jueves, 18 de marzo de 2010

Un juego de villanos y caballeros

Por Sebastián Dulbeca
Minuto taitantos de un Cazalilla-Útica de juveniles en la Regional jiennense. Quien esto escribe se dirige al córner para lo obvio cuando el árbitro detiene el juego a instancias de un sector del público. El motivo: se rifan unos conejos y el hombre de negro es solicitado a viva voz como mano inocente. Sorprendido y, suponemos, halagado -no abundan requerimientos tan gentiles en los campos de albero-, saca la bolita, canta el número ildefonsinamente, felicita al agraciado y, luego, ya sí, autoriza el lanzamiento.

Lástima que el balompié no siempre sea así de genuino, que tenga a menudo más sombras que sol, Azcona featuring Galeano. El reciente affaire Terry-Bridge a propósito de la ex mujer de éste y también ex amante de aquél ha trasladado al césped sentimientos que en otra época, o en otra sociedad, hubieran evolucionado del verde al rojo. De paso han dejado para el zapping del año una de esas imágenes que podría locutar incluso Harpo: la mano al aire del capitán del Chelsea, desmembrada por culpa de su propia indignidad.

Pero en la colección sexo, mentiras y partidos de fútbol hay otros grandes momentos reconocibles por cualquier buen aficionado. Abierto a sugerencias, y con la particularidad de que se trata de lances sin balón, ahí va el siguiente repaso:



La rivalidad Alemania-Holanda, Holanda-Alemania, en los 90, medio siglo después de la Segunda Guerra Mundial, fue encarnizada. Excepción hecha de los chispeantes -por eléctricos- duelos Köller-Van Basten (acabarían por costarle la jubilación anticipada al oranje), el enfrentamiento no se visualizó de forma tan patente como en este episodio protagonizado (involuntariamente) por Völler y (de forma líquida y activa) por un Rijkaard que entonces, en 1990, no aparentó estar, ni mucho menos, under the influence of Jamaica.

Pd. Poulsen-Totti y Roberto Carlos-Chilavert aparecieron involucrados en sucesivos remakes salivares.



De portero a portero. El Cóndor Rojas condenó a la selección chilena al descrédito internacional y a la vergüenza deportiva (fue automáticamente excluida de las eliminatorias para EEUU'94) tras simular una agresión en un partido clave disputado en 1989 en Maracaná. Allí, en su área, cayó una bengala, pero él, previo revolcón, apareció con un corte que luego se demostró autoinferido con el bisturí que escondía en un guante. El Oscar al Mejor Actor -o el Razzie al Peor Deportista- se tradujo en una sanción a perpetuidad.

Pd. Discípulo aventajado del autor del otro maracanazo fue el también guardameta Dida. ¿Vería de menino a Rojas en la tele brasileña?



Menos escandalosa pero igualmente sorprendente fue la jugada entre Míchel y Valderrama en una tarde de la temporada 90-91 en el Bernabéu. Por entonces el actual técnico del Getafe aún no predicaba lo del toco y me voy.

Pd. Las celebraciones de los goles dan para un ranking aparte. Este catálogo de singularidades, dado el asunto en cuestión, se limitará a dejar constancia del mordisquito X del sevillista Gallardo a su compañero Reyes.


La penúltima situación anómala en un estadio ha corrido a cargo de los jugadores del Anderlecht. A varios de ellos no se les ocurrió otra cosa la previa de su choque en la Europa League frente al Athletic que mear en las gradas de San Mamés. Luego pasó lo que pasó.

Pd. Casos recientes de incontinencia han sido también los de los cancerberos Lehmann y Gothard.
Para que luego digan que gato con guantes...

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