Por Halftown
Echando una vista a los últimos Mundiales, no hace falta ser Sherlock Holmes para darse cuenta de que, como en los Juegos Olímpicos, parece haber una regla no escrita sobre la rotación de continentes. La diferencia está en que, mientras en los JJ. OO. rota el organizador, en el torneo de la FIFA el que rota es el campeón.
Con Asia, Africa y Oceanía presentes para darle color y buen rollito al tema, desde que Argentina ganó su propia Copa del Mundo en 1978, los campeonatos se han repartido equitativamente entre Europa y América, uno tú y uno yo.
Según esa lógica, en 2010 le corresponde a América llevarse el trofeo a casa. Y América todos sabemos lo que quiere decir: Argentina o Brasil, tanto monta.
Hace un par de semanas, la revista Wired publicaba una boutade en forma de regresión que pretendía anticipar el desarrollo del Mundial. Daba como campeón a la canarinha en una final contra Serbia. Dado que cuesta imaginarse al Brasil de Dunga, Felipe Melo y Luis Fabiano llevándose el gato al agua –personalmente, prefiero ni pensarlo-, parece que Argentina puede tener más chance (que dirían ellos).
A pesar de haber dejado a Cambiasso y Zanetti en casa, a pesar de llevar a Bolatti y a pesar de la cantidad de los otros múltiples bandazos que ha dado su seleccionador, siguen estando arriba Messi, Agüero, Higuaín y Tévez. Cuesta recordar a una ristra de delanteros de un mismo país que acumulen más goles que esos cuatro. Parece que Argentina puede permitirse jugar como el Barça de Cruyff, a intercambiar golpes, y salir ganador.
El personaje por encima del futbolista
Precisamente estaba viendo el otro día el documental que hizo Kusturica sobre Maradona (hay momentos en que uno ya no sabe quién de los dos tiene el ego más por las nubes) y no dejaba de pensar en que jamás veremos un documental parecido sobre Leo Messi.
Que no se me entienda mal, Diego Armando me parece tan genial con el balón como cretino sin él. Messi, sobre el campo, creo que está –a falta de ganar un Mundial- más o menos al mismo nivel.
El problema es el personaje. Mientras Maradona tiene una vida que parece sacada de una novela – suburbio infame/talento precoz y extraordinario/revancha de Malvinas/líder de la Italia pobre/drogadicto/revolucionario de boquilla/showman/milagrosa resurrección-, Leo Messi tiene poca cosa.
Como machacan los medios españoles a cada nueva hazaña del 10 del Barça, en la biografía de Messi están su problema de crecimiento y la historia de la servilleta firmada por Charly Rexarch. Y ya está. Nunca una palabra más alta que otra, nunca una novia famosa, nunca una excentricidad propia de los genios. Ni siquiera Inda se molesta en inventarle un flirteo con Abramovich para desestabilizar al personal. Los dos justificaban el precio de la entrada. Maradona en cambio trasciende el balón, es un símbolo.
El Mundial de 2010 parece la ocasión de oro de Leo para igualar al futbolista que fue Diego Armando. Para eso, al revés de lo que ha parecido hasta ahora, el hoy seleccionador tendrá que ser lo suficientemente inteligente para entender que el triunfo sobre el campo de Messi no haría sino engordar el mito de Maradó.
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miércoles, 2 de junio de 2010
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TODO UN SEÑOR
ResponderEliminarNunca se le ha oído comentar nada en contra de nadie en sala de prensa, y siempre achaca sus partidazos a un buen juego colectivo (que también tiene razón en parte), cuando realmente muchas victorias del Barça se deben a sus golazos.