Por snedecor
Mucho ha llovido desde que, allá por 1983, el Palencia se quedara a las puertas de un histórico ascenso a Primera. Entrenado por Luis Costa, el club morado acabó quinto en Segunda, a 3 míseros puntos de la gloria. La temporada siguiente descendería; desde entonces no ha vuelto a pisar la división de plata. Años vagando por Segunda B y Tercera, empresarios desafortunados, otros sin fortuna y alguno más que simplemente buscaba la suya han llevado al club (como a tantos otros) al borde del colapso.
La temporada pasada vino a ser el compendio perfecto: en el campo se rozaron los puestos de play-off de ascenso a Segunda, mientras que en los despachos un cambio de presidencia abría la caja de los truenos (porque la del dinero se la encontraron vacía). Los impagos y una importante deuda con Hacienda colocaron al Palencia al filo del abismo, y al final el club se salvó del descenso administrativo con el tiempo cumplido: el 30 de junio su nombre se incluyó en la primera lista de descendidos por impagos a jugadores, aunque al día siguiente la RFEF rectificó su decisión al comprobarse la validez de un pagaré presentado sobre la bocina.
Aquella salvación vino de una inesperada unión de antiguos enemigos que tuvo como segundo efecto la dimisión del presidente recién aterrizado. Pero por si faltaban elementos que sumar al esperpento, en aquella convulsa primera semana de julio el Porsche del mandatario saliente, Ignacio De Fuentes, apareció calcinado en su garaje: el principal sospechoso, actualmente imputado, es su antecesor en el cargo, Alberto Villegas. Villegas también está denunciado por el club por apropiación indebida, estafa y falsedad documental, delitos presuntamente cometidos durante sus turbios años de presidencia.
Más allá de incidentes cuasi mafiosos, la vida del Palencia no es precisamente bella. La deuda total ronda el millón y medio de euros (en buena parte generados por el “olvido” de Villegas, que no presentó las declaraciones de IVA durante tres ejercicios), la transformación en SAD está paralizada, el equipo bordea los puestos de descenso a Tercera y a finales de noviembre los jugadores de la primera plantilla anunciaron que no regresarían a Palencia tras el parón navideño si no se les pagaba al menos un mes de los 3 que ya se les adeudaban. Con semejante panorama, no hace ni un mes el futuro pintaba más negro que morado.
Pero aún no era demasiado tarde. Vehemente y carismático, el nuevo presidente (el cuarto en un año), Chema “Maturana” Torres es, por lo menos, un hombre de fútbol que lleva toda la vida en los banquillos y despachos del balompié provincial, y que nada más entrar en septiembre puso 200.000 euros para atender los pagos más urgentes. Nadie duda de que su único interés sea salvar al club, y quizá por eso (y por lo dramático de la situación) ha logrado aglutinar en torno a su figura a la masa social del Palencia, últimamente demasiado dividida.
Telemaratón y ayuda divina
Desde el club apuntan que con medio millón de euros podrían ir salvando los principales escollos económicos a los que se enfrentan a corto plazo. Y a falta de un mecenas que ponga dinero a espuertas (Iniesta sólo hay uno y es de Albacete), la nueva directiva ha optado por rogar esfuerzos extras a los socios (“si los 2.000 socios pusieran otros 100 euros cada uno…”) y por organizar una especie de telemaratón a partir de los contactos futbolísticos del club. El pasado miércoles se celebró una cena de apoyo a 30 euros el cubierto, rematada con una subasta benéfica. A través de Sergio Asenjo (único palentino en Primera) llegaron diversos camisetas firmadas del Atlético de Madrid, entre ellas la de Radamel Falcao. Aitor Karanka, con raíces familiares en la provincia castellana, medió para que el club merengue cediera un balón firmado por toda la plantilla y las camisetas autografiadas de Cristiano, Kaká y Casillas. El míster Ramón Calderé movió sus hilos en Barcelona para obtener la camiseta de Messi (que él mismo se acabó adjudicando por 1.150 euros) y las botas y camisetas de entrenamiento de Pep Guardiola. Jugadores como Azpilicueta, De la Bella, Aduriz, Fernando Llorente, Sergio García, Crusat o Negredo donaron sus zamarras y borceguíes, y también colaboraron equipos como el Deportivo de La Coruña u Osasuna, amén de otros deportistas y artistas locales. Incluso el flamante marido de la Duquesa de Alba, palentino de nacimiento, ofreció unos gemelos y un espejo de su amada para la subasta; por razones que se me escapan, nadie pujó por ellos.
También hubo donaciones en metálico: el legendario Isacio Calleja, campeón de Europa en 1964, puso 1.000 euros a fondo perdido. En total, algo más de 16.500 euros recaudados que podrían aumentar cuando se le dé salida a los objetos que quedaron desiertos y a otros que se espera que sigan llegando, como la camiseta del Kun Agüero. Conciertos, partidos amistosos (Depor y Athletic parecen dispuestos a jugar un triangular), sablazos a antiguos amigos y compañeros (Calderé ha pedido un generoso donativo a Sandro Rosell), solicitudes de créditos por medio de intermediarios… la directiva se aferra a todo aquello que pueda suponer un ingreso extra para, al menos, impedir la desbandada de los futbolistas. Y de momento se ha salvado el primer match-ball: gracias a la cena y a otras pequeñas aportaciones de capital privado, los jugadores han cobrado una de las nóminas atrasadas y, en principio, volverán a los entrenamientos el día 28.
Eso sí, en caso de llegar a las últimas consecuencias, una desaparición de la que de momento nadie quiere oír hablar, al Palencia siempre le quedará la opción de encomendarse a Cristo para ser resucitado. Más concretamente, al Cristo Atlético, histórico club de la ciudad del que ya se aprovechó el Palencia C.F. a finales de los ochenta para ser refundado. Entonces jugaba en Tercera y se llamaba Cristo Olímpico, y la coletilla C.O. acompañó al nombre del nuevo C.F. Palencia durante 10 años. Hoy el Cristo vuelve a estar en mitad de tabla del grupo VIII de Tercera División y hace unas semanas sus directivos recibían la visita del presidente del Palencia para tantear las opciones de colaboración. Como el símbolo de la ciudad, la imponente escultura de Victorio Macho que le da nombre (y a cuyos pies disputa sus partidos), este club de barrio humilde siempre parece dispuesto a acoger a los más necesitados. Sobre todo si visten de púrpura.
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miércoles, 21 de diciembre de 2011
Pasandolas moradas
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lunes, 12 de diciembre de 2011
Los ultras de plaza Tahrir
Por Sopenilla
En la grada serán rivales, pero la calle los ha colocado detrás de la misma valla. El pasado mes de enero hicieron frente común para derrocar a Hosni Mubarak. Hace unas semanas, la plaza Tahir volvió a ser escenario de la unión de sus fuerzas. En esta ocasión, con Egipto en pleno proceso constituyente, se trataba de dar apoyo logístico a una simple sentada. Mientras los Hermanos Musulmanes se posicionaban al acecho del poder tras la primera vuelta de las elecciones, los ultras de Zamalek y Al Ah-ly –los dos equipos representativos de El Cairo– reiteraron su oposición a los antidisturbios del Central Security Forces (CSF), el aparato policial que ostenta el control efectivo del país durante la interinidad.
Experimentados en el arte de la guerra urbana, tanto los “White Knights” como los “Ahlawy” y “Ahly Lovers Union” replicaron a la violencia policial con su habilidad en el manejo de piedras y cócteles molotov. Una táctica habitual entre manifestantes cuando la porra es la única opción para dispersarlos. Lástima que, como ya sucediera a comienzos de año, ambas propuestas quedasen en entredicho por la existencia de víctimas mortales. Daños colaterales que, lejos de cuestionar la respuesta de los ultras, no han hecho otra cosa que acrecentar su prestigio entre la gente de a pie. Sobre todo, entre esa clase media incapaz de traer la democracia por la vía de la reforma.
Tampoco es plan de identificar esta parafernalia típica del hooliganismo como el resultado de una acción revolucionaria. Ni los ultras son la vanguardia del proletariado, ni representan la avanzadilla de los indignados árabes. Legitimados por la suspensión de funciones del Estado de Derecho, se han limitado a interpretar el papel de salvadores de la patria. Como reconociese uno de sus líderes a la cadena de televisión Al-Jazeera, “somos el perro guardián de la verdad. Cualquier injusticia que descubrimos, dentro del país o en cualquier lugar, nos lleva a levantarnos para luchar por lo que es justo”.
Consenso ultra por la patria
Con todo, este modo de preservar las garantías constitucionales ha tenido sus efectos positivos. Es probable que a un demócrata de toda la vida le desconcierte, pero fuera de Occidente las cosas son así. Quien no quiera hacer un acto de fe sobre la rectitud de intención de los ultras, que eche un vistazo a sus obras. En los albores de la primavera, ellos fueron los encargados de velar por el orden público, acordonando los museos de la capital para evitar posibles saqueos y pillajes.
Aunque, sin duda, lo más meritorio de su actuación ha sido ver cómo unos y otros grupos han zanjado las diferencias seculares que hasta la fecha habían marcado la idiosincrasia de sus respectivos clubes. Al contrario que en la fachada europea, donde la dicotomía política entre derecha e izquierda está a la orden del día, Zamalek y Al Ah-ly justifican su rivalidad en virtud de su propia historia. Mientras éste último, cuyo nombre conserva reminiscencias del nacionalismo descolonizador, se configuró como el equipo del pueblo; el primero halló su masa social en las clases acomodadas más receptivas a la metrópoli.
Este distinto origen explica que las simpatías por el Al-Ahly hayan proliferado tradicionalmente a lo largo del continente africano. Quizá por eso el derbi de El Cairo tendía a disputarse en campo neutral y bajo arbitraje extranjero. Si bien, como señala Carlos Vinyas en su blog, la trayectoria deportiva más reciente del Zamalek, en franco declive las últimas temporadas, ha provocado que el foco de animosidad de sus vecinos se haya redirigido hacia el Ismaily Sporting Club, el tercer aspirante en discordia al título de liga.
Ahora que el ejemplo egipcio está a la vuelta de la esquina, sólo resta que el 15M, a instancias de sus homólogos del norte de África, encuentre una causa que seduzca por igual a los radicales de nuestro país. En FNF no nos atrevemos a decir qué serviría de elemento catalizador. En el otro extremo mediterráneo, 5 millones de parados no parecen razón suficiente para buscar un consenso. Quién sabe si la liga y sus horarios harían esa función. Seguro que, llegado el caso, Fossa Garrafoni y Ultravioletas –por citar dos facciones antagónicas que arropan a un mismo equipo– serían capaces de no perseguirse con tal de someter a Roures. Tweet
En la grada serán rivales, pero la calle los ha colocado detrás de la misma valla. El pasado mes de enero hicieron frente común para derrocar a Hosni Mubarak. Hace unas semanas, la plaza Tahir volvió a ser escenario de la unión de sus fuerzas. En esta ocasión, con Egipto en pleno proceso constituyente, se trataba de dar apoyo logístico a una simple sentada. Mientras los Hermanos Musulmanes se posicionaban al acecho del poder tras la primera vuelta de las elecciones, los ultras de Zamalek y Al Ah-ly –los dos equipos representativos de El Cairo– reiteraron su oposición a los antidisturbios del Central Security Forces (CSF), el aparato policial que ostenta el control efectivo del país durante la interinidad.
Experimentados en el arte de la guerra urbana, tanto los “White Knights” como los “Ahlawy” y “Ahly Lovers Union” replicaron a la violencia policial con su habilidad en el manejo de piedras y cócteles molotov. Una táctica habitual entre manifestantes cuando la porra es la única opción para dispersarlos. Lástima que, como ya sucediera a comienzos de año, ambas propuestas quedasen en entredicho por la existencia de víctimas mortales. Daños colaterales que, lejos de cuestionar la respuesta de los ultras, no han hecho otra cosa que acrecentar su prestigio entre la gente de a pie. Sobre todo, entre esa clase media incapaz de traer la democracia por la vía de la reforma.
Tampoco es plan de identificar esta parafernalia típica del hooliganismo como el resultado de una acción revolucionaria. Ni los ultras son la vanguardia del proletariado, ni representan la avanzadilla de los indignados árabes. Legitimados por la suspensión de funciones del Estado de Derecho, se han limitado a interpretar el papel de salvadores de la patria. Como reconociese uno de sus líderes a la cadena de televisión Al-Jazeera, “somos el perro guardián de la verdad. Cualquier injusticia que descubrimos, dentro del país o en cualquier lugar, nos lleva a levantarnos para luchar por lo que es justo”.
Consenso ultra por la patria
Con todo, este modo de preservar las garantías constitucionales ha tenido sus efectos positivos. Es probable que a un demócrata de toda la vida le desconcierte, pero fuera de Occidente las cosas son así. Quien no quiera hacer un acto de fe sobre la rectitud de intención de los ultras, que eche un vistazo a sus obras. En los albores de la primavera, ellos fueron los encargados de velar por el orden público, acordonando los museos de la capital para evitar posibles saqueos y pillajes.
Aunque, sin duda, lo más meritorio de su actuación ha sido ver cómo unos y otros grupos han zanjado las diferencias seculares que hasta la fecha habían marcado la idiosincrasia de sus respectivos clubes. Al contrario que en la fachada europea, donde la dicotomía política entre derecha e izquierda está a la orden del día, Zamalek y Al Ah-ly justifican su rivalidad en virtud de su propia historia. Mientras éste último, cuyo nombre conserva reminiscencias del nacionalismo descolonizador, se configuró como el equipo del pueblo; el primero halló su masa social en las clases acomodadas más receptivas a la metrópoli.
Este distinto origen explica que las simpatías por el Al-Ahly hayan proliferado tradicionalmente a lo largo del continente africano. Quizá por eso el derbi de El Cairo tendía a disputarse en campo neutral y bajo arbitraje extranjero. Si bien, como señala Carlos Vinyas en su blog, la trayectoria deportiva más reciente del Zamalek, en franco declive las últimas temporadas, ha provocado que el foco de animosidad de sus vecinos se haya redirigido hacia el Ismaily Sporting Club, el tercer aspirante en discordia al título de liga.
Ahora que el ejemplo egipcio está a la vuelta de la esquina, sólo resta que el 15M, a instancias de sus homólogos del norte de África, encuentre una causa que seduzca por igual a los radicales de nuestro país. En FNF no nos atrevemos a decir qué serviría de elemento catalizador. En el otro extremo mediterráneo, 5 millones de parados no parecen razón suficiente para buscar un consenso. Quién sabe si la liga y sus horarios harían esa función. Seguro que, llegado el caso, Fossa Garrafoni y Ultravioletas –por citar dos facciones antagónicas que arropan a un mismo equipo– serían capaces de no perseguirse con tal de someter a Roures. Tweet
miércoles, 7 de diciembre de 2011
La mala racha de Ronnie Wallwork
Por snedecor
Dos policías de incógnito vigilan una conflictiva zona de los suburbios de Manchester. Su objetivo es dar con los autores de un robo a mano armada en un supermercado de Preston, dos peligrosos delincuentes que no dudaron en abrir fuego contra uno de los vigilantes de seguridad que intentó evitar el asalto. Siguen a uno de los atracadores hasta el típico desguace de mala muerte que siempre hay en estos barrios, y entonces se encuentran con un regalito sorpresa: un llamativo Volkswagen Touran entra en el recinto para no salir. Es llamativo porque el coche, un modelo familiar, está en buen estado y no parece lógico llevarlo al desguace. También les resulta llamativo, quizá un poco más, que lleve las matrículas dobladas.
La operación se bifurca, pues pronto queda claro que los atracadores no están relacionados con la trama del coche robado. Unos días después, una amiga del dueño del desguace vende por eBay el motor de un Touran (de ese Touran) a un ciudadano alemán. La mujer ya ha subastado anteriormente piezas de un BMW 318i, que la policía descubre que también era robado, y diversos objetos personales de su amigo. El cerco se estrecha aún más cuando un nuevo vehículo vuelve a ligar las vidas de los sospechosos: un flamante Mazda Furano, recién sustraído de un concesionario, es visto frente al domicilio de la mujer un par de días antes de entrar en el desguace investigado. Su destino parece obvio.
