Por mucho que lo pinten, no es el Stade de France un estadio especial. Para empezar, porque sólo tiene doce años de historia, y para seguir porque la Historia sólo recuerda un partido allí disputado. Su mitología se resume en una gran victoria francesa, y una mano infame que valió una clasificación mundialista.
Aún así, hay que reconocer que la afición francesa, fría por naturaleza, respondió llenando prácticamente el estadio anoche. Agotados el ciclo de bonanza de su fútbol, la arrogancia natural del francés se transmuta en ironía cuando se habla del équipe de France actual.
Se respiraba apatía incluso antes de empezar el partido: los franceses salieron a calentar diez minutos después que la Selección. Cuando por fin aparecieron fue para hacer todo tipo de ejercicios físicos a palo seco, mientras los de Del Bosque afinaban su tiki-taka haciendo correr el Jabulani.
A pie de campo, paneles digitales alternaban publicidad de jamones España, de Teka y de la candidatura de España y Portugal para el Mundial 2018-2022, estos últimos realizados en esa tipografía tan creativamente bochornosa que es la Comic Sans. En los videomarcadores, un dibujo animado montaba un karaoke en el que pedía a la afición repetir mecánicamente el allez les bleus.
Hablando del speaker, cuando se trata de fútbol de selecciones en Francia, no hay ni una ocasión en la que no se recuerde el Mundial del 98. Anoche no podía ser una excepción, y el hombre del micro aludió a la inauguración del Stade de France contra España, 1-0 gol de Zidane. Parecía que habían pasado mil años desde entonces: la Francia multicultural se ha convertido en una macedonia que juega al ralentí, y el 10 de la selección es suplente y se llama Govou. Anoche en St Denis, la ilusión era tan poca y la apatía era tan contagiosa, que ni siquiera La Marsellesa sonó con su fuerza habitual.
El final de la generación del 98
Mientras los de azul -ayer visitantes- movían la pelota y los bleus –ayer de blanco- la perseguían, los españoles en el campo se arrancaron con un crescendo de olés. Los aficionados franceses ignoraban al muñeco que les pedía aliento para los suyos. Un francés se levantó y reclamó orgullo a los suyos. Otro se encendió un porro. Alguno se sumaba a los olés españoles.
Del Bosque, en cambio, sacó su mano izquierda a relucir: empezó el partido con cuatro jugadores del Madrid y cuatro del Barça, y acabó con tres y tres sobre el césped.
Sartre decía que el ser humano está condenado a ser libre. El equipo francés está condenado a hacer el ridículo en un Mundial en el que no merecían estar. Alea jacta est, Raymond Domenech. Tweet
E iremos con toda la ilusion del mundo a intentar llevarnos el Mundial, pero en lugar de usar la informal Comic Sans, usaremos la Times New Roman, que es como La Casera y nunca pasa de moda.
ResponderEliminarMe alegra ver que no estoy solo en mi odio hacia la Comic Sans. Su extendido uso en Estepaís es deprimente pero entendible en un país donde Estopa son considerados dignos de admiración.
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