Dios rara vez es justo. De hecho, Dios rara vez es. Pero ayer, por mucho que cueste creerlo, lo fue.
La derrota de España ante Estados Unidos en la tierra de Mandela escocerá durante un tiempo, dolerá a los fanáticos, a los incapaces de mirar el cesped prescindiendo de sus instintos más primarios.
La prepotencia pasó factura a "los nuestros". El "take it for granted la final", el creerse que los números, falsos amigos, te convierten en el mejor conjunto de la Historia. El decir, como el infame comentarista del partido, que los rivales, semifinalistas por derecho propio, son "muy pesados", por la inesperada e inaceptable ofensa de presionar, recuperar y atacar. De ganar.
Estados Unidos no debía atacar, no debía luchar, no debía marcar. Ese era el guión, de final cerrado y errado, escrito por alguien que, claramente, no conoce Estados Unidos. Quizás González-Sinde.
De Lalas a la victoria sobre España
En 1994, los norteamericanos organizaron un mundial. En 2024 lo habrán ganado. Han necesitado apenas tres lustros para dejar de ser Alexi Lalas y sus amigos, de ser el hermano de Elisabeth Shue y sus amigos para convertirse en un equipo que gana 2-0 al campeón de Europa.
El juego de las niñas, de las "soccer moms", ya no es la anécdota a pie de página en las crónicas de ultramar. Y no es una sorpresa. En EEUU la gente juega al futbol. En las universidades y las "high shools", sí, pero también en las calles, y es ahí donde todo empieza y acaba.
Mientras que en España las "canchas" desaparecen sin remedio, dejando a generaciones de niños en manos de la Wii para hacer deporte, en América proliferan. Campos grandes, de cesped, cuidados, abiertos las 24 horas del día, con iluminación, redes, balones y árbitros. Campos idiílicos en los que, como hace dos décadas en Europa, cientos de chavales juegan sin parar. Partidos que se suceden mañana y tarde, partidos que crean Escuela.
El fútbol norteameriano es como sus calles: duro, individualista, agresivo, rápido. Su escuela, antes del tamiz universitario, la mezcla. En California, Nueva York o Illinois hijos de inmigrantes de todos los continentes se fusionan en un fútbol de ataque y sacrificio, donde nadie para de correr y de sudar. No hay pausas, ni remilgos. No hay hueco para marear el balón y dormir al espectador.
Su fútbol es su historia. En el XVI y el XVII, España dominó los campos de batalla de Europa con sus tercios, hombres firmes, recios, valientes. Ganaban aplastando, sin retroceder, como los casacas rojas británicos en los siglos posteriores. Eran superiores, eran aterradores.
Los rivales huían, incapaces de aceptar el ritmo de las bajas, el precio de la victoria. Eran guerras, partidos, de orden. Hasta que llego el siglo XX, el siglo americano. Las trincheras acabaron con el orden y trajeron el valor, el sacrifio, el heroismo. El mismo que llevó a la milicia, subestimada desde Londres, a acabar con los ejércitos de Cornwallis en la Guerra de Independencia.
Los americanos juegan al fútbol igual que desembarcaron en Normandia: sabiendo que van al matadero, pero sin mirar una sola vez atrás.
La primera parte de EEUU ayer evocaba a la Corea del Sur de Hiddink: chavales jóvenes, corredores de fondo, amantes de pase rápido, del regate, de encarar. Europa ha perdido, si es que alguna vez lo tuvo, ese fútbol. España llora todavía por el egipcio Ghandour, y las lágrimas le impiden ver las estrellas. Una mirada cristalina, sin la venda de la roja, permite ver a chavales que juegan al fútbol, que juegan como saben que debería hacerse, como todos querríamos.
La última Eurocopa fue un oasis. España jugó como nunca y ganó. Porque atacó, porque corrió, porque creía. En Sudáfrica española no creía, sino que se creía. Goleó a los kiwis y sufrió por la mínima dos partidos más. That's it.
Si España quiere ganar el mundial, un mundial, debe aprender de Estados Unidos. En esta Copa Confederaciones ha jugado como lo hacen siempre Alemania, Italia, Inglaterra. Con historia y nombre, pero sin futuro.
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Cualquiera que haya visto algo de fútbol sabe que Estados Unidos no tiene ninguna posibilidad de ganar un Mundial.
ResponderEliminarLe echan huevos, sí, pero no tienen ni calidad ni competitividad para plantar cara en una competición internacional. No olvidemos que se clasificó habiendo perdido dos de los tres partidos de su grupo contra Italia y Brasil, que no jugaron bien, pero son eso, selecciones históricas.
A España siempre le ha faltado ese toque de garra que tienen, entre otros, italianos o alemanes y que marca la diferencia, pero estoy segurísimo de que si hay un cruce España-EEUU en el Mundial del año que viene, los yanquis van a salir escaldados.
No se si EEUU llegará muy lejos en los próximos mundiales, y tampoco estoy muy convencido de que los yanquis merecieran ganar ayer el partido, más bien lo contrario. Lo que sí creo es que llevas razón con lo de las canchas de fútbol. Es lamentable que para hacer deporte en España o te juegas la vida saltando al patio de un colegio o pagas un dineral para alquilar el campo de turno. En eso los yanquis parece que ya nos ganan.
ResponderEliminarAún sin compartir parte del contenido, molan tus argumentos y ahora me caen mejor los yanquis... aunque jamás ganarán un torneo serio. Por muchos campos que tengan, su delantero es el suplente del Xerez. Y ya los cogeremos en el Mundial.
ResponderEliminarPor fin algo de lucidez apátrida...
ResponderEliminarMuy cierto casi todo lo que dices,me encanta este blog, por la forma sarcástica y las analogías que utilizan para escribir sus notas. Me parece gravísimo que una persona que comenta de la historia y da buenos ejemplos sobre lo sucesdido hable de "América" como un país y no como un continente, América somos todos y más partiendo de un nombre romance en lugar de sajón o anglo. En todo lo demás estoy de acuerdo, aunque jamás te olvides que los yankis tuvieron en su Cosmos a Pelé, Beckenbauer o Cabañas, que jugaron el mundial del 30 siendo uno de los 8 equipos participantes. por todo lo demás que respecta a este blog felicitaciones
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo, EE UU empezó a ser competitivo en el Mundial de 2002. Hasta hace poco, sólo jugaban las chicas, ahora, con la cantidad de inmigrantes con cultura futbolística que les están llegando, la cosa empieza a cambiar.
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