La policía tiene suficientes pruebas para actuar y detiene a ambos. En su defensa, ella alega desconocer la procedencia de los coches y afirma que sólo estaba haciéndole un favor a un amigo de toda la vida que pasa por una mala racha. En el juicio, el hombre se declara culpable de los cargos que se le imputan y reconoce que ha querido obtener dinero ilícitamente a través de la venta de piezas de coches robados. En un intento de rebajar la condena, su abogada insiste en que las circunstancias adversas obligaron a su defendido a tomar el camino equivocado.
Y en parte es verdad que el hombre, de 34 años, está atravesando una mala racha. A finales de 2006 fue apuñalado en un bar por el ex-novio de su pareja, y las secuelas físicas y psicológicas de aquel ataque hicieron que acabara perdiendo su empleo en 2008. Luego dos negocios se le han ido a pique en poco más de dos años, llevándose sus ahorros de media vida. Y ahora su intento de estafa se ha descubierto de rebote. Desde luego todo le iba mejor en su anterior trabajo, antes de que aquel gilipollas de 20 años le clavara un cuchillo en la espalda y el abdomen.
De Old Trafford al talego
Aunque, para hacer honor a la verdad, cuando sufrió el intento de homicidio la carrera futbolística de Ronnie Wallwork ya estaba en su cuesta abajo. De ser titular en la última selección medio decente que Inglaterra ha presentado en un Mundial juvenil, aquella de Malasia’97 con Owen, Carragher y compañía, pasó a no ser capaz de convencer a Sir Alex Ferguson para quedarse en el Manchester United y a iniciar el típico rosario de cesiones y traspasos que te llevan de debutar en Champions y festejar una Intercontinental a que no te quieran ni en League One.
En todos esos años, una sombra, la depresión que le provocó la muerte de su madre en 2003; y una luz: fue elegido Jugador del Año del West Brom en la temporada 2004/2005, en la que el equipo logró una agónica salvación en la Premier League. Tras caer en desgracia en The Hawthorns, Barnsley y Huddersfield fueron sus destinos posteriores, reclamado en ambos casos por el mismo manager, Andy Ritchie. Pero en Barnsley sufrió el ataque de celos de aquel impresentable y apenas jugó un par de encuentros; y en Huddersfield, donde sí se hizo un hueco en el once, se topó con la norma inglesa que impide enlazar cesiones durante más de 90 días. Luego llegó libre al Sheffield Wednesday, pero sólo jugó siete partidos en cuatro meses. Su último intento de reengancharse al fútbol fue un fiasco: no pasó el periodo de prueba con el Carlisle United, y Ronnie decidió retirarse aquel mes de agosto de 2008. Estaba a punto de cumplir los 31, y ya sabemos cómo le ha ido después.
Claro que, quién sabe, todo podría haber sido muy diferente. Diez años antes de su retirada, el entonces prometedor Wallwork fue cedido al Royal Antwerp, club asociado al Manchester United al que Ferguson usaba como destino para que sus jóvenes se foguearan. Ronnie aterrizó en Bélgica junto a Danny Higginbotham, y no se puede decir que los chavales ingleses no se implicaran al máximo con su equipo de acogida: tras perder el play-off de ascenso a Primera detectaron rápidamente al culpable de la derrota y agredieron brutalmente al árbitro.
Higginbotham fue sancionado por un año; a Ronnie Wallwork, que agarró por el cuello al colegiado, le prohibieron jugar a perpetuidad en cualquier país afiliado a la FIFA, aunque luego la sanción se redujo a un año de inhabilitación en Bélgica. Visto con el tiempo, quién sabe si no habría sido mejor que Wallwork hubiese iniciado entonces una nueva vida lejos del fútbol. Ahora tendrá 15 meses entre rejas para pensar en cómo reconducir su futuro. Tweet
Dos policías de incógnito vigilan una conflictiva zona de los suburbios de Manchester. Su objetivo es dar con los autores de un robo a mano armada en un supermercado de Preston, dos peligrosos delincuentes que no dudaron en abrir fuego contra uno de los vigilantes de seguridad que intentó evitar el asalto. Siguen a uno de los atracadores hasta el típico desguace de mala muerte que siempre hay en estos barrios, y entonces se encuentran con un regalito sorpresa: un llamativo Volkswagen Touran entra en el recinto para no salir. Es llamativo porque el coche, un modelo familiar, está en buen estado y no parece lógico llevarlo al desguace. También les resulta llamativo, quizá un poco más, que lleve las matrículas dobladas.
La operación se bifurca, pues pronto queda claro que los atracadores no están relacionados con la trama del coche robado. Unos días después, una amiga del dueño del desguace vende por eBay el motor de un Touran (de ese Touran) a un ciudadano alemán. La mujer ya ha subastado anteriormente piezas de un BMW 318i, que la policía descubre que también era robado, y diversos objetos personales de su amigo. El cerco se estrecha aún más cuando un nuevo vehículo vuelve a ligar las vidas de los sospechosos: un flamante Mazda Furano, recién sustraído de un concesionario, es visto frente al domicilio de la mujer un par de días antes de entrar en el desguace investigado. Su destino parece obvio.
La policía tiene suficientes pruebas para actuar y detiene a ambos. En su defensa, ella alega desconocer la procedencia de los coches y afirma que sólo estaba haciéndole un favor a un amigo de toda la vida que pasa por una mala racha. En el juicio, el hombre se declara culpable de los cargos que se le imputan y reconoce que ha querido obtener dinero ilícitamente a través de la venta de piezas de coches robados. En un intento de rebajar la condena, su abogada insiste en que las circunstancias adversas obligaron a su defendido a tomar el camino equivocado.
Y en parte es verdad que el hombre, de 34 años, está atravesando una mala racha. A finales de 2006 fue apuñalado en un bar por el ex-novio de su pareja, y las secuelas físicas y psicológicas de aquel ataque hicieron que acabara perdiendo su empleo en 2008. Luego dos negocios se le han ido a pique en poco más de dos años, llevándose sus ahorros de media vida. Y ahora su intento de estafa se ha descubierto de rebote. Desde luego todo le iba mejor en su anterior trabajo, antes de que aquel gilipollas de 20 años le clavara un cuchillo en la espalda y el abdomen.
De Old Trafford al talego
Aunque, para hacer honor a la verdad, cuando sufrió el intento de homicidio la carrera futbolística de Ronnie Wallwork ya estaba en su cuesta abajo. De ser titular en la última selección medio decente que Inglaterra ha presentado en un Mundial juvenil, aquella de Malasia’97 con Owen, Carragher y compañía, pasó a no ser capaz de convencer a Sir Alex Ferguson para quedarse en el Manchester United y a iniciar el típico rosario de cesiones y traspasos que te llevan de debutar en Champions y festejar una Intercontinental a que no te quieran ni en League One.
En todos esos años, una sombra, la depresión que le provocó la muerte de su madre en 2003; y una luz: fue elegido Jugador del Año del West Brom en la temporada 2004/2005, en la que el equipo logró una agónica salvación en la Premier League. Tras caer en desgracia en The Hawthorns, Barnsley y Huddersfield fueron sus destinos posteriores, reclamado en ambos casos por el mismo manager, Andy Ritchie. Pero en Barnsley sufrió el ataque de celos de aquel impresentable y apenas jugó un par de encuentros; y en Huddersfield, donde sí se hizo un hueco en el once, se topó con la norma inglesa que impide enlazar cesiones durante más de 90 días. Luego llegó libre al Sheffield Wednesday, pero sólo jugó siete partidos en cuatro meses. Su último intento de reengancharse al fútbol fue un fiasco: no pasó el periodo de prueba con el Carlisle United, y Ronnie decidió retirarse aquel mes de agosto de 2008. Estaba a punto de cumplir los 31, y ya sabemos cómo le ha ido después.
Claro que, quién sabe, todo podría haber sido muy diferente. Diez años antes de su retirada, el entonces prometedor Wallwork fue cedido al Royal Antwerp, club asociado al Manchester United al que Ferguson usaba como destino para que sus jóvenes se foguearan. Ronnie aterrizó en Bélgica junto a Danny Higginbotham, y no se puede decir que los chavales ingleses no se implicaran al máximo con su equipo de acogida: tras perder el play-off de ascenso a Primera detectaron rápidamente al culpable de la derrota y agredieron brutalmente al árbitro.
Higginbotham fue sancionado por un año; a Ronnie Wallwork, que agarró por el cuello al colegiado, le prohibieron jugar a perpetuidad en cualquier país afiliado a la FIFA, aunque luego la sanción se redujo a un año de inhabilitación en Bélgica. Visto con el tiempo, quién sabe si no habría sido mejor que Wallwork hubiese iniciado entonces una nueva vida lejos del fútbol. Ahora tendrá 15 meses entre rejas para pensar en cómo reconducir su futuro. Tweet
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miércoles, 30 de noviembre de 2011
¿Montreal? No, gracias.
Por snedecor
Dicen los estudios que Montreal es una de las ciudades con mejor calidad de vida de toda Norteamérica. Un lugar próspero, grande pero tranquilo, con el encanto de la Europa más añeja, situado en un entorno natural privilegiado y con una variada e infinita oferta cultural para deleite de habitantes y turistas. Vale, en Montreal se habla mayoritariamente francés, pero nadie es perfecto. En todo caso, se trata de un lugar aparentemente ideal para vivir si encima trabajas en lo que se supone que te gusta. Y suponiendo que lo que te gusta es el deporte, miel sobre hojuelas, ¿no?
Pues no. O al menos, no todos piensan igual. Verano tras verano y traspaso tras traspaso, Enrique Cerezo no se cansa de repetir que los futbolistas juegan donde quieren jugar, pero eso en la MLS no se aplica. La semana pasada, justo después de que Los Angeles Galaxy amortizaran por fin con un título su enorme inversión en Beckham, Robbie Keane y compañía, Montreal Impact comenzó a formar su plantilla en el Expansion Draft. Como ocurre cada vez que un nuevo equipo entra en la liga, cada franquicia publicó un listado con once jugadores protegidos, y Montreal escogió a su gusto a diez futbolistas de entre todos los demás (eso sí, debían ser de 10 equipos distintos). Ni siquiera tenía que negociar, sólo seleccionarlos y respetar sus contratos actuales. Tú, tú, tú y tú, haced las maletas que os venís a Montreal, ese lugar donde se vive tan bien. Así de fácil, como quien cambia cromos en la plaza del pueblo.
Lo bueno que tienen los cromos es que, por lo general, no se quejan al cambiar de manos. Y hasta ahora los futbolistas de la MLS tampoco lo hacían, pero parece que los técnicos del Impact han ido a dar con los más sensibles. Ya antes de que se hicieran públicos los nombres de los 10 elegidos, uno de los que más sonaba, el delantero internacional por EE.UU. Brian Ching, dejó caer en una entrevista que a sus 33 años no estaba por la labor de irse a jugar a Quebec. Tras una brillante carrera en la liga y con un jugoso contrato de 375.000 dólares anuales, prefería jubilarse antes que verse obligado a jugar para otro equipo. Por muy bien que se viva en Montreal.
Ching llevaba ocho temporadas en el mismo equipo y el único movimiento que había experimentado era el que llevó a toda la franquicia desde San Jose a Houston en 2006. Tras largos años de espera, Houston Dynamo inaugurará por fin su propio estadio a mediados de 2012, y el ariete hawaiano dijo que si Montreal le escogía y no podía vivir ese histórico momento sobre el campo, se retiraría para poder estar como miembro del staff técnico de la franquicia texana. Pero en Canadá creyeron que Brian Ching iba de farol y no dudaron en seleccionarlo. Una semana después, aún no se sabe si el jugador acabará cumpliendo su amenaza, y la historia sigue coleando.
Sin embargo, los directivos del Impact debieron ver que otro de sus fichajes, el lateral zurdo Seth Sinovic, iba más en serio, porque no han tardado ni cinco días en mandarlo de vuelta a Kansas. Su caso es diferente: fue cortado por New England Revolution a comienzos de 2011 y tuvo la suerte de ser repescado a mitad de temporada por Sporting Kansas City, el equipo de su ciudad, en el que por fin jugó y se destacó como uno de los mejores laterales jóvenes de la liga.
Llegado el Expansion Draft, Kansas prefirió asegurarse la permanencia de otros jugadores, dejó a Sinovic en el taco de los cromos repetidos y Montreal decidió llevárselo. Pero a sus 24 años, los 32.000 dólares que cobra anualmente no le compensaban, según él, un traslado tan lejos de su familia y amigos. Antes jubilarse que jugar por cuatro duros fuera de su entorno. Por muy bien que se viva en Montreal.
Así que ante la segunda amenaza de retirada de uno de sus nuevos fichajes, el General Manager del Impact no tardó en negociar un intercambio (de cromos) con Sporting Kansas: les ha devuelto al atribulado Sinovic a cambio de llevarse al centrocampista Davy Arnaud y palmar algo de pasta. Sí, el nombre del nuevo no engaña. Esta vez en Montreal han preferido ir a por alguien con raíces francófonas. Por si acaso. Tweet
Dicen los estudios que Montreal es una de las ciudades con mejor calidad de vida de toda Norteamérica. Un lugar próspero, grande pero tranquilo, con el encanto de la Europa más añeja, situado en un entorno natural privilegiado y con una variada e infinita oferta cultural para deleite de habitantes y turistas. Vale, en Montreal se habla mayoritariamente francés, pero nadie es perfecto. En todo caso, se trata de un lugar aparentemente ideal para vivir si encima trabajas en lo que se supone que te gusta. Y suponiendo que lo que te gusta es el deporte, miel sobre hojuelas, ¿no?
Pues no. O al menos, no todos piensan igual. Verano tras verano y traspaso tras traspaso, Enrique Cerezo no se cansa de repetir que los futbolistas juegan donde quieren jugar, pero eso en la MLS no se aplica. La semana pasada, justo después de que Los Angeles Galaxy amortizaran por fin con un título su enorme inversión en Beckham, Robbie Keane y compañía, Montreal Impact comenzó a formar su plantilla en el Expansion Draft. Como ocurre cada vez que un nuevo equipo entra en la liga, cada franquicia publicó un listado con once jugadores protegidos, y Montreal escogió a su gusto a diez futbolistas de entre todos los demás (eso sí, debían ser de 10 equipos distintos). Ni siquiera tenía que negociar, sólo seleccionarlos y respetar sus contratos actuales. Tú, tú, tú y tú, haced las maletas que os venís a Montreal, ese lugar donde se vive tan bien. Así de fácil, como quien cambia cromos en la plaza del pueblo.
Lo bueno que tienen los cromos es que, por lo general, no se quejan al cambiar de manos. Y hasta ahora los futbolistas de la MLS tampoco lo hacían, pero parece que los técnicos del Impact han ido a dar con los más sensibles. Ya antes de que se hicieran públicos los nombres de los 10 elegidos, uno de los que más sonaba, el delantero internacional por EE.UU. Brian Ching, dejó caer en una entrevista que a sus 33 años no estaba por la labor de irse a jugar a Quebec. Tras una brillante carrera en la liga y con un jugoso contrato de 375.000 dólares anuales, prefería jubilarse antes que verse obligado a jugar para otro equipo. Por muy bien que se viva en Montreal.
Ching llevaba ocho temporadas en el mismo equipo y el único movimiento que había experimentado era el que llevó a toda la franquicia desde San Jose a Houston en 2006. Tras largos años de espera, Houston Dynamo inaugurará por fin su propio estadio a mediados de 2012, y el ariete hawaiano dijo que si Montreal le escogía y no podía vivir ese histórico momento sobre el campo, se retiraría para poder estar como miembro del staff técnico de la franquicia texana. Pero en Canadá creyeron que Brian Ching iba de farol y no dudaron en seleccionarlo. Una semana después, aún no se sabe si el jugador acabará cumpliendo su amenaza, y la historia sigue coleando.
Sin embargo, los directivos del Impact debieron ver que otro de sus fichajes, el lateral zurdo Seth Sinovic, iba más en serio, porque no han tardado ni cinco días en mandarlo de vuelta a Kansas. Su caso es diferente: fue cortado por New England Revolution a comienzos de 2011 y tuvo la suerte de ser repescado a mitad de temporada por Sporting Kansas City, el equipo de su ciudad, en el que por fin jugó y se destacó como uno de los mejores laterales jóvenes de la liga.
Llegado el Expansion Draft, Kansas prefirió asegurarse la permanencia de otros jugadores, dejó a Sinovic en el taco de los cromos repetidos y Montreal decidió llevárselo. Pero a sus 24 años, los 32.000 dólares que cobra anualmente no le compensaban, según él, un traslado tan lejos de su familia y amigos. Antes jubilarse que jugar por cuatro duros fuera de su entorno. Por muy bien que se viva en Montreal.
