jueves, 11 de junio de 2009

El último gol de Mandela

Por Sebastián Dulbeca

"A finales de los 70 no sólo había mejorado mucho la calidad de la comida, la ropa y las camas con respecto a 1964, no sólo se habían terminado la recogida de algas y los trabajos forzosos en la cantera, sino que se habían añadido todo tipo de lujos inimaginables. Los presos podían ver películas, oír la radio en un sistema de altavoces por todas las instalaciones y, lo mejor de todo, hacer deporte. Incluido el tenis, curiosamente. También el fútbol, el pasatiempo favorito de la Sudáfrica negra. A insistencia de las autoridades, se añadió a la lista el rugby...". (El factor humano, John Carlin, Ed. Seix Barral, 2009).

Nelson Mandela pasó 18 de sus 27 años de reclusión en Robben Island planeando cómo sustituir el apartheid por una democracia no racial, y nunca descreyó de la capacidad del deporte para transformar el mundo.

Boxeador aficionado y fanático de la forma física (ha corrido una hora cada mañana desde que era un joven abogado libre), el prisionero 46664 supo casi desde su ingreso en aquel Alcatraz para presos políticos que desactivar el régimen segregacionista más vigoroso desde el III Reich pasaba por lograr preservar su dignidad y dirigir la lucha hacia el ámbito de lo irreprimible, de lo sentimental.

"No hay que apelar a la razón, sino a sus corazones", es el eslogan que perdura de una revolución -la pacífica transferencia de poder de la minoría blanca a la mayoría negra- rubricada simbólicamente por la victoria de la selección local de rugby (los Springboks) en la final de su Copa del Mundo, en 1995, sobre los All Blacks de Jonah Lomu.

Aquel partido salvó a una nación, precisa en un recomendable libro John Carlin, corresponsal en Sudáfrica entre 1989 y 1995 y amigo personal de Madiba. Fue la primera vez en la historia del país austral que el color de la piel quedó diluido, mezclado, intercambiado ante un acontecimiento de interés general.

La euforia acalló los tambores de guerra civil que hacían sonar nostálgicos y agoreros (más del bando afrikaner que del procedente de los suburbios). Social, cultural e incluso económicamente, Sudáfrica ha progresando tanto desde entonces que ya es la indiscutible potencia del continente.

Quién sabe si la FIFA estaba pensando en ese ejemplarizante acontecimiento o en las pecuniarias posibilidades de explotación de un evento planetario cuando le concedió la organización del Mundial 2010: el primero que se celebrará en suelo africano. Lo que sí parece evidente es que, con 91 años y alejado de las decisiones de Estado desde 1999, se antoja el mejor y más popular homenaje (nada del concierto al uso en Hyde Park) en vida a la leyenda Mandela. Un nuevo tributo balompédico a quien, también en casa, levantó por sorpresa la Copa de África de Naciones en 1996.


Si el venerable ex presidente es mucho, poco o nada futbolero lo saben mejor que nadie Carlin y el entrenador argentino Ángel Cappa. Éste tuvo oportunidad de comprobarlo en 2005, cuando dirigía al Mamelodi Sundowns, el Atlético de Madrid local, al que condujo al triunfo en la Charity Cup y al tercer puesto liguero. "No diría que es un auténtico forofo, pero sí que le gusta el deporte en general", comenta vía telefónica el periodista de El País, que acaba de estar sobre el terreno con Michael Robinson a un año del inicio de la competición. Coincide Cappa: "Siempre aparece con gran orgullo compartiendo los logros de cualquier deporte de su país".

La Santísima Transición

Mandela, hombre-puente, personifica el paso del triunfo deportivo de la Sudáfrica blanca (rugby) al de la negra (fútbol) y la posterior integración. Carlin ofrece una anécdota al respecto: "En la final que los Bafana Bafana ganaron en 1996 todo salió bien, pero para llegar hasta allí habían tenido que vencer a Ghana en semifinales. Mandela sabía de la dificultad de ese partido, así que antes del mismo bajó al vestuario, en una escena muy similar a que había protagonizado un año antes durante el Mundial de rugby. Allí se dirigió a los jugadores y los iluminó con su particular carisma. Cuando se iba a marchar, se giró y les dijo solemnemente: 'Mis hijos, dejo el país en vuestras manos'. Sudáfrica ganó contra todo pronóstico 3-0. En la final volvió a imponerse, esta vez a Túnez, 2-0".

