miércoles, 18 de mayo de 2011

El final del carnaval chicharrero

Por Sopenilla
Corría el 20 de junio de 1986 cuando Javier Pérez accedió a la presidencia del C. D. Tenerife. Por aquel tiempo, el cuadro chicharrero vagaba en el destierro de la 2ªB arrastrando consigo una deuda superior a los 300 millones de las antiguas pesetas. En medio de tanta penuria, la llegada de Pérez significó un antes y un después. Con él al mando, el club empezaría a asomar la cabeza por encima del pozo. A la conclusión de la siguiente campaña, se produjo el ascenso a 2ª; y, sólo dos años más tarde, el salto a la máxima categoría.

A partir de ese momento, los blanquiazules inauguraron una etapa dorada que, con los altibajos propios de un equipo ‘ascensor’, se prolongaría por espacio de casi un cuarto de siglo. En el resumen de esos 25 años destacan, sin duda, las dos ligas que los de Santa Cruz le birlaron a última hora a un Madrid que languidecía en las manos de Ramón Mendoza. Sin solución de continuidad, y en apenas doce meses, el Heliodoro Rodríguez López fue escenario hasta en dos ocasiones de cómo los blancos se quedaban sin título, para regocijo culé, y los locales lograban la clasificación europea.

Ya no sabéis cómo jodernos

Asomaban por entonces los noventa. Del recuerdo de aquellas dos tardes aún perdura el contraste entre una Quinta del Buitre completamente de vuelta, tras alcanzar su cénit con J. B. Toshack y verse incapaz de alzar la Copa de Europa, y un Tenerife que pujaba por figurar entre los grandes de la liga a base de sobar la pelota. Quizá por ello todavía rechina el despeje suicida de Ricardo Rocha hacia la escuadra de su propia portería o el particular lloriqueo ‘mourinhista’ de Fernando Hierro ante Celino Gracia Redondo, con un lacónico “ya no sabéis cómo jodernos” digno del mejor ‘villarato’.

Los más susceptibles, sin embargo, redujeron la hazaña tinerfeñista al envío de unos cuantos maletines desde la Ciudad Condal. Otros, por su parte, prefirieron asimilar la identificación con el Barça de Cruyff como el fruto de haber copiado su estilo de juego. El caso es que, después de dejarse dos títulos en las islas, en Chamartín optaron por incorporar a los culpables de que el Tete tratara de hablar en el campo según el dictado del Dream Team.

Aparte de traer a un imberbe Fernando Redondo –que saldría escaldado de un bis a bis con el Maradona sevillista–, el tándem Valdano-Cappa había marcado con su sello a un equipo que pronto se hizo reconocible no sólo a lo largo de la península, sino por toda Europa. En sus primeras andaduras continentales, sucumbieron a su paso Auxerre, Olimpiakos o Juventus. Los cimientos estaban tan bien asentados que un atípico alemán como Jupp Heynckes llevaría al conjunto insular a bordear una final de UEFA. El idilio lo deshizo el Schalke 04, pero por el camino quedaron noches mágicas como la de la remontada en casa ante la Lazio (5-3).

Seis millones por seis goles

Visto en perspectiva, da la impresión de que el proyecto de Javier Pérez murió de éxito en aquella eliminatoria. A tenor de los resultados cosechados, al menos, no cabe duda de que el club tocó techo a mitad de década. Lo cual induce a creer que, detrás de una plantilla competitiva –cuerpo técnico incluido– y un patrón de juego claro, no había una estructura sólida.

Aplicada a las categorías inferiores, la hipótesis cobra fuerza. En este punto, la mirada respecto a su rival del archipiélago vecino no resiste la comparativa. Al lado de los canteranos ‘amarillos’, que han convertido a Arguineguín en lugar de peregrinaje de ojeadores y secretarios técnicos, los ‘chicharreros’ no han pasado de ser promesas inacabadas. A día de hoy, Iriome ocupa el último puesto de una lista en la que, al ritmo que va, está a punto de ingresar Ricardo León.

