miércoles, 21 de octubre de 2009

Números para volver al Infierno


Por Sole Leyva
Mismo perro con distinto collar. El Atlético de Madrid de Abel nada ha mejorado al de Aguirre. El mismo sistema 4-4-2 ya agotado, la misma falta de ideas en la medular, la misma sensación de que Agüero y Forlán están cada vez más hartos de bajar a por la pelota al medio del campo, la falta de alternativas en el banquillo... y por sí parecía poco, la defensa, ya calamitosa la temporada pasada, fallona, endeble, ha empeorado su efectividad con esa estupidez de adelantarse casi hasta el medio del campo.

Sólo han hecho falta siete jornadas para que el Atlético encaje 17 goles (2,4 goles por partido). Como el equipo siga la media, se superará con creces los 41 goles que encajó el equipo para bajar al Infierno, en la temporada 1999/2000. Muchos en el Calderón ya desean que el equipo caiga en la Champions cuanto antes para centrarse en una Liga que se le ha puesto muy cuesta arriba. En el Calderón alguno ya se ha atrevido a volver a ponerse la camiseta de 'Yo estuve en el Infierno', paradigma de ese alma atlética tan maldita, tan maltrecha, tan acostumbrada a sufrir.

El arranque firmado por este Atlético sólo tiene parangón en el que se hizo en lejanas temporadas como la 42-43 o la 53-54. En aquellas ocasiones, sin embargo, se acabó en la mitad de la tabla. Desde la campaña 1953-54, el conjunto rojiblanco no había recibido tantos goles en las primeras siete jornadas de Liga y sólo en dos de sus 73 temporadas en Primera División, en 1935-36 y 1934-35, había recogido más veces el balón de su portería, 19, a estas alturas del torneo.

Ni el año del descenso los números eran tan malos como son esta temporada. Aquella campaña que condujo al equipo a Segunda División el conjunto sumaba en la jornada diez 14 puntos. Para igualar esas cifras el Atlético debería ganar sus encuentros de las próximas tres jornadas. ¿A quién? Al rocoso Mallorca, al resucitado Athletic y al Madrid de Kaká, Cristiano y compañía. Se antoja casi imposible vencer en los tres choques, sobre todo el del Real Madrid, al que no se bate desde la temporada 97/98 (3-1).

La empresa parece imposible porque a este Atleti ya se le acabaron las ideas. No juega al fútbol ni a nada parecido. La bola llega milagrosamente a los de arriba, que ya no son ni siquiera la sombra de los que fueron, quizás hastiados del mismo ritmo cansino, de las mismas imprecisiones de sus compañeros, de la misma sensación de vacío al acabar los partidos.

Simao, brillante la pasada campaña, ha comenzado irregular, Forlán suma desatino tras desatino, el 'Kun' anda descentrado entre su suegro y un importante bajón físico, Maxi debería haberse vendido este verano tras tres temporadas infames, sin un regate, sin apenas gol, sin apenas pases definitorios. Los cuatro están cansados entre tanta repesca y tanta selección. Ni la sangre nueva de Jurado y Cleber Santana, más participativos que antes de ser cedidos al Mallorca, ni un Reyes renovado, parecen ser suficientes para sacar de las tinieblas al equipo.

Buena parte de culpa la tiene el sistema defensivo. Fichar a Juanito con 33 años fue una locura, sobre todo si quieres que baje a defender como un veinteañero cuando, partido sí, partido también, un simple balón bombeado te hace pasarlas putas vuelta a tu área. Ujfalusi (31), Pablo (28), Pernía (32), Juanito (33), Perea (30) y Antonio López (28) suman una media de edad de 30,3 años. Una burrada, vamos. Y más para andar zascandileando cerca del centro del campo.

Abel dijo ayer que sería "un error" que le echaran. Un error mayor sería mantenerlo. Con Rainieri y Antic, mejores entrandores que el neófito toledano, se fue a Segunda un equipo más compensado que éste y que a estas alturas sumaba mejores números: Carlos Aguilera, Ayala, Bejbl, Rubio, Baraja, Chamot, Pablo García, Capdevila, Correa, Gamarra, Gaspar, Juanma, Pepe Domingo, Marcos Márquez, Gustavo, Hasselbaink, Hugo Leal, José Mari, Kiko, Lardín, López, Luque, Molina, Mena, Njegus, Pilipauskas, Paunovic, Roberto, Santi, Solari, Toni, Toni Giménez, Venturin y Valerón.

Ni eran tan malos aquellos, ni estos tampoco.

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