Por Nunn
El tipo era el menos piernas de un equipo de piernas. El año anterior lo había intentado profesionalmente en un Segunda División alemana, pero se había vuelto a Malta a intentar relanzar su carrera. Era complicado: su selección jugaba la fase de clasificación para la Europa del 84 y en su visita a la isla, Irlanda denunció que el césped era impracticable no por seco, sino porque estaba lleno de cristales. ¿Hacían botellón los malteses donde se supone que su equipo nacional debía defender el honor del fútbol patrio? Puede. En cualquier caso, así era jodido ganar a España. Y poco podía hacer John Bonello, portero de la selección de Malta, el menos piernas de todos ellos..
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La historia la conocemos todos, porque antes de que la selección ganase cosas de veradd, teníamos el 12 a 1 a Malta. Bueno, hay detalles que se han perdido: que a Gordillo le anularon el gol 13 siendo legal; que Señor, el del ‘gol-de-Señor’, había fallado un penalti en la primera parte; que tras el primer gol de España, los dos equipos casi se lían a puñetazos porque los malteses no querían soltar el balón… Y Holanda, eliminada.
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Si bien la crónica del Malta Today de aquel encuentro decía que era “lo peor en la historia del fútbol maltés” y pedía que el equipo “reconsidere retirarse de las próximas competiciones”, tampoco hay que dejar de lado que entrenaban en un campo en el que hacían botellón. Que un día malo, aquello pudo pasar. Y el recuerdo se enterró, como el libro plagiado de Ana Rosa o Remedios Amaya, toda ella.
Pero entonces llegó el anuncio…
Habían pasado casi 23 años (hablamos de 2006) cuando Amstel, cervecera holandesa (qué ironía), tuvo la feliz idea de contratar a John Bonello para hacer uno de sus anuncios freaks: Amigo Mío Sólo Tú Eres Leyenda, era el acrónimo. Y sí, era leyenda.
Otra cosa es la puta gracia que le hizo a los malteses. Lógico. El anuncio buscaba al amigo perfecto, y ése era Bonello, que aparecía en el salón de su supuesta casa, vestido de portero de la época y con la camiseta de España enmarcada y colgada de la pared. “Nunca un solo hombre nos había unido tanto”, decía la voz en off, antes de pasear a Bonello por la Gran Vía en un descapotable, donde todo el país lo aclamaba y le inauguraban una calle con su nombre. Al final, el portero decía a cámara: “Amstel, la amistad sale de dentro”, en robótico castellano.
Otra cosa es la puta gracia que le hizo a los malteses. Lógico. El anuncio buscaba al amigo perfecto, y ése era Bonello, que aparecía en el salón de su supuesta casa, vestido de portero de la época y con la camiseta de España enmarcada y colgada de la pared. “Nunca un solo hombre nos había unido tanto”, decía la voz en off, antes de pasear a Bonello por la Gran Vía en un descapotable, donde todo el país lo aclamaba y le inauguraban una calle con su nombre. Al final, el portero decía a cámara: “Amstel, la amistad sale de dentro”, en robótico castellano.
Con mala leche
Preguntado sobre el anuncio por un periodista del Malta Today a su regreso a casa, Bonello se pone a la defensiva. “Eres un poco maleducado, ¿no?”, le llega a decir cuando le pregunta cuánto ha cobrado por vender el orgullo patrio. En el artículo, Bonello defiende que el anuncio no pretende reírse del fútbol maltés ni hacer chanza del momento más duro de su historia. “No creo que sea un anuncio sarcástico. Simplemente es un anuncio de cerveza. Que el resultado fue humillante está claro. Es historia. Pero el mensaje es que los españoles estuvieron unidos en aquel partido. Quien piense que hacer ese anuncio es humillante simplemente es un ignorante. Me eligieron como deportista, no por ese partido”, llega a decir Bonello, muy posiblemente sin ruborizarse.
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Y el artículo es duro, de un periodista herido porque cree que Bonello se ha reído de un país que no se quiere, y define a Bonello como el “rey sin corona de los malteses que se autodesprecian”. Uno se puede imaginar al cronista, rojo de ira, aporreando el teclado y yéndose suavecito a casa después de volcarse en el ordenador.
Suponiendo que el Malta Today no debe de tener mucha competencia, da la sensación de que todo dios leyó aquello. Y eso tiene que doler. Más que 12 goles, apostaría.
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