Así que ante la segunda amenaza de retirada de uno de sus nuevos fichajes, el General Manager del Impact no tardó en negociar un intercambio (de cromos) con Sporting Kansas: les ha devuelto al atribulado Sinovic a cambio de llevarse al centrocampista Davy Arnaud y palmar algo de pasta. Sí, el nombre del nuevo no engaña. Esta vez en Montreal han preferido ir a por alguien con raíces francófonas. Por si acaso. Tweet
lunes, 14 de noviembre de 2011
Gorras y cabezones
Por snedecor
Tampoco son unos dispendios excesivos: unas cuantas medallas conmemorativas y un cargamento de gorras de los chinos (?) no descuadran ningún presupuesto, y menos aún el de la UEFA. Pero la importancia del reconocimiento no está en lo material (ya dijo Zubizarreta, clásico como pocos, que al menos esperaba que no le obligaran a ponerse la visera por la calle), sino en el propio gesto. Ya sea porque en Europa aún hay muchos países en pañales, bien porque en otros la competencia es brutal, o quizás porque hasta hace quince años sólo se jugaban los partidos estrictamente necesarios, no hay muchos jugadores centenarios: en total, en el listado publicado por la UEFA a finales de agosto aparecían 111 nombres de 37 naciones.
Todos y cada uno de ellos bien merecen un homenaje, aunque sea algo cutre.
A veces a la UEFA se le ocurren cosas interesantes. Cargarse la Intertoto fue una de ellas; intentar aplicar un Fair Play financiero puede ser otra. Y establecer un reconocimiento para todos aquellos futbolistas que han disputado al menos 100 partidos internacionales con su selección es uno de esos detalles sencillos y casi insignificantes pero que contribuyen a ofrecer una imagen amable de un organismo que, por definición, está siempre bajo sospecha.
Tampoco son unos dispendios excesivos: unas cuantas medallas conmemorativas y un cargamento de gorras de los chinos (?) no descuadran ningún presupuesto, y menos aún el de la UEFA. Pero la importancia del reconocimiento no está en lo material (ya dijo Zubizarreta, clásico como pocos, que al menos esperaba que no le obligaran a ponerse la visera por la calle), sino en el propio gesto. Ya sea porque en Europa aún hay muchos países en pañales, bien porque en otros la competencia es brutal, o quizás porque hasta hace quince años sólo se jugaban los partidos estrictamente necesarios, no hay muchos jugadores centenarios: en total, en el listado publicado por la UEFA a finales de agosto aparecían 111 nombres de 37 naciones.
Todos y cada uno de ellos bien merecen un homenaje, aunque sea algo cutre.
La mayoría de federaciones, siguiendo el consejo de la UEFA, han optado por hacerlos en los prolegómenos de algún partido que jugaran como local. Quieras que no, todo luce más en un estadio lleno de gente que conoce a los homenajeados y que está dispuesto a aplaudirlos. Sin embargo, la RFEF, que es muy suya (muy de Villar, se entiende), consideró que ni Liechtenstein ni Escocia tenían suficiente pedigrí para sacar a sus 4 centenarios a saludar al público de Las Gaunas o del Rico Pérez, y prefirió esperar al amistoso de Wembley.
Y como Costa Rica tampoco parece el escenario ideal para estos homenajes, y vaya usted a saber cuándo volveremos a jugar un partido decente en casa, al final todo se redujo a un sencillo acto en un salón de ídem, reservado únicamente a gente del fútbol y periodistas (importante la distinción en estos tiempos que corren). Algo descafeinado, cerrado al público en general cual vulgar cena de empresa, y en el que además faltó uno de los galardonados. Todo un éxito de organización, vaya.
Andoni Zubizarreta, Iker Casillas y Xavi Hernández recogieron el jueves su medalla y su gorrita (elemento que, por respeto, desde la jubilación de Iñaki Sáez la RFEF no debería usar). Raúl González no, porque no quiso. Así de simple. Se trataba sólo de un homenaje a varios de los grandes de nuestro fútbol por haber llegado a la redonda cifra de 100 partidos internacionales. Por cuenta de la UEFA, porque ni siquiera está ideado por la Federación Española. Algo totalmente aséptico y que no debería tener más lecturas que el reconocimiento a un mérito adquirido.
Allá él, y en su conciencia quede. Porque en una semana de parón por los compromisos internacionales, nadie con dos dedos de frente se cree que el Schalke 04 (con 9 jugadores convocados por sus respectivas selecciones) no permitiera que Raúl se ausentara un día para recoger un merecido premio, por mucha doble sesión de entrenamiento que tuvieran programada. Porque ese compromiso amistoso que se comentó que debían preparar no era más que una pachanga con los jugadores de los equipos juvenil y sub’23 del club de Gelsenkirchen. Pero aquí nadie dice nada del desplante del otrora siete de España, y no sé muy bien por qué. Igualito que las trincheras que se excavan cuando Del Bosque se muestra reacio a recibir la insignia de oro y brillantes del Real Madrid, oiga. Mismo caso, distintas reacciones mediáticas. Me lo expliquen.
En fin. Si nada se tuerce, el año que viene Puyol (97 partidos con el de Wembley) alcanzará la centena de encuentros internacionales. Xabi Alonso (91) y Fernando Torres (90) están a las puertas de hacerlo, y Villa y Sergio Ramos (81 internacionalidades cada uno) lo tienen a tiro. Más pronto que tarde habrá que organizar otro sarao para darles la gorra (que mira que tiene cojones la cosa) a todos ellos. Veremos dónde está y dónde se mete entonces el cabezón de Raúl.
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Pero se ve que alguien lo pensó mejor y no encontró del todo correcto organizar una celebración así fuera de casa y precisamente el día en el que los ingleses rinden tributo a sus caídos en la 1ª Guerra Mundial. Porque no cabe en el mismo acto honrar a miles de muertos en una guerra y a un puñado de futbolistas 100 veces internacionales. Y porque no fuera a ser que se malinterpretara todo y aquí algún zopenco se pensara que el minuto de silencio era por la desaparición de Raúl de la selección y que las amapolas representaban la cagada de Zubi en aquel partido contra Nigeria.
Y como Costa Rica tampoco parece el escenario ideal para estos homenajes, y vaya usted a saber cuándo volveremos a jugar un partido decente en casa, al final todo se redujo a un sencillo acto en un salón de ídem, reservado únicamente a gente del fútbol y periodistas (importante la distinción en estos tiempos que corren). Algo descafeinado, cerrado al público en general cual vulgar cena de empresa, y en el que además faltó uno de los galardonados. Todo un éxito de organización, vaya.
Raúl no va, y nadie dice nada
Andoni Zubizarreta, Iker Casillas y Xavi Hernández recogieron el jueves su medalla y su gorrita (elemento que, por respeto, desde la jubilación de Iñaki Sáez la RFEF no debería usar). Raúl González no, porque no quiso. Así de simple. Se trataba sólo de un homenaje a varios de los grandes de nuestro fútbol por haber llegado a la redonda cifra de 100 partidos internacionales. Por cuenta de la UEFA, porque ni siquiera está ideado por la Federación Española. Algo totalmente aséptico y que no debería tener más lecturas que el reconocimiento a un mérito adquirido.
Sólo se trataba de ir, poner una sonrisa aunque fuera falsa y marcharse. Pero Raúl no fue. No creo que su presencia en Las Rozas para un acto así supusiera ninguna tensión insoportable para nadie. Cierto que Zubi es un futbolista retirado, que Iker y Xavi son miembros en activo de la Selección y que Raúl es una especie a medio camino, pero nadie iba a interpretar esto como una humillación pública a un jugador que debería tener asumido que ciertos tiempos ya no volverán. Nadie salvo, por lo que parece, el propio Raúl.
Allá él, y en su conciencia quede. Porque en una semana de parón por los compromisos internacionales, nadie con dos dedos de frente se cree que el Schalke 04 (con 9 jugadores convocados por sus respectivas selecciones) no permitiera que Raúl se ausentara un día para recoger un merecido premio, por mucha doble sesión de entrenamiento que tuvieran programada. Porque ese compromiso amistoso que se comentó que debían preparar no era más que una pachanga con los jugadores de los equipos juvenil y sub’23 del club de Gelsenkirchen. Pero aquí nadie dice nada del desplante del otrora siete de España, y no sé muy bien por qué. Igualito que las trincheras que se excavan cuando Del Bosque se muestra reacio a recibir la insignia de oro y brillantes del Real Madrid, oiga. Mismo caso, distintas reacciones mediáticas. Me lo expliquen.
En fin. Si nada se tuerce, el año que viene Puyol (97 partidos con el de Wembley) alcanzará la centena de encuentros internacionales. Xabi Alonso (91) y Fernando Torres (90) están a las puertas de hacerlo, y Villa y Sergio Ramos (81 internacionalidades cada uno) lo tienen a tiro. Más pronto que tarde habrá que organizar otro sarao para darles la gorra (que mira que tiene cojones la cosa) a todos ellos. Veremos dónde está y dónde se mete entonces el cabezón de Raúl.
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miércoles, 5 de octubre de 2011
Pinceladas de calidad
Por snedecor
Igual que los Cleveland Cavaliers apostaron por LeBron Raymond James por, entre otras cosas, ser de Ohio, puede que la condición de texano de Dane Brekken Shea pesara mucho para que fuera elegido en segunda posición del Draft 2008 por FC Dallas. Como King James, Brek Shea fue directo a la liga profesional sin pisar el campus: tenía 17 años cuando firmó con Adidas y la MLS un contrato garantizado por 3 temporadas, con un sueldo creciente que llegaría hasta los 100.000 dólares.
Sí, no son los números de una estrella de la NBA, pero ya hemos hablado de los sueldos del soccer. Al menos a nuestro protagonista le ha ido mejor que a LeBron en Cleveland: han ganado los mismos títulos (cero) y de momento él todavía puede pasearse tranquilo por la ciudad que lo acogió.
Eso sí, a diferencia de los Cavs, Dallas no fichó al prometedor adolescente como piedra angular para un nuevo proyecto, porque Shea no era “The Chosen One” y porque cualquiera diría que a los directivos del club eso de “proyecto” les sonaba a chino. La franquicia llevaba años vagando sin rumbo por la MLS y así habría seguido de no ser porque, como si de la típica película americana se tratase, a mitad de temporada un peculiar entrenador con un turbulento pasado aterrizó en el hundido equipo para, poco a poco, comenzar a transformarlo en un bloque ganador.
Pero la del viejo Schellas Hyndman es otra historia. Mientras el entrenador moldeaba el equipo a su imagen y semejanza hasta llevarlo contra todo pronóstico a la final de la Liga en 2010, Shea fue creciendo como jugador y como persona. Seguramente confundido por su metro noventa de altura, durante sus dos primeros años en Dallas Hyndman lo probó de delantero, de mediocentro, de lateral e incluso de central, hasta que a principios de esta temporada la lesión de su estrella, el mediapunta colombiano David Ferreira, le obligó a recomponer el equipo.
Brek Shea, zurdo él, pasó entonces a jugar como centrocampista en banda izquierda y, para sorpresa de muchos (también de Hyndman) explotó definitivamente. Técnico, potente, con gran disparo, en los 29 partidos que lleva jugados este año ha anotado ya diez goles (algunos espectaculares), pero sobre todo ha dejado la sensación de ser un jugador diferente. Carismático y de aceptable nivel, probablemente sea la única esperanza tangible a la que pueda agarrarse una deprimida selección yankee que en 2010 echó a perder su gran oportunidad para que la tomaran definitivamente en serio.
Expresionismo tejano
Pero si hablamos de él aquí no es por su prometedora carrera futbolística, que también (noo, mentira), sino por su particular manera de emplear el tiempo libre. Mientras Hyndman todavía le estaba buscando un hueco en el once, Brek Shea se cansó de pasarse las horas muertas jugando a la Play, de tatuarse citas bíblicas o de probar mil y un peinados como cualquier estrella de su edad, y decidió compaginar esas actividades con otra bastante menos habitual en un joven pelotero: compró unos óleos y convirtió su garaje en un estudio de pintura.
Sus primeros pasos con los pinceles fueron los típicos de todo principiante, pequeños cuadros figurativos de temática floral, pero muy pronto su trazo perdió concreción hasta desembocar en algo que podríamos situar dentro del cajón de sastre que es el expresionismo abstracto americano. Ahí o en cualquier estantería de Ikea, claro, que esto es arte moderno y eso queda al gusto del observador. Sus obras, que podemos contemplar en su web www.leftfootstudio.com, transmiten la misma fuerza que este texano desborda sobre el césped, aunque de momento sólo las vende en subastas benéficas organizadas por la Fundación del FC Dallas. Sobre lienzo o madera, en formatos cada vez más grandes, el Brek Shea pintor apuesta por sugerentes combinaciones cromáticas cargadas de energía. Puro arte… o no. Cuestión de gustos, ya digo.
Su agente (el futbolístico) ya ha dejado caer el interés de varios equipos europeos por su fichaje, y nos surgen las eternas dudas. ¿Está preparado para dar el salto al ultracompetitivo fútbol del viejo continente? ¿Se convertirá realmente en la figura que necesita su selección? ¿Afectará el viaje a la decadente Europa a su obra pictórica? ¿Habrá una etapa azul, o roja, o lo que sea, de Brek Shea?
Siendo honestos, si en el campo alcanza el nivel mostrado por otro texano con vocación de artista, el jugador del Fulham y rapero ocasional Clint Dempsey, podrá darse con un canto en los dientes. Y de pintura reconozco que no entiendo. Pero por si acaso destaca más de lo esperado en cualquiera de sus pasiones, quizás no sea mal momento para invertir en alguna de sus todavía asequibles obras, antes de que la cotización de su firma (en un contrato o sobre un lienzo) se dispare. Quién sabe, a lo mejor el día menos pensado pegamos el pelotazo. Tweet
Igual que los Cleveland Cavaliers apostaron por LeBron Raymond James por, entre otras cosas, ser de Ohio, puede que la condición de texano de Dane Brekken Shea pesara mucho para que fuera elegido en segunda posición del Draft 2008 por FC Dallas. Como King James, Brek Shea fue directo a la liga profesional sin pisar el campus: tenía 17 años cuando firmó con Adidas y la MLS un contrato garantizado por 3 temporadas, con un sueldo creciente que llegaría hasta los 100.000 dólares.
Sí, no son los números de una estrella de la NBA, pero ya hemos hablado de los sueldos del soccer. Al menos a nuestro protagonista le ha ido mejor que a LeBron en Cleveland: han ganado los mismos títulos (cero) y de momento él todavía puede pasearse tranquilo por la ciudad que lo acogió.
Eso sí, a diferencia de los Cavs, Dallas no fichó al prometedor adolescente como piedra angular para un nuevo proyecto, porque Shea no era “The Chosen One” y porque cualquiera diría que a los directivos del club eso de “proyecto” les sonaba a chino. La franquicia llevaba años vagando sin rumbo por la MLS y así habría seguido de no ser porque, como si de la típica película americana se tratase, a mitad de temporada un peculiar entrenador con un turbulento pasado aterrizó en el hundido equipo para, poco a poco, comenzar a transformarlo en un bloque ganador.
Pero la del viejo Schellas Hyndman es otra historia. Mientras el entrenador moldeaba el equipo a su imagen y semejanza hasta llevarlo contra todo pronóstico a la final de la Liga en 2010, Shea fue creciendo como jugador y como persona. Seguramente confundido por su metro noventa de altura, durante sus dos primeros años en Dallas Hyndman lo probó de delantero, de mediocentro, de lateral e incluso de central, hasta que a principios de esta temporada la lesión de su estrella, el mediapunta colombiano David Ferreira, le obligó a recomponer el equipo.
Brek Shea, zurdo él, pasó entonces a jugar como centrocampista en banda izquierda y, para sorpresa de muchos (también de Hyndman) explotó definitivamente. Técnico, potente, con gran disparo, en los 29 partidos que lleva jugados este año ha anotado ya diez goles (algunos espectaculares), pero sobre todo ha dejado la sensación de ser un jugador diferente. Carismático y de aceptable nivel, probablemente sea la única esperanza tangible a la que pueda agarrarse una deprimida selección yankee que en 2010 echó a perder su gran oportunidad para que la tomaran definitivamente en serio.
