jueves, 25 de febrero de 2010

Siempre nos quedará París

Por Miguel Bujalance
El zaragocismo vive tiempos de zozobra y recuerda la victoria épica en el Parque de los Príncipes ante el Arsenal hace 15 años como el padrenuestro de su memoria sentimental. Este fin de semana sus dos goleadores en la final se dan cita en el Alfonso Pérez de Getafe. Nayim ha sido rescatado por el club maño para acompañar a José Aurelio Gay -también miembro de aquel equipo- en un intento desesperado de evitar el descenso, mientras que Esnaider colabora con Michel en el club azulón. Ambos mantienen una relación cordial y se intercambian mensajes, especialmente para hablar sobre su ex compañero Fernando Cáceres, aún convaleciente del disparo que recibió en Argentina hace un par de meses.

La figura de Cáceres es vital para el club aragonés, incluso se especuló poco antes del atentado que estaba interesado en comprar el club, avalado por unos inversores argentinos, y entregar la gestión deportiva a antiguos compañeros como Poyet -que entrena en la segunda inglesa-, Cedrún y el propio Esnaider. Cualquier movimiento en ese sentido ha quedado paralizado a la espera de una mejora del estado de salud de Cáceres.

Nayim llegó al Zaragoza en 1994, procedente del Tottenham, cuando ver a un español en la Premier era casi un suceso paranormal. Llamado por Venables, coincidió en su aventura inglesa con grandes ídolos del club como Gary Lineker y Paul Gascoigne. Sus cinco años en Zaragoza fueron algo irregulares, si bien su espectacular gol en el último minuto en París le convirtió en leyenda. Incluso todavía los hooligans de los Spurs corean su nombre, no sólo por su pasado sino por la humillación que infligió a Seaman con aquella milagrosa parábola. Después ficharía por el Logroñés, equipo en el que jugó con más pena que gloria. Se retiró en el AD Ceuta, club de su ciudad natal. Allí empezaría a entrenar en una escuela de fútbol hasta que en diciembre fue llamado por Agapito Iglesias para ayudar a enderezar el rumbo zaragocista.

Más dinámico tanto en el campo como en la vida, Juan Eduardo Esnaider se convirtió en uno de los mayores trotamundos del fútbol de los 90. Quiso acabar su carrera en Argentina, pero no cuajó ni en River ni en Newell´s Old Boys. "Llegué a un punto en el que perdí la motivación. Veía que no podía ante tanta lesión y, en vez de rebelarme, comprobé que ni siquiera quería seguir", reconoció en una reciente entrevista en Público. Analizó con detenimiento sus posibilidades y descartó la complacencia aburrida de una ex estrella balompédica. Había visto a demasiados futbolistas que se retiraban para empezar a gestionar un patrimonio en el que habían invertido (especialmente inmobiliario), pero que no tenía nada que ver con ellos. Así que decidió gastar sus ahorros en lo que más le gustaba. Compró el club Cadetes de San Martín, modesto equipo en el que empezó a jugar en Argentina y, poco después, decidió irse a Madrid. Se reencontró con Michel con el que coincidió durante su breve etapa en el Real Madrid -son vecinos- y decidió unirse con el madrileño y apostar por una carrera como entrenador. Eso sí, mantiene su indomable carácter. En el partido que enfrentó a ambos equipos en La Romareda, Juan Eduardo sería expulsado por protestar. Dos leyendas se darán la mano este sábado.

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