Por Halftown
El pasado 11 de noviembre, el Chelsea sacaba en su web un comunicado en el que anunciaba la salida del club de Ray Wilkins. En principio, podría parecer la salida de un simple asistente de Carlo Ancelotti. Pero Wilkins era mucho más que eso. Llegó a los blues en 1973, con sólo 17 años. Un año después, ya era el capitán del Chelsea. Wilkins fue una suerte de precuela de Lampard, un medio con llegada y una cierta tendencia a hacer grandes partidos contra equipos mediocres. A los 20 ya era internacional con la Inglaterra de Don Revie y en 1979, aburrido de jugar en un club perdedor como era aquel Chelsea, fue traspasado al United.
El gran cambio –y el por qué Wilkins es un personaje interesante- fue en 1984, cuando aceptó una oferta del Milan. En los rossoneri vivió la llegada de Berlusconi, pero tuvo que hacer las maletas para dejar hueco a Ruud Gullit. Al final, Wilkins pasó tres temporadas en las que jugó bastante, marcó poco, y no ganó título alguno. Sin embargo, Wilkins aprendió a hablar italiano, lo cual para un inglés, siempre atrincherados en su universal lengua, es un logro. Que le pregunten a Beckham.
Así que cuando en 2009 Carlo Ancelotti fue contratado por Abramovich para entrenar al Chelski, el entrenador italiano, que no hablaba una palabra de inglés, tiró de Wilkins para hacerle de interfaz con la banda de cockneys que lidera John Terry. Wilkins ya había sido consigliere de Gianluca Vialli, Scolari y Hiddink en Stamford Bridge, pero en esta ocasión a sus conocimientos técnicos y a su experiencia en el Chelsea se añadía su dominio del italiano.
Después de hacer un doblete en su primera temporada, como manager blue, Ancelotti reconoció la labor de Wilkins en su autobiografía: “Ray tiene la sangre azul, lleva al Chelsea en las venas. Sin él, no habríamos ganado nada.”.
La temporada 2010-2011 la empezó el Chelsea perdiendo la Community Shield frente al United. Poco a poco, el equipo se fue entonando con doce goles en los dos primeros partidos de liga y un pleno de victorias en la Champions. El pasado 10 de noviembre, un miércoles frío y húmedo, el Chelsea recibía al Fulham en un partido de trámite, de esos que sólo los verdaderos fanáticos van a ver. Aquel 1-0 fue el último partido de Ray Wilkins. El día 11, una escueta nota de seis líneas en la web del Chelsea anunciaba su salida del club.
Aprender a hostias
Sin que nadie desvele la razón del despido, de momento el rumor en Inglaterra es que Wilkins se las tuvo tiesas con Abramovich el año pasado a raíz de la eliminación contra el Inter en Champions League. Wilkins se tomó regular una crítica del ruso, y le espetó un “Si hubieses jugado alguna vez al fútbol, no opinarías así”. Resulta extraño que el ruso tarde tanto en tomarse la revancha, y desestabilice al equipo haciéndolo a mitad de temporada.
Siempre existe otra posibilidad, y es que Abramovich esté segando la hierba bajo los pies de Ancelotti. El ruso lleva meses persiguiendo a Begiristain para que sustituya al actual director deportivo del Chelsea, Frank Arnesen… quien a su vez suena como entrenador del Copenhague que quiere comprar Arkady Abramovich, el hijísimo. Abramovich padre tiene en la cabeza que, de conseguir el fichaje de Txiki, la llegada de Pep Guardiola dejaría de ser un sueño absurdo. Sobra decir que, si bien un nuevo doblete complicaría el relevo, una mala temporada de Ancelotti justificaría la contratación de un nuevo entrenador.
Sea como sea, la salida de Wilkins ha tenido un precio deportivo para el Chelsea: el equipo ha perdido diez de los últimos doce puntos en liga –incluida un petardazo 0-3 en casa ante el Sunderland- y sólo ha logrado una remontada sobre la bocina frente al Zilina. Una victoria en los últimos dos meses, que se dice pronto. El bajón llega en el peor momento, justo cuando los blues se la juegan, de aquí a final de año, con Tottenham, United y Arsenal.
En Rusia dicen que la derrota es un aprendizaje para el espíritu. El espíritu de Roman Abramovich debe estar aprendiendo un huevo esta temporada.
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jueves, 9 de diciembre de 2010
Jaque a Ancelotti
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