Expresionismo tejano
Pero si hablamos de él aquí no es por su prometedora carrera futbolística, que también (noo, mentira), sino por su particular manera de emplear el tiempo libre. Mientras Hyndman todavía le estaba buscando un hueco en el once, Brek Shea se cansó de pasarse las horas muertas jugando a la Play, de tatuarse citas bíblicas o de probar mil y un peinados como cualquier estrella de su edad, y decidió compaginar esas actividades con otra bastante menos habitual en un joven pelotero: compró unos óleos y convirtió su garaje en un estudio de pintura.
Sus primeros pasos con los pinceles fueron los típicos de todo principiante, pequeños cuadros figurativos de temática floral, pero muy pronto su trazo perdió concreción hasta desembocar en algo que podríamos situar dentro del cajón de sastre que es el expresionismo abstracto americano. Ahí o en cualquier estantería de Ikea, claro, que esto es arte moderno y eso queda al gusto del observador. Sus obras, que podemos contemplar en su web www.leftfootstudio.com, transmiten la misma fuerza que este texano desborda sobre el césped, aunque de momento sólo las vende en subastas benéficas organizadas por la Fundación del FC Dallas. Sobre lienzo o madera, en formatos cada vez más grandes, el Brek Shea pintor apuesta por sugerentes combinaciones cromáticas cargadas de energía. Puro arte… o no. Cuestión de gustos, ya digo.
Su agente (el futbolístico) ya ha dejado caer el interés de varios equipos europeos por su fichaje, y nos surgen las eternas dudas. ¿Está preparado para dar el salto al ultracompetitivo fútbol del viejo continente? ¿Se convertirá realmente en la figura que necesita su selección? ¿Afectará el viaje a la decadente Europa a su obra pictórica? ¿Habrá una etapa azul, o roja, o lo que sea, de Brek Shea?
Siendo honestos, si en el campo alcanza el nivel mostrado por otro texano con vocación de artista, el jugador del Fulham y rapero ocasional Clint Dempsey, podrá darse con un canto en los dientes. Y de pintura reconozco que no entiendo. Pero por si acaso destaca más de lo esperado en cualquiera de sus pasiones, quizás no sea mal momento para invertir en alguna de sus todavía asequibles obras, antes de que la cotización de su firma (en un contrato o sobre un lienzo) se dispare. Quién sabe, a lo mejor el día menos pensado pegamos el pelotazo. Tweet
lunes, 26 de septiembre de 2011
Wiltord, el oportunista
Por Halftown
Oportunismo: Actitud que consiste en aprovechar al máximo las circunstancias para obtener el mayor beneficio posible, sin tener en cuenta principios ni convicciones.
En un país donde el fútbol no es el deporte número uno, sorprende el encendido debate que suele levantarse cuando se plantea qué equipo fue mejor, si la Francia campeona del mundo en el 98 o la campeona de Europa dos años más tarde. Siendo dos plantillas casi idénticas, los partidarios del equipo que ganó a Italia en 2000 utilizan como principal argumento la diferencia en la delantera de los bleus : mientras que en el 98 el titular arriba fue el auxerrois Stéphane Guivarch’, que no vio puerta en todo el campeonato, en la Euro de Bélgica y Holanda fue Titi Henry el que se echó el gol a la espalda. Y sin embargo, aquella copa no acabó en los Campos Eliseos gracias a él, sino al peor delantero de aquel equipo: Sylvain Wiltord.
Nino se encontró en el momento justo en el lugar adecuado: aunque venía de salir pichichi francés con los Girondins la temporada anterior, fue a la Euro consciente de su condición de fondo de armario. El seleccionador francés, Roger Lemerre, le utilizó al principio como cambio de último minuto, de esos que sólo sirven para arañar tiempo al crono. En la final, sin embargo, Lemerre había cometido la estupidez de dar la titularidad a Christophe Dugarry, un tipo muy simpático y con cierto talento que jamás habría ido a una selección como la francesa sin haber sido sido íntimo amigo de Zinedine Zidane.
Wiltord entró a la hora de juego, pero no sería hasta el minuto 94, con Francia 1-0 abajo en el marcador, cuando Barthez sonó a rebato con un pelotazo que Trezeguet toca y Cannavaro traga, suficiente para que el delantero del Girondins enganche un zurdazo en la esquina izquierda del area que se coló bajo el cuerpo del italiano Francesco Toldo.
Alférez entre artilleros
Olvidado su affaire con Lendoiro, que gracias a Wiltord consiguió un nuevo hito al hacer caja por un jugador que jamás llego a vestirse de blanquiazul, el nuevo héroe nacional francés cruzó el canal de la Mancha para caer en el mejor Arsenal de la historia. En Highbury (seamos puristas) le recuerdan por su gol en Old Trafford, tres puntos que decidieron el campeonato en favor de los chicos de Arsène.
Al lado de artilleros como los que poblaban la delantera del Arsenal aquellos maravillosos años, Wiltord nunca pasó de ser el alférez del general Wenger. El tipo que trae munición cuando más aprieta el fuego enemigo. Aunque visto el panorama actual de rosickys y chamakhs, no sorprende que haya un grupo en Facebook que no se ruboriza en considerar al oportunista Wiltord «leyenda gunner».
Tras cuatro temporadas en Londres y antes del inicio de la cuesta abajo de Wenger & company, Wiltord volvió a volar con viento de cola al aterrizar en el Olympique de Lyon de Jean Michel Aulas. Tres títulos de campeón más tarde, Wiltord decidió cerrar el círculo en el mismo club en el que empezó su carrera : el Stade Rennais. Lo que debía ser un retiro dorado acabó en combate callejero con el entrenador del equipo, Guy Lacombe. Unas declaraciones altisonantes de Wiltord en L’Equipe acabaron con el jugador en el paro. Por primera vez en su carrera, el delantero francés caía en el lugar erróneo.
Después de dos experiencias de merde más, una en Marsella y otra en la Ligue 2 con el Metz, parecía que el final de Nino, 37 años recién cumplidos, habia llegado. Pero después de un año sin catar el balón, Wiltord juega esta temporada, su vigésima como profesional, en el máximo rival de su club du cœur, el Nantes. Una pequeña traición –los oportunistas no cargan con el peso de la lealtad- con tal de seguir jugando.
De momento la aventura le va bien en lo individual y mal en lo colectivo : aunque está jugando y marcando goles, el Nantes anda 9° con sólo doce magros puntos después de nueve jornadas. Y es que Nantes y Mónaco –donde apura su fútbol Ludo Giuly- son los dos clubes que tienen que subir sí o sí.
A final de temporada hay Eurocopa, pero Wiltord ya no sueña con jugarla. Tras la retirada efectiva de Robert Pires el pasado verano, de aquel equipo campeón de Europa hace once años quedan sólo los delanteros: Henry en Nueva York, Trezeguet en los Emiratos y Wiltord en la Ligue 2. Y de los tres, solamente uno juega al fútbol por placer. Tweet
Oportunismo: Actitud que consiste en aprovechar al máximo las circunstancias para obtener el mayor beneficio posible, sin tener en cuenta principios ni convicciones.
En un país donde el fútbol no es el deporte número uno, sorprende el encendido debate que suele levantarse cuando se plantea qué equipo fue mejor, si la Francia campeona del mundo en el 98 o la campeona de Europa dos años más tarde. Siendo dos plantillas casi idénticas, los partidarios del equipo que ganó a Italia en 2000 utilizan como principal argumento la diferencia en la delantera de los bleus : mientras que en el 98 el titular arriba fue el auxerrois Stéphane Guivarch’, que no vio puerta en todo el campeonato, en la Euro de Bélgica y Holanda fue Titi Henry el que se echó el gol a la espalda. Y sin embargo, aquella copa no acabó en los Campos Eliseos gracias a él, sino al peor delantero de aquel equipo: Sylvain Wiltord.
Nino se encontró en el momento justo en el lugar adecuado: aunque venía de salir pichichi francés con los Girondins la temporada anterior, fue a la Euro consciente de su condición de fondo de armario. El seleccionador francés, Roger Lemerre, le utilizó al principio como cambio de último minuto, de esos que sólo sirven para arañar tiempo al crono. En la final, sin embargo, Lemerre había cometido la estupidez de dar la titularidad a Christophe Dugarry, un tipo muy simpático y con cierto talento que jamás habría ido a una selección como la francesa sin haber sido sido íntimo amigo de Zinedine Zidane.
Wiltord entró a la hora de juego, pero no sería hasta el minuto 94, con Francia 1-0 abajo en el marcador, cuando Barthez sonó a rebato con un pelotazo que Trezeguet toca y Cannavaro traga, suficiente para que el delantero del Girondins enganche un zurdazo en la esquina izquierda del area que se coló bajo el cuerpo del italiano Francesco Toldo.
Alférez entre artilleros
Olvidado su affaire con Lendoiro, que gracias a Wiltord consiguió un nuevo hito al hacer caja por un jugador que jamás llego a vestirse de blanquiazul, el nuevo héroe nacional francés cruzó el canal de la Mancha para caer en el mejor Arsenal de la historia. En Highbury (seamos puristas) le recuerdan por su gol en Old Trafford, tres puntos que decidieron el campeonato en favor de los chicos de Arsène.
Al lado de artilleros como los que poblaban la delantera del Arsenal aquellos maravillosos años, Wiltord nunca pasó de ser el alférez del general Wenger. El tipo que trae munición cuando más aprieta el fuego enemigo. Aunque visto el panorama actual de rosickys y chamakhs, no sorprende que haya un grupo en Facebook que no se ruboriza en considerar al oportunista Wiltord «leyenda gunner».
Tras cuatro temporadas en Londres y antes del inicio de la cuesta abajo de Wenger & company, Wiltord volvió a volar con viento de cola al aterrizar en el Olympique de Lyon de Jean Michel Aulas. Tres títulos de campeón más tarde, Wiltord decidió cerrar el círculo en el mismo club en el que empezó su carrera : el Stade Rennais. Lo que debía ser un retiro dorado acabó en combate callejero con el entrenador del equipo, Guy Lacombe. Unas declaraciones altisonantes de Wiltord en L’Equipe acabaron con el jugador en el paro. Por primera vez en su carrera, el delantero francés caía en el lugar erróneo.
Después de dos experiencias de merde más, una en Marsella y otra en la Ligue 2 con el Metz, parecía que el final de Nino, 37 años recién cumplidos, habia llegado. Pero después de un año sin catar el balón, Wiltord juega esta temporada, su vigésima como profesional, en el máximo rival de su club du cœur, el Nantes. Una pequeña traición –los oportunistas no cargan con el peso de la lealtad- con tal de seguir jugando.
De momento la aventura le va bien en lo individual y mal en lo colectivo : aunque está jugando y marcando goles, el Nantes anda 9° con sólo doce magros puntos después de nueve jornadas. Y es que Nantes y Mónaco –donde apura su fútbol Ludo Giuly- son los dos clubes que tienen que subir sí o sí.
A final de temporada hay Eurocopa, pero Wiltord ya no sueña con jugarla. Tras la retirada efectiva de Robert Pires el pasado verano, de aquel equipo campeón de Europa hace once años quedan sólo los delanteros: Henry en Nueva York, Trezeguet en los Emiratos y Wiltord en la Ligue 2. Y de los tres, solamente uno juega al fútbol por placer. Tweet
jueves, 22 de septiembre de 2011
El enigma Matthäus (II)
Por snedecor
Después de dejar tirado al Partizán, el bueno de Lothar Matthäus no tuvo fortuna con la selección de Hungría y fracasó en su intento (nada sencillo, todo sea dicho) de llevarla al Mundial 2006. Pese a sus discretos resultados, la federación le mantuvo en su puesto hasta el final de la fase de clasificación en 2005, e incluso el gobierno llegó a ofrecerle la nacionalidad.
Aunque esta vez todo parecía haber acabado bien, dos años después de dejar el cargo, para no perder las costumbres, el alemán aprovechó el descalabro de la candidatura húngara a la Euro 2012 (no obtuvo ni un solo voto del Comité Ejecutivo de la UEFA) para acusar a los dirigentes magyares de incompetentes y de explotar el fútbol húngaro para su propio beneficio. ¿Unos dirigentes federativos aprovechándose del fútbol en vez de trabajar por él? Siguiendo la línea editorial (?) de FNF, por esta vez, y sin que sirva de precedente, le concederemos a Matthäus el beneficio de la duda.
En enero de 2006 Lothar se fue a hacer las Américas, con destino Brasil y más concretamente Curitiba. En el Atlético Paranaense le recuerdan perfectamente por sus siete partidos sin conocer la derrota en el campeonato estadual y, sobre todo, por su peculiar forma de irse. Una ausencia por motivos personales que iba a ser de 3 o 4 días se prolongó durante dos semanas y acabó en un fax de renuncia enviado desde Europa. En un alarde de transparencia pocas veces visto, el Paranaense llegó a publicar en su web una factura de teléfono impagada (de casi 6.000 dólares) que Matthäus dejó a sus espaldas tras sólo un mes en el país.
Por si acaso, Lothar ni siquiera volvió a por sus cosas. Dos meses después de su espantada brasileira era presentado como técnico del Red Bull Salzburgo, donde hizo tándem con su mentor Giovanni Trapattoni. En la firma de bebidas energéticas tienen mucho más ojo para escoger a sus pilotos que para gestionar equipos de fútbol, pero aún así lograron ganar el campeonato austriaco en esa campaña 2006/2007. Eso sí, a final de temporada dejaron bien claro a quién le debían el título: Matthäus fue despedido de manera fulminante.
A partir de ahí, todo ha ido cuesta abajo (más todavía) y sin frenos. Tras pasarse una temporada en blanco en la que sólo fue noticia por su tercer divorcio y su cuarta boda, firmó por el Maccabi Netanya israelí (propiedad por entonces de un judío alemán), con el que nuevamente volvió a tener problemas de cobro. De las dos campañas acordadas, sólo pudo cumplir una antes de que el club decidiera rescindir su contrato por su delicada situación financiera. En octubre de 2009 su nombre volvió a relacionarse con Sudamérica, pero su etapa en Racing de Avellaneda terminó antes de empezar por falta de garantías que avalaran su sueldo y porque el club se negó a encontrarle trabajo a la flamante esposa del alemán, la jovencísima modelo ucraniana Kristina Liliana Chudinova. Esta vez, fiel al avance de los tiempos, Matthäus no renunció por fax, sino por SMS.
Sin puesto y sin novia
La buena (muy buena) de Liliana también fue responsable del siguiente desplante sufrido por el alemán, al ser sorprendida por los paparazzi en brazos de un joven empresario italiano (y no caeremos en la tentación de hacer bromas con el capote de torero que Juanito le regaló a Matthäus para disculparse por su pisotón). El affaire extraconyugal escandalizó a los puritanos dirigentes de la Federación de Camerún, que rompieron su preacuerdo con Lothar y acabaron fichando a Javier Clemente, con funestos resultados. Viendo las alternativas que manejaban, lo grave es que los cameruneses todavía dirán que sí querían clasificarse para la Copa de África.
Sin puesto y sin novia, Matthäus acabó firmando en 2010 por una selección de Bulgaria que desde el 98 va tan de capa caída como él, y a la que, como era de esperar, no mejoró en nada. A principios de este mes, tras perder en casa ante Inglaterra por 0-3 y quedarse sin opciones de clasificación, el bávaro quiso reforzar su maltrecha autoridad expulsando a tres jugadores de la concentración.
Poco más de dos semanas después, el expulsado vuelve a ser él. Y pese a su historial en los banquillos, todavía se queja de que en la Bundesliga nadie le contrata por su pasado en el Bayern y su afinidad con el diario Bild, al que usa como si fuera su particular cajón en el Speaker’s Corner de Hyde Park. Pero seguro que por el mundo encuentra a más dirigentes tan deslumbrados por el brillo del astro de ayer que son incapaces de ver al patán de hoy.
Porque oye, es el gran Lothar Matthäus. Fijo que lo hace bien. Tweet
Después de dejar tirado al Partizán, el bueno de Lothar Matthäus no tuvo fortuna con la selección de Hungría y fracasó en su intento (nada sencillo, todo sea dicho) de llevarla al Mundial 2006. Pese a sus discretos resultados, la federación le mantuvo en su puesto hasta el final de la fase de clasificación en 2005, e incluso el gobierno llegó a ofrecerle la nacionalidad.
