miércoles, 6 de mayo de 2009

El hombre de la terminal

Por Sebastián Dulbeca
Que si el número de encuentros por temporada (más el stage veraniego) es inasumible para un jugador de élite.

Que si los choques internacionales representan para los clubes la versión balompédica de la gripe porcina.

Que si la convocatoria para el partido de turno debe desgastar al futbolista lo menos posible (Guardiola: ¿estratega o cofrade del puño?).

Para remendar opiniones aparece el hombre de la terminal: Roberto Bishara.

Defiende al CD Palestino (Chile). También a la selección de los territorios ocupados. Nunca ha escuchado a ras de césped el himno de esta Champions con podómetro (un abuso de la estadística), al que haría regurgitar bips si registrase, además, los desplazamientos áereos.

Desde hace ocho años recorre los 13.198 kilómetros (a vista de Google Maps) que separan Santiago de Chile de Tel Aviv. A menudo le espera otro enlace casi intercontinental (¿Nepal? ¿Singapur?). Y las pesquisas tirando a inquisitoriales de la Policía israelí. "En octubre me retuvieron tres horas en el aeropuerto. No querían dejarme entrar. Decían que cómo venía a jugar con la selección, si Palestina no existe".

El tránsito profesional de este lateral izquierdo por el Viejo Continente se reducía a unos cuantos-bastantes transbordos en salas de embarque. Hasta esta noche. Palestina disputa su primer partido en Europa.

De entrada se impone lo simbólico: el amistoso contra el FC Bruselas (Segunda división) conmemora el 60 aniversario de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA). Pero el éxito merece ser prolongado más allá de los 90 minutos reglamentarios. Pese a que las autoridades belgas hayan designado el encuentro como de alto riesgo.

Sólo un enfrentamiento encarnaba a día de hoy el reconocimiento como estado que niega Israel y sí concede la FIFA. Fue otro amistoso (con parecido dispositivo de seguridad y Blatter presente). 26 de octubre de 2008. 1-1 contra Jordania en el estadio Faisal Husseini de Al-Ram. Palestina por fin ejercía como equipo local. Adiós al exilio en el Golfo Pérsico.

Bishara fue entonces el único futbolista del combinado no nacido en Gaza ni en Cisjordania. "Sentí emoción de jugar allí y orgullo de representar a los palestinos de fuera". Casi medio millón en su natal Chile (se dice que "en cada rincón hay un baisano"). La comunidad más numerosa fuera del mundo árabe. El impulso fundacional del CD Palestino, un club modesto capaz de pelearle el Clausura a Colo Colo el pasado diciembre y que cuenta entre sus seguidores con el Conde-Pumpido local.

Otros como Bishara han renunciado a la camiseta de su país (en 2002) para vestir la de sus ancestros. Reinvindicación en lugar de visibilidad. Hay está el documental Sueños de gol sobre el propio caso palestino-chileno. O la declaración de intenciones del argentino Darío Cvitanich: "No renunciaría a Croacia ni aunque me llamase Maradona”.

Bishara se impone un desafío ("ayudar al pueblo palestino a lograr sus derechos y su Estado") para combatir el cansancio. Dice volar "con mucho gusto" hasta donde tal reto exija. Con suerte consiguen sus compañeros (con ellos se entiende en inglés) el permiso de Israel para entrar y salir de su propia casa los días de competición. Él ya ha visitado 35 países en dos rondas de clasificación para el Mundial (Alemania y Sudáfrica), Juegos Olímpicos (Atenas), Copa asiática...

De semejante periplo recuerda: "Estábamos concentrados en Egipto para cuando falleció Yasir Arafat en París. Trasladaron allí su cuerpo antes de enviarlo a Palestina. Fue muy impactante". En otra ocasión iba para jugar a Qatar y tuvo problemas con el visado. "Me deportaron a Alemania y pude regresar a los dos días".

Bishara no se cansa de repetir que "el fútbol tiene más fuerza que las balas" y que su deporte en Palestina "es una vía de escape y un medio para decirle al mundo que existimos". Para el Israel-Palestina, por desgracia, todavía falta. Reciclando una ya de por sí reciclada campaña electoral, ahora el partido se juega en Europa.


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