jueves, 7 de mayo de 2009
Chelsea, a kind of blue
Por John Wyatt
Hay equipos cuyos referentes son estrellas rutilantes, otros cuya brújula está en un sistema de juego definido, algunos se refugian en la personalidad de un entrenador, otros que son presidencialistas. Y luego está el Chelsea, un equipo antipático que ha forjado su leyenda en la brega y que tiene como santos a futbolistas que prefieren el tambor a los violines. Dennis Wise, un auténtico picapiedra, un mediocentro en la mejor tradición de las islas, es el más famoso de todos ellos.
Para entender a sus aficionados hay que darse antes una duchita de realidad. Se han escrito muchas cosas sobre el Chelsea: algunas son verdad . La mayoría, no. Pocos equipos están tan maltratados por los tópicos.
El primero es el que desprecia a los de Stamford Brigde por no ser uno de los llamados «conjuntos históricos de Inglaterra». Falso. Fue fundado el 14 de marzo de 1905 en el pub The Rising Sun. Desde que en 1955 ganaban el primer título de liga, los londinenses no han parado de llenar de entorchados su sala de trofeos, entre ellos varias recopas de Europa.
Otro mito: el Chelsea es antipático porque es el equipo de los nuevos ricos. Verdadero, tan verdadero como que el Liverpool y el Man United, el City, el Newcastle, el Fulham... Todos pertenecen a magnates de la comunicación, del petróleo, de la construcción o de todas estas cosas a la vez y no se les ataca por ello.
Tercero, el Chelsea nos cae mal porque nos cae mal Mourinho. Mala excusa: el portugues ya no está, y ni su ego ni su verborrea son mayores que los de Ferguson, un dinosaurio bebedor e irrefrenable apostador a los caballos, Wenger, otro que parece que ha inventado la penicilina en sus ratos libres y, por supuesto, nuestro entrañable Rafa.
Cuarto bulo: el Chelsea es un equipo sin afición. No hay tipo en la isla que sea del Chelsea, sólo los ricos que no tienen ni idea de fútbol y van en Ferrari al campo con sus novias pijas y busconas vestidas de Chanel. Nada menos que 42.500 de estos burgueses londinenses se citan cada dos semanas en Stamford Brigde para hacerse pasar por fans del equipo de Roman Abramovich. La realidad es que la mayoría de su público viene en metro de las áreas obreras de Hammersmith y Battersea y es muy fiel: este estadio tiene la tercera mejor media de asistencia a un campo de fútbol en la Premier.
Con ese yugo implacable de la leyenda negra sobre sus cabezas, es comprensible que los inexistentes hinchas del Chelsea sean de los que aplauden el sudor y veneran el músculo por encima de todas las cosas. Vejados, incomprendidos, ninguneados, entienden su juego como una defensa de sí mismos. Luego entiendes como pueden orgullecerse de Dennis Wise, un enano con cara de pitbull rabioso que pateaba, insultaba, escupía, cabeceaba y mordía a sus rivales. En España lo conocimos cuando, en una Supercopa contra el Real Madrid, realizó una entrada de tarjeta a Savio, después le pateó, le llamó algo cuyo significado sólo conoce la working class del norte de Inglaterra y le mordió una oreja.
Sí, el conjunto más odiado de Inglaterra y alrededores se ha atrincherado en sus esencias, representadas por gente como Ted Drake, el técnico que cambió su suerte en los 50 golpeaba literalmente a sus jugadores antes de salir al campo. O Tommy Docherty, el entrenador que impuso un régimen militar para conseguir el ascenso a la Premier en 1962. O Terry Venables, el gran capitán nacido de su propia cantera. Y qué decir de John Terry, el último de una larga estirpe de soldados a contracorriente.
Si no hubiera sido por el Barcelona y un arbitraje cuanto menos discutible, este año hubieran disputado su segunda final consecutiva de Champions. Algunos dicen: se lo merecen por su fútbol rácano, por su pijerío, por esas camisetas azules, por que tienen muchos negros en el once. Ante esta postura, los blues no tienen otra opción que seguir cavando su trinchera bien profunda, apretar los dientes y seguir luchando. Equipo de ricos, antipático, sin afición, que adora a cuatro picapedreros.
Creo que empiezan a caerme bien.
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Y antes del partido entonan canciones rusas en honor a su salvador soviético, y hace dos décadas no existía uno de los fondos y se veían los coches aparcados...
ResponderEliminarA mí con el Chelsea me pasa como con el Inter. No soporto ver equipos con tantas estrellas (Ballack, Lampard, Malouda, Essien, Drogba, los dos Cole) jugando a nada.
ResponderEliminarMe siento totalmente identificada con tu texto. Hace años que, cuando me preguntan por mi equipo inglés y digo el Chelsea, me miran como un bicho raro, hasta con algo de desprecio. Equipo de pijos, dicen. De pijos o no, la verdad es que cuando estuve en Londres hace ya 11 años, mi primera obsesión fue ir a Stamford Bridge, y como la comunicación no era muy buena, me estuve pateando la ciudad casi media hora sólo para verlo por fuera. Y los hinchas de allí, los días de partido, hacían lo mismo, a patearse todito para llegar allí. Que un jeque es el dueño, como si no hubiera chorizos aquí en España al frente de los clubes...
ResponderEliminarEn fin, que al que le joda, dientes, que diría la Pantoja...
Momito