Hace justo un año, el Villarreal era un equipo temido por los grandes y envidiado por los pequeños. Marchaba cuarto en liga, con sólo derrotas –las mismas que el Madrid de Juande-, y se había colado en cuartos de Champions, después de haber acabado la liguilla a sólo un punto del United.
Todo cambió la noche del 14 de abril. El "Submarino Amarillo" hacía escala en Londres para jugar el partido de vuelta de cuartos de Champions contra el Arsenal de Arsène Wenger. Aunque el empate a uno del Madrigal no le valía a los chicos entonces entrenados por Pellegrini, la artillería del fabuloso Fábregas fue demasiado para los amarillos. Al final, cual U-boat a las puertas de la conquista de Londres, el submarino se fue al fondo.
A final de temporada, la Champions se había ido con su música al Calderón, y el arquitecto Pellegrini se llevó los bártulos a Chamartín.
Llegó Valverde todavía resacoso de su recién ganada liga griega con Olympiakos, le abrieron la puerta a la mayor parte de lastres de la plantilla, conservaron a sus estrellas, y se reforzaron con uno de los defensas más prometedores de España –Marcano- y con un delantero de relumbrón como Nilmar. Parecía que la nueva temporada pintaba bien.
Agotados casi dos tercios de la liga, el "Submarino Amarillo" navega por mitad de la tabla, haciendo equilibrios en la bisectriz entre Europa y el abismo, con el doble de derrotas que el curso pasado a estas alturas. Valverde saltó por los aires después de un amago de reacción inacabado a principios de año. El elegido para reflotar la nave, Juan Carlos Garrido, parece hasta ahora incapaz de replicar sus éxitos con el filial en el primer equipo. Bajo sus órdenes, el Villarreal sólo ha ganado dos partidos de los últimos seis, y se ha llevado en la misma semana un set en el Bernabéu y una dolorosa eliminación europea a manos del Wolfsburgo.
El blues amarillo
Probablemente, el blues del equipo del Madrigal tiene mucho que ver con el pésimo estado de forma de sus dos grandes figuras, Senna y Cazorla, tan desafortunados a lo largo de la temporada que empiezan a ver desaparecer sus opciones para jugar el Mundial de Sudáfrica, especialmente el asturiano.
Los 34 años de Marcos Senna, sorprendentemente, ni siquiera le convierten en el jugador más veterano del equipo, honor que recae en Pires, uno de los últimos cuatro supervivientes en activo de la Francia campeona del mundo en el 98. Todo esto contribuye a que el Villarreal sea, con 28,5 años, la plantilla de Primera con una media de edad más alta.
El mes de marzo parece que será el punto de inflexión que marcará la temporada de los de El Madrigal: se la juegan consecutivamente contra Espanyol, Xerez, Málaga y Tenerife, tres de ellos fuera de casa. En principio, no debería resultarles complicado sacar al menos seis puntos, y plantarse en el sprint final con opciones europeas.
Pero ojo si se les da mal la cosa, porque el final de temporada se le va a hacer largo a los veteranos jugadores amarillos. Que le pregunten al Zaragoza, que hace un par de años todavía pensaba en Europa a estas alturas, y después de rascar cuatro puntos sobre quince posibles en el mes de marzo, se pasó un año compitiendo con los vecinos pobres de Castellón.
Aunque quizás esto no sea más que un aviso para navegantes, y el verdadero problema del Villarreal sea el cambio de tripulación que le toca hacer sí o sí el verano que viene.
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