martes, 10 de agosto de 2010

Un icono llamado Francisco

Por Sopenilla
El fútbol es un estado emocional en constante actualización. Cada minuto que pasa constituye una invitación al recuerdo. Apenas hay sitio para la nostalgia, ese lugar común donde al final van a parar tanto las victorias como las derrotas. El último resultado es el que importa. Los clubes han perdido su inmortalidad. Los jugadores, simplemente pasan.

Por fortuna, para suerte de quienes viven mirando más hacia el pasado que hacia el futuro, siempre habrá excepciones que confirmen la regla. Francisco Javier Rodríguez Vílchez, “Francisco”, es una de ellos. Tras catorce temporadas en activo, y después de haber saboreado las mieles del éxito y la desazón de la miseria, este trotamundos del infrafútbol ha decidido colgar las botas. No habrá partido homenaje en su honor, pero la historia de la U. D. Almería le ha reservado, a cambio, un capítulo con su nombre.

Todo comenzó en el invierno de 2001, cuando la Unión Deportiva empezaba a abanderar el fútbol almeriense. Cual exiliado que retorna a su lugar de origen en el momento propicio, Francisco recalaba en el Juan Rojas después de haber vagado por equipos como el Plus Ultra, los filiales de Espanyol y Valencia, o el eterno rival, el Polideportivo Ejido.

Por entonces, pese a la ilusión de Rogelio Hidalgo, sólo se atisbaba un germen de lo que hoy se da cita cada domingo en el Mediterráneo. El fútbol languidecía en la ciudad por culpa de los años de peregrinaje por la 2ªB. Como mucho, la llegada de Francisco vendría a apuntalar la “almerización” del equipo, con mayoría de jugadores de la tierra en plantilla.

Cuestión de expectativas. Casuco condujo el proyecto hasta dejarlo en Segunda a la conclusión de esa temporada. Por el camino quedaron goleadas como la conseguida ante un Real Madrid B con Pavón, Portillo o Luis García en nómina por aquel tiempo. Un ascenso inesperado y, tal vez por eso, celebrado como si fuera una Champions.

A partir de ese instante, la figura de Francisco cristalizó como referente entre los aficionados rojiblancos, junto a la del otro goleador histórico del equipo, Paco Luna. Sin rozar cifras récord, 36 dianas en las dos siguientes temporadas, lo cierto es que sus tantos hicieron que un club recién concebido para la alta competición no abortara a los pocos meses, preservando su crecimiento ante la previsión de un futuro mejor.
En esos dos años, Francisco fue el principal argumento para que el Almería no regresara al destierro de la categoría de bronce. Quizá por ello, con 25 tacos, se sintió legitimado para aspirar a Primera. Ante la previsión de un descenso inevitable, pesó más el hecho de jugar ante las cámaras de televisión. Por más que la oportunidad viniera de Albacete, nadie estaba en condiciones de recriminarle su marcha.

El gol del Calderón

Sin embargo, ya nada volvió a ser como antes. Las apariencias de un salto en su carrera chocaron con la triste realidad de una temporada en la que, sin apenas jugar, anotó el gol por el que curiosamente más se le recuerda. Una contra en solitario a la salida de un córner que enmudeció al Calderón. Cincuenta metros en carrera en los que tuvo tiempo de recoger el balón de su propia área, flexibilizar la cintura de Perea y colocar una lejana vaselina sobre un Leo Franco adelantado.

Flor de un día. Vuelto en sí tras el impacto contra los molinos manchegos, emprendió el camino del hijo pródigo. Pero lejos de encontrarse con un banquete en su nombre, lo que se topó fue la incomprensión de su nuevo técnico, Paco Flores, quien le tachó con razón de ser un fichaje presidencial. Ni siquiera el ascenso a Primera mitigó la decepción propia de segundas partes. La campaña que firmó junto a otros dos almerienses de pura cepa como Bisbal o su compañero José Ortiz no le ayudó. La leyenda almeriense estaba en la calle.

Desahuciado por los suyos, aun con la promesa de recibir en herencia un puesto en el organigrama técnico, inició su particular periplo por algunas de las realidades más sórdidas del infrafútbol nacional en los últimos tiempos, caso de Granada 74, Alicante C. F y Orihuela. La ilusión por jugar, de por sí mínima, desapareció por completo en equipos cuyas deudas no daban ni para agua en las duchas. Rehabilitado a día de hoy de esa experiencia, sobrevive como segundo entrenador del filial almeriense.

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