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La semana pasada, el FC Barcelona tuvo a bien invitarnos -previo pago de 19 euros- a la llamada Camp Nou Experience. Detrás de tan pomposo nombre se esconde un billete que permite visitar el museo del Barça y el Camp Nou. Y qué quieren que les diga, pero este humilde redactor encontró la experiencia un puntito cutre.
Cuentan en Barcelona que el Camp Nou se llama así, campo nuevo, porque las autoridades franquistas se negaron a que le llamasen Joan Gamper. El fundador del Barça, por cierto, era en realidad Hans Kamper, un suizo que no puso un pie en Cataluña hasta los veinte años de edad.
Total, que el taxi se detiene a la puerta del estadio de fútbol, y a unos cien metros están las taquillas para entrar al que es, por número de visitantes, el tercer museo de España. Un grupo de estudiantes adolescentes franceses comía perritos calientes en un chiringuito azulgrana. Una familia asiática –no me la juego a precisar el país- salía con bolsas de la FCBotiga Megastore, la gigantesca tienda que preside el edificio anexo al Camp Nou. Después de hacer una cola rapidita y de aflojar un billetito azul, una pasarela elevada lleva hasta el estadio, donde se encuentra el museo.
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Hugo, Tamudo y una capilla
Al salir del museo uno entra en los pasillos bajo las gradas del estadio, y por un vomitorio se accede a la grada. Es hasta cierto punto injusto juzgar un estadio fuera de día de partido, un esqueleto de cemento armado sin corazón, pero también permite poner atención a detalles en los que uno jamás repararía en la antesala de un encuentro.
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Después el tour continúa bajando por una escalera con olor ocre hasta la sala de prensa, la zona mixta y el vestuario visitante. En este último unas pantallas van mostrando jugadores legendarios que se han cambiado en él. Chapeau a la elegancia del Barça, que reserva sitio no sólo a cracks indiscutibles como Van Basten, Shevchenko o Kahn, sino también a enemigos íntimos del Barcelona como Hugo Sánchez o Tamudo.
Saliendo de allí uno recorre el camino que hacen los futbolistas antes de cada partido, y al meterse en el túnel de vestuarios que desemboca en el césped, soprende encontrar a mano derecha una pequeña capilla, signo de tiempos pasados probablemente todavía popular entre los porteros de los equipos que visitan el Camp Nou.
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Al salir de allí, la sensación es que el Camp Nou es, paradójicamente, un estadio viejo. Si entrar en polémicas sobre Norman Foster sí, Norman Foster no, al estadio del FC Barcelona le hace falta un lavado de cara lo antes posible. Al fin y al cabo, todo escenario tiene que estar a la altura del espectáculo que en él se ofrece. Tweet
Solo calumnias y envidias es lo que veo en este articulo, ya que solo sacas lo malo de todo, sin contar muchas de las cosas buenas que tiene, el camp nou, no necesita un lavado de cara, lo especial del camp nou es como un vinilo cuando se escucha que suena bien con un disco aunke el aparato sea antiguo, el camp nou parece viejo pero le hace tener ese encanto que no pierde con los años, otros estadios se tienen k renovar el no pk con la gente k lo llenamos cada semana le damos esa renovacion k necesita, el mejor club del mundo tiene el mejor estadio pulido en obra de arte k no necesita renovacion solo euforia al encontrase en el y admirarlo tal y como fue concevido!
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