Por Sebastián Dulbeca
Tardará en volver a aparecer en los mapas, siquiera en los de la miseria. Haití ya no existe. Haití fue. Y ni cuando era, importó a casi nadie. Un terremoto ha dejado sólo su sombra. La forma quieta varias veces vejada por salvapatrias del machete. El escenario Black Hawk Derribado en el que ni Ronaldinho tuvo tripas para surfear con la mano.
Cuesta ahora mismo imaginar simplemente el vuelo de un balón por cualquier descampado de Puerto Príncipe. O un partido en ese estadio nacional –otro más– con ocre color de morgue. Habrá que hacer el esfuerzo. Haití, tierra de vudú, trópico utópico, es tan maldito como mágico. Bien que lo sabe el mesías pre Obama y presidente brasileño Lula da Silva. Con el mismo corazón abatanado y noble con que clavó una pica en Copenhague para dejar a Madrid sin Juegos, se había autoimpuesto antes la tarea de resucitar a la mitad francófona de Santo Domingo.
El Partido por la Paz que la seleçao en pleno jugó en agosto de 2004 es significativo de su empeño por extender hasta allí la democracia del fútbol. Hoy Brasil sigue ejerciendo de tutor haitiano: más de una decena de sus militares integrados en las fuerzas de Naciones Unidas y una conocida misionera han perecido bajo los escombros.
La conexión Brasil-Haití auspiciada por Lula incluso podría tener su plasmación balompédica en la figura del malogrado Emmanuel Manno Sanon, epígono antillano de Pelé.
En sus botas nace y muere la edad de oro del futbol isleño, que en diciembre de 2009 ocupaba el puesto 90 en la clasificación de la FIFA pero que puede presumir de ser uno de los pocos del Caribe -con Cuba, Jamaica y Trinidad y Tobago- en haber disputado un Campeonato del Mundo (RFA, 1974). Sanon no sólo marcó ante Italia, finalista cuatro años antes en México, el primer gol de Haití en un Mundial, inesperado carnaval. Además rompió el record de imbatibilidad de selecciones que ostentaba Dino Zoff con 1.143 minutos.
Derrotas frente a Italia (3-1), Polonia (0-7) y Argentina (4-1, de nuevo con le joyeux haitïen en el luminoso del Olímpico de Munich) fue el saldo de aquel torneo. Sanon, con 50 goles en 100 comparecencias con su país, ex compañero de Hugo Sánchez en los San Diego Sockers (NASL estadounidense) y ex técnico nacional, murió hace dos años, a los 56, de cáncer de páncreas.
A aquella parva gloria aspira -aspiraba antes de la tragedia- el actual seleccionador local, el colombiano Jairo Ríos. En su historia anónima late idéntico afán superviviente al de su nación de acogida. Ríos entró en 2003 en EEUU como "exiliado político" tras ser amenazado de muerte, probablemente por asuntos familiares (un hermano está detenido en Miami por tráfico de drogas; otro sufrió un atentado y fue investigado cuando trabajó en el servicio de aduanas; el último es periodista...).
Desde Orlando iba a volar el jueves para convocar a los Sub-23 de cara a los Juegos Centroamericanos y del Caribe. No pudo. Se le vino el mundo encima dos días antes.
sábado, 16 de enero de 2010
Maldito y mágico Haití
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Parece que en el Carrusel os siguen. Acaban de hacer la pregunta del jamón precisamente sobre Sanon.
ResponderEliminarBy the way, buena historia.
¿Por qué ninguna radio, televisión o periódico ha tratado de entrevistar a Ríos?
ResponderEliminar"Haití ya existe", titulaba ayer El País. A ver Obama que tal se porta con la isla...
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