jueves, 19 de agosto de 2010

Un león por cordero

Por Sopenilla
Cualquier pensador de la actualidad estaría de acuerdo conmigo. El grado de exposición pública en nuestra sociedad es más elevado que nunca. Lo curioso es que un alto porcentaje de la población de riesgo, lejos de canalizarlo en inspirar confianza, se empeña en convertirlo en un foco de sombras hacia su persona. Son los efectos no deseados de construir una figura a partir de grandes relatos. No hay receta más efectiva para la credibilidad que la transparencia. En el mundo en el que nos ha tocado vivir, esto es igual de válido para los políticos corruptos que para los futbolistas que van de tapados.

En los últimos tiempos, nos hemos acostumbrado a escuchar toda clase de historias a propósito de los León Sánchez. Primero fue el supuesto atentado sufrido a manos de ETA por el padre de familia. Después de que esto quedara suficientemente desmitificado en estas mismas páginas, no será necesario volver a insistir en ello. Sin embargo, ahora que el fichaje del tercero de sus vástagos por el Real Madrid ha servido como recurso argumentativo para justificar el supuesto cambio de modelo florentiniano, FNF se ve obligado otra vez a aclarar algunos puntos del guión.

El autoengaño es de suyo complaciente, para qué negarlo. Analizado en frío, suena hasta
romántico lo de tratar de poner cura a la fiebre galáctica a base de remedios tan caseros como la humildad y la superación. No se sabe si por lo exótico, pero la medicina tradicional también vende, aunque no sean camisetas. Da igual que eso implique tirar de chequera si a uno no le convence lo que guarda en el propio botiquín. Tampoco importa que el encargado de aplicar el tratamiento sea el galeno más mediático del momento. En su mano, seguro que hasta los genéricos más comunes se transforman en agua milagrosa.

Lástima que el star-system futbolero no siga estos patrones. De ser así, probablemente habría una mayor ratio de obreros del balón por equipo, ese colectivo de jugadores tan eficientes como limitados. Pero los dandis están a la vuelta de la esquina, con independencia de la calidad que atesoren o de la categoría y el club en que militen. Conste en acta que quien esto escribe no oposita al puesto de Jorge Valdano, ni tampoco pretende hacer un roto en el guante que Pedro León tiene en su pie derecho. Alguno dirá que somos suspicaces porque en FNF somos así, pero parece sospechoso como mínimo el que el muleño haya pasado por cuatro equipos distintos las últimas cuatro campañas.

Es verdad que esa trayectoria es la que permite explicar que, justamente, lo de Pedro León ha sido un ascenso meteórico a la par, incluso, que merecido. Pero no es menos cierto que esa
circunstancia ofrece igualmente una doble lectura. La que se esconde tras el descontento unánime y generalizado que ha ido dejando a su paso. La impresión del extremo entre las aficiones de Murcia, Levante y Valladolid así lo atestigua. Una imagen que será difícil que el tiempo borre y que es debida, en parte, al propio carácter del murciano.

De cabeza de ratón a borrarse el día D

Como sucede a menudo, armonizar talento y constancia no está al alcance de cualquiera. La intermitencia suele ser lo común cuando se cuenta con una disposición demasiado voluble. En este caso, las piernas no pesan cuando se trata de hacer una media bicicleta o poner un centro medido, pero empiezan a ser una losa cuando el míster de turno se empeña en que uno cambie el esmoquin por el pañuelo de albañil. Algo así como respetar el horario nocturno impuesto por tu padre cuando estás a punto de cumplir 18 años. Puede que vivir en la Castellana bajo la tutela de Mou entierre esos vicios ya que, hasta la fecha, no se ha visto a nadie que se haya resistido ante el de Setúbal. De este modo, quizá su aureola logre suavizar la tirantez juvenil en otro tiempo mostrada hacia Lucas Alcaraz y José Luis Mendilíbar.

Los roces con el granadino le hicieron exiliarse a orillas del Turia y recalar posteriormente en la ribera del Pisuerga. Para lo primero no hizo falta más que rechazar al mismo club que hoy le acoge. Lo segundo, la única incorporación acertada de Roberto Olabe tras su estancia en Zorrilla, sólo requirió mantener el 20% de sus derechos que él mismo posee. Una cláusula que Alfonso Serrano no estaba dispuesto a respetar y que acabó condenando a Carlos Suárez a rendir pleitesía ante ese advenedizo llamado Ángel Torres.

Tan pronto como los tres meses que bastaron para que Pedro pusiera a los blanquivioleta rondando los puestos europeos. En ese tiempo, Del Bosque ya había anotado su matrícula después de comparar en directo su rendimiento con el de Lafita. Casualmente por entonces, coincidiendo con una oferta del Getafe que duplicaba su sueldo, el muleño decidió meter en conserva el tarro de sus esencias. Un descenso no podía tirar por la borda el sustancioso pellizco a percibir en un hipotético traspaso. Así que simular una lesión, abandonando el campo al cuarto de hora de partido, cuando tu equipo se juega el descenso en la última jornada o negarse a comenzar la pretemporada eran algo más que bazas con las que marcarse un buen farol.

La realidad es terca y lo mostrado la temporada pasada en el conjunto azulón del sur de Madrid no ha distado de ser muy distinto de lo vivido un año antes en Pucela. Ni siquiera la empatía con Míchel, de quien ha heredado el gusto por ser un clásico jugador de banda, pudo aplacar los cantos de sirena emitidos desde el centro de la capital. Es posible que el tiempo de prueba para Pedro León haya acabado, aunque la exigencia implícita de títulos en Chamartín parezca indicar más bien lo contrario. En esto, como en todo, sólo el transcurrir de los días tiene la última palabra.

2 comentarios:

  1. La noche que supuestamente se borró en el campo del Betis, Pedro León llegó al bar de la celebración con muletas. Llevaba tiempo jodido. Más rigor, por favor. Yo estaba allí. Seguro que tú no.

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