Por Nunn
"El país establecido por la voluntad del pueblo / abrazando las olas con gran fuerza. / Déjanos glorificar a esta Corea por siempre / ilimitadamente fuerte y rica".
Cuando Jong Tae Se, un chico nacido y criado en Japón, escucha la letra del himno de la República Popular Democrática de Corea no puede parar de llorar. No lo ha hecho sólo durante el Mundial: cada vez que se pone la camiseta de Corea del Norte no logra contener un sollozo desconsolado. En cambio, ninguno de sus compañeros suelta ni una lágrima.
Jong Tae Se es japonés. Además, de tercera generación. Aunque algunos medios españoles se han empeñado en afirmar que nunca ha pisado Corea del Norte (empíricamente imposible, ya que, al menos, ha jugado los partidos de clasificación para el Mundial en Pyongyang), es cierto que es un extranjero. Pero extraño: nacido en Japón, estudió en una escuela y una universidad controladas por Corea del Norte en suelo japonés.
¿Estalinista con Hummer?
Se educó en el culto al líder Kim Jong Il con un iPod en el bolsillo. Mamó el estalinismo pudiendo comprarse un Hummer. Pero al margen de la evidente contradicción del delantero, es imposible rebatir su patriotismo hacia una nación con la que mantiene una relación casi mística.
Su madre, norconeana de corazón, vive en un país que no reconoce a su patria, con la que no mantiene relaciones diplomáticas. Ya que ella no podía somatizar tal contradicción, trató de hacer a su hijo un perfecto soldado estalinista, con una férrea educación norcoreana en la tierra del consumismo.
La colonia de norcoreanos a la que pertenece la familia del jugador se llama Chongryon, y se estableció en suelo nipón durante la ocupación japonesa de Corea, de 1910 hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial. Cuando, al acabar la IIWW, Japón se marchó de la península y el país se dividió en dos, muchos Chongryon no regresaron, pero mantuvieron el contacto y apoyaron el gobierno comunista surgido del control soviético del Norte.
Estalinistas con tragaperras
Hoy, la colonia, a la que pertenece Jong controla buena parte del negocio del juego en Japón, al estilo de los nativos norteamericanos en los Estados Unidos. Así, cuando al delantero le llegó la hora de representar a un país, Japón, Corea del Sur y la República Popular quisieron contar con él. El chico lo tenía claro: su sueño siempre fue honrar a su madre y llevar orgulloso la bandera estrellada del que considera su país.
Unas gestiones diplomáticas le facilitaron un pasaporte norcoreano y la FIFA, ese organismo que tiene en su seno más federaciones que países reconoce la ONU, dijo que sí, que el chico podía jugar. En un Campeonato de Asia Oriental de 2007 debutó el joven: ocho goles en los dos primeros partidos. En su quinto encuentro internacional, golito a Japón; en el sexto, otro a Corea del Sur.
Sus lágrimas en el himno parecen encarnar las del desarraigo de su madre y las de muchos coreanos, del norte y del sur, que siguen combatiendo por una identidad en un país que sigue oficialmente en guerra. Eso sí: supongo que cuando le da la morriña, Jong Tae Se enciende el iPod y lo mismo se le pasa. Tweet
... y por lo visto es el único jugador autorizado a llevar una consola a la concentración. Nintendo para más inri, por lo visto.
ResponderEliminarCojonudo el artículo.