Por Sebastián DulbecaDel fútbol como caleidoscopio alucinógeno hace apenas día y medio. Antes de la tedeté y el peiperviú (sal de mí, Antonio Burgos), antes incluso del
Estudio Estadio de Pedro Ruiz (¡socorro!), tocaba conformarse con el chisporroteo del Carrusel, el periódico con esquinas de saliva... y los cromos de la Liga.
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Aquellos partidos todavía se juegan. Basta darse un garbeo cualquier domingo por la mañana por la Plaza del Campillo del Mundo Nuevo (El Rastro).
José García nació en el Bocho y desde Madrid siguió al Athletic con la exactitud de la nostalgia. Fue socio de la peña madridista La Santanderina cuando no tenía otra posibilidad de ver en vivo a su equipo que en el Bernabéu.
La prueba definitiva de su fe rojiblanca es, sin embargo, el álbum de láminas, recortables y otras piezas de memorabilia que reunió con disciplina de tesorero a lo largo de dos décadas y media (del 45 al 70). ¿Bilbainada? No. Auténtico corazón de león.
Tonalidades de cómic y ángulos de prefotomatón pusieron narración alternativa a tantos años color siderurgia. Alguna
concesión publicitaria y la presencia del Régimen (ese Atlético (
sic) de Bilbao) se cuelan también en esta historia del club -de Zarra a Clemente- en cartón.
Como de un incunable pasamos sus páginas. Vaya una pequeña muestra en homenaje a quienes siguen viendo en una tarjeta la belleza tridimensional del balón.
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