Aquella brillante generación acaudillada por el jugador del Leeds Lucas Radebe (el grupo británico Kaiser Chiefs adoptó el nombre del club de procedencia de su capitán) y el inefable Doctor Khumalo apenas encuentra correspondencia en la selección que tiene ante sí el desafío de representar con dignidad al 16% de la población mundial (repartida en los 53 países comprendidos entre el Estrecho y el Cabo de Buena Esperanza) en su propio territorio.

Así ha quedado de manifiesto en la convocatoria de la inminente Copa Confederaciones, sin un mal McCarthy que echarse a la boca. Habrá que conformarse con Pienaar (casualidades: idéntico apellido al del capitán Springbok triunfante en el 95)...

"El temor de cara a 2010 es no estar a la altura. La gente ve difícil pasar a segunda ronda", expone Carlin, quien se muestra más preocupado por la seguridad. "Que se produzcan incidentes relacionados con la delincuencia durante el campeonato puede afectar a la imagen de un país que tiene un tremendo dinamismo".

Are we human or are we dancers?

Será curioso, sugiere el hombre que ha conseguido embarcar a Clint Eastwood y Morgan Freeman en una película basada en El factor humano, ver el contraste con la China de los últimos JJOO. "Todo el mundo se comportaba como en una coreografía mecánica. Tampoco será como en los también anglos EEUU, donde todo parecía marciano a ojos de la gente. En Sudáfrica habra una participación masiva, ebullición, júbilo".

Ángel Cappa, entrenador revelación con Huracán en el actual Clausura, comenta que aún le conmueve evocar el trayecto de su antiguo equipo en autobús hasta el estadio. "Entonaban dentro del vestuario e incluso al salir al campo canciones espirituales en las que se animaban entre todos. Se unían en oración, abrazados, y también me incluían a mí. Recuerdo que los aficionados acudían a los partidos disfrazados y, muchos de ellos, con trompetas y otros instrumentos musicales que no dejaban de tocar en todo el partido".

El antiguo inquilino de los banquillos de Real Madrid, Tenerife, Racing de Avellaneda y Atlante guarda un recuerdo vivificante de su temporada en Pretoria. Llegó a la capital administrativa a propuesta de un amigo argentino, Óscar Fullone, "el técnico más laureado en África con más de 25 títulos", que trabajaba entonces para el Mamelodi. "No lo dudé. Viajé en Navidad tres días para tantear y el 2 de enero aterricé de nuevo en Johannesburgo. Me pareció muy seductor el reto de ir a un país y a un fútbol de los que tenía un conocimiento superficial y lleno de tópicos".

Fue recibido "con respeto y expectación", descubrió unas infraestructuras de categoría amateur ("en oposición a las del rugby y cricket; eso en lo deportivo, porque luego la red de autopistas, aeropuertos, hoteles... es excelente") y se sorprendió del "buen nivel técnico". "Algunos jugadores superaban la media de calidad de Argentina y España". En contra de lo que pueda pensarse, Cappa habla de sincronización con balón de por medio. "Demuestran respeto e interés por el fútbol europeo y sudamericano".

'Estudioestadioadictos'

"No te preocupes, que si vas de vacaciones no te perderás el Barça-Villarreal"
, bromea Carlin. "Liga y Premier se siguen con mucha atención a través del satélite y el cable. Puedes encontrar gente analfabeta tan superalfabetizada en cuestiones de fútbol como en el Bernabéu o en Old Trafford. No te quepa duda de que un fuerte contingente de población irá en el Mundial con España, porque su juego gusta".

El reportero lamenta que los seleccionados por Joel Santana en el torneo local no atraigan más público a los estadios. "Si el equipo nacional fuera más fuerte, tendría mayor seguimiento, como ocurre con el rugby. El problema es arrastrar blancos al fútbol. Ellos prefieren verlo por la tele".

Con alivio respira al dejar por fin en el olvido los años de mayor infamia en los que había una Primera División sólo para jugadores blancos y otra exclusivamente para negros. "Todo se hacía en paralelo, fuera en la vida deportiva o en la social. La liga de los negros congregaba a más gente y ofrecía momentos muchísimos más vibrantes. Cuando Mandela salió de la cárcel se produjo la fusión de ambas".

Para entonces Carlin había obrado un milagro: encontrarle algo bueno al apartheid. "Estuve con 50.000 personas en un estadio en el que era el único blanco y puedo decir que fue fantástico".

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