Por Halftown (desde Pekín)
Hoy por fin debuta Corea del Norte. Los más viejos del lugar todavía recuerdan su participación en el Mundial del 66 en Inglaterra, cuando todavía se estilaba el trofeo Jules Rimet. Entonces, Eusebio solito se bastó para remontarles un 3-0 en cuartos de final y devolverles de una patada a Pyonyang. Lo que menos gente sabe es que, cuatro años más tarde, la República Democrática de Corea fue expulsada de la fase clasificatoria para el Mundial de México por negarse a jugar contra Israel.
Y es que, en Corea del Norte, fútbol y política van de la mano. No como en EE. UU., donde Obama ve los partidos de la selección desde la Casa Blanca. Ni como en España, donde ZP se encomienda a San Vicente del Bosque para que nadie se entere de las medidas anti-crisis. Ni siquiera como en Francia, donde Sarko intenta distanciarse todo lo posible del nuevo desastre futbolístico que se avecina, mientras se hace fotos con Chabal y compañía, recientes campeones del Seis Naciones.
En Corea, según la crónica oficial, su Gran Líder, el mismísimo Kim Jong Il fue el responsable de la táctica que les llevó a la Copa del Mundo. Y eso que a Corea del Norte nunca llegó el PC Fútbol.
China, al rescate
Encuadrados en pleno grupo de la muerte, el Rooney coreano, Jong Tae-Se –que gimotea como una niña al escuchar el himno nacional norcoreano-, reconoce que un empate en cualquiera de los tres partidos les sabría a gloria. Quizá para subirles la moral, el gobierno chino ha decidido apoyar oficialmente al equipo norcoreano en su aventura sudafricana, y para ello ha mandado por DHL a un grupo de 1.000 fans profesionales, que se dedicarán a apoyar a Corea del Norte durante sus partidos.
El touroperador que maneja los viajes al Mundial en exclusiva para China, China Sports Industry Group, compró 1.000 entradas para China, y otras 1.000 para la República Democrática de Corea. A día de hoy, eso sí, sólo han vendido la mitad de los billetes, lejos de los 20.000 que colocaron cuando China hizo un ridículo espantoso –ninguna victoria, ningún gol a favor, nueve en contra- en el Mundial de 2002.
Y es que una semana de viaje a Sudáfrica le sale a los chinos por el equivalente a 8.000 euros. Para que se hagan una idea, el sueldo mensual de los trabajadores que ensamblan iPads es de 293 dólares al mes, y eso después del reciente aumento de salario en la fábrica FoxConn para evitar nuevos suicidios entre el personal.
La no clasificación china para el Mundial se anunciaba un duro golpe para el chiringuito de Blatter. Sin embargo, un estudio de Nielsen afirma que siete de cada diez chinos siguen el Mundial de Sudáfrica a través de CCTV5, la cadena estatal que compró los derechos para China, y que medio mundo utiliza para ver los partidos de gratis por Internet.
Eso significa que habrá unos 850 millones de chinos pegados a la tele, a pesar de las seis horas de diferencia con Sudáfrica. Si a primera vista no debería ser un problema para las oficinas (los partidos de las cuatro de la tarde, en Pekín son después de cenar), la realidad es que dos de cada tres chinos tienen pensado quedarse despiertos a ver algunos partidos, que acaban a las 4:30 de la madrugada hora local. Así que cuesta imaginarse un aumento de la productividad en las empresas chinas durante el mes de junio.
Sin embargo, en un país donde no se puede acceder a YouTube, Facebook, Twitter o Fútbol no es fútbol, el pueblo chino ha encontrado en la Copa del Mundo una razón para la resistencia pacífica contra su gobierno: el 45% de los chinos han decidido apoyar no a Corea del Norte, sino a Brasil. Aunque luego no puedan contárselo a nadie.
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martes, 15 de junio de 2010
China hace la ola al Kim Jong Il team
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