Halftown
Para los que no recordamos el Mundial 86, ni veíamos el Calcio cuando sólo había dos cadenas, Maradona no es más que una letra de Calamaro. Un gordo impertinente. Un yonki endiosado. Cuando nos hablan de él, no pensamos en el gol -el genial o el tramposo- a Inglaterra, sino en ese cocainómano con mullet anunciando la Super Nintendo con la camiseta del Sevilla, o en esa celebración subidón-subidón-subidón tras un gol a Grecia en USA 94. Todavía hoy vive de las rentas de una Copa del Mundo ganada hace veintitrés años, mientras la selección argentina que dirige las pasa reputas para poder al menos participar en la del año que viene.
Sole Leyva
Me sigo quedando duro cuando veo el gol de Maradona a Inglaterra pero para mi el Pelusa lleva ya muerto mucho, exactamente desde que dejó el fútbol. Que si sus sospechosas amistades, que si se opera para perder kilos, que si le da un jama y tiene que ser ingresado, que si se choca contra una farola,...filfa. Ni siquiera me importa que le pase bajo sus órdenes a los subcampeones de las Malvinas, que si le echan o no. Allá ellos. Hace años que no me hacen vibrar, que no juegan bien al fútbol. Lo único que me importa ya del diez es su ascendencia sobre su yerno, el Kun y sus consejitos de los cojones para que se marche a Italia. Cada vez que veo su oronda figura por el palco de la caldera me entra el canguele. Entonces sí que me vuelvo a quedar duro.
Víctor Enciso
Sólo se debe estar gordo para jugar, no para entrenar. No te fíes, Diego, de la musculatura de las ideas de banquillo. Regresa al paso lento del jugador más rápido de nuestros ojos. Regresa a Riquelme. Porque si no, aunque tu Argentina se clasifique, no te llevarás a África ninguna bandera. Y eso adelgaza el ánimo. Engorda el fútbol, que nos están empezando a sonar las tripas.
Rocheteau
Andaba yo perdido por Spaccanapoli, una calle fina como una lama que divide en dos el centro de Nápoles, cuando giro a la derecha y me encuentro con un altar en la pared. Hay muchos en Nápoles, pero éste no tenía una madonna ni un Padre Pío, sino un pelo de Maradona. Un jodido cabello rizado, espeso como un cable eléctrico, curvo como una falta parabólica del enano mágico, junto a una oración dedicada al Dios zurdo. Los quioscos siguen decorados con pósters macilentos del 10, las esquinas mordidas, el azul cielo carcomido por el sol... pero los italianos que rezan a Padre Pío le dan la selección a Lippi. Tendrías que haberte quedado en el puto altar, Maradona.
Miguel Bujalance
Diego, no les hagas caso, dicen que no sabes entrenar, que no tienes experiencia o que tienes la cabeza en la luna blanca del salpicadero. Puede que tu mediocampo sea una mezcla de geriátrico y sardana, pero tú ves más que ellos y ellos no te ven. Me da igual que Heinze tenga que estar sentado en el banquillo del Tribunal Penal de La Haya o que tus porteros tengan sentimientos esquizoides. Diego, nos vengaremos en el mundial. Es imposible que un picapedrero como Dunga pueda volver a ganarte. Tranquilo, convoca de nuevo a Ayala y repesca al Mono Burgos, a Batistuta y a Caniggia. Nombra jefe de prensa a Valdano y, antes del partido contra Uruguay, desnuda a Cristina K para que la plantilla pueda desfogarse. Diego, nos reiremos del mundo en Sudáfrica. Yo creo en Dios.
Johan Einstein
A los 8 años, le descubrí. Casi tan pequeño como yo pero más gordito. Se llamaba Diego Armando Maradona y hacía maravillas con una mandarina ante 100.000 espectadores. De su talento natural no habia discusión. De su actual fracaso como entrenador, tampoco. Yo sólo me acuerdo del Pelusa que no aceptó mi petición para jugar juntos en la playa de Castelldefels. Uno de sus chicos se excusó. Dios necesitaba dormir. Y soñar que un día seria entrenador de Argentina...
Lola Dirceu
Los dioses también vuelcan zarpa en la cisterna del baño. A los dioses les graban follando con mujeres que no son la madre de sus hijas. Los dioses se hacen fotos con capos después de comer a la sombra del Vesubio. Vulnerables, coquetean con el más allá en un hospital con el corazón como un balón de Pilates. También empapan de ron las barbas de Fidel, se fuman billetes de 500 pavos con el Ché tatuado en el bíceps y alientan revoluciones bolivarianas en un photocall. Los dioses no saben de moral, ética o deontológica ni en el trabajo ni en la vida porque no les sale de los huevos. Pero cuidado, que se metan a confeccionar alineaciones en ese país donde el fútbol da más proteínas que la carne roja. Ponerse el anorak con el escudo de la AFA bordado en el pecho y seleccionar en la grama a los 11 argentinos mejor preparados para jugar al fútbol es un pecado mortal que ni Dios redime. Hasta la iglesia maradoniana reniega de su ídolo, ahora que Argentina olvida el camino a Sudáfrica o percibe la senda como un milagro. Pero una beatificación no tiene marcha atrás, aunque te sientes en un banquillo en el vulgar papel de entrenador. Así que pongan velas a San Genaro, que le den la camiseta del Napoli con la publi de Mars y le saquen de esa silla eléctrica sobre la que se asienta la ilusión de un pueblo con muchos problemas consigo mismo.
Nick Panzeri
Suele decirse en el mundo del toro que los grandes diestros no sirven para apoderados; que para construir una figura del toreo hace falta al lado un banderillero amargado por los complejos de no haber podido llegar a figura. El símil sirve para el fútbol también. Con las contadas excepciones de algún Cruyff o Guardiola de turno, los grandes revolucionarios de la pizarra son jugadores mediocres, gladiadores de medio pelo o gente que jamás se calzó unas botas de tacos: Helenio Herrera, Rinus Michels, Sacchi, Wenger, Benítez... Diferentes estilos pero carreras triunfales todas ellas en los banquillos. Es decir, ser un crack con la pelota en los pies no suele ir ligado a tener la pelota en la cabeza como necesita cualquier entrenador. A Maradona le sucede esto mismo. Es el mejor jugador de todos los tiempos, pero no sabe interpretar lo que pasa en el campo. Sus inquebrantables códigos de amistad no sirven para este cargo. Jugar con Heinze, Palermo y Schiavi por fidelidad y denostar a Higuaín (y casi a Milito) por lo mismo no sirve en un puesto donde la máxima es (y debe ser) el vender (sentar) a tu propio padre si es encesario.
Tweet
domingo, 20 de septiembre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
¿Pero cómo se puede poner alguien el pseudónimo Albert Eninstein?
ResponderEliminarPd: Un poco gang bang felatio el tema, no?