lunes, 8 de junio de 2009

Las siete vidas de Donmanué

Por John Wyatt
Hubo una época en la que nadie se hubiera atrevido a llamarle vampiro chupasangres, sátrapa usurero, perro cobarde, cuchara, buitre tirano o señorito lolo. Nadie en el beticismo hubiera consentido un solo insulto porque en esa época decir Lopera era decir Dios. El pantócrator de la Avenida de la Palmera salvó in extremis al Betis de una desaparición segura, según puede leerse en el antiguo testamento blanquiverde, escrito por él mismo, claro.

Esa es la versión que a Lopera le interesó vender y grabó hasta un vídeo dramatizando el momento para que nadie lo dudara. Está en youtube. Lopera salvó al Betis, Lopera salvó al Betis, Lopera salvó al Betis... Amén. Aún suena en la cabeza de los béticos aquella frase legendaria: «No podemos consentir que media Sevilla enfríe el champán para celebrar que la otra media se ha quedado sin equipo».

Lopera no lo consintió. Pidió un aval bancario (como buen usurero, tiene crédito) y compró la mayoría de las acciones de la entidad. Después encargó un busto de sí mismo, le cambió el nombre al estadio (del honorable Benito Villamarín ya no se acuerda nadie) y se puso a gastar todo el dinero que fue recibiendo del boom de los derechos televisivos a mediados de los 90, algo que en el diccionario loperiano-español, español-loperiano se conoció como el ‘pepermin’ (Pay per view para los no iniciados).

Después de «los años en la UVI», como él llama a los tiempos en Segunda División, empezó a llenar su equipo de estrellas: Finidi, Jarni (pronunciado así, con jota), Denirzon (Er Shico, ahora en la liga vietnamita), Arfonzo... Sus fichajes, sus discursos, sus antológicos choques con los presidentes del Sevilla (tomenuztedegüenanota), una clasificación para la Champions y una copa del Rey fueron apuntalando su leyenda.

El reverso tenebroso

Pero el endiosamiento tiene un reverso tenebroso. En una entidad como el Real Madrid o el Barcelona, un Joan Gaspart o un Ramón Calderón es un cáncer curable por medio de elecciones. En una sociedad anónima, la metástasis se extiende sin que nadie pueda meter el bisturí. Hoy es el último vestigio de la llamada «Era de los presidentes», en la que Jesús Gil, Gaspart, Mendoza, Caneda o el propio Lopera acaparaban más protagonismo que los futbolistas. Lopera, otrora salvador altruista, es un maldito. Pero que nadie se engañe, sigue siendo el mismo felino, pero con seis vidas menos.

La primera la consumió hace ya muchos años. El oportunista Lopera se montó un negocio de antenista que consistía en lo siguiente: sus ‘técnicos’ iban casa por casa en Sevilla diciéndole a todo el mundo que, debido a la antigüedad de su antena, no podrían ver los nuevos canales (Antena 3, Telecinco, Canal +...) y que había que cambiarla. Sus muchachos se dedicaron a engañar a las comunidades de vecinos asegurando que ellos iban a montar una antena en pruebas totalmente gratis. Y la montaban, aunque fuera igual que la que estaban quitando. Dos semanas después, esos mismos se presentaban con la factura, que había que pagar sí o sí. Pudo timar a medio Sevilla, pero se escapó vivo de aquello.

Otra la perdió en uno de los cientos de juicios que han jalonado su carrera, con la diferencia de que este lo perdió y por goleada. Lopera fue condenado en 2006 por delito contra la Hacienda Pública, en su gestión al frente del Betis: dos penas de siete meses y medio de cárcel, además del pago de una multa de cinco millones de euros.

Dos de sus siete vidas se fueron en los dos descensos, el último consumado la pasada semana. Es el único presidente verdiblanco en pasar dos veces por el infierno de Segunda.

El platillo volante de Bela Lugosi

Otra vida la ha ido perdiendo estos años por su mala salud: en marzo de este mismo año, Lopera estuvo ingresado en un hospital muy grave como consecuencia de «pleuropericarditis aguda». No sabemos si tiene que ver con el color verdoso de su piel, con ese rostro descarnado en el que destacan los colmillos, con esas incipientes entradas a lo Bela Lugosi, pero el hoy máximo accionista del Betis cada vez se parece más a Drácula.

¿Dónde se dejó la sexta vida? Es curioso que fuera el Drácula de Heliópolis el que irrumpiera, de la mano de Juande Ramos, en la fiesta de Halloween 2001 que se celebraba en el chalet de Benjamín. Un autobús de putas, lacremdelacrem de los puticlubs a ambas orillas del Guadalquivir, amenizaba el cotarro. Alcohol, chavalas, caspita de la mona. No faltaba de ná.

Pero Lopera, avisado por algún chivato, entró por la puerta sin llamar. Como si fuera una película de Porkis, los componentes de la plantilla fueron escondiéndose donde pudieron. Cuentan los testigos que, segundos antes, había empezado una especie de conga de Jalisco que se disolvió en cuando vieron aparecer a Lopera y al manchego triste.

Denirzon, er Shico, se tiró desde una de las ventanas del segundo piso del chalet, con los pantalones por los tobillos, para que no le viera Donmanué. Pero Donmanué le vió. Los reunió a todos en el jardín y sólo acertó a preguntar: «¿Es que no sus da vergüenza?». Después sufrió un amago de infarto.

Es decir, que no le queda mucho para gastar su séptima vida, la que se supone que es la última, incluso para los dioses y los vampiros. ¿Cuando le pondrán el último clavo al ataúd?

6 comentarios:

  1. LOPERA VETE YAAA!!
    ERES NUESTRO CANCER!!

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  2. Lopera: El mejor presidente de la historia der Beti, por eso medio platillo volante lleva su nombre, la ciudad deportiva tambien y al club le quedan dos telediarios para que lo rebautizen (Padre Sarmiento mediante) como Real Lopera Balompie.

    ¡¡¡Dios Salve al emperador!!!

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  3. Fotón el de "Aguante don Manué"!!!!

    Ole

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  4. el unico presidente en la historia del betis que lo baja dos veces a segunda.

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  5. La famosa conga de Jalisco , se bailaba alrededor de un cuadro fotomontaje de Lopera vestido de Sevillista, al grito de Lopera es sevillista. Bejamin corrio cuando lo vio a quitar el cuadro antes de que lopera lo viera.....

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  6. Yo estuve en aquella fiesta, estuvo mu bien, había cashondeo, pero mu pocos canapés... me quedé con un poco de hambre

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