Aunque esta vez todo parecía haber acabado bien, dos años después de dejar el cargo, para no perder las costumbres, el alemán aprovechó el descalabro de la candidatura húngara a la Euro 2012 (no obtuvo ni un solo voto del Comité Ejecutivo de la UEFA) para acusar a los dirigentes magyares de incompetentes y de explotar el fútbol húngaro para su propio beneficio. ¿Unos dirigentes federativos aprovechándose del fútbol en vez de trabajar por él? Siguiendo la línea editorial (?) de FNF, por esta vez, y sin que sirva de precedente, le concederemos a Matthäus el beneficio de la duda.
En enero de 2006 Lothar se fue a hacer las Américas, con destino Brasil y más concretamente Curitiba. En el Atlético Paranaense le recuerdan perfectamente por sus siete partidos sin conocer la derrota en el campeonato estadual y, sobre todo, por su peculiar forma de irse. Una ausencia por motivos personales que iba a ser de 3 o 4 días se prolongó durante dos semanas y acabó en un fax de renuncia enviado desde Europa. En un alarde de transparencia pocas veces visto, el Paranaense llegó a publicar en su web una factura de teléfono impagada (de casi 6.000 dólares) que Matthäus dejó a sus espaldas tras sólo un mes en el país.
Por si acaso, Lothar ni siquiera volvió a por sus cosas. Dos meses después de su espantada brasileira era presentado como técnico del Red Bull Salzburgo, donde hizo tándem con su mentor Giovanni Trapattoni. En la firma de bebidas energéticas tienen mucho más ojo para escoger a sus pilotos que para gestionar equipos de fútbol, pero aún así lograron ganar el campeonato austriaco en esa campaña 2006/2007. Eso sí, a final de temporada dejaron bien claro a quién le debían el título: Matthäus fue despedido de manera fulminante.
A partir de ahí, todo ha ido cuesta abajo (más todavía) y sin frenos. Tras pasarse una temporada en blanco en la que sólo fue noticia por su tercer divorcio y su cuarta boda, firmó por el Maccabi Netanya israelí (propiedad por entonces de un judío alemán), con el que nuevamente volvió a tener problemas de cobro. De las dos campañas acordadas, sólo pudo cumplir una antes de que el club decidiera rescindir su contrato por su delicada situación financiera. En octubre de 2009 su nombre volvió a relacionarse con Sudamérica, pero su etapa en Racing de Avellaneda terminó antes de empezar por falta de garantías que avalaran su sueldo y porque el club se negó a encontrarle trabajo a la flamante esposa del alemán, la jovencísima modelo ucraniana Kristina Liliana Chudinova. Esta vez, fiel al avance de los tiempos, Matthäus no renunció por fax, sino por SMS.
Sin puesto y sin novia
La buena (muy buena) de Liliana también fue responsable del siguiente desplante sufrido por el alemán, al ser sorprendida por los paparazzi en brazos de un joven empresario italiano (y no caeremos en la tentación de hacer bromas con el capote de torero que Juanito le regaló a Matthäus para disculparse por su pisotón). El affaire extraconyugal escandalizó a los puritanos dirigentes de la Federación de Camerún, que rompieron su preacuerdo con Lothar y acabaron fichando a Javier Clemente, con funestos resultados. Viendo las alternativas que manejaban, lo grave es que los cameruneses todavía dirán que sí querían clasificarse para la Copa de África.
Sin puesto y sin novia, Matthäus acabó firmando en 2010 por una selección de Bulgaria que desde el 98 va tan de capa caída como él, y a la que, como era de esperar, no mejoró en nada. A principios de este mes, tras perder en casa ante Inglaterra por 0-3 y quedarse sin opciones de clasificación, el bávaro quiso reforzar su maltrecha autoridad expulsando a tres jugadores de la concentración.
Poco más de dos semanas después, el expulsado vuelve a ser él. Y pese a su historial en los banquillos, todavía se queja de que en la Bundesliga nadie le contrata por su pasado en el Bayern y su afinidad con el diario Bild, al que usa como si fuera su particular cajón en el Speaker’s Corner de Hyde Park. Pero seguro que por el mundo encuentra a más dirigentes tan deslumbrados por el brillo del astro de ayer que son incapaces de ver al patán de hoy.
Porque oye, es el gran Lothar Matthäus. Fijo que lo hace bien. Tweet
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miércoles, 21 de septiembre de 2011
El enigma Matthäus (I)
Por snedecor
Que para ser un gran entrenador no hace falta haber despuntado al máximo nivel como jugador es algo que hace tiempo que quedó meridianamente claro. Y que haber sido un gran jugador no es garantía de éxito en los banquillos, también es de sobra conocido. Lo triste es ver que una estrella a la que creías perfectamente capacitada para triunfar desde la banda se estrella una y otra vez, valga la rebuznancia, y aún así sigue disfrutando de unas oportunidades que están vedadas para la inmensa mayoría de quienes nunca pudieron pasar de Tercera.
Pocos astros del balón tenían más pinta de entrenador cuando jugaban que Lothar Matthäus, el sucesor de Beckenbauer, ese todocampista que acabó de líbero ordenando desde la cueva el juego del Bayern y la selección alemana. Un auténtico líder, con carisma y visión de juego, el tipo que más partidos ha disputado en la Copa del Mundo, que todavía hoy tiene el récord de internacionalidades con su selección y que se dio el gustazo de ser nombrado mejor jugador de Alemania con 38 tacos (esa del 99 no era la mejor Alemania, es cierto). Cuando se retiró en Estados Unidos, en el 2000, parecía cantado que su futuro estaría en los banquillos de su Bayern y de su Selección; una década después, acaba de ser despedido por enésima vez y todavía sorprende que alguien le ofrezca un trabajito.
Quizás el famoso pisotón de Juanito le dejó unas secuelas que sólo afloraron tras su retirada. No lo sabemos. Pero el caso es que el Matthäus entrenador no sólo no ha conseguido llegarle a la suela de las botas al Matthäus futbolista, sino que encima posee el nunca bien ponderado don de acabar a la gresca allá por donde pasa, un don que justifica la existencia de blogs como FNF e inspira la creatividad (?) de sus autores.
"Ven a Belgrado si tienes lo que hay que tener"
Para empezar, unos pocos meses en el Rapid de Viena en la 2001/2002 se saldaron con su despido tras un cruce de declaraciones en las que el ídolo germano acusaba al club de impagos y arremetía contra la afición vienesa. Era sólo el aperitivo de lo que sería su carrera en los banquillos.
A mitad de la temporada 2002/2003 llegó a un Partizán líder, y con él conquistó la liga serbia y jugó la liguilla de la Champions tras eliminar al Newcastle, amén de encontrar a su tercera esposa. Su exitosa etapa en Belgrado acabó abruptamente apenas un año después de empezar, y los motivos personales con los que justificó su dimisión en primera instancia resultaron ser una oferta de la Federación húngara para dirigir a la selección magyar. Pero después de su espantada no tardaron en salir a la luz los flecos de su contrato con el club serbio. Para hacer más atractiva su oferta, los dirigentes del Partizán le habían ofrecido al bávaro un sobresueldo en forma de comisiones por los contratos de patrocinio obtenidos por el club gracias a su presencia, así como un porcentaje de las ventas de varios jugadores con cierta proyección.
Tras despedirse, Matthäus denunció al Partizán por no pagarle lo pactado por esos conceptos (unos 600.000 euros sólo por el traspaso de Igor Duljaj al Shaktar, además de otras comisiones que, según él, había perdonado anteriormente para no enturbiar sus relaciones con el club). Y desde Belgrado poco más o menos que le retaron a que fuera personalmente a cobrarlo, si tenía lo que hay que tener.
Para entonces Lothar acababa de ganarle un juicio al Bayern a cuenta del dinero de su partido homenaje, y había firmado un acuerdo judicial con el Rapid de Viena para solventar sus diferencias económicas. Como decían los periódicos serbios de la época, tal vez Matthäus haya equivocado su profesión: le hubiera ido mejor en una agencia de cobros. Tweet
Que para ser un gran entrenador no hace falta haber despuntado al máximo nivel como jugador es algo que hace tiempo que quedó meridianamente claro. Y que haber sido un gran jugador no es garantía de éxito en los banquillos, también es de sobra conocido. Lo triste es ver que una estrella a la que creías perfectamente capacitada para triunfar desde la banda se estrella una y otra vez, valga la rebuznancia, y aún así sigue disfrutando de unas oportunidades que están vedadas para la inmensa mayoría de quienes nunca pudieron pasar de Tercera.
Pocos astros del balón tenían más pinta de entrenador cuando jugaban que Lothar Matthäus, el sucesor de Beckenbauer, ese todocampista que acabó de líbero ordenando desde la cueva el juego del Bayern y la selección alemana. Un auténtico líder, con carisma y visión de juego, el tipo que más partidos ha disputado en la Copa del Mundo, que todavía hoy tiene el récord de internacionalidades con su selección y que se dio el gustazo de ser nombrado mejor jugador de Alemania con 38 tacos (esa del 99 no era la mejor Alemania, es cierto). Cuando se retiró en Estados Unidos, en el 2000, parecía cantado que su futuro estaría en los banquillos de su Bayern y de su Selección; una década después, acaba de ser despedido por enésima vez y todavía sorprende que alguien le ofrezca un trabajito.
Quizás el famoso pisotón de Juanito le dejó unas secuelas que sólo afloraron tras su retirada. No lo sabemos. Pero el caso es que el Matthäus entrenador no sólo no ha conseguido llegarle a la suela de las botas al Matthäus futbolista, sino que encima posee el nunca bien ponderado don de acabar a la gresca allá por donde pasa, un don que justifica la existencia de blogs como FNF e inspira la creatividad (?) de sus autores.
"Ven a Belgrado si tienes lo que hay que tener"
Para empezar, unos pocos meses en el Rapid de Viena en la 2001/2002 se saldaron con su despido tras un cruce de declaraciones en las que el ídolo germano acusaba al club de impagos y arremetía contra la afición vienesa. Era sólo el aperitivo de lo que sería su carrera en los banquillos.
A mitad de la temporada 2002/2003 llegó a un Partizán líder, y con él conquistó la liga serbia y jugó la liguilla de la Champions tras eliminar al Newcastle, amén de encontrar a su tercera esposa. Su exitosa etapa en Belgrado acabó abruptamente apenas un año después de empezar, y los motivos personales con los que justificó su dimisión en primera instancia resultaron ser una oferta de la Federación húngara para dirigir a la selección magyar. Pero después de su espantada no tardaron en salir a la luz los flecos de su contrato con el club serbio. Para hacer más atractiva su oferta, los dirigentes del Partizán le habían ofrecido al bávaro un sobresueldo en forma de comisiones por los contratos de patrocinio obtenidos por el club gracias a su presencia, así como un porcentaje de las ventas de varios jugadores con cierta proyección.
Tras despedirse, Matthäus denunció al Partizán por no pagarle lo pactado por esos conceptos (unos 600.000 euros sólo por el traspaso de Igor Duljaj al Shaktar, además de otras comisiones que, según él, había perdonado anteriormente para no enturbiar sus relaciones con el club). Y desde Belgrado poco más o menos que le retaron a que fuera personalmente a cobrarlo, si tenía lo que hay que tener.
Para entonces Lothar acababa de ganarle un juicio al Bayern a cuenta del dinero de su partido homenaje, y había firmado un acuerdo judicial con el Rapid de Viena para solventar sus diferencias económicas. Como decían los periódicos serbios de la época, tal vez Matthäus haya equivocado su profesión: le hubiera ido mejor en una agencia de cobros. Tweet
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lunes, 12 de septiembre de 2011
12 de septiembre
Por snedecor
Nadie de los que lo vivimos podremos olvidar (voluntariamente al menos) dónde estábamos ni qué estábamos haciendo aquel fatídico 11 de septiembre de 2001. El deporte en general, y el fútbol en particular, tampoco. Para la historia quedará que, mientras el horror se iba apoderando de todo el planeta, incapaz de apartar su mirada de aquellos dos colosos reducidos a polvo y escombros, a un cementerio de más de tres mil almas, la UEFA decidió que los partidos de Champions de aquel martes se disputaran con normalidad, sin más atención a lo sucedido que un protocolario y vergonzoso minuto de silencio.
El día 12 se impuso la cordura y ningún balón echó a rodar en el viejo continente. De esto probablemente nos acordamos casi todos. Pero lo que no es tan conocido es que, a miles de kilómetros de aquí, un equipo de fútbol estadounidense sí saltó al campo en una decisión que todavía hoy es motivo de debate.
Kansas City Wizards (hoy Sporting Kansas) tenía que jugar en Lima un encuentro de la extinta Copa Merconorte contra el Sporting Cristal peruano. El día 10 la expedición había dejado un país orgulloso y tranquilo, y al día siguiente se despertó en un hotel del extranjero viendo por la tele como su nación sufría su peor ataque desde Pearl Harbour. Es difícil imaginar las situaciones de nervios y tensión que vivieron aquellos jugadores y técnicos que, como el mítico guardameta Tony Meola, tenían familiares en la ciudad de Nueva York a los que era imposible localizar por el colapso de las telecomunicaciones. Todos ellos estaban a salvo, pero quienes estaban entonces en Perú no tenían modo de saberlo.
Aquel fue un largo día para los miembros de Kansas City Wizards, pero fue sólo el principio de su odisea. La CONMEBOL, organizadora del torneo, mostró aún menos sensibilidad que la UEFA y no se pronunció en contra de la disputa del encuentro del día 12. Después de varias conversaciones con el Departamento de Estado norteamericano, el cuerpo técnico decidió jugar el partido según lo previsto. Estaban virtualmente atrapados en Perú debido al cierre del espacio aéreo estadounidense y los técnicos pensaron que al menos el partido sería una distracción para sus futbolistas. Un poco de ejercicio físico podría servir para liberar algo de tensión y cansar los músculos lo suficiente como para poder conciliar el sueño.
No todos los jugadores entendieron la decisión. Varios de ellos, sobre todo los más veteranos como Peter Vermes o el propio Meola, no estaban por la labor de jugar, pero al final aceptaron el designio de su entrenador Bob Gansler como si fuera el del mismísimo comandante en jefe George W. Bush.
Los unicos norteamericanos sobre un terreno de juego
Pero estaba claro que no era el día para jugar al fútbol, o al soccer, o lo que fuera. De hecho los Wizards fueron el único equipo deportivo de EE.UU. que disputó un partido en aquellas trágicas horas posteriores a los atentados. El ambiente en el Estadio San Martín de Porres fue muy distinto al que los equipos estadounidenses estaban acostumbrados a sufrir en sus viajes a países latinos. Las medidas de seguridad en torno al campo fueron excepcionales, y tanto los aficionados peruanos como los futbolistas del Sporting Cristal se mostraron extremadamente respetuosos con unos jugadores que, evidentemente, no estaban en condiciones de afrontar un partido competitivo como aquel. Los locales vencieron por 2-1, pero el resultado, como es lógico, fue lo de menos.
El regreso a Estados Unidos tampoco fue sencillo. Las restricciones aéreas hicieron que el equipo pasara varios días en el país andino, intentando entrenarse con cierta normalidad pese a estar sumido en un estado de desconcierto casi total provocado por las confusas noticias que recibían sobre cuándo podrían volver a su país. Primero se habló de que los aeropuertos de EE.UU. tardarían dos semanas en abrirse al tráfico internacional; luego los propietarios de la franquicia intentaron fletar un vuelo chárter para repatriar a su equipo; y hasta se tanteó la posibilidad de volar hasta México y cruzar la frontera en autobús.
Finalmente, tras pasar tres interminables días en su hotel limeño, los jugadores fueron colocados en diversos vuelos siguiendo un estricto orden de prelación: primero los que tuvieran mujer e hijos, y luego los solteros. Cada uno por su lado, todos sufrieron las molestias de unos protocolos de seguridad que todavía no sabían muy bien qué era lo que pretendían buscar, experimentaron la psicosis colectiva de aquellos días en los que cualquier pasajero era sospechoso de ser un terrorista, y sólo cuando por fin llegaron a casa fueron plenamente conscientes de que durante su ausencia su país, y todo el mundo, había cambiado para siempre.
