Por Halftown
Si Sheffield no hubiera existido, Peter Cattaneo habría ambientado el striptease más famoso de la historia de Inglaterra en la playa de Blackpool.
Y eso que, a mediados del s. XIX, Blackpool era el lugar de reunión de la crème de la crème de la sociedad victoriana. Convertida en ciudad-balneario decimonónica, Blackpool fue el primer municipio de Inglaterra en contar con suministro eléctrico. En 1894 se inauguró la Blackpool Tower, una copia del prepucio de la Torre Eiffel que todavía hoy se recorta contra el perfil bajo de la ciudad.
Pese a que se salvó de los bombardeos de la Luftwaffe, Blackpool no pudo competir con los vuelos baratos al sol de Ibiza y Benidorm, y la ciudad se ha pasado los últimos cincuenta años esperando una nueva belle époque.
En pleno proceso de puesta al día, los Sandgrown'uns (algún fan de Tolkien dio nombre a los nativos de Blackpool) se han encontrado con la sorpresa de encontrar que su club, históricamente a la sombra de sus vecinos ricos de Manchester y Liverpool, se ha plantado en la Premier League.
De la mano de un entrenador con pinta de merendarse niños crudos, las mandarinas (quién iba a decir que el pantone de las mandarinas fuera distinto al de las naranjas) acabaron llevándose la última de las plazas que da acceso a la Premier. Nada mal para el que era el segundo club con menos ingresos de la segunda categoría del fútbol inglés. De los 7 millones de libras recaudados, casi 5 se fueron en sueldos. El pasado verano, eso sí, el club tiró la casa por la ventana al pagar 500.000 libras para asegurarse de que su estrella, el escocés a préstamo del Rangers Charlie Adam, se quedaría a jugar en Bloomfield Road.
El estadio de Blackpool, una antigualla de finales del XIX, en pleno apogeo de la ciudad, está acostumbrado a recibir a 8.000 ingleses disfrazados de mandarina. Para la aventura de la Premiership, está siendo remodelado para tener un aforo de 17.000 asientos. El problema es que los trabajos van con tanto retraso –normal: Blackpool es una de las ciudades con los salarios más bajos de Inglaterra- que el primer partido del campeonato, que tenía que jugarse en casa contra el Wigan, acabará jugándose en… Wigan.
Sin pan para hoy
El ascenso a la Premier ha sido un alivio para los dos gerentes del club, el inglés Karl Oyston y el magnate letón –sin ironía alguna; hablamos de 47º tipo más rico del Reino Unido- Valeri Belokon. Además de la pasta que suelta la federación inglesa por participar, y del talonario de Sky Sports, los patrocinadores se pelean por estampar su logo sobre el color mandarina de su camiseta. Al final se ha llevado el gato al agua Wonga.com, una web de préstamos instantáneos con una pinta tan dudosa que Línea Directa, los del anuncio del teléfono rojo con ruedas, parecen a su lado el Fort Knox.
¿Y los jugadores? De entrada, el mánager del equipo, Ian Holloway, ha tenido que inscribir a siete chavales del filial para completar el cupo de veinticinco que exige la Premier League para poder participar. Holloway, un tipo cuya carrera de entrenador había sido hasta el pasado junio tan gris como lo fue su etapa de jugador, cuenta con un puñado de obreros del balón con mucha voluntad y poco talento. Además del escocés Adam, el jugador con más pedigrí de la banda de Holloway es Jason Euell, un delantero que ha demostrado ser tan válido en Segunda como inútil en Primera. Euell, que debutó con 18 años en el Wimbledon de Vinnie Jones, jamás alcanzó el nivel que prometía. Suplente de Michael Owen en el Mundial sub-20 del 97, lo tenía todo para hacer una carrera por encima de su talento, a lo Emile Heskey. Y por qué no.
En 2004, cuando debutar con los pross ya era una quimera para él, Euell aprovechó que su padre nació en Jamaica para subirse al carro de los Reggae Boyz, y así jugar el Mundial de Alemania. Pequeño error de cálculo, en el partido de su debut (de suplente) contra Estados Unidos, Jamaica perdió todas sus opciones de clasificación. Su cuarto y último partido como internacional fue contra la Inglaterra de Michael Owen, que endosó un set a su antigua colonia. El 6-0 contra su “otro” país fue el final de la carrera internacional de Jason Euell. Totalmente sordo del oído izquierdo, Euell siempre ha creído que esa tara le hacía mejorar los otros cuatro sentidos. Al menos hoy no lo utiliza como excusa para justificar su underachivement.
A pesar de semejante panorama, y con una dosis de realismo poco habitual en el mundo del deporte, la directiva del club ya ha anunciado que no invertirá en grandes fichajes, ni en fichas astronómicas, sino en crear infraestructuras para el futuro. Se niegan a caer en el pan para hoy, hambre para mañana, que ha hundido a tantos equipos. Que pregunten en Leeds o en Murcia. Aunque sin duda el mejor resumen de la filosofía mandarina lo hace el propio Ian Holloway: “A veces, cuando apuntas a las estrellas, te acabas chocando con la luna”.
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miércoles, 11 de agosto de 2010
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