Cuando te cae el marrón de administrar un club con una deuda de más de 30 millones de libras, un estadio alquilado a PriceWaterhouseCoopers a cambio de 1,2 millones anuales y cuyo único título es la Zenith Data Systems Cup de 1991, es comprensible que uno tome medidas desesperadas, como poner un anuncio de venta en el Financial Times.
Y eso que, aunque perdedores, los del Crystal tienen su historia. El Crystal Palace, el equivalente victoriano a lo que hoy llamaríamos un pedazo de invernadero, fue levantado en Londres para la Expo de 1851. Como más tarde pasaría con la Torre Eiffel, las autoridades decidieron conservarlo más allá de los seis meses de vida inicialmente previstos. En 1936 fue consumido por el fuego, y lo poco que quedaba en pie sería rematado por la Luftwaffe pocos años más tarde.
A la sombra del edificio, sin embargo, un grupo de trabajadores empezó a darle patadas al balón en sus ratos de ocio, y en 1861 formaron un club, con el que años después llegaron a participar en la primera edición de la FA Cup.
En 1905 se fundó el Crystal Palace FC, que toma sus colores de unas camisetas del Aston Villa que recibieron prestadas. Sólo en 1924 consiguieron que se construyese Selhurst Park, el estadio en el que siguen jugando a día de hoy. Para inaugurar las torres de iluminación del estadio, en 1962, el Real Madrid de Di Stéfano, Gento y compañía jugó –y ganó 4-3- el primer partido de la historia del club blanco en Londres.
Hasta 1969, el Palace tiene una larga historia luchando en el barro de las categorías inferiores del fútbol inglés. Fue en ese año, mientras los Beatles grababan su despedida en Abbey Road, cuando Selhurst Park vio por primera vez fútbol del más alto nivel.
El club sobrevivió en el alambre durante tres cursos, para después caer a plomo hasta la tercera división. Una vez en el pozo, decidieron darle una oportunidad al recién retirado Terry Venables, que les devolvió en sólo tres años a la máxima categoría del fútbol inglés. Tras el éxito, Venables sería más tarde el entrenador del Barça en la final de Copa de Europa contra el Steaua, y el seleccionador del equipo inglés eliminado por Alemania en Wembley durante la Euro’96.
“The team of the 80s”, como la prensa llamó al Palace a raíz de su ascenso, no fue tal: en 1981 volvió a bajar, y hasta el 89 no recuperaría su sitio en la élite. Gran culpa de ello la tuvieron los 27 goles que marcó un delantero llamado Ian Wright. Antes de convertirse en una leyenda del Arsenal, Wright tuvo tiempo de regalarle al Palace su único título, al enchufarle un doblete al Everton en la final de la Zenith Data Systems Cup jugada en Wembley.
Un águila calva por ídolo
La década de los 90 vio al Palace convertido en el clásico equipo ascensor, una especie de Rayo Vallecano londinense. Durante esa década, la afición de los Eagle pudo disfrutar de todo tipo de jugadores, desde los internacionales ingleses Gareth Southgate o Nigel Martyn hasta el futuro jugador del Marbella Andy Gray e incluso el mítico delantero sueco ahora reciclado en estrella internacional de póker Tomas Brolin.
Aunque sin lugar a dudas, el fichaje más grande del pequeño equipo londinense fue la llegada, en pleno verano de 1997, del extremo de la Juve Attilio Popeye Lombardo. A pesar de su limitada fotogenia y su incapacidad para aprender inglés, el italiano se convirtió rápidamente en el ídolo de la afición del Palace. Tanto es así, que The Bald Eagle, pese a haber jugado sólo una temporada y media en Selhurst Park, fue elegido en el once histórico del club. Eso sí, acabó su primera temporada como jugador-entrenador, con Brolin haciéndole de traductor ante el cachondeo generalizado de la prensa inglesa. El equipo, después de sólo dos victorias en casa en toda la temporada, acabó perdiendo la categoría.
Como sustituto de Lombardo al frente de la nave se decidió el retorno de Terry Venables, pero las deudas empezaron a pesar más que los goles. En un intento por recaudar fondos, el Palace invirtió en la llegada de los chinos Fan Zhiyi y Sun Jihai, que a falta de fútbol al menos ayudaron a cuadrar las cuentas del club. Su último ascenso a la Premier fue en 2004, y a pesar de los 21 goles de Andrew Johnson –ocho de ellos de penalty, un récord histórico en la Premier-, acabaron bajando por enésima vez.
Pasado el ecuador de la temporada 2009-2010, el Crystal Palace languidece en la segunda categoría del fútbol inglés, a sólo un punto del descenso, y con uno de los peores promedios de asistencia al estadio de toda la liga. Además, desde el pasado enero, el club ha sido puesto bajo administración pública, al estilo de aquel administrador judicial que arrastró al Atleti al infierno.
La única ilusión de los 15.000 que se reúnen todos los sábados en Selhurst Park es alcanzar los cuartos de final de la FA Cup el próximo 24 de febrero, hazaña que a punto estuvieron de conseguir –incluido un golazo de su estrella, el ex-internacional sub-21 inglés Darren Ambrose- de no haberles empatado el Aston Villa -sí, aquellos que les prestaron las camisetas- a tres minutos del final.
A falta de victoria, la buena noticia es que la no-clasificación tiene premio: 247.000 libras que la ITV pagará por los derechos del partido de desempate. Y eso, para un club sin estadio propio, con poca afición y las vitrinas tan vacías como los bolsillos, es algo para celebrar.
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