Así que, mientras el disfraz de los fichajes (véase Roy Makaay) sirvió para ir revistiendo año a año las debilidades del equipo, los días de carnaval pudieron prolongarse. Si bien, un movimiento en falso en este sentido podía acabar enterrando la sardina a la mínima que surgiese un revés deportivo. Tras diez años en la elite, éste llegó en 1999. Unos meses antes se habían incorporado renaldinhos tales como Domingos Paciencia y Ferdi Vierklau. El traspaso del portugués, que aspira hoy a arrebatar la Europa League a Villas Boas, exigió seis millones a cambio de seis goles en 50 partidos.

La vuelta a 2ª fue el presagio de un cambio de tendencia. De coquetear con los puestos europeos a familiarizarse con el vaivén del ascenso y la permanencia. Por momentos, la elección de entrenador –caso de Rafa Benítez e, incluso, José Luis Oltra– pareció servir para desandar lo andado. Nada más lejos de la realidad, ya que los retornos esporádicos a 1ª en 2001 –empatado a puntos con el Atlético– y 2009 no tuvieron la continuidad deseada.

Sálvese quien pueda

Metido en esta dinámica, el punto de inflexión definitivo vino marcado por la creación en 2006 de la entidad mercantil ‘Tenerife Inversiones y Proyectos Deportivos’, más conocida como la “Promotora del Tenerife”. Sumido en una deuda de más de 42 millones de euros, el gobierno canario pensó que la vía de reflotamiento pasaba por la especulación inmobiliaria. Dicho y hecho. Paulino Rivero reclutó a un grupo de empresarios, comandados por Amid Achi –un inmigrante sirio que vino a estudiar Medicina en los ’70 y acabó de presidente del grupo de almacenes ‘Número1’–, y les convenció de la oportunidad de donar el 50% de los beneficios a las arcas del club.

Sin entrar en pormenores de la operación de rescate financiero, bastará señalar que la simbiosis ha cristalizado el pasado mes de abril en una fusión de la que no sabe a ciencia cierta cuál de las dos sociedades ha absorbido a la otra. Lo que sí parece más evidente es que, durante todo este tiempo, la Promotora ha orientado su actuación hacia una parcela aledaña a la Ciudad Deportiva de 30.000 metros cuadrados. Según fuentes oficiales, la venta de una parte de esos terrenos habría ayudado a amortizar la deuda evitando, de este modo, la desaparición del club.

Fuese o no cierto este riesgo, algunos no han dudado en interpretar la austeridad de Miguel Concepción –el hombre que Achi puso al frente del club– como una garantía de buena praxis por parte de la Promotora. En teoría, frente a la tentación de volver a endeudarse, esa política es la que habría prevalecido tras el último ascenso a 1ª. Una creencia ampliamente extendida entre los aficionados, que justifican el consiguiente retorno a 2ª por la falta de inversión.

No obstante, y dejando a un lado las cuentas de la Promotora, las fichas de algunos jugadores franquicia como Marc Bertrán –quien, pese a las ofertas, no quiso abandonar la isla– permiten sospechar más bien lo contrario. Casualmente, el catalán finaliza contrato en junio y nadie es tan iluso como para creer que no abandonará el barco renovando a la baja.

A medida que ha ido avanzando la presente temporada, esta disyuntiva fue agrietando el vestuario. La división interna entre los que apalabraron su salida con antelación y los que decidieron seguir tirando del carro se llevó por delante cuatro entrenadores y un director deportivo. A estas horas, cuando el regreso a la 2ªB es un hecho consumado, el recién llegado director deportivo Juanjo Lorenzo trata de despejar las incógnitas sobre el futuro de todos los jugadores en nómina. Por lo demostrado el sábado ante sus paisanos, parece que no se quedará solo.

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