construir uno grande y sin alma. Porque en Anoeta hace frío hasta en verano, con esa pista de atletismo que parece un muro. Nada que ver con el cálido Atocha, donde el rival sentía, literalmente, el aliento a txakolí de la grada. En este estadio, hace 34 años, volvió a ver la luz la ikurriña. También era un derbi vasco y, muerto Franco, era momento de desafíos. José Ángel Iríbar e Inaxio Kortabarria, capitanes de Athletic y Real Sociedad respetivamente, portaron el emblema, todavía ilegal, al salir al campo.
¿Un txipirón británico?
Aquel equipo germinó y se convirtió en campeón de Liga. Dos veces, con Ormaetxea en el banquillo y Orbegozo en la presidencia. El equipo caducó tras muchas tardes de buen fútbol. Llegó el particular J.B Toshack , la apertura de fronteras con el aterrizaje del clan británico, compuesto por Dalian ‘txipirón’ Atkinson, John Aldridge y Kevin Richardson. Y los años de otro plomo que fueron los noventa, plomo de aburrimiento, sin aspiraciones de ningún tipo y la identidad perdida entre tanto foráneo.
Aquel equipo germinó y se convirtió en campeón de Liga. Dos veces, con Ormaetxea en el banquillo y Orbegozo en la presidencia. El equipo caducó tras muchas tardes de buen fútbol. Llegó el particular J.B Toshack , la apertura de fronteras con el aterrizaje del clan británico, compuesto por Dalian ‘txipirón’ Atkinson, John Aldridge y Kevin Richardson. Y los años de otro plomo que fueron los noventa, plomo de aburrimiento, sin aspiraciones de ningún tipo y la identidad perdida entre tanto foráneo.
Hasta que se volvió a juntar un equipo fuerte. Era la Real Sociedad de Raynald Donoueix, un desconocido francés que manejó de maravilla talentos y caracteres como los de Karpin, Kovacevic, De Pedro y un chaval que hoy es muy bueno, Xabi Alonso. La desintegración de esta plantilla fue traumática. Se vendió mal y se invirtió peor, llegando el inevitable descenso.
Ahora, con un técnico de garra como Martín Lasarte en el banquillo, la vieja Real Sociedad florece de nuevo. En cierta forma, y salvando las distancias, este equipo tiene el espíritu de aquél que ya apuntaba maneras en los setenta. Griezmann tiene el descaro y la clase de López Ufarte; Llorente posee la fuerza y el remate de Satrústegui; la amplitud de miras y el liderazgo de Xabi Prieto recuerdan a Zamora; y Bravo es el mejor portero que ha tenido el club desde la retirada de Arkonada. Eso sí, resulta más difícil buscar en esta Real al sucesor de Kortabarria. Si acaso Ansotegi, que tampoco hace amigos pero le saca más de diez centímetros a Inaxio. Ése que era tan veloz como Mateo y Mateo.
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Ahora, con un técnico de garra como Martín Lasarte en el banquillo, la vieja Real Sociedad florece de nuevo. En cierta forma, y salvando las distancias, este equipo tiene el espíritu de aquél que ya apuntaba maneras en los setenta. Griezmann tiene el descaro y la clase de López Ufarte; Llorente posee la fuerza y el remate de Satrústegui; la amplitud de miras y el liderazgo de Xabi Prieto recuerdan a Zamora; y Bravo es el mejor portero que ha tenido el club desde la retirada de Arkonada. Eso sí, resulta más difícil buscar en esta Real al sucesor de Kortabarria. Si acaso Ansotegi, que tampoco hace amigos pero le saca más de diez centímetros a Inaxio. Ése que era tan veloz como Mateo y Mateo.
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miércoles, 1 de diciembre de 2010
The winners of the 2010 World Cup, Catalunya?
Gibraltar: not dressed well enough for FIFA
(Photo © DM Parody (http://dotcom.gi/photos))
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By Gramajo (from Gibraltar)
You might be wondering what on earth the title above is all about. However, if UEFA and FIFA had not let politics blur their vision (as especially FIFA claim they do not allow to happen within their association countries), then this title might arguably have been commonplace.
In late 2006, it was agreed that the British territory of Gibraltar were to be given provisional status into UEFA. The Spanish government at the time, who thought (and still do) that they have a right of ownership over Gibraltar, despite it being British for over 300 years, decided that this was not acceptable, as they feared that if Gibraltar got membership, it may encourage some of the bigger footballing regions in Spain (like Catalunya and País Vasco), would take heart from Gibraltar's success, and do the same, therefore savaging the national team of Spain if important players, especially those who weren't capped at the time, like Victor Valdes, chose to represent their regions who had gained UEFA, or FIFA status. Therefore, through the RFEF, they sent out a threat to UEFA and FIFA, in which if Gibraltar's application was accepted, they would pull all their teams and nation out of competitions indefinitely, in protest.
Montenegro in, Gibraltar out
Obviously UEFA, and the majority of its participating nations, knew that they valued Spain over the small territory of Gibraltar, occupied by just over 27,000 people, therefore when it went to vote, Gibraltar ended up losing their appeal, receiving just 3 votes from the 52 member nations (from England, Scotland and Northern Ireland) at the time (Montenegro were also up for appeal at this time, and got into UEFA, raising the numbers afterwards to the current 53 nations). Conveniently, UEFA and FIFA also decided to change their membership rules, to only allow countries who are members of the United Nations to be accepted, despite several of its current nations not meeting the rule, yet being allowed to stay regardless.
Said nations who are in FIFA, but not the
United Nations, include Puerto Rico, Bermuda, the Faroe Islands, Guam and Hong Kong. All of these were territories, in the same situation arguably as the likes of Gibraltar and Greenland, who were in FIFA before the rule was introduced, but nothing was done about them. Even England, Scotland, Northern Ireland and Wales are not members of the UN by themselves, although they are as the United Kingdom and Northern Ireland, represented as one, despite on the footballing field being four completely separate nations. How some of the territories could get into FIFA beforehand, but now territories on the same level as them can not, is clearly not right. In total, if the UEFA and FIFA ruling had come into force and kicked out these nations, there would be only 184 nations in FIFA (likely 185, as it would've forced the four members of the United Kingdom to merge as one, not to their choice, but something FIFA would like to happen).
This arguably blatant allowing of politics to influence its decision has effectively killed the hopes of several territories of even dreaming of getting into one of the federations. Not a good showing, considering FIFA's 'fair play' policy, usually being disregarded for financial reasons.
However, if the situation had been different, and Catalunya had subsequently got into FIFA, then they could have had a decent team on their hands, including the likes of Xavi Hernández, Cesc Fábregas, Joan Capdevila, Bojan Krkic and Gerard Piqué. They could have done some damage, and although perhaps winning the World Cup would've been a bit too much for such a side, they may certainly have gotten far. They could have beaten England at least.
Nevertheless, we shall never know what may have happened, and for many territories around the world, they'll likely never get the dream of competing even in World Cup qualifiers. All over a threat from Spain, through the RFEF in 2006.
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