Por Nick Panzeri
De todos los estigmas posibles, si hay uno nefasto para la carrera de cualquier futbolista es el de gafe. Puedes ser Maradona que, si te cuelgan esa etiqueta, tu carrera está jodida. No es que todos los entrenadores sean tan supersticiosos como Luis Aragonés, pero, con la de jugadores que hay, ¿por qué fichar a un gafe?
La última jornada de Liga colocó este cartel a dos jugadores de contrastada calidad: Oliveira y Sergio García, unidos por el mal fario. Juntos ya vivieron el drama del descenso hace 12 meses con el Zaragoza y de nuevo sobre el campo han padecido la caída a Segunda del Betis.
Da igual que fueran los mejores de su equipo durante toda la temporada y que en el partido decisivo lo dieran todo (Oliveira marcó el estéril gol del empate el domingo como el pasado año anotó los dos goles que tampoco sirvieron en Mallorca para salvar al Zaragoza). El hecho es que estaban sobre el campo. Y dos descensos consecutivos son motivo más que suficiente para ser incluido en el club de los gafes.
Si en realidad esa cifra se eleva a tres descensos en otros tantos años como sucede con Sergio García (también perdió la categoría con el Levante hace dos años), más te vale buscar equipo en la liga neozelandesa.
La gesta de García le sitúa a un paso del rey de los descensos: Navarro 'el Mono' Montoya, que perdió la máxima categoría con Extremadura, Mérida, Tenerife, Chacarita y Nueva Chicago. De hecho, su salida de España después del tercer descenso tuvo algo que ver con el dichoso cartel de gafe que ya colgaba de su espalda visible para cualquier presidente despistado. Saltó el charco para borrar su fama, pero sólo necesitó otro par de temporadas para recuperarla, ya de manera definitiva, en Argentina.
Pero el síndrome del gafe no sólo está ligado a descensos y a jugadores de reparto. También puede afectar a las grandes estrellas. Ballack, con su número 13 a la espalda (¡a quien se le ocurre!), perdió las tres finales que jugó el pasado año con el Chelsea, también la de la Eurocopa contra España y se perdió por lesión la del Mundial de Corea y Japón. Antes, en el año 2000, perdió con el Bayer Leverkusen las finales de Champions y Copa, además de quedar segundo en la Bundesliga. Quizás por todo ello Hiddink decidiera dejarlo en el banquillo el sábado en la final de la FA Cup. Y quizás para acabar con este mal fario lo sacó en la segunda parte para hacerlo partícipe de la victoria.
Porque el síndrome del gafe tiene antídoto. Y Sergio Fernández creyó dar con él. El central de Osasuna es otro de los gafes más ilustres de nuestro fútbol. Acumula tres descensos con otros tantos equipos: Sporting, Celta y Zaragoza, con el que además se marcó un gol decisivo en la última jornada.
Caer con Osasuna esta temporada habría sido letal para él. Quizás por eso, y con el drama a la vuelta de la esquina, decidió que la mejor solución era quitarse de enmedio. Lo hizo provocando una clamorosa expulsión ante el Sevilla que le impedía jugar la penúltima jornada en el Nou Camp. Osasuna ganó, pero todavía tenían que ganar al Real Madrid en Pamplona. Para entonces, Camacho parecía haberlo entendido todo y dejó fuera de la convocatoria al central, titular hasta entonces siempre con él. El resultado ya lo saben y Sergio respiró más tranquilo.
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martes, 2 de junio de 2009
¿Quién se atreve a fichar a un gafe?
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