martes, 31 de mayo de 2011

Piratas del Caribe 5: El Trono de la FIFA (I)

Por snedecor
- Oye, Sepp, mira, es que tu rival Bin Hammam tenía pensado organizar una reunión con los presidentes de las federaciones caribeñas para comentarles un poco por encima su proyecto y bueno, ya sabes cómo son estas cosas, a lo mejor les ofrece algún dinerillo… Unos 40.000 dólares o así, pero para cubrir sus gastos, no es para que luego le voten ni nada de eso, ¿eh? ¿Qué te parece?
- Hmmm… no sé, Jack, no lo acabo de ver claro… Dar dinero así sin más… Ya sabes que yo no lo haría (otra vez), pero… Oye, ¿y si te mando unos portátiles y unos proyectores para que se los regales a esa pobre gente del Caribe y os quede una reunión chula, chula? ¿Sí? Vale, cuenta con ellos… Ah, y gracias por avisar. No, tranquilo, no diré nada, todo correcto.

Esta es una conversación inventada entre Jack Warner, presidente de la CONCACAF, y Sepp Blatter, pero cualquier parecido con la realidad es algo más que una mera coincidencia. Porque, según se desprende del último dictamen del Comité Ético de la FIFA, algo así ocurrió unos días antes del 10 de mayo, fecha elegida por el ya ex-candidato a la presidencia del máximo organismo del fútbol mundial Mohammed Bin Hammam para reunirse con los representantes caribeños con derecho a voto en las elecciones que deberían celebrarse este miércoles en Ginebra, y que ahora verán la reelección del único candidato, Joseph Blatter. Conociendo los precedentes de los implicados, no me extrañaría que la llamada de Warner tuviera como objetivo iniciar una subasta por los votos caribeños. Blatter, sin embargo, ha demostrado ser un poco más listo, y de un plumazo se ha quitado de encima a su rival para estas votaciones, el qatarí Bin Hammam, y al miembro más polémico del Comité Ejecutivo, el trinitense Warner. Jugada redonda para el presidente de la FIFA. Sin embargo, hay tanta oscuridad en lo que ha ocurrido que no deberíamos descartar que las sombras acabaran engullendo también al propio Blatter, porque el proceso sigue abierto.

Es difícil decir dónde y cuándo comienza todo. Probablemente tendríamos que remontarnos al principio de los tiempos FIFA, o al menos al Congreso de París en 1998 en el que Blatter accedió a la presidencia. El entonces Secretario General del organismo luchaba contra el presidente de la UEFA, Lennart Johansson, para suceder al anciano Joao Havelange. Johansson se perfilaba como ganador gracias, entre otras cosas, al apoyo de la Confederación Africana, que había anunciado que votaría en bloque por el sueco, pero algo ocurrió en el último momento y varios presidentes de federaciones africanas decidieron saltarse el acuerdo y votar por Blatter. El suizo ganó ajustadamente, 111 votos contra 80, y con las sospechas de que al menos 18 federaciones africanas habían cambiado su voto a última hora merced a suculentas ofertas económicas del entorno de Blatter. Las acusaciones se hicieron públicas en 2002, justo antes de otras elecciones, y vinieron por parte de un vicepresidente de la Confederación Africana, cuyo presidente Issa Hayatou se presentaba entonces como rival de Blatter (o sea que el interés por perjudicar a Blatter era más que evidente), pero el suizo ganó cómodamente esa votación de 2002 y luego salió absuelto por falta de pruebas. Traigo esto a colación para mostrar que los rumores sobre compra de votos no son algo novedoso en el mundo FIFA, sino más bien al contrario.

Este año el proceso electoral venía marcado por la elección de las sedes mundialistas de 2018 y (sobre todo) 2022. Desde Inglaterra, parte implicada, se ha seguido con lupa esa carrera y no han faltado las acusaciones más o menos veladas de corrupción al más alto nivel en el seno de la FIFA. Recordemos que ya antes de esas votaciones del Comité Ejecutivo, la prensa británica cazó a dos de sus miembros por medio de una cámara oculta. Los sobornados fueron suspendidos, pero quedó la duda de cuántos más hubieran caído, y sobre todo la de cuántos habrían hecho lo mismo pero de verdad, recibiendo dinero de los candidatos reales. La elección de Qatar como sede del Mundial 2022 hizo que creciera la indignación inglesa y, aunque no se organizó ninguna acampada, sí montaron una comisión de investigación en el Parlamento en la que el presidente de la FA y otros miembros de la candidatura al mundial 2018 destaparon muchas vergüenzas de varios dirigentes de la FIFA. Sin más consecuencias, por supuesto.

Hace algo más de un año, Mohammed Bin Hammam, presidente de la Confederación Asiática de Fútbol y principal valedor dentro del Comité Ejecutivo FIFA de la exitosa candidatura qatarí, manifestó su intención de volcarse en la organización del Mundial 2022 y olvidar sus pretensiones de optar a la presidencia de la FIFA en 2011 si su país conseguía la cita mundialista. Como sabemos, Qatar se hizo con esa organización (en Inglaterra dicen que pagando, y en parte tal vez gracias a esa promesa de no concurrencia), pero una vez alcanzado el objetivo Bin Hammam se desdijo y anunció su candidatura. Desde ese momento la maquinaria electoral se puso en marcha. Había que convencer a las 202 federaciones con derecho a voto y la irrupción en la carrera presidencial, medio en serio medio en broma, del periodista estadounidense Grant Wahl nos sirvió para conocer un poco mejor los entresijos de esa descarnada batalla: sigilosos y anónimos intermediarios, ofertas y promesas de todo tipo (también económicas), y sobre todo miedo, mucho miedo, a enfrentarse al poder establecido.

En Sports Illustrated, publicación que merece algo más que un vistazo a su especial de bañadores, Wahl nos relató una auténtica película de intriga en la que lo único que quedaba claro es que los hilos del fútbol se mueven muy lejos de los campos, pero siempre dentro de “la familia”, entre esos “honraos” dirigentes que decía Villar y que no parecen más que aviesos piratas. Alguno hasta es del Caribe.

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