martes, 26 de mayo de 2009

Ángeles y demonios II (Papable Pep Vs Marcianos Rojos)

Por Lola Dirceu / Montaje: El hombre que casi conoció a Michi Panero
Le voy a mangar una imagen al escritor sevillano Juan Bonilla porque tenía toda la razón: Roma es un helipuerto para UFOS. Nos dijeron que era cuna de civilizaciones (Dido y Eneas, Rómulo y Remo, los etruscos...bla bla bla) y que cada piedra escupe Historia imperial, pero todo resulta ser una engañifa: es una terminal entre siete colinas ideal para que un puñado de ovnis invasores, siempre reacios y escurridizos, perfilaran el skyline de la ciudad eterna. Desde el Gianicolo, una panorámica desvela dónde carajo han estacionado.

Las cúpulas de San Pedro, Santa María la Maggiore o la del Panteón de Agripa se agrupan en los platillos volantes clásicos, los ovalados de toa la vida; el monumento a Vitorio Emmanuelle es una enorme tarta de nata cósmica, una nívea señal hacia el espacio en forma de Olivetti; las vetusta almena del Castillo de Sant Angelo es ya óxido de un viejo artefacto venido allende las galaxias; por no hablar de obeliscos fálicos y columnas conmemorativas, o del Coliseo, enorme cráter alienígena, huella de una civilización superior.

En el día 157 del año 2009 de la era de Nuestro Señor (hoy), de las entrañas de cada monumento citado se abrirán portezuelas (con onamatopeya de spray) y surgirán marcianos bermellones, diabólicos seres extraordinariamente dotados para el fútbol y extrañamente patrocinados por una aseguradora yanqui en la ruina. Saltarán al césped del Estadio Olímpico disfrazados con la camiseta del Manchester Unido para agarrar de las orejas una copa más y mantear a un viejo jedi al que reverencian como sir Alex. Pero la materia gris de Dan Brown ha tejido una trama paralela, un compló de aúpa, una akelarre de jugadores que se conjuraron para moverla de puta madre y así evitar que la tiranía de estos belcebúes se prolongue in eternum. Ríete tú de Tom Hanks. Iluminattis, códigos encriptados y contubernios sixtinos.

Iniesta lavaplatos

Este nuevo elenco se esconde por Roma, mutado en diversas personalidades, y espía las tácticas 666 de las bestias de Manchester. Piqué es un antisistema en la Piazza del Popolo, lugar habitual de manifas y revueltas contra el Estado y todo lo que se mueva; Puyol ejerce de gladiador a la sombra del anfiteatro Flavio y reparte ostias como panes a los ingleses que no quieren pagar una foto-souvenir con él; Valdés, cancerbero en arcos triunfales y Museos Vaticanos para que no pasen infieles; Sylvinho vuela las pizzas en Piazza Navona y Busquets conduce el coche de Berlusconi hasta el Quirinal sopesando al volante vengar algún día el 4 a 0 de Atenas (¿recuerdan a Savicevic y Desailly?); Henry, Toure Yayá y Eto'o regentan una caravana que vende perritos calientes cerca del Foro (no, no se dedican al top manta de la Carrá); Iniesta lavaplatos de incógnito en un tratoria del Trastévere y Xavi es fino perfumista en Via Condotti; bajo una capucha de seminarista, en la Iglesia del Gesú se guarece Messi, siempre atento a las indicaciones de su enlace en el Vaticano, el Cardenal Guardiola, que suena a papable y puede ceñir este año la triple tiara. Faltan Alves y Abidal, pero es que los bobbies aún les retienen en Londres por disturbios varios...

¿Por qué de toda esta fabulación? ¿Por qué este casting imposible? ¿Por qué este tontorrón juego de imposturas? ¿Por qué de este remedo de un barato spot de Nike? Y digo yo, ¿y por qué no? Si Keita ha señalado, textualmente, que “Alá ya ha decidido el destino de la final de la Champions”, pues bajo esa premisa todo puede acontecer por laberínticos pasillos del fatum, como en una peli de Ron Howard basada en una basura esotérica del insulso Dan Brown. Mójate Keita, juegátela a un resultado ya que todo el pescao está vendido. Mira que si tu porvenir es otro bien distinto al de tu fe... Pertrechado de pipa y gas paralizante bajo ese atuendo que Miguel Ángel Buonarrotti diseño “para payasos” (sic), te puede caer el papelón de guardia suizo, no para cubrir la espaldas de Ratzinger, sino para tapar por lo criminal la última subida de Ryan Giggs, un demonio zurdo disfrazado de ángel galés y que, ojo, puede trastocar hasta el movimiento de los planetas.

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