martes, 17 de mayo de 2011

Iván De la Peña: balance de un hype (II)

Por Halftown
Iván debutó por fin con los mayores en la primera jornada de la 95-96. El Barça las estaba pasando putas en Zorrilla, y Cruyff decidió darle minutos. Bajo la atenta mirada de su padre Agustín, De la Peña participó en el primer gol y marcó el segundo. Cruyff calmó los ánimos del personal señalando que para que brillase De la Peña, tenía que haber jugadores como Popescu que hiciesen el trabajo sucio.

Al final, Iván fue junto a Figo lo único rescatable de una pésima temporada en la que el Barça acabó tercero, por detrás de Atlético y Valencia. Cruyff saltó por los aires un 19 de mayo, con la temporada a punto de acabar. Su sustituto fue el inglés Bobby Robson, un tipo con más mano izquierda pero menos personalidad que Cruyff, que acabó claudicando a la voluntad general –incluida la del nuevo crack azulgrana, Ronaldo- y tuvo que poner a De la Peña sobre el césped.

El media punta cántabro venía de fracasar junto a su amigo Raúl en los Juegos de Atlanta, donde Clemente le dejó sistemáticamente en el banquillo mientras le ponía verde en la prensa porque no defendía. Meses después, el de Barakaldo haría debutar a Raúl con la selección absoluta. De la Peña no debutaría hasta muchos años más tarde, mucho después de la marcha de Clemente.

El Barça de Robson se sostuvo en pie a base de genialidades de Ronaldo, muchas veces servido por De la Peña. Sería la segunda y última gran temporada del Pequeño Buda en el Camp Nou: cuando Van Gaal aterrizó y Ronaldo se quitó de en medio, Iván perdió su razón de ser. Capello le alababa, Valdano le deseaba, e incluso Samaranch se lo recomendó a Agnelli para la Juve. Pero De la Peña era un borrón en la libreta del holandés, y su condición de símbolo para prensa y afición fue utilizada por Van Gaal para hacer una exhibición de autoridad al sentarle en el banquillo. Los títulos dieron la razón al holandés, y De la Peña fue vendido a precio de oro a la Lazio de Sergio Cragnotti.

A los 26 en el paro, a los 28 internacional

La aventura romana se le dio mal a De la Peña: las lesiones le sacaron del once, y después Sven Goran Ericksson le consideró incompatible con el intocable Mancini, de quien se decía que hacía las alineaciones al sueco. El equipo carburaba y ya saben aquello de que squadra che funziona non si tocca. El caso es que un año después, Iván estaba cedido otra vez al borde del Mediterráneo, esta vez en Marsella. Un equipo grande en una liga de segunda fila. El escenario idílico para reencontrarse con su futbol. Pero no: De la Peña volvió a caer en un equipo resacoso, en este caso después del escándalo de compra de partidos que dio con el club en segunda, y por si fuera poco se rompió el peroné al poco de empezar la temporada. Así fue como Lo Pelat sumó su segundo fracaso consecutivo fuera de casa.

Por ello fue por lo que pidió volver a casa, allí donde seguía siendo una promesa, donde cien mil gargantas coreaban cada uno de sus pases. Incluso renunció a la mitad de su ficha, unos 300 millones de pesetas. Lamentablemente para él, Iván se encontró con el primer proyecto de Joan Gaspart, y el Barça acabó haciendo una temporada ridícula en la que Lo Pelat rascó poca bola. La afición, en cambio, seguía con él, dejando claro que su rollo con De la Peña iba mucho más allá de lo racional. A su favor corrieron los petardazos de proporciones épicas que pegaron el resto de fichajes de la temporada: Gerard, Overmars, Alfonso, Petit… nombres que todavía hoy, diez años después, provocan escalofríos al aficionado blaugrana. Iván se puso la camiseta azulgrana por última vez el mismo día que Guardiola decía adiós al Camp Nou. Los dos volverían, cada uno bajo su propia circunstancia.

Después de otra temporada en blanco en la Lazio, el que un día fue aclamado como nuevo mesías del futbol mundial llevaba cuatro temporadas sin dar señales de vida. Cragnotti le dijo arrivederci, y el jugador se encontró en el paro con 26 años y padre de un niño llamado Iván. Libre para negociar su próximo contrato, la insistencia de Valdano y la lógica mercantilista que rige las acciones de Florentino Pérez –y el in your face que supondría para el barcelonismo- hicieron que el Madrid se plantease su fichaje.

Brillante perico

Al final su destino fue el Espanyol, donde por fin se sintió indispensable y nadie le exigía otra cosa que facilitar los goles a otro Raúl, Tamudo. Su fútbol no había evolucionado, como si no hubiese sacado aprendizaje alguno de sus múltiples fracasos. Sin embargo, en el Espanyol su juego por fin marcaba las diferencias; ya defendería alguien por él. Incluso Javi Clemente organizó el equipo en torno a él. Como premio a su buen papel, Luis Aragonés le hizo ponerse la camiseta de España en 2005, casi una década después del debut de su amigo Raúl.

Cuando por fin brillaba la estrella de Lo Pelat, las lesiones la han extinguido. Ni siquiera el tratamiento a base de placenta de yegua que se hizo en Belgrado le sirvió de nada. Este año no ha podido jugar más que media hora contra el Villarreal. Para el recuerdo deja una Copa del Rey y un par de partidos brillantes en el Camp Nou vestido de perico.

En el momento del adiós, ¿qué queda de Iván De la Peña? Fue el bajito original, el jugador que sirvió de inspiración a los Xavi, Iniesta y compañía que vendrían después. Por mucho que en Barcelona su calidad sea motivo de consenso entre culés y pericos, con Lo Pelat queda el regusto de lo que pudo ser y no fue. De un chaval que siendo adolescente tenía el mejor último pase del mundo (nada menos y nada más), y se pasó su carrera viviendo de él. Jamás entendió eso que sus herederos comprenderían muy bien: que a veces el camino más rápido al gol no es una línea recta.

Al final Cruyff tenía razón: De la Peña era joven, pero no estaba lo bastante preparado.

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