Ellos tampoco olvidarán jamás ni dónde estaban ni qué hicieron aquel fatídico día. Y algunos no están precisamente orgullosos: “De lo que más me arrepiento en toda mi carrera es de no haberme plantado por mis convicciones, de haber jugado aquel partido”. Palabra de Tony Meola. Tweet
Nadie de los que lo vivimos podremos olvidar (voluntariamente al menos) dónde estábamos ni qué estábamos haciendo aquel fatídico 11 de septiembre de 2001. El deporte en general, y el fútbol en particular, tampoco. Para la historia quedará que, mientras el horror se iba apoderando de todo el planeta, incapaz de apartar su mirada de aquellos dos colosos reducidos a polvo y escombros, a un cementerio de más de tres mil almas, la UEFA decidió que los partidos de Champions de aquel martes se disputaran con normalidad, sin más atención a lo sucedido que un protocolario y vergonzoso minuto de silencio.
El día 12 se impuso la cordura y ningún balón echó a rodar en el viejo continente. De esto probablemente nos acordamos casi todos. Pero lo que no es tan conocido es que, a miles de kilómetros de aquí, un equipo de fútbol estadounidense sí saltó al campo en una decisión que todavía hoy es motivo de debate.
Kansas City Wizards (hoy Sporting Kansas) tenía que jugar en Lima un encuentro de la extinta Copa Merconorte contra el Sporting Cristal peruano. El día 10 la expedición había dejado un país orgulloso y tranquilo, y al día siguiente se despertó en un hotel del extranjero viendo por la tele como su nación sufría su peor ataque desde Pearl Harbour. Es difícil imaginar las situaciones de nervios y tensión que vivieron aquellos jugadores y técnicos que, como el mítico guardameta Tony Meola, tenían familiares en la ciudad de Nueva York a los que era imposible localizar por el colapso de las telecomunicaciones. Todos ellos estaban a salvo, pero quienes estaban entonces en Perú no tenían modo de saberlo.
Aquel fue un largo día para los miembros de Kansas City Wizards, pero fue sólo el principio de su odisea. La CONMEBOL, organizadora del torneo, mostró aún menos sensibilidad que la UEFA y no se pronunció en contra de la disputa del encuentro del día 12. Después de varias conversaciones con el Departamento de Estado norteamericano, el cuerpo técnico decidió jugar el partido según lo previsto. Estaban virtualmente atrapados en Perú debido al cierre del espacio aéreo estadounidense y los técnicos pensaron que al menos el partido sería una distracción para sus futbolistas. Un poco de ejercicio físico podría servir para liberar algo de tensión y cansar los músculos lo suficiente como para poder conciliar el sueño.
No todos los jugadores entendieron la decisión. Varios de ellos, sobre todo los más veteranos como Peter Vermes o el propio Meola, no estaban por la labor de jugar, pero al final aceptaron el designio de su entrenador Bob Gansler como si fuera el del mismísimo comandante en jefe George W. Bush.
Los unicos norteamericanos sobre un terreno de juego
Pero estaba claro que no era el día para jugar al fútbol, o al soccer, o lo que fuera. De hecho los Wizards fueron el único equipo deportivo de EE.UU. que disputó un partido en aquellas trágicas horas posteriores a los atentados. El ambiente en el Estadio San Martín de Porres fue muy distinto al que los equipos estadounidenses estaban acostumbrados a sufrir en sus viajes a países latinos. Las medidas de seguridad en torno al campo fueron excepcionales, y tanto los aficionados peruanos como los futbolistas del Sporting Cristal se mostraron extremadamente respetuosos con unos jugadores que, evidentemente, no estaban en condiciones de afrontar un partido competitivo como aquel. Los locales vencieron por 2-1, pero el resultado, como es lógico, fue lo de menos.
El regreso a Estados Unidos tampoco fue sencillo. Las restricciones aéreas hicieron que el equipo pasara varios días en el país andino, intentando entrenarse con cierta normalidad pese a estar sumido en un estado de desconcierto casi total provocado por las confusas noticias que recibían sobre cuándo podrían volver a su país. Primero se habló de que los aeropuertos de EE.UU. tardarían dos semanas en abrirse al tráfico internacional; luego los propietarios de la franquicia intentaron fletar un vuelo chárter para repatriar a su equipo; y hasta se tanteó la posibilidad de volar hasta México y cruzar la frontera en autobús.
Finalmente, tras pasar tres interminables días en su hotel limeño, los jugadores fueron colocados en diversos vuelos siguiendo un estricto orden de prelación: primero los que tuvieran mujer e hijos, y luego los solteros. Cada uno por su lado, todos sufrieron las molestias de unos protocolos de seguridad que todavía no sabían muy bien qué era lo que pretendían buscar, experimentaron la psicosis colectiva de aquellos días en los que cualquier pasajero era sospechoso de ser un terrorista, y sólo cuando por fin llegaron a casa fueron plenamente conscientes de que durante su ausencia su país, y todo el mundo, había cambiado para siempre.
Ellos tampoco olvidarán jamás ni dónde estaban ni qué hicieron aquel fatídico día. Y algunos no están precisamente orgullosos: “De lo que más me arrepiento en toda mi carrera es de no haberme plantado por mis convicciones, de haber jugado aquel partido”. Palabra de Tony Meola. Tweet
jueves, 11 de agosto de 2011
De Bernard a Monsieur Bernard
Por Sopenilla
En los equipos anodinos, aquellos en los que confluye una trayectoria tan insulsa como longeva, las cosas (buenas o malas) nunca se suceden espaciadas. Por el contrario, tienden a solaparse en el tiempo, dando a entender que no hay hecho más extraordinario que el lento transcurrir de temporadas carentes de éxitos reseñables. Aunque L’Équipe sería capaz de llevar a portada a un club de la CFA 2, lo cierto es que el departamento de Maine y Loira nunca había concentrado tantas miradas desde que en el siglo XII Leonor de Aquitania diera brillo al condado de Anjou en razón de su matrimonio con Enrique II Plantagenet, rey de Inglaterra.
La culpa de que la ciudad de Angers haya recobrado la vida que tenía en plena Edad Media se debe al proceso judicial que ha condenado a dos años de prisión y 200.000 euros de multa a Willy Bernard, presidente y máximo accionista del SCO. Perjuicios deportivos al margen, la sentencia ha servido para ensombrecer –aún más, si cabe– el aura mesiánica que reviste a muchos directivos, sobre todo a aquellos provenientes del mundo empresarial. En España, donde la mayoría de los clubes están a la altura de las Cajas de Ahorros, la súplica es comprensible. En Francia, en cambio, parecía que el ejemplo del polifacético Bernard Tapie había cundido. La excepción, no obstante, ha venido a confirmar una regla que apunta a universal: el pelotazo no tiene fronteras.
En este sentido, poco ha importado que el conjunto blanquinegro pasara por ser una entidad saneada, y M. Bernard, por un joven emprendedor. Cuando uno aspira a imitar a Aulas, y los ingresos por subvenciones públicas no se distinguen de la facturación de tus propias empresas, la tentación no debe resultar fácilmente rechazable. Ni siquiera en el caso de que uno esté firmemente dispuesto a no mezclar el fútbol con los negocios, tal y como reconocía el acusado a la revista So Foot en mayo de 2008.
Por aquel entonces, Bernard ya figuraba como el presidente más joven del balompié galo. Una precocidad acorde con su ambición. Con 23 años, había levantado su primera compañía, ‘AB Fenêtres’, una firma dedicada a la comercialización de ventanas. Metida de lleno en plena burbuja inmobiliaria, la empresa no tardó en expandirse, alimentando consigo los planes de su propietario. Casualmente, en el momento en que se produjo su salida a bolsa, las cifras dejaron de cuadrar. Con apenas un lustro de vida, AB se declaró en suspensión de pagos. En teoría, todo se debía a la falta de crédito para hacer frente a la crisis del sector. La práctica hablaba, también por vía oficial, de una treintena de tiendas y dos centenares de empleados.
De ventanas a paneles solares
Pese al revés financiero, Bernard pudo adquirir sin problemas el Angers SCO tan sólo unos meses después de la quiebra. Instalado en el sillón presidencial, desviar fondos hacia su bolsillo fue mucho más asequible, aunque para destapar la trama hayan sido necesarios más de dos años de investigación y de escuchas telefónicas. El resultado es un sumario de ocho mil páginas que señala a ‘Next Generation’, la segunda empresa de Bernard, como el trampolín de un negocio personal que reportaba al mandatario un sueldo, según la estimación de la policía, de 50.000 euros al mes.
La nómina venía, fundamentalmente, de meter mano a las subvenciones públicas. De entrada, las que recibía el Angers SCO de parte de las distintas administraciones (Ayuntamiento, Consejo General y Consejo Regional): en total, entre las tres instituciones, casi un millón de euros anuales. Ya se ve que austeridad no es una palabra que sólo se debe predicar en el sur de Europa. En el noroeste francés, gobierno y oposición, a nivel municipal al menos, también se enfrentan por el modo en que se justifican algunas partidas presupuestarias.
El resto del salario corría a cargo del sistema de incentivos ideado desde Bruselas para impulsar las energías renovables. Tras su experiencia en el mercado de la vivienda, y quizá para justificar los folletos en los que aparecía como empresario modelo, Bernard entendió que convenía cambiar las ventanas por los paneles solares. Casualidad o no de nuevo, lo curioso es que ambas iniciativas hayan desembocado en el mismo punto. En palabras de sus responsables, tanto ‘AB Fenêtres’ como ‘Next Generation’ estaban en negociaciones para ser vendidas en vísperas de que la primera abandonase el parqué y la segunda se pusiera al descubierto como tapadera.
Lo mejor o lo peor de todo, según se mire, es que la apertura del proceso el pasado mes de abril ha coincidido con la época más dichosa del Angers SCO. Lo común, por otro lado, en algunos dirigentes. Hasta la entrada en escena de Bernard, y con la salvedad de una participación europea (UEFA) tras acabar cuarto en liga en 1972, el club acostumbraba a vagar por la Ligue 2.
Suya fue la decisión de rescatar de Toulon a Jean-Louis Garcia. Con él al frente, el ascenso ha estado más cerca que nunca. Incluso una semifinal copera, después que Girondins y Valenciennes hincaran la rodilla en el Jean Bouin. Pero el PSG, primero; y los tribunales, más tarde, impusieron cada uno su lógica.
Tras sortear un descenso deportivo a National, el SCO regresó el viernes a la competición de la mano de un técnico sin papeles y con la prohibición de realizar fichajes. Enfrente estuvo Le Havre, que se acabó llevando los tres puntos del estadio Jean Bouin. En el palco, aun a costa de haberse sentado en el banquillo de los acusados y ser todavía el máximo accionista, el que no estuvo fue Willy Bernard.
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En los equipos anodinos, aquellos en los que confluye una trayectoria tan insulsa como longeva, las cosas (buenas o malas) nunca se suceden espaciadas. Por el contrario, tienden a solaparse en el tiempo, dando a entender que no hay hecho más extraordinario que el lento transcurrir de temporadas carentes de éxitos reseñables. Aunque L’Équipe sería capaz de llevar a portada a un club de la CFA 2, lo cierto es que el departamento de Maine y Loira nunca había concentrado tantas miradas desde que en el siglo XII Leonor de Aquitania diera brillo al condado de Anjou en razón de su matrimonio con Enrique II Plantagenet, rey de Inglaterra.
La culpa de que la ciudad de Angers haya recobrado la vida que tenía en plena Edad Media se debe al proceso judicial que ha condenado a dos años de prisión y 200.000 euros de multa a Willy Bernard, presidente y máximo accionista del SCO. Perjuicios deportivos al margen, la sentencia ha servido para ensombrecer –aún más, si cabe– el aura mesiánica que reviste a muchos directivos, sobre todo a aquellos provenientes del mundo empresarial. En España, donde la mayoría de los clubes están a la altura de las Cajas de Ahorros, la súplica es comprensible. En Francia, en cambio, parecía que el ejemplo del polifacético Bernard Tapie había cundido. La excepción, no obstante, ha venido a confirmar una regla que apunta a universal: el pelotazo no tiene fronteras.
En este sentido, poco ha importado que el conjunto blanquinegro pasara por ser una entidad saneada, y M. Bernard, por un joven emprendedor. Cuando uno aspira a imitar a Aulas, y los ingresos por subvenciones públicas no se distinguen de la facturación de tus propias empresas, la tentación no debe resultar fácilmente rechazable. Ni siquiera en el caso de que uno esté firmemente dispuesto a no mezclar el fútbol con los negocios, tal y como reconocía el acusado a la revista So Foot en mayo de 2008.
Por aquel entonces, Bernard ya figuraba como el presidente más joven del balompié galo. Una precocidad acorde con su ambición. Con 23 años, había levantado su primera compañía, ‘AB Fenêtres’, una firma dedicada a la comercialización de ventanas. Metida de lleno en plena burbuja inmobiliaria, la empresa no tardó en expandirse, alimentando consigo los planes de su propietario. Casualmente, en el momento en que se produjo su salida a bolsa, las cifras dejaron de cuadrar. Con apenas un lustro de vida, AB se declaró en suspensión de pagos. En teoría, todo se debía a la falta de crédito para hacer frente a la crisis del sector. La práctica hablaba, también por vía oficial, de una treintena de tiendas y dos centenares de empleados.
De ventanas a paneles solares
Pese al revés financiero, Bernard pudo adquirir sin problemas el Angers SCO tan sólo unos meses después de la quiebra. Instalado en el sillón presidencial, desviar fondos hacia su bolsillo fue mucho más asequible, aunque para destapar la trama hayan sido necesarios más de dos años de investigación y de escuchas telefónicas. El resultado es un sumario de ocho mil páginas que señala a ‘Next Generation’, la segunda empresa de Bernard, como el trampolín de un negocio personal que reportaba al mandatario un sueldo, según la estimación de la policía, de 50.000 euros al mes.
La nómina venía, fundamentalmente, de meter mano a las subvenciones públicas. De entrada, las que recibía el Angers SCO de parte de las distintas administraciones (Ayuntamiento, Consejo General y Consejo Regional): en total, entre las tres instituciones, casi un millón de euros anuales. Ya se ve que austeridad no es una palabra que sólo se debe predicar en el sur de Europa. En el noroeste francés, gobierno y oposición, a nivel municipal al menos, también se enfrentan por el modo en que se justifican algunas partidas presupuestarias.
El resto del salario corría a cargo del sistema de incentivos ideado desde Bruselas para impulsar las energías renovables. Tras su experiencia en el mercado de la vivienda, y quizá para justificar los folletos en los que aparecía como empresario modelo, Bernard entendió que convenía cambiar las ventanas por los paneles solares. Casualidad o no de nuevo, lo curioso es que ambas iniciativas hayan desembocado en el mismo punto. En palabras de sus responsables, tanto ‘AB Fenêtres’ como ‘Next Generation’ estaban en negociaciones para ser vendidas en vísperas de que la primera abandonase el parqué y la segunda se pusiera al descubierto como tapadera.
Lo mejor o lo peor de todo, según se mire, es que la apertura del proceso el pasado mes de abril ha coincidido con la época más dichosa del Angers SCO. Lo común, por otro lado, en algunos dirigentes. Hasta la entrada en escena de Bernard, y con la salvedad de una participación europea (UEFA) tras acabar cuarto en liga en 1972, el club acostumbraba a vagar por la Ligue 2.
Suya fue la decisión de rescatar de Toulon a Jean-Louis Garcia. Con él al frente, el ascenso ha estado más cerca que nunca. Incluso una semifinal copera, después que Girondins y Valenciennes hincaran la rodilla en el Jean Bouin. Pero el PSG, primero; y los tribunales, más tarde, impusieron cada uno su lógica.
Tras sortear un descenso deportivo a National, el SCO regresó el viernes a la competición de la mano de un técnico sin papeles y con la prohibición de realizar fichajes. Enfrente estuvo Le Havre, que se acabó llevando los tres puntos del estadio Jean Bouin. En el palco, aun a costa de haberse sentado en el banquillo de los acusados y ser todavía el máximo accionista, el que no estuvo fue Willy Bernard.
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martes, 9 de agosto de 2011
El papelón inglés (II)
Por snedecor
Estábamos en 1997, en la húmeda y calurosa Malasia, hablando de la enésima decepción inglesa en un Mundial sub’20. Ironías de la vida, fue precisamente Australia, el país en el que Inglaterra había logrado sus mayores éxitos (semifinales en 1981 y 1993), quien indirectamente truncó las esperanzas de victoria de Owen y compañía. En la última jornada de la fase de grupos, cuatro goles de un tal Kostas Salapasidis (que luego tuvo un renaldinhístico paso por Compostela), tumbaron a la Argentina de los Leo Franco, Scaloni, Placente, Cambiasso, Aimar y Riquelme, enviándola al cruce de octavos contra la hasta entonces invicta y temible Inglaterra. En el preludio de lo que ocurriría un año después en Francia, la albiceleste se llevó el duelo por 2-1 y obligó a los ingleses a hacer las maletas antes de tiempo.
Fue el último gran momento de Inglaterra en un Mundial sub’20. Y para lo que han hecho luego, mejor hubiera sido que cerraran la sección.
Porque desde aquella decepción malaya del 97, Inglaterra no ha hecho nada en un Mundial sub’20. Pero absolutamente nada. Los conflictos entre Federación y clubes cada vez que hay que confeccionar una lista son tan grandes que uno sospecha que en la FA casi rezan para no clasificarse (de hecho, Inglaterra sólo ha ganado un Europeo sub’18: fue en 1993, con Robbie Fowler como estrella). Nigeria’99 se celebró en abril y, como es tradición, los clubes no liberaron a las jóvenes promesas que ya formaban parte de su primera plantilla. Por eso Alan Smith, que despuntaba en el Leeds y había sido el líder del equipo en el Europeo que sirvió de clasificatorio, no viajó a África. Ashley Cole, Andy Johnson y Peter Crouch sí pueden decir que estuvieron en el Mundial que coronó a Xavi y Casillas, pero seguro que no cuentan que su equipo fue incapaz de perforar la meta contraria en sus 3 derrotas ante Japón, Estados Unidos y Camerún.
La maldición del ataque inglés en los Mundiales juveniles se mantiene hasta hoy: sólo ha marcado un gol en sus cuatro últimas participaciones, incluyendo la cita nigeriana. Aunque más que maldición, quizás deberíamos hablar de una consecuencia lógica: sin tus mejores jugadores, todo se hace un poco más difícil.
Tras faltar a Argentina 2001, en Emiratos Árabes 2003 (el campeonato se jugó en diciembre y de aquel equipo sólo James Milner ha llegado luego a la absoluta), Inglaterra sumó dos derrotas (sin goles, por supuesto) ante Japón y Egipto, y un empate a cero con Colombia. Después de otras dos ediciones sin participar, Egipto 2009 iba camino de convertirse en el tercer mundial consecutivo en el que Inglaterra no conseguía inaugurar su casillero de goles a favor hasta que, seguramente por despiste, un desconocido delantero del Manchester City de nombre Alex Nimely lo impidió en el minuto 88 del último partido. Con ese gol la selección inglesa sacaba un agónico empate ante Uzbekistán, aunque las derrotas precedentes contra Uruguay y Ghana le impedían, una vez más, acceder a octavos de final.
Ocho que no saben lo que es un Mundial
Y así llegamos a Colombia 2011. Pese a que la FA afinó bastante su primera lista, excluyendo a varios jugadores que por calidad deberían acudir al Mundial juvenil (desde luego en el resto de países sí van futbolistas como ellos), el filtro no fue suficiente. Nada menos que 8 de los 21 seleccionados fueron requeridos por sus clubes, con la excusa de que la fase eliminatoria del Mundial coincide con el inicio de la temporada británica. Una excusa un poco cogida por los pelos, viendo el historial de tempranas eliminaciones de la selección inglesa, pero al parecer suficientemente válida como para privar a los chavales de una experiencia que, quién sabe, tal vez algún día les pueda venir bien en una cita absoluta.
La página web en la que la FA anunciaba la lista original se convirtió pronto en un sinsentido plagado de asteriscos y signos varios para indicar los cambios con respecto a la primera decisión de sus técnicos. Un batiburrillo de símbolos y notas al pie que resulta tragicómico y que debería servir de escarnio para el conjunto del fútbol inglés.
Y eso que en el campo las cosas han mejorado algo con respecto a ediciones pasadas. Vale, esta vez tampoco han marcado, pero al menos podrán jugar un partido más de lo habitual. Con tres empates a cero ante Corea del Norte, Argentina y México, Inglaterra acabó tercera de grupo y consiguió pasar de rebote a octavos de final, donde en teoría tendrá poco que hacer frente a la poderosa Nigeria.
Los chavales no tienen la culpa: al fin y al cabo, no serán ellos los que carguen con la presión de intentar ganar algún título con la absoluta, porque muy probablemente no llegarán a ella. El problema para Inglaterra es que quienes tengan que hacerlo no sabrán lo que es un Mundial hasta que se den de bruces con el de verdad.
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Estábamos en 1997, en la húmeda y calurosa Malasia, hablando de la enésima decepción inglesa en un Mundial sub’20. Ironías de la vida, fue precisamente Australia, el país en el que Inglaterra había logrado sus mayores éxitos (semifinales en 1981 y 1993), quien indirectamente truncó las esperanzas de victoria de Owen y compañía. En la última jornada de la fase de grupos, cuatro goles de un tal Kostas Salapasidis (que luego tuvo un renaldinhístico paso por Compostela), tumbaron a la Argentina de los Leo Franco, Scaloni, Placente, Cambiasso, Aimar y Riquelme, enviándola al cruce de octavos contra la hasta entonces invicta y temible Inglaterra. En el preludio de lo que ocurriría un año después en Francia, la albiceleste se llevó el duelo por 2-1 y obligó a los ingleses a hacer las maletas antes de tiempo.
Fue el último gran momento de Inglaterra en un Mundial sub’20. Y para lo que han hecho luego, mejor hubiera sido que cerraran la sección.
Porque desde aquella decepción malaya del 97, Inglaterra no ha hecho nada en un Mundial sub’20. Pero absolutamente nada. Los conflictos entre Federación y clubes cada vez que hay que confeccionar una lista son tan grandes que uno sospecha que en la FA casi rezan para no clasificarse (de hecho, Inglaterra sólo ha ganado un Europeo sub’18: fue en 1993, con Robbie Fowler como estrella). Nigeria’99 se celebró en abril y, como es tradición, los clubes no liberaron a las jóvenes promesas que ya formaban parte de su primera plantilla. Por eso Alan Smith, que despuntaba en el Leeds y había sido el líder del equipo en el Europeo que sirvió de clasificatorio, no viajó a África. Ashley Cole, Andy Johnson y Peter Crouch sí pueden decir que estuvieron en el Mundial que coronó a Xavi y Casillas, pero seguro que no cuentan que su equipo fue incapaz de perforar la meta contraria en sus 3 derrotas ante Japón, Estados Unidos y Camerún.
La maldición del ataque inglés en los Mundiales juveniles se mantiene hasta hoy: sólo ha marcado un gol en sus cuatro últimas participaciones, incluyendo la cita nigeriana. Aunque más que maldición, quizás deberíamos hablar de una consecuencia lógica: sin tus mejores jugadores, todo se hace un poco más difícil.
Tras faltar a Argentina 2001, en Emiratos Árabes 2003 (el campeonato se jugó en diciembre y de aquel equipo sólo James Milner ha llegado luego a la absoluta), Inglaterra sumó dos derrotas (sin goles, por supuesto) ante Japón y Egipto, y un empate a cero con Colombia. Después de otras dos ediciones sin participar, Egipto 2009 iba camino de convertirse en el tercer mundial consecutivo en el que Inglaterra no conseguía inaugurar su casillero de goles a favor hasta que, seguramente por despiste, un desconocido delantero del Manchester City de nombre Alex Nimely lo impidió en el minuto 88 del último partido. Con ese gol la selección inglesa sacaba un agónico empate ante Uzbekistán, aunque las derrotas precedentes contra Uruguay y Ghana le impedían, una vez más, acceder a octavos de final.
Ocho que no saben lo que es un Mundial
Y así llegamos a Colombia 2011. Pese a que la FA afinó bastante su primera lista, excluyendo a varios jugadores que por calidad deberían acudir al Mundial juvenil (desde luego en el resto de países sí van futbolistas como ellos), el filtro no fue suficiente. Nada menos que 8 de los 21 seleccionados fueron requeridos por sus clubes, con la excusa de que la fase eliminatoria del Mundial coincide con el inicio de la temporada británica. Una excusa un poco cogida por los pelos, viendo el historial de tempranas eliminaciones de la selección inglesa, pero al parecer suficientemente válida como para privar a los chavales de una experiencia que, quién sabe, tal vez algún día les pueda venir bien en una cita absoluta.
La página web en la que la FA anunciaba la lista original se convirtió pronto en un sinsentido plagado de asteriscos y signos varios para indicar los cambios con respecto a la primera decisión de sus técnicos. Un batiburrillo de símbolos y notas al pie que resulta tragicómico y que debería servir de escarnio para el conjunto del fútbol inglés.
Y eso que en el campo las cosas han mejorado algo con respecto a ediciones pasadas. Vale, esta vez tampoco han marcado, pero al menos podrán jugar un partido más de lo habitual. Con tres empates a cero ante Corea del Norte, Argentina y México, Inglaterra acabó tercera de grupo y consiguió pasar de rebote a octavos de final, donde en teoría tendrá poco que hacer frente a la poderosa Nigeria.
Los chavales no tienen la culpa: al fin y al cabo, no serán ellos los que carguen con la presión de intentar ganar algún título con la absoluta, porque muy probablemente no llegarán a ella. El problema para Inglaterra es que quienes tengan que hacerlo no sabrán lo que es un Mundial hasta que se den de bruces con el de verdad.
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lunes, 8 de agosto de 2011
El papelón inglés (I)
Por snedecor
Supongo que no es fácil ganar un Mundial, sobre todo si no sabes cómo se hace una cosa parecida. Por fortuna para nosotros, hace años que en España se vienen haciendo bastante bien las cosas con las selecciones inferiores, y por eso no debe ser casualidad que el año pasado en el podio del Soccer City de Johannesburgo se juntaran unos cuantos medallistas olímpicos, muchos campeones de Europa en distintas categorías y un subcampeón y 3 campeones del mundo sub’20. Sólo Valdés, Arbeloa, Busquets, Navas, Villa y Pedro desconocían lo que era estar en un gran campeonato juvenil.
Pero hoy no vamos a hablar de nuestra exitosa cantera que tantas alegrías nos sigue dando. Eso sería caer en un chauvinismo que no pega demasiado con nuestra idiosincrasia nacional, ni desde luego con la línea editorial (?) de FNF. Por eso vamos a hacer algo verdaderamente español: meternos con los ingleses.
Puede que en las islas los buenos futbolistas despunten más tarde, que los seleccionadores de las categorías inferiores se pasen más tiempo tomando pintas en un pub que recorriendo los campos del país, o puede que todo se deba a la falta de autoridad de la FA sobre sus clubes (cuando un torneo internacional coincide con parte de la temporada, cosa que ocurre con mucha frecuencia, los equipos suelen impedir que los jugadores que ya están en su primera plantilla se vayan con la selección), pero el caso es que el papel de Inglaterra en la historia de los Mundiales juveniles no pasa de mediocre.
No es que no tengan buenas promesas (cosa que también se podría discutir), es que esas promesas rara vez acuden a estas citas. Y así parece francamente difícil que algún día los inventores del fútbol puedan alcanzar en un torneo absoluto ese éxito que tanto ansían. Vale, triunfar en inferiores tampoco garantiza nada (Argentina ganó 5 mundiales sub’20 entre 1995 y 2007 y ya vemos de qué le ha servido), pero digo yo, viendo a nuestra Selección, que algo influirá.
Ni Cole, ni Barmby, ni Owen
Inglaterra no logró clasificarse para los dos primeros Mundiales Sub’20 (Túnez’77 y Japón’79), pero en su primera participación, en Australia’81, acabó cuarta tras perder con Rumanía la final de consolación. Un resultado notable sólo empañado por el hecho de que en semis había sido eliminada por unos qataríes aún más desconocidos que los componentes de aquella selección inglesa: sólo Danny Wallace (una internacionalidad) y Neil Webb (26 partidos, incluyendo el Mundial de Italia’90 y la Euro de Suecia’92) llegarían a jugar después con la absoluta.
Tras perderse el siguiente Mundial (México’83) Inglaterra volvió a clasificarse para el de la Unión Soviética en 1985. Allí, mientras los Unzué, Patxi Ferreira, Fernando Gómez Colomer, Jose Aurelio Gay, Nayim o Sebastián Losada se hacían con un meritorio subcampeonato (España perdió en la prórroga ante Brasil), sus colegas ingleses se iban a casa a las primeras de cambio, tras perder con China y México y arañar un empate a dos ante Paraguay. Si todavía se habla con sus compañeros de expedición, seguro que Michael Thomas (ex defensa de Arsenal y Liverpool) no deja de presumir de sus 2 partidos con la absoluta: es el único de aquel equipo inglés que llegó a debutar con los mayores.
Inglaterra no volvió a un Mundial juvenil hasta Portugal’91. Esta vez sí había varios jugadores que luego llegarían a la absoluta: concretamente dos, el portero Ian Walker y el mítico delantero Andy Cole. Otros futbolistas, como Steve Harkness, Lee Clark, Scott Minto o Chris Bart Williams tuvieron una larga carrera en la Premier, pero ni por esas. Encuadrada en el mismo grupo que España, Inglaterra perdió ante los nuestros el primer partido y luego fue incapaz de ganar a Siria y Uruguay, quedando nuevamente eliminada en la primera fase.
La FIFA tuvo que volver a organizar un campeonato en Australia para que los líderes de la Commonwealth hicieran otro papel digno: nuevamente semifinalistas, como en el 81. Esta vez acabaron terceros tras perder con Ghana y derrotar a los anfitriones en el tercer y cuarto puesto. Nick Barmby y Nicky Butt estaban en aquella selección de 1993, aunque con un papel muy secundario. Salvo David Unsworth, que jugó un amistoso ante Japón en Wembley en el 95, el resto missing (internacionalmente hablando, se entiende).
Para no perder las costumbres, Inglaterra volvió a faltar a la siguiente cita, la de Qatar’95. Y el punto de inflexión llegó en Malasia’97. El torneo se jugaba en junio, con las competiciones nacionales concluidas, y por ello Inglaterra llevó una selección extremadamente competitiva, con muchos jugadores que ya comenzaban a asomar en las plantillas de la Premier y que acabarían llegando a la absoluta. Allí estaban Matthew Upson, Jamie Carragher, Kieron Dyer, Danny Murphy y, por encima de todos, Michael Owen, amén de otros que no dieron el salto internacional pero sí se han dejado ver en Premier, como Jody Morris, Ronnie Wallwork, John Curtis o Jason Euell.
Pleno de victorias en la fase de grupos ante Costa de Marfil, Emiratos Árabes y México, con hat-trick de Murphy ante los árabes y un Owen estelar con un gol en cada partido. Con ocho goles a favor por ninguno en contra y la sensación de estar viendo a un candidato serio al título, sólo fallaba un pequeño detalle: que seguía siendo Inglaterra, y que aquello seguía siendo un Mundial juvenil que no se jugaba en Australia.
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Supongo que no es fácil ganar un Mundial, sobre todo si no sabes cómo se hace una cosa parecida. Por fortuna para nosotros, hace años que en España se vienen haciendo bastante bien las cosas con las selecciones inferiores, y por eso no debe ser casualidad que el año pasado en el podio del Soccer City de Johannesburgo se juntaran unos cuantos medallistas olímpicos, muchos campeones de Europa en distintas categorías y un subcampeón y 3 campeones del mundo sub’20. Sólo Valdés, Arbeloa, Busquets, Navas, Villa y Pedro desconocían lo que era estar en un gran campeonato juvenil.
Pero hoy no vamos a hablar de nuestra exitosa cantera que tantas alegrías nos sigue dando. Eso sería caer en un chauvinismo que no pega demasiado con nuestra idiosincrasia nacional, ni desde luego con la línea editorial (?) de FNF. Por eso vamos a hacer algo verdaderamente español: meternos con los ingleses.
Puede que en las islas los buenos futbolistas despunten más tarde, que los seleccionadores de las categorías inferiores se pasen más tiempo tomando pintas en un pub que recorriendo los campos del país, o puede que todo se deba a la falta de autoridad de la FA sobre sus clubes (cuando un torneo internacional coincide con parte de la temporada, cosa que ocurre con mucha frecuencia, los equipos suelen impedir que los jugadores que ya están en su primera plantilla se vayan con la selección), pero el caso es que el papel de Inglaterra en la historia de los Mundiales juveniles no pasa de mediocre.
No es que no tengan buenas promesas (cosa que también se podría discutir), es que esas promesas rara vez acuden a estas citas. Y así parece francamente difícil que algún día los inventores del fútbol puedan alcanzar en un torneo absoluto ese éxito que tanto ansían. Vale, triunfar en inferiores tampoco garantiza nada (Argentina ganó 5 mundiales sub’20 entre 1995 y 2007 y ya vemos de qué le ha servido), pero digo yo, viendo a nuestra Selección, que algo influirá.
Ni Cole, ni Barmby, ni Owen
Inglaterra no logró clasificarse para los dos primeros Mundiales Sub’20 (Túnez’77 y Japón’79), pero en su primera participación, en Australia’81, acabó cuarta tras perder con Rumanía la final de consolación. Un resultado notable sólo empañado por el hecho de que en semis había sido eliminada por unos qataríes aún más desconocidos que los componentes de aquella selección inglesa: sólo Danny Wallace (una internacionalidad) y Neil Webb (26 partidos, incluyendo el Mundial de Italia’90 y la Euro de Suecia’92) llegarían a jugar después con la absoluta.
Tras perderse el siguiente Mundial (México’83) Inglaterra volvió a clasificarse para el de la Unión Soviética en 1985. Allí, mientras los Unzué, Patxi Ferreira, Fernando Gómez Colomer, Jose Aurelio Gay, Nayim o Sebastián Losada se hacían con un meritorio subcampeonato (España perdió en la prórroga ante Brasil), sus colegas ingleses se iban a casa a las primeras de cambio, tras perder con China y México y arañar un empate a dos ante Paraguay. Si todavía se habla con sus compañeros de expedición, seguro que Michael Thomas (ex defensa de Arsenal y Liverpool) no deja de presumir de sus 2 partidos con la absoluta: es el único de aquel equipo inglés que llegó a debutar con los mayores.
Inglaterra no volvió a un Mundial juvenil hasta Portugal’91. Esta vez sí había varios jugadores que luego llegarían a la absoluta: concretamente dos, el portero Ian Walker y el mítico delantero Andy Cole. Otros futbolistas, como Steve Harkness, Lee Clark, Scott Minto o Chris Bart Williams tuvieron una larga carrera en la Premier, pero ni por esas. Encuadrada en el mismo grupo que España, Inglaterra perdió ante los nuestros el primer partido y luego fue incapaz de ganar a Siria y Uruguay, quedando nuevamente eliminada en la primera fase.
La FIFA tuvo que volver a organizar un campeonato en Australia para que los líderes de la Commonwealth hicieran otro papel digno: nuevamente semifinalistas, como en el 81. Esta vez acabaron terceros tras perder con Ghana y derrotar a los anfitriones en el tercer y cuarto puesto. Nick Barmby y Nicky Butt estaban en aquella selección de 1993, aunque con un papel muy secundario. Salvo David Unsworth, que jugó un amistoso ante Japón en Wembley en el 95, el resto missing (internacionalmente hablando, se entiende).
Para no perder las costumbres, Inglaterra volvió a faltar a la siguiente cita, la de Qatar’95. Y el punto de inflexión llegó en Malasia’97. El torneo se jugaba en junio, con las competiciones nacionales concluidas, y por ello Inglaterra llevó una selección extremadamente competitiva, con muchos jugadores que ya comenzaban a asomar en las plantillas de la Premier y que acabarían llegando a la absoluta. Allí estaban Matthew Upson, Jamie Carragher, Kieron Dyer, Danny Murphy y, por encima de todos, Michael Owen, amén de otros que no dieron el salto internacional pero sí se han dejado ver en Premier, como Jody Morris, Ronnie Wallwork, John Curtis o Jason Euell.
Pleno de victorias en la fase de grupos ante Costa de Marfil, Emiratos Árabes y México, con hat-trick de Murphy ante los árabes y un Owen estelar con un gol en cada partido. Con ocho goles a favor por ninguno en contra y la sensación de estar viendo a un candidato serio al título, sólo fallaba un pequeño detalle: que seguía siendo Inglaterra, y que aquello seguía siendo un Mundial juvenil que no se jugaba en Australia.
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miércoles, 20 de julio de 2011
Temporada de huracanes
Por snedecor
En 1910, impactados por la hazaña de Jorge Newberry, un aventurero que acababa de atravesar media Sudamérica en globo aerostático, a los fundadores del Club Atlético Huracán no se les ocurrió mejor homenaje que usar uno de esos aparatos como emblema de su recién creado club.
Desde entonces al equipo se le conoce popularmente como el Globo, y por aprovecharnos de la metonimia podríamos decir que a este globo se le estropeó el quemador una tarde de julio de 2009, justo cuando estaba a punto de alcanzar la cota más alta a la que jamás había volado. Tras un espectacular campeonato, Huracán se jugaba en el feudo de Vélez Sarsfield el Torneo Clausura, pero un pajarraco en forma de árbitro chocó violentamente contra la barquilla y todo se fue al traste. Un gol mal anulado a Huracán y otro sí concedido a Vélez obviando una falta previa hizo que la gloria fuera para el equipo de Liniers y la rabia para los hinchas quemeros, que se quedaron con las ganas de levantar el primer título de su centenaria historia.
Ángel Cappa, por aquel entonces admirado comandante del Globo, perdió su habitual compostura para arremeter furioso contra el trencilla. Otros muchos le imitaron, y el ínclito Gabriel Brazenas tuvo que abandonar su puesto de trabajo en una oficina del Instituto de Vivienda de Buenos Aires y su casa en Lanús a raíz de las continuas amenazas que sufría por parte de los iracundos seguidores de Huracán. Dos años después, tras no superar las pruebas físicas de la AFA por culpa de una lesión mal curada, Brazenas sólo coge el pito (con perdón de la expresión para los lectores del otro lado del charco) para impartir justicia, o intentarlo, en pachangas de barrio y similares; el resto del tiempo lo dedica a poner ladrillos y realizar chapuzas varias.
Pero aquella aciaga tarde de julio de 2009, el primer Huracán, el auténtico, el de Buenos Aires, el Globo, comenzó una descontrolada caída en la que ni soltar el lastre de Cappa fue suficiente para impedir el estrepitoso aterrizaje del equipo en la B, consumado a principios de este mes en un desafortunado partido de promoción ante Gimnasia y Esgrima de La Plata. Como ha descendido de categoría, ahora la duda está en saber si deberíamos considerar a Huracán una tormenta tropical.
Chubasco en León
A miles de kilómetros del gran Buenos Aires, un pequeño club lucha por sobrevivir en la Tercera División española. El Huracán Z, un clásico del fútbol leonés, fue fundado en los años 50 en Trobajo del Camino (pueblo perteneciente al municipio de San Andrés del Rabanedo pero que físicamente hoy es un barrio más de la capital provincial) y jamás ha pasado del fútbol regional. A comienzos de este siglo el equipo vivió su etapa más gloriosa, en la que inauguró un campo de césped artificial y llegó a jugar los play-offs de ascenso a Segunda B. Era el año 2006 y no faltó quien pronosticara que, a no tardar, el Huracán Z competiría de tú a tú con la histórica Cultural y Deportiva Leonesa.
Cinco años después, la profecía casi se ha cumplido, y puede que hasta se quede corta: tras no pagar las cantidades reclamadas por sus jugadores a la AFE (casi 400.000 euros), esta próxima temporada la Cultu debería jugar contra el Huracán en Tercera. Digo debería porque con más de 1’5 millones de euros de deuda ya exigible y la Seguridad Social solicitando su liquidación definitiva, el futuro del primer equipo de León no parece muy halagüeño. En el esperpéntico culebrón que ha sido la agonía culturalista, el nombre de Santiago de la Riva, accionista de Profutle (la sociedad que ha llevado a la ruina a la Cultural) y a la sazón actual presidente del Huracán Z, ha sonado varias veces como posible salvador del club leonés, aunque su interés no ha llegado nunca a concretarse. Hubiera sido interesante saber cómo pretendía hacer frente De la Riva a la inabarcable deuda de la Cultural, pues durante este último mes las ha pasado canutas para encontrar un patrocinador que pusiera los 30.000 euros que el propio Huracán Z debía a sus futbolistas y poder mantener así la categoría. En cualquier caso, queda claro que el nombre de Huracán es demasiado pretencioso para un equipo que, futbolísticamente, no pasa de ser un chubasco de carácter débil.
Tormenta de verano en Levante
Mientras los otros se debilitan, un tercer Huracán comienza a cobrar una fuerza inusitada en la costa levantina. Nacido este mismo año con el ambicioso objetivo de convertirse en el tercer club de la ciudad de Valencia, este proyecto presidido por el periodista Toni Hernández buscó la forma más rápida de entrar en juego lo más arriba posible. Los dirigentes del Huracán Valencia aprovecharon el escaso apoyo que recibía el Torrellano Ilice de las instituciones locales para fusionar ambos clubes, de manera que se mantenía la plaza del Torrellano en Tercera (así como las de su prolífica cantera en las diversas categorías juveniles) y el equipo resultante se trasladaría de Elche a Valencia. Las cosas iban tan deprisa que en sus escasos 5 meses de vida el Huracán Valencia ya ha cerrado un acuerdo con el Manises CF para que éste sea su filial a cambio de compartir estadio, ha celebrado pruebas de selección para sus categorías inferiores y hasta ha visto como el fútbol griego le quitaba al que iba a ser su entrenador, el ex-valencianista Óscar Fernández.
Incluso se acaba de conocer que el Torrellano ha comprado una de las plazas que la Federación sacó a subasta en el Grupo III de Segunda B tras los descensos administrativos de Castellón y Alicante, por lo que el nuevo club pasaría directamente de no existir a militar en la categoría de bronce del fútbol español. Velocidad de vértigo la de este Huracán, que podría parecer la tormenta perfecta si no le fallara un pequeño detalle: saber si al final podrá competir o no. Porque lo que parece habérseles escapado a los promotores del Huracán Valencia-Torrellano es que, para evitar que se camuflen como fusiones lo que en realidad son compras de equipos no profesionales, la RFEF no permite fusiones entre equipos que no pertenezcan a ciudades limítrofes, y Elche y Valencia (o Manises) no son precisamente León y Trobajo del Camino. Si no hay sorpresas en el dictamen definitivo de la Federación, este nuevo Huracán corre el riego de quedarse en una mera tormenta de verano. Tweet
En 1910, impactados por la hazaña de Jorge Newberry, un aventurero que acababa de atravesar media Sudamérica en globo aerostático, a los fundadores del Club Atlético Huracán no se les ocurrió mejor homenaje que usar uno de esos aparatos como emblema de su recién creado club.
Desde entonces al equipo se le conoce popularmente como el Globo, y por aprovecharnos de la metonimia podríamos decir que a este globo se le estropeó el quemador una tarde de julio de 2009, justo cuando estaba a punto de alcanzar la cota más alta a la que jamás había volado. Tras un espectacular campeonato, Huracán se jugaba en el feudo de Vélez Sarsfield el Torneo Clausura, pero un pajarraco en forma de árbitro chocó violentamente contra la barquilla y todo se fue al traste. Un gol mal anulado a Huracán y otro sí concedido a Vélez obviando una falta previa hizo que la gloria fuera para el equipo de Liniers y la rabia para los hinchas quemeros, que se quedaron con las ganas de levantar el primer título de su centenaria historia.
Ángel Cappa, por aquel entonces admirado comandante del Globo, perdió su habitual compostura para arremeter furioso contra el trencilla. Otros muchos le imitaron, y el ínclito Gabriel Brazenas tuvo que abandonar su puesto de trabajo en una oficina del Instituto de Vivienda de Buenos Aires y su casa en Lanús a raíz de las continuas amenazas que sufría por parte de los iracundos seguidores de Huracán. Dos años después, tras no superar las pruebas físicas de la AFA por culpa de una lesión mal curada, Brazenas sólo coge el pito (con perdón de la expresión para los lectores del otro lado del charco) para impartir justicia, o intentarlo, en pachangas de barrio y similares; el resto del tiempo lo dedica a poner ladrillos y realizar chapuzas varias.
Pero aquella aciaga tarde de julio de 2009, el primer Huracán, el auténtico, el de Buenos Aires, el Globo, comenzó una descontrolada caída en la que ni soltar el lastre de Cappa fue suficiente para impedir el estrepitoso aterrizaje del equipo en la B, consumado a principios de este mes en un desafortunado partido de promoción ante Gimnasia y Esgrima de La Plata. Como ha descendido de categoría, ahora la duda está en saber si deberíamos considerar a Huracán una tormenta tropical.
Chubasco en León
A miles de kilómetros del gran Buenos Aires, un pequeño club lucha por sobrevivir en la Tercera División española. El Huracán Z, un clásico del fútbol leonés, fue fundado en los años 50 en Trobajo del Camino (pueblo perteneciente al municipio de San Andrés del Rabanedo pero que físicamente hoy es un barrio más de la capital provincial) y jamás ha pasado del fútbol regional. A comienzos de este siglo el equipo vivió su etapa más gloriosa, en la que inauguró un campo de césped artificial y llegó a jugar los play-offs de ascenso a Segunda B. Era el año 2006 y no faltó quien pronosticara que, a no tardar, el Huracán Z competiría de tú a tú con la histórica Cultural y Deportiva Leonesa.
Cinco años después, la profecía casi se ha cumplido, y puede que hasta se quede corta: tras no pagar las cantidades reclamadas por sus jugadores a la AFE (casi 400.000 euros), esta próxima temporada la Cultu debería jugar contra el Huracán en Tercera. Digo debería porque con más de 1’5 millones de euros de deuda ya exigible y la Seguridad Social solicitando su liquidación definitiva, el futuro del primer equipo de León no parece muy halagüeño. En el esperpéntico culebrón que ha sido la agonía culturalista, el nombre de Santiago de la Riva, accionista de Profutle (la sociedad que ha llevado a la ruina a la Cultural) y a la sazón actual presidente del Huracán Z, ha sonado varias veces como posible salvador del club leonés, aunque su interés no ha llegado nunca a concretarse. Hubiera sido interesante saber cómo pretendía hacer frente De la Riva a la inabarcable deuda de la Cultural, pues durante este último mes las ha pasado canutas para encontrar un patrocinador que pusiera los 30.000 euros que el propio Huracán Z debía a sus futbolistas y poder mantener así la categoría. En cualquier caso, queda claro que el nombre de Huracán es demasiado pretencioso para un equipo que, futbolísticamente, no pasa de ser un chubasco de carácter débil.
Tormenta de verano en Levante
Mientras los otros se debilitan, un tercer Huracán comienza a cobrar una fuerza inusitada en la costa levantina. Nacido este mismo año con el ambicioso objetivo de convertirse en el tercer club de la ciudad de Valencia, este proyecto presidido por el periodista Toni Hernández buscó la forma más rápida de entrar en juego lo más arriba posible. Los dirigentes del Huracán Valencia aprovecharon el escaso apoyo que recibía el Torrellano Ilice de las instituciones locales para fusionar ambos clubes, de manera que se mantenía la plaza del Torrellano en Tercera (así como las de su prolífica cantera en las diversas categorías juveniles) y el equipo resultante se trasladaría de Elche a Valencia. Las cosas iban tan deprisa que en sus escasos 5 meses de vida el Huracán Valencia ya ha cerrado un acuerdo con el Manises CF para que éste sea su filial a cambio de compartir estadio, ha celebrado pruebas de selección para sus categorías inferiores y hasta ha visto como el fútbol griego le quitaba al que iba a ser su entrenador, el ex-valencianista Óscar Fernández.
Incluso se acaba de conocer que el Torrellano ha comprado una de las plazas que la Federación sacó a subasta en el Grupo III de Segunda B tras los descensos administrativos de Castellón y Alicante, por lo que el nuevo club pasaría directamente de no existir a militar en la categoría de bronce del fútbol español. Velocidad de vértigo la de este Huracán, que podría parecer la tormenta perfecta si no le fallara un pequeño detalle: saber si al final podrá competir o no. Porque lo que parece habérseles escapado a los promotores del Huracán Valencia-Torrellano es que, para evitar que se camuflen como fusiones lo que en realidad son compras de equipos no profesionales, la RFEF no permite fusiones entre equipos que no pertenezcan a ciudades limítrofes, y Elche y Valencia (o Manises) no son precisamente León y Trobajo del Camino. Si no hay sorpresas en el dictamen definitivo de la Federación, este nuevo Huracán corre el riego de quedarse en una mera tormenta de verano